Vuelve la España a tres velocidades: el patrón de crecimiento regresa al modelo prepandemia
La normalización de la actividad vuelve a mostrar un país con dificultades en la industria y auge de los servicios, tanto el turismo como los de alto valor añadido, que se aglutinan en Madrid y la costa mediterránea
Imagine una franja horizontal en el mapa de España, desde Extremadura y el norte de Andalucía hasta el sur de la Comunidad Valenciana y Murcia. Esos territorios lideraron la resistencia a la crisis económica provocada por la pandemia. El municipio de Cáceres, por ejemplo, aumentó el número de afiliados en casi un 1,5% en el primer año completo de pandemia; en Jaén y Murcia, el crecimiento fue de casi el 1%, y en Badajoz, del 0,5%.
Estos datos contrastan con los de las grandes ciudades del país, como Madrid, que en un año de pandemia perdió a casi el 2,5% de sus trabajadores, o Barcelona, que perdió el 4%.
En ese momento, la agricultura, la industria y el turismo de interior eran los únicos motores de actividad a los que se aferraba España, todavía en pleno estado de alarma. Entonces, la esperanza era que la pandemia cambiase el patrón de crecimiento del país para redistribuir el avance económico a todo el país, por ejemplo, con el teletrabajo o con la huida de la población de las grandes urbes. En 2023 ya se puede dar por liquidada esta posibilidad: las provincias que fueron la resistencia económica han vuelto a la cola del crecimiento. Se ha recuperado el modelo de la España a tres velocidades: Madrid, la costa turística y el resto: interior y noroeste.
En el último año, la provincia de Cáceres ha sido la única de toda España que ha destruido empleo: ha perdido casi al 0,5% de sus afiliados. Jaén está un poco mejor, pero no mucho, ya que apenas ha creado un 0,2% de empleo, y Huelva, Córdoba y Badajoz no llegan al 1%. Por el contrario, Madrid y Cataluña lideran el crecimiento en la provincia.
El modelo de crecimiento ha vuelto ya al patrón que tenía antes de la pandemia, con dos focos de crecimiento bien diferenciados. Madrid y su extrarradio (que cada vez es más extenso y ya excede sus fronteras) y la costa turística (todo el Mediterráneo y los archipiélagos). Por el contrario, toda la España de interior alejada de Madrid y el norte de España vuelven a sufrir su tradicional estancamiento, con una industria que no tira y servicios de bajo valor añadido, con un turismo que se concentra en unas pocas semanas del año. Esta tendencia llega hasta el País Vasco, que en las últimas décadas no ha conseguido salir del vagón de comunidades autónomas con un crecimiento ralentizado.
Queda descartada definitivamente la esperanza que se abrió durante la pandemia de que los nuevos modos de trabajo pudieran diseminar el crecimiento por todo el país. El teletrabajo ha quedado reducido a una parte muy reducida del mercado laboral: según la EPA, menos del 7% de la población trabaja desde casa más de la mitad de los días de la semana. Aunque los datos no desagregan qué porcentaje de trabajadores no va prácticamente nunca a la oficina (como para desplazarse a vivir al mundo rural), el margen que deja este dato del 7% es muy escaso.
El empuje del turismo
Sin la esperanza del teletrabajo, el crecimiento ha vuelto a concentrarse allí donde están los principales centros de producción (las ciudades más grandes) y los destinos turísticos a los que llegan viajeros internacionales. Baleares es la comunidad que más empleo ha creado en el último año, con un crecimiento del 4,6%. La siguen Madrid, con un 3,9%; Canarias, con un 3,7%, y Comunidad Valenciana, con un 2,8%.
El turismo ha jugado un papel clave en el crecimiento de España del último año, no solo porque se ha normalizado la llegada de turistas hasta los niveles prepandemia, también porque los hoteles han subido mucho sus precios y están generando una gran facturación. En Baleares y País Vasco, el incremento de las tarifas alcanza el 11%, y en Cataluña y la Comunidad Valenciana, supera el 8% en el último año. Esta subida de precios exprime la rentabilidad que obtienen las regiones por cada turista, lo que explica que las más especializadas en turismo sean las que más están creciendo.
En paralelo, los servicios de alto valor añadido están siendo clave para la creación de empleo desde que comenzó la pandemia. Por ejemplo, el sector de la información y las telecomunicaciones (que incluye a las empresas TIC, informáticos, desarrolladores, etc.) es el que más ha crecido desde el año 2019, con un aumento de la afiliación del 27%.
Estos servicios de alto valor añadido son la palanca del crecimiento de las economías desarrolladas, por lo que es imprescindible para España que sigan manteniendo un desempeño positivo. Este tipo de actividades se concentra en las grandes ciudades, ya que es donde las empresas encuentran más proveedores y capital humano. Es la magia de las economías de escala, que con los servicios de alto valor añadido alcanza su máxima expresión. Por ejemplo, con la industria no ocurre lo mismo, ya que necesita mucho suelo (el precio en las grandes ciudades está disparado), carreteras que no estén colapsadas, para la entrada y salida de bienes, e incluso tasas de paro elevadas para conseguir mano de obra barata.
Estas actividades más innovadoras se concentran, principalmente, en Madrid. Este es el gran motor de la capital que explica su distancia creciente con el resto del país. En el último año, ha creado uno de cada cuatro nuevos empleos en España. Su crecimiento ha sido tan intenso en los últimos años que ya sobrepasa los límites de la comunidad. Cada vez más empresas se sitúan en las provincias vecinas de Madrid porque los precios son algo más bajos, pero la proximidad garantiza el acceso a mano de obra cualificada y buenas