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Tres desafíos climáticos para la España más seca (y uno extra más difícil todavía)
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Tres desafíos climáticos para la España más seca (y uno extra más difícil todavía)

La protección medioambiental de los ecosistemas en peligro y las políticas de lucha contra el cambio climático necesitan enfriar la polarización

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega.
Ilustración: Marina G. Ortega.
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El balance de año climático en España puede hacerse fijándonos en lo catastrófico, que ejemplos no faltan entre incendios virulentos, gotas frías y sequía persistente, o en los avances, que también son notables. España es uno de los países europeos más vulnerables al cambio climático, pero también está entre los punteros en su transformación. Empecemos mejor por las buenas noticias.

España ha producido por primera vez en 2023 más de la mitad de su electricidad con renovables (50,2% en 2023, mientras que en 2022 fue el 42%). Las energías limpias ya superan la nuclear y las centrales de gas y carbón. La electricidad libre de emisiones de CO₂ (renovables junto a la nuclear) está marcando también un récord, rozando el 72% del total en diciembre.

1. Renovables

España ha acabado el año con varios días en los que el 100% de la energía utilizada para todo el país fue renovable. Además del avance medioambiental que supone alcanzar este objetivo de descarbonización de la economía, que hace no tanto parecía quimérico, el éxito en renovables se traduce también en un abaratamiento de la factura de la luz.

Un año con más renovables equivale a un precio de la energía más bajo y mayor independencia geoestratégica. Sobre todo si echamos la vista atrás 12 meses, cuando empezábamos 2023 a punto de cumplirse un año de la invasión de Ucrania con precios desorbitados y pendientes del desafío estratégico para toda Europa que suponía reducir la dependencia a Rusia por las sanciones de la guerra. El creciente precio de la energía proveniente de gas y petróleo provocado por la guerra en Ucrania y la crisis en Oriente Próximo ha provocado este año una inversión global récord en eficiencia energética.

Foto: Manifestación "Renovables si, pero no así" en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Para 2024, España tiene el objetivo de consolidar la media del 50% de consumo eléctrico y convertirse así en una superpotencia europea de energía renovable. Esto puede tener, además, un componente estratégico en la llamada transición justa y la creación de empleos, si se cumple el objetivo de reforzar la cadena de valor de la energía renovable. Es decir, si la energía renovable que se produce en Europa se hace con un equipamiento hecho también en Europa. Es uno de los objetivos marcados ya por la Comisión Europea.

En otras palabras, una vez aprendida la lección de la importancia de la autonomía energética que Europa no ha tenido durante los años de dependencia a los combustibles fósiles, se trata de no repetir los mismos errores y buscar la forma de que el mercado chino no cope la fabricación de la tecnología necesaria para las placas solares y las instalaciones eólicas. De ahí que la apuesta por las energías limpias no es solo cuantitativa, sino también cualitativa. Apostar por la cadena de valor española y europea es uno de los desafíos para 2024 que va de la mano del otro objetivo global marcado en la COP28 de triplicar la potencia mundial de generación de energía renovable al menos a 11.000 gigavatios para 2030.

Foto: La vicepresidenta tercera del Gobierno de España y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera (2d), durante la reunión de los ministros de Medio Ambiente y Energía de la Unión Europea. (EFE / Nacho Gallego)
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La buena noticia es que la energía solar y la eólica son ahora las fuentes más baratas de nueva generación de energía sin necesidad de subvenciones. Es también una tendencia global. La COP28 marcó el objetivo de triplicar la producción de renovables.

Las renovables son imprescindibles para afrontar el cambio climático, pero la transición no será posible si no es justa e implica a las regiones en su transformación. Los pueblos en los que se instalan las plantas eólicas necesitan verlo como una oportunidad y no una condena. De ahí que este nuevo año los planes para garantizar que las renovables sean medioambientalmente sostenibles sean una de las prioridades de los planes tanto de los gobiernos, central y regionales, como de las empresas que se encargan de su instalación y explotación.

2. El calor y la sequía

Una vez hecho el precalentamiento climático con las buenas noticias, vamos con las malas. Son, también, las más evidentes porque llevamos todo el año sintiéndolas a flor de piel. 2023 ha sido uno de los años más calurosos desde, al menos, 1961. Cada vez hay más días de récord por calor en la península: en 2023 fueron 38 de los 365, es decir, de cada nueve días, uno ha batido récord de calor. Y ningún récord de día frío, según la Aemet. Además, España arrastra una sequía meteorológica severa de larga duración, que en el sur de la península es la más larga en más de medio siglo. La sequía en España fue uno de los mayores desastres climáticos del mundo en todo el año. Y de los más costosos.

