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Lo que piensan nuestras élites sobre los problemas de España, expresado libremente
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Lo que piensan nuestras élites sobre los problemas de España, expresado libremente

Una veintena de personas que pertenecen a las clases españolas con mayor influencia han respondido a El Confidencial, de manera anónima, acerca de los grandes retos de nuestro país

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega
Ilustración: Marina G. Ortega
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Una veintena de personas que ocupan puestos relevantes en el entorno empresarial, en el jurídico, en el consultor y en el de la gestión, entre otros, han contestado, por escrito o mediante entrevistas telefónicas, a una serie de cuestiones cerradas que les ha planteado El Confidencial. El objetivo era pulsar su opinión sobre el presente y el futuro de España y sobre las grandes brechas (geopolítica, territorial, generacional, económica) que se manifiestan en nuestra cotidianeidad. Se optó por conservar el anonimato de las fuentes para que se expresasen con libertad en sus contestaciones, sin que tuvieran que medir sus palabras por razón de su cargo o para no crear perjuicios a su firma. Más allá del aspecto cuantitativo, ya que conforman una mínima parte de las élites españolas, el interés reside en lo cualitativo, ya que en sus respuestas se perfilan con bastante nitidez las perspectivas que adopta y los dilemas en los que se mueve el segmento más influyente de la sociedad española.

Como resultaba esperable, sus lecturas de la realidad española no siempre son coincidentes. Las divergencias que se aprecian en la sociedad también se dejan sentir entre las élites. En general, suelen estar relacionadas con su posición social: la mirada de un empresario y la de un magistrado, por citar un caso, pueden tener puntos de conexión, pero parten de lugares diferentes, lo que se aprecia a menudo en sus respuestas.

El clima que predomina en las contestaciones refleja una situación ambigua, en la que se perciben muchos signos alentadores y otros altamente preocupantes; la mezcla de elementos positivos y de riesgos notables recorre todas las conversaciones. El diagnóstico final depende de dónde han decidido poner énfasis, si en los aspectos más optimistas o en los más negativos.

Un buen ejemplo es su manera de valorar el momento español. La conclusión más común, con sus matices, es la que señala la divergencia entre una economía española que marcha por buena senda y un entorno institucional que genera mucha inquietud. Lo subrayaba en tono coloquial una persona del entorno empresarial, que estaba pasando unos días de vacaciones: "ves las terrazas y los restaurantes llenos, el turismo sigue viniendo en masa, a las empresas les va bien", pero la brecha política amenaza con traer serios nubarrones. Otra persona de ese mismo ámbito concluía que "el corto plazo político sobrevuela cualquier cosa que se pueda decir de España. La crisis institucional, muy seria, es determinante. El daño que se hace a las instituciones afecta en todos los sentidos, pero más aún en términos de decisiones económicas: la estabilidad, la seguridad jurídica y el rule of law son imprescindibles, ya que de otro modo las inversiones pueden resentirse". Esa preocupación de fondo por la ruptura institucional está muy presente, en distintos grados, entre todos los encuestados y ejerce de telón de fondo sobre el resto de sus reflexiones.

Las divergencias que se aprecian en la sociedad también se dejan sentir entre las élites

Esta sensación de momento mezclado, de giro, todavía difuso, en el que las cosas pueden enderezarse o torcerse, aparece en la mayoría de temas analizados. Estamos en una era de cambios y transformaciones (tecnológicas, productivas, geopolíticas, de costumbres) y, aunque predominan la confianza y el optimismo, no se perfilan certezas acerca del lugar hacia el que nos dirigimos.

1. Europa y China

Los movimientos incesantes en las relaciones internacionales, la creación de nuevos bloques, la aparición de países no alineados y la tensión permanente entre EEU y China obligan a Europa a tomar decisiones, y a España como parte de ella. Si en algo existe unanimidad es en que nuestro país "debe seguir centrado en la lealtad al bloque europeo, ya que, en este momento es nuestro mayor activo". Otro de los participantes lo formula con mayor convicción: "España necesita siempre más Europa. Es el único camino para el crecimiento económico social y para garantizar la estabilidad interna del país".

