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Todo lo que debe hacer España para ser competitiva industrialmente
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Todo lo que debe hacer España para ser competitiva industrialmente

Todos los países miembros de la Unión Europea son conscientes de que el cambio que va a producirse en los sistemas energéticos constituye una oportunidad única para reposicionar la industria europea

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega.
Ilustración: Marina G. Ortega.
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Gracias a la generación eléctrica renovable, España puede disponer de una ventaja competitiva frente a nuestros principales socios europeos. Un reciente estudio prospectivo (*) sobre la transición energética española materializa esta posibilidad en el siguiente gráfico.

Convertir este análisis prospectivo en realidad, incluso ampliar nuestra ventaja y conseguir que dicha ventaja se transforme en una economía más competitiva, dependerá de si en 2024 somos capaces, en materia energética, de mantener algunas líneas de actuación, pero también de introducir cambios drásticos en la forma de abordar algunos de los problemas que tenemos encima de la mesa.

Es necesario continuar con el despliegue de la generación fotovoltaica y eólica, pero ambas tecnologías, por su carácter intermitente, deben ir acompañadas de soluciones que aporten flexibilidad al sistema eléctrico. Estas soluciones son el almacenamiento de electricidad con baterías y el almacenamiento a través de centrales de bombeo hidráulico. Las actuales baterías pueden almacenar electricidad de dos a cuatro horas. Además del arbitraje de precios entre horas caras y baratas, las baterías contarán con los mecanismos de capacidad previstos en la reforma del mercado eléctrico europeo, recién aprobada, para obtener unos ingresos que permitan obtener una rentabilidad suficiente. Los mecanismos de capacidad son, en esencia, pagos previstos a productores de electricidad por funcionar cuando el sistema eléctrico lo necesita. El bombeo hidráulico supone obras públicas de envergadura que deben posibilitar que centrales hidráulicas puedan bombear agua hacia el vaso superior del embalse en horas de electricidad barata, para volver a producir electricidad, desembalsando el agua bombeada, en horas de electricidad más cara. Son inversiones importantes cuya ejecución requerirá un acuerdo con las empresas involucradas, acelerar su tramitación administrativa y constituyen lo que debería ser la gran apuesta de España para poder contar con un sistema eléctrico estable con una producción renovable cercana al 90%.

La capacidad de almacenamiento será la variable determinante de la capacidad de generación renovable instalada. Si no se pueden almacenar, los excesos de generación renovable en días de sol y viento solo se podrán perder o exportar, pero en ningún caso se convertirán en una energía barata y disponible para el mercado español. Desaprovecharíamos nuestra ventaja competitiva. Si además la hipótesis exportadora se difumina por la escasa capacidad de conexión con Francia, limitada a la capacidad actual más la conexión submarina prevista a través del golfo de Vizcaya, la inversión en renovables sufriría un frenazo notable: nadie invierte para desperdiciar una parte notable de tu producción. En este caso, nuestra hipotética ventaja competitiva ni siquiera se habría materializado.

Foto: Central solar térmica de Sanlúcar la Mayor. (Reuters)

La segunda decisión necesaria sería retrasar el cierre de nuestras centrales nucleares. A diferencia de las fuentes renovables, la energía nuclear proporciona una generación de electricidad continua y estable durante largos periodos de tiempo. No genera emisiones y, tratándose de centrales en funcionamiento como es el caso, tiende a abaratar el precio de mercado. Cerrar las plantas nucleares de acuerdo con el calendario previsto por el gobierno encarece la electricidad y aumenta las emisiones de CO₂. Su funcionamiento debería prorrogarse al menos hasta que las inversiones en almacenamiento se hayan materializado y la sustitución de la electricidad nuclear pueda efectuarse por el binomio renovables-almacenamiento y no necesariamente por la generación con gas natural, más caro y contaminante.

La otra gran necesidad será invertir en redes de transporte y distribución de electricidad. A diferencia del sistema actual, basado en la producción de grandes centrales, nuestro sistema eléctrico tendrá miles de puntos de producción que hay que unir a la red. Al tiempo, necesitamos electrificar la economía, lo que supone ampliar las conexiones ya existentes y tender otras nuevas, y hay que hacerlo con prontitud, a requerimiento de los clientes actuales o futuros. Si una empresa quiere establecerse en un determinado lugar con unas determinadas previsiones de consumo eléctrico, no se le puede remitir a una futura planificación de la red que se aprobará en un par de años y que, en caso de que la planificación lo contemple, le permitirá, permisos mediante, conectarse a la red en tres o cuatro años. Para decidir positivamente sobre su inversión la empresa en cuestión necesita certeza sobre cómo y cuándo sus requerimientos de consumo energético van a ser atendidos. Tenemos una regulación de la retribución a la inversión en redes concebida con el objetivo de reducir costes, no con el objetivo de fomentar la ampliación del consumo hasta duplicar la participación de la electricidad en el consumo final de energía.

Foto: Emmanuel Macron. (EFE/EPA/Ludovic Marin) Opinión
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Abaratar la electricidad para promover su demanda requerirá también que desaparezcan los cargos que engordan la tarifa eléctrica, procedentes de decisiones políticas. Los pagos a las renovables construidas con la garantía de un retorno a su inversión, los costes de la insularidad o los pagos correspondientes al antiguo déficit de tarifa deberán ser absorbidos por los presupuestos. No es una decisión fácil, pero la aplicación del sistema europeo de derechos de emisión a otros sectores de actividad, como el transporte o la calefacción de edificios, permite entrever fuentes alternativas de financiación. Construir y ampliar nuestra ventaja competitiva requiere abaratar la electricidad. El impuesto a la producción de electricidad debería suprimirse con carácter permanente.

El otro cambio drástico que debería acometerse en el horizonte de 2024 es el de la política seguida con los fondos europeos. Fue un error la metodología y organización seguida en su reparto y ha sido un desastre su ejecución. Queda al menos la posibilidad de transformar el sistema con los 84.000 millones de euros de préstamos a los que accederemos en condiciones muy beneficiosas. Estos préstamos deberían canalizarse hacia empresas industriales con la finalidad de que descarbonicen sus consumos energéticos. Si podemos disponer de una oferta de electricidad en condiciones económicas mejores que nuestros socios, es imprescindible acelerar la demanda. Cuanto antes cerremos la ecuación, antes materializaremos nuestra ventaja competitiva.

Todos los países miembros de la Unión Europea son conscientes de que el cambio que va a producirse en los sistemas energéticos constituye una oportunidad única para reposicionar la industria europea. Todos van a intentar que su industria quede en la mejor posición posible. Los alemanes pondrán en juego su holgura presupuestaria, los franceses su energía nuclear, los italianos y otros países ayudas destinadas a acelerar la electrificación. Nosotros, sobre el papel, podríamos disponer de una electricidad más barata. Partimos con esa ventaja. Se trata de no estropearlo, pero el pronóstico no es bueno. Una política económica centrada en el incremento del gasto público, el apriorismo ideológico y en una profunda desconfianza hacia el estamento empresarial —y cuanto más grandes, peor— es justo lo contrario de lo que necesitamos.

(*) "¿VERDE, COMPETITIVA Y SEGURA? Prospectivas de la transición energética española". Un estudio #OIKOS #AFRY- Noviembre 2023.

Gracias a la generación eléctrica renovable, España puede disponer de una ventaja competitiva frente a nuestros principales socios europeos. Un reciente estudio prospectivo (*) sobre la transición energética española materializa esta posibilidad en el siguiente gráfico.

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