Foto: Reparto de agua con camiones cisterna en la localidad cordobesa de Pozoblanco por la falta de agua en el norte de la provincia. (EFE/Salas)

El calor y la sequía están, además, muy relacionados con los incendios. En 2023 han arrasado más de 84.000 hectáreas solo en España. Y lo más preocupante es que estos incendios se están desestacionalizando, y ya no son solo en verano y no solo se queman bosques. Tenerife sufrió el peor incendio en los últimos 40 años, pero en Asturias y Teruel hubo también incendios muy preocupantes entre febrero y abril.

Si a la sequía y las olas de calor le sumamos otros fenómenos meteorológicos extremos agravados por la crisis climática, como el granizo y las lluvias torrenciales, el número de siniestros en el campo ha disparado las pérdidas en el campo para los agricultores. La previsión récord de indemnizaciones que superarán los 1.200 millones de euros, según datos del sistema de Seguros Agrarios Combinados (Agroseguro) hasta noviembre. Eso supone casi un 50% más que en 2022.

La falta de lluvia ahoga el campo. Un año hidrológico con un 12% menos de lluvia de lo habitual pone en serio peligro desde la uva del vino a los olivares. La producción de aceite ha caído un 15% y el precio del aceite se ha disparado un 51% en 2023, seguramente uno de los efectos más visibles en lo cotidiano de los estragos de la sequía.

Foto: El río Muga, seco a su paso por Peralada, Girona. (EFE/David Borrat)

No solo la agricultura se ve comprometida por el calentamiento global. También el turismo, la actividad económica más importante del país (12% del PIB). La economía del sol y playa necesita repensarse una vez que más sol no necesariamente significa más turismo cuando se sobrepasan los límites del calor extremo y las autoridades piden a los habitantes y turistas cada vez más veces en verano no salir de casa por olas de calor.

Las altas temperaturas hacen que algunos de los destinos más afectados por las olas de calor y la sequía disuadan a parte del turismo del norte de Europa, especialmente en los meses de julio y agosto.

Aunque esto es una oportunidad para algunas regiones (Galicia, Asturias y Cantabria han aumentado casi en un 50% la llegada de turistas internacionales en el último año) y también para desestacionalizar el turismo fuera de los meses de más calor, el aumento de las temperaturas extremas en verano exige también repensar un modelo entero, especialmente de la costa mediterránea. El Financial Times avisaba hace unos meses a sus lectores de cuáles serán las playas más frescas de España para los turistas que se alejan del sur abrasador, en un reportaje sobre cómo las olas de calor están transformando el mapa y el calendario del turismo europeo.

Foto: Un pantano prácticamente seco en Huesca. (EFE/Javier Blasco)

La sequía pertinaz incumbe desde el abastecimiento para consumo urbano como riego agrícola, pero repercute en muchos otros ámbitos del país, incluido su paisaje. Por ejemplo, la sequía ha disparado un 200% el uso de césped artificial en la Costa del Sol. Es cada vez más evidente que las restricciones de agua en regiones como la andaluza serán sistémicas, la demanda hídrica comprometida se tiene en cuenta ya para el diseño de las ciudades, las casas y el ocio.

La crisis hídrica es uno de los fenómenos extremos que causa la crisis climática global y uno de los que más marca el presente y el futuro de toda la península ibérica, pero sobre todo de regiones como Cataluña y Andalucía. Y será uno de los principales retos climáticos para 2024 tanto para el Gobierno de Sánchez como para las comunidades autónomas, que se verán abocadas a cooperar.

Hay también una derivada política evidente con la sequía que marcará puntos de fricción en el año nuevo. Con el problema de la sequía en Cataluña, las ramificaciones políticas son más evidentes, porque la colaboración interregional va a ser imprescindible para ayudar a zonas con sequías sistémicas.

Foto: El cambio climático se ha convertido en una amenaza directa a la salud de millones de personas en todo el mundo. (EFE/Jagades Nv)

España tiene, además, cuentas pendientes: la restauración y conservación de medioambientes, como recoge el plan estratégico de biodiversidad. Necesitan protección medioambiental las cuatro joyas de la corona de la naturaleza española: Doñana, La Manga y la Albufera y las Tablas de Daimiel. Pero también los habitantes de estas zonas precisan de un replanteamiento para poder desarrollar sus actividades económicas.