Hay unanimidad en que nuestro país "debe seguir centrado en la lealtad al bloque europeo"

Europa es, para nuestras élites, el único camino, pero eso no significa que sea por sí misma una solución. Las fortalezas continentales les parecen evidentes a los encuestados, pero también subrayan debilidades que se están dejando sentir en esta época de giro: "Europa tiene que reinventar su modelo económico y social o seremos irrelevantes ante el crecimiento de las superpotencias económicas como China, India, u otras que vayan apareciendo". O, como dice otro de los encuestados, Europa debe dejar de ser un parque temático y convertirse en un referente tecnológico e industrial. "Contar lo que hacemos en ese sentido más y mejor".

Sin embargo, la reinvención que se sugiere no es pacífica, porque hay distintas versiones de cómo debería articularse ese proyecto europeo. Hay quienes insisten en que "Europa necesita autonomía energética, de materias primas, tecnológica y militar porque, como vemos crisis tras crisis, ya nadie vendrá a cubrir o a proveer a Europa en caso de necesidad". Otros señalan que "debe haber mayor integración cualitativa, en material fiscal o militar, y no necesariamente en cantidad", pero también hay quienes perciben "un punto de wishful thinking en el deseo europeo de autonomía estratégica".

Por supuesto, hay quienes abogan por la desaparición de esas tentaciones ("La posición respecto a China/Rusia debería partir de la alineación inequívoca con los EEUU”), o quienes prefieren colocarse en una posición pragmática: "Hace falta más Europa siempre que esa unidad política más fuerte se utilice para proteger al ciudadano europeo desde el principio de realidad, no como un laboratorio de salvación del mundo".

"La cercanía con Estados Unidos no debería suponer un alejamiento de Pekín; China, lamentablemente, es imprescindible"

Tampoco hay unanimidad en la posición estratégica que debe seguirse. Si la conservación de vínculos fuertes con EEUU aparece como necesaria entre los entrevistados, también se dejan sentir algunos aspectos que causan roces con ese propósito, y la ligazón con Pekín es el más evidente. Hay un consenso generalizado respecto de la necesidad de mantener buenas relaciones con un país cada vez más potente e influyente, por distintos motivos: "China es una potencia principal en el mundo, aspira a liderarlo coincidiendo con el Centenario de la República Popular en 2049, y eso implica que debemos tener puentes económicos, políticos, sociales y culturales que garanticen una relación constructiva"; "China tiene una posición en la economía mundial que no podemos obviar"; "El posicionamiento con EEUU no debería suponer un alejamiento de China, sino que podría ser compatible con unas magníficas relaciones con Pekín, porque China, lamentablemente, es imprescindible".

La opción mayoritaria se inclina por una posición europea que "sirva como bisagra". Como explica uno de los entrevistados, se debería mantener un equilibrio: "China es un lugar tremendamente importante para la fabricación, pero también para la exportación. EEUU es el principal aliado de la UE, pero tampoco se puede hacer un seguidismo ciego. La postura idónea es un ten con ten con Pekín. Hay que tener muy buenas relaciones, pero eso no implica que no se utilicen más políticas arancelarias; si no existen estas medidas restrictivas, existe el riesgo de que China haga más ayudas de Estado a sus empresas de las que ya está haciendo".

2. El regreso del Estado

Uno de los asuntos centrales que la geopolítica ha traído de vuelta es el papel del Estado. En un entorno de reforzamiento generalizado de las capacidades nacionales, que los EEUU de Trump iniciaron, y que Biden ha prolongado para hacer frente a China, las naciones con mayores fortalezas y recursos han iniciado una carrera frenética con el objetivo de fortalecerse que ha pillado con el pie cambiado a Europa. En este contexto, la acción estatal ha cobrado un nuevo vigor que choca con las políticas de liberalismo económico que predominaron las últimas décadas. Este punto de fricción, que definirá los próximos años, se deja sentir en las posiciones encontradas de nuestras élites.

"Creo en las bondades de volver al liberalismo, pero no veo que vaya a ocurrir a medio plazo"

Ninguno de los participantes aboga por una intervención sustancial del Estado en la economía, pero todos dan por sentado que los poderes político-estatales están de regreso. Como describe uno de los encuestados, "la geopolítica va a ser muy importante en los próximos años, ya lo es, y las decisiones empresariales deben tenerla en cuenta. Los Estados se han rearmado frente al capital privado, y el resultado es un grado de intervención política y regulatoria en la economía muy superior al de hace veinte años. Personalmente creo en las bondades de volver al liberalismo, pero no veo que vaya a ocurrir a medio plazo".

La línea divisoria, pues, se establece entre quienes ven necesaria la participación público-privada con un notable impulso estatal y quienes reniegan de toda tentación intervencionista.

Entre los primeros hay quienes señalan que se debe actuar conforme a los tiempos y prescindir de posiciones preconcebidas: "La geopolítica es también economía. No hay ideas que duren cien años y la liberalización entendida como antes de la gran crisis iniciada en 2008 ya no tiene el predicamento que la legitimaba contra viento y marea. Ahora se ve la necesidad de reequilibrar. Lo de Telefónica y la SEPI es un ejemplo. Solo que ni la UE ni por supuesto ningún país en concreto saben cómo escapar a la supremacía del dinero de mentira alejado de la economía productiva. Es ahí donde los gobiernos debieran mostrarse más ambiciosos. Pero en lugar de eso, utilizan el dinero impreso por el BCE para gasto corriente o proyectos empresariales de matriz ideológica".

"La presencia del Estado debe reducirse drásticamente, debe contenerse el déficit y reducirse el gasto no productivo"

Para otro de los participantes, "se necesita un esfuerzo a nivel nacional y europeo para dotarnos de capacidades productivas esenciales y una renovación del estado de bienestar que requerirán importantes inversiones con un perfil de riesgo difícilmente asumible por el sector privado únicamente. El Estado tendrá que acompañar y, en algunos casos, iniciar estas transformaciones, por lo que una mayor presencia será beneficiosa tanto para el sector privado como para el posicionamiento estratégico del país". Un tercero apunta que "un Estado dinámico y emprendedor es positivo y conveniente. Hasta qué límite es la duda".

Sin embargo, la postura mayoritaria aboga por un posicionamiento alineado con el dominante en las décadas pasadas. Las declaraciones en ese sentido son múltiples: "La geopolítica no justifica el intervencionismo estatal, y en cambio se utiliza para ello"; "la presencia del Estado debe reducirse drásticamente, debe contenerse el déficit y reducirse gasto no productivo"; "el Estado debe poner las condiciones necesarias para impulsar la iniciativa individual, el espíritu de empresa y las innovaciones, es la energía que incrementa la productividad y el crecimiento económico"; o "debe existir menor presencia estatal en la iniciativa individual y empresarial y más y mejor control del gasto en los impuestos que pagamos para que lleguen a las personas desfavorecidas". En definitiva, "la economía está muy intervenida por la regulación y es difícil pensar en que se pueda cambiar esto. Lo que hay que hacer es trabajar en simplificar de verdad la actividad económica y proteger a todos los actores integrantes, trabajadores, clientes, accionistas y empresarios".