De lo que ya no hay duda es de que vamos a vivir en un país más cálido y con mucha menos agua de la que teníamos. Eso significa repensar la gestión de los caudales, los regadíos y también la agricultura. Transformar la agricultura tradicional de secano a regadío tiene cada vez menos sentido, aunque siga pareciendo más rentable a corto plazo. Los planes del Gobierno pasan por impulsar aguas alternativas de regadío para evitar esquilmar acuíferos, así como las aguas desaladas y las aguas recicladas. El problema es que las aguas desaladas son caras por las energías que se utilizan para hacerlas, lo que nos lleva de nuevo al primer desafío: cuantas más baratas sean las renovables, más barata será el agua desalada.

De ahí llegamos al tercero de los desafíos: el aumento de la eficiencia energética, empezando por las tecnologías del agua, que están en el punto de mira más estratégico de la innovación en los próximos años.

3. Eficiencia energética

A principios de año está previsto que salga la nueva versión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, la guía de los objetivos que hay que cumplir cada 10 años. España lo entrega a la Comisión para que Bruselas lo valide y los objetivos planteados prevén aumentar más de dos puntos a 2030 la reducción de emisiones, renovables y eficiencia energética. Además, marca objetivos reforzados de autoconsumo.

Esto va en línea con los tres grandes compromisos energéticos de la COP28, que fueron reducir las emisiones de petróleo y gas, aumentar las energías renovables y la eficiencia energética. La acción de los gobiernos europeos va en esta dirección, que pasa también por gestionar una gran partida de los fondos Next Generation en la rehabilitación de viviendas para mejorar su ahorro energético. Solo en España, las viviendas son la tercera fuente de emisiones de CO₂, tras el transporte y la industria.

No suele pensarse en las viviendas como factor estratégico en la lucha contra el cambio climático, pero lo son. La Unión Europea estima que los edificios consumen el 40% de la energía y emiten el 36% de los gases de efecto invernadero. De ahí que la UE vaya a destinar 3.420 millones de euros para la eficiencia energética de edificios y viviendas en España.

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega.
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Otro asunto crucial para la eficiencia energética y la adaptación a un entorno cada vez más proclive a sufrir olas de calor pasa por crear zonas de refugio climático de arbolados y refugio para las inundaciones. Este es otro de los desafíos para 2024, la toma de conciencia de que las políticas de eficiencia energética pasan también por afrontar la pobreza climática asociada al calor y no solo al frío.

Estábamos acostumbrados a hablar de pobreza energética cuando llegaban las olas de frío, pero cada vez es más urgente hacerlo con las olas de calor. ¿Dónde pueden refugiarse del calor quienes no pueden climatizar sus hogares? ¿Qué hacer en los colegios y los centros de trabajo no adaptados para las olas de calor? Si la gente no puede trabajar con el calor que hace en verano ni estar a salvo de golpes de calor en sus propias casas, la climatización pasa a ser un asunto de salud pública fundamental.

En realidad, los tres desafíos están muy relacionados, pero todos dependen de uno extra. La protección medioambiental de los ecosistemas en peligro y las políticas de lucha contra el cambio climático necesitan enfriar la polarización. Este sí que es uno de los mayores desafíos para afrontar el cambio climático. Más acá del desafío tecnológico y ambiental está el del entendimiento político que lo puede hacer posible.

El Gobierno central tendrá necesariamente que coordinarse y movilizar a las comunidades autónomas implicadas, si no, no será posible desarrollar las políticas relativas a vivienda, transporte, recursos hídricos y agricultura. Todas las partes están condenadas a entenderse. Podemos terminar también con buenas noticias, porque sabemos que es posible el entendimiento. Ya lo vimos a finales de 2023 en el acuerdo entre el ministerio de Teresa Ribera y la Junta de Andalucía para Doñana.

El balance de año climático en España puede hacerse fijándonos en lo catastrófico, que ejemplos no faltan entre incendios virulentos, gotas frías y sequía persistente, o en los avances, que también son notables. España es uno de los países europeos más vulnerables al cambio climático, pero también está entre los punteros en su transformación. Empecemos mejor por las buenas noticias.

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