3. El dilema de las pymes

Las pequeñas y medianas empresas son muy relevantes para nuestro país, porque generan la mayor parte del empleo, contribuyen a dar vitalidad a territorios menos poblados y constituyen una parte central en el día a día de la economía española. Sin embargo, afrontan momentos difíciles derivados de la inflación, del aumento de costes fijos, de la deuda acumulada y de las dificultades de financiación. Además, la categoría pyme incluye situaciones muy diversas, desde el autónomo con empleados a cargo o la pequeña firma de implantación local hasta la mediana empresa dedicada a la exportación, cada una de ellas con casuísticas diferentes. Uno de los participantes subraya con acierto que "en economía todo es importante, las pymes, los trabajadores autónomos, las cooperativas, etc. Y cada uno de estos operadores económicos necesita de políticas que atiendan a sus características específicas. Las generalizaciones estadísticas sirven mal la especificidad de cada sector empresarial. Aquí no sobra nadie; todas las empresas contribuyen al crecimiento económico del país".

Sin embargo, el mayor énfasis en las respuestas se ha colocado en un sector específico de las pymes, aquel que comúnmente se cree que ayudará más a la fortaleza española: "Es necesario contar con más Mittlestand, más pymes de más de 100 trabajadores, exportadoras, fuertes tecnológicamente y con más de 100M€ de facturación. Se necesita una base mucho más amplia para ganar productividad, autonomía y empleo de calidad". Es una posición ampliamente compartida: "Se debe promover desde las instituciones una mayor concentración de empresas medianas, con tamaños que en sus respectivos sectores les ayuden a ganar competitividad, pero respetando las necesidades de flexibilidad de autónomos y micropymes para adaptarse a las condiciones reales de su mercado". En resumen, "no es tanto el número de pymes, sino el tipo de pymes".

"Una mayoría de las pymes españolas no son eficientes, por lo que las empresas deben tender hacia lograr un mayor tamaño"

Esta visión de futuro conlleva la reconversión de las pequeñas firmas: "Una mayoría de pymes no es eficiente y las empresas deben tender a tener más tamaño para contar con un gobierno corporativo y dirección más profesionalizados, que inviertan en I+D, en protección de riesgos laborales, etc.". En el mismo sentido, otro de los participantes apunta que "las pymes españolas tienen que centrarse en diversificar su oferta de productos y servicios. Tienen que mejorar la productividad, favorecer la innovación y la transición medioambiental. Hace falta una revisión integral para adaptarlas al futuro".

También hay quienes creen que hay que "facilitar la consolidación de empresas y su capacidad de inversión, y poner en marcha small business act para que una parte de la compra pública vaya destinada a ellas". Eso no obsta, sin embargo, para que se apoye a las más pequeñas: "Una empresa menos eficiente también tiene su papel en la sociedad".

En última instancia, hay quienes prefieren dejar que los mecanismos de mercado hagan sus efectos sin trabas: "Lo importante para las pymes es que puedan vivir en un ecosistema empresarial y social libre y con igualdad de oportunidades en relación con el resto de los países con los que competimos". Y, a partir de ahí, "la competencia, el darwinismo, hará el resto. Si la industria política se dedica a crear las condiciones y a no poner palos en las ruedas a la iniciativa empresarial, a España y sus empresas nos irá mejor". El apoyo, en este sentido, debería concretarse en "la reducción de las trabas burocráticas, territoriales e institucionales, para su constitución y funcionamiento, de la reducción drástica del sistema de ayudas y subvenciones y del fomento de un ambiente de desregulación que garantice la competencia. La rigidez del mercado laboral, por ejemplo, va en dirección contraria".

4. El reto del trabajo

Ligado con las pymes, también aparece el problema del empleo. Las grandes compañías han tendido a reducir puestos de trabajo directos en los últimos años, mientras las pequeñas están sufriendo ahora falta de mano de obra en algunos sectores. El telón de fondo de la reducción de costes, y de la implantación de la inteligencia artificial ligada a ese propósito, puede ahondar en esa brecha. Todos los participantes entienden que la revolución tecnológica, digital y verde se van a producir, hay coincidencia entre ellos sobre su inevitabilidad, y tampoco prevén grandes tensiones sociales a causa de estas transformaciones, sino periodos graduales de adaptación ("una evolución"). Por lo tanto, las preguntas se centran más en como adaptar la mano de obra a las circunstancias del momento.

Un problema relevante, afirma uno de los encuestados "es la falta de alineación entre las necesidades laborales y las capacidades de los parados; también hay que trabajar con la orientación de los jóvenes cuando eligen su formación". La solución que se repite con más insistencia es la que pone el acento en la formación. Como expone uno de los participantes, "hay que adaptar el sistema educativo, potenciando una universidad de excelencia que atraiga talento y que haga más I+D y también ramas de formación profesional. En general se necesita más acercamiento entre sistema educativo y empresas que permita adaptar las prioridades. Y quizás menos café para todos en universidades que tienen tasas bajas de empleo cualificado expost".

"La escasez de mano de obra debe paliarse con un clásico de la política laboral: que suban los salarios y mejoren las condiciones"

Uno de los caminos de salida que con más frecuencia señalan las respuestas es la "formación profesional dual y la universidad dual", que serán claves: "España debería afrontar el reto de una formación profesional eficaz que resuelva las grandes contradicciones que se generan en el campo de la ocupación. Siempre se habla de ello, pero cuesta mucho pasar al escenario de las decisiones operativas".

Hay también soluciones que son menos compartidas, pero que están presentes en las respuestas. Varios encuestados lo resumen con las palabras de Biden, "pay them more". La escasez de mano de obra en algunos sectores debería paliarse con "un clásico de política laboral: que suban los salarios y mejoren las condiciones laborales".

Otra visión pone el acento en los inmigrantes. Ya que hay puestos de trabajo que no se cubren porque no interesa la relación trabajo/salario, y parece que "solo la población inmigrante acepta la realización de trabajos duros o penosos con sueldos poco atractivos (construcción, restauración), habría que flexibilizar la regularización de inmigrantes para que pudieran realizar legalmente esos trabajos que quedan desiertos y que ellos no tienen problema en cubrir". Otro de los participantes va más allá en este sentido y señalan que "el crecimiento de España debería basarse en un modelo de inmigración activo, ambicioso y dirigido. En particular, España debe ser el polo que atraiga al entorno europeo el talento y el capital iberoamericano. El objetivo de esta política de inmigración debería ser poner a España en el camino de los 60 millones de habitantes".

"Debemos atraer talento iberoamericano. El objetivo de esta política de inmigración es que España llegue a los 60 millones de habitantes"

Dado que existen ocupaciones que la mano de obra existente parece desdeñar, por salario o condiciones, también hay quien propone "desincentivar cualquier tentación de quedarse en casa, suprimiendo subsidios y no dando oportunidad de que cualquier situación laboral pueda compararse a quedarse con una paga completando de vez en cuando con dinero negro de economía sumergida".

5. La brecha territorial

Las enormes diferencias en cuanto a vitalidad y futuro entre las ciudades grandes, como Madrid o Barcelona, y las ciudades intermedias y pequeñas, así como respecto del entorno rural, es otro de los grandes problemas españoles. Es una tendencia internacional que nos afecta de lleno. Construir un país económicamente cohesionado es uno de nuestros grandes retos y, en teoría, los fondos europeos para la transformación digital y verde deben servir a ese propósito.

Es complicado luchar contra cambios estructurales, ya que el efecto red lleva a que las ciudades conectadas globalmente concentren los recursos. Así lo subraya uno de los participantes, que señala cómo "una capital que cuenta con proyectos como Valdebebas o Nuevo Norte genera polos de cientos de miles de personas y vacía el entorno geográfico de manera continuada; ejerce una fuerza centrípeta muy difícil de compensar".

"El campo también puede operar como lugar de residencia de jóvenes que teletrabajan y de prejubilados"

Uno de los encuestados apunta que "los desequilibrios territoriales son inevitables. El sector primario desaparece, el secundario está en las periferias de las grandes urbes (por necesidades de transporte), y prima el sector servicios, que se concentra en las ciudades. El campo debe adaptarse y transformarse en espacio de ocio, aprovechando las facilidades de comunicación. También puede operar como lugar de residencia de jóvenes que teletrabajan y de personas prejubiladas, siempre que cuente con una buena conexión de internet y posibilidades de obtener rápido los suministros que se vayan necesitando".

Esta transformación, señala otro de los participantes, es también lógico producto de un sistema político democrático: "Las personas tienen libertad para vivir en el campo o en la ciudad, según prefieran, y así debe ser. No somos China. Si cada vez más personas viven en la ciudad es porque la encuentran más atractiva para su proyecto vital. No veo otra posible solución al abandono voluntario de la España rural que una política inmigratoria activa, ambiciosa y dirigida, que impulsaría el crecimiento económico y con ellos las oportunidades en el mundo rural para quien las desee".

Sin embargo, tampoco esta clase de soluciones parecen surtir efecto: "En Catalunya ya hay un montón de ciudades de segundo y tercer orden que sobreviven por ser capital de comarca y contar con trabajos administrativos. El año pasado llegaron 140.000 inmigrantes. Y la mayoría se instalaron en Barcelona, Gerona Lleida o Tarragona. Su llegada a entornos rurales es marginal".

"La intervención estatal debería limitar las inversiones públicas en la capital de España e invertir en infraestructuras de conexión"

En definitiva, las respuestas traslucen una sensación de inevitabilidad. La tendencia generalizada lleva a la concentración de población y recursos en las grandes ciudades, a una caída en importancia y recorrido empresarial de las pequeñas y medianas poblaciones, y no se están pensando grandes soluciones para revertir esa situación.

Sí se aboga, no obstante, por medidas que pueden servir para que esa brecha no se haga mayor. La opción mayoritariamente promovida por los encuestados, que es también la más defendida por las Administraciones, pasa por "la innovación en los servicios públicos y en el transporte para garantizar la misma dotación de servicio por habitante en territorio rural que en territorio urbano. La tecnología lo permite, solo hace falta una Administración ágil y con visión". En algún caso también se propugna una medida más atrevida, como sería "la intervención estatal para limitar las inversiones públicas en la capital e invertir en infraestructuras de conexión (movilidad y conectividad digital) en zonas aún infraconectadas".

6. La conflictiva juventud

La brecha generacional ofrece una de las lecturas más divisivas entre los participantes en el artículo. Hay elementos comunes en las respuestas que contienen matices contradictorios. Por un lado, se suele reconocer el buen nivel de formación de los jóvenes ("es la generación mejor preparada y formada y debe mantener la capacidad para adaptarse a los cambios que vivimos"); por el otro, los reproches sobre su actitud son continuos.

"No les gusta tanto el sacrificio como a generaciones anteriores y tienden a vivir lo mejor posible trabajando lo menos posible"

Se reconocen sus dificultades en aspectos como la vivienda, la incorporación al mundo laboral y los salarios escasos que suelen sufrir, pero también se los achaca una suerte de desánimo, de desgana, o de ausencia de ilusión, que tienden a ser muy perniciosos. En algún caso, se señala que "su desilusión es fruto del mal trabajo de la generación que hoy está al timón y la solución sería el traspaso de poderes", pero la visión mayoritaria los percibe como presos de una situación difícil de la que no hacen nada por salir.

Esa percepción ambigua aparece con mucha frecuencia: "Son más disruptivos (ya no buscan el coche, casa, oficina..) y más autónomos en el sentido de más dueños de sus destinos, pero también aparece en ellos cierta inmadurez para afrontar cuestiones peliagudas (por ejemplo, dimiten de su puesto de trabajo antes de afrontar una conversación madura para reconducir una determinada situación que no les conviene…)"; "La juventud tiene muchísima información pero, a cambio, carece de excesiva capacidad de análisis; en general no le gusta tanto el sacrificio como a generaciones anteriores y tiende a no complicarse la vida y vivir lo mejor posible trabajando lo menos posible y sin grandes ambiciones e ideológicamente predominan el yo y el eros, antes que cualquier compromiso político"; "Nuestra juventud vive en un estado de ansiedad permanente, les estamos enseñando todo el día la cima y no que para llegar a ella se requiere el esfuerzo de escalarla".

En algunos casos, esos reproches se formulan sin tapujos: "La juventud española está abducida por las nuevas tecnologías. No lee nada, solo ve series y videos de TikTok. Se informa de forma selectiva a través de Instagram y otras plataformas. La vida política apenas le interesa, y su conocimiento de los problemas es absolutamente superficial. Su orientación ideológica es fundamentalmente reactiva: por eso es posible que ahora se incline hacia la derecha, por la saturación de moralismo y corrección política impuesta por las izquierdas en los últimos tiempos"; "La juventud es cada vez es menos crítica, a consecuencia de la pésima planificación del sistema educativo, desde la infancia hasta la universidad".

"Mi generación tenía un proyecto a medio plazo, ellos viven en la volatilidad. Hay que engancharlos con una propuesta de prosperidad"

Sin embargo, el tono dominante tiende a repartir culpas. Los jóvenes tienen una serie de defectos, como el descreimiento o la falta de implicación, que se aprecian de manera evidente, pero son consecuencia de una dificultad del sistema y de las generaciones precedentes para integrarlos correctamente. Uno de los encuestados señala que "como efecto de la polarización y de un crecimiento desigual de la economía, la juventud sufre especialmente las debilidades de nuestro sistema económico, a pesar del buen nivel de formación que existe en general. Ello se traduce en un cierto desencanto de la acción política y en un peligroso distanciamiento del hecho institucional. Esto no es bueno ni nos conviene".

En cierta medida, se comprende la dificultad para motivar a un segmento de la población cuyos salarios y opciones laborales no les facilitan tener una perspectiva de vida ilusionante. Si ni siquiera pueden contar con un acceso a la vivienda en condiciones razonables o si iniciar la convivencia de pareja o formar una familia se vuelve muy complicado, es muy difícil ofrecer un horizonte de futuro que los mueva positivamente. "Nuestra generación tenía un proyecto a medio plazo, ellos viven en la volatilidad. Hay que engancharlos con una propuesta que les permita prosperar. Y más cuando los jóvenes con talento y posibilidades se marchan de España, como los ingenieros y los médicos, porque pueden gozar de salarios más elevados y más opciones profesionales fuera de nuestro país. Es una pérdida que España no se puede permitir".

*Mañana se publicará la segunda parte de este artículo, "Cómo se ven las élites a sí mismas (y cómo nos perciben a los españoles)"

Una veintena de personas que ocupan puestos relevantes en el entorno empresarial, en el jurídico, en el consultor y en el de la gestión, entre otros, han contestado, por escrito o mediante entrevistas telefónicas, a una serie de cuestiones cerradas que les ha planteado El Confidencial. El objetivo era pulsar su opinión sobre el presente y el futuro de España y sobre las grandes brechas (geopolítica, territorial, generacional, económica) que se manifiestan en nuestra cotidianeidad. Se optó por conservar el anonimato de las fuentes para que se expresasen con libertad en sus contestaciones, sin que tuvieran que medir sus palabras por razón de su cargo o para no crear perjuicios a su firma. Más allá del aspecto cuantitativo, ya que conforman una mínima parte de las élites españolas, el interés reside en lo cualitativo, ya que en sus respuestas se perfilan con bastante nitidez las perspectivas que adopta y los dilemas en los que se mueve el segmento más influyente de la sociedad española.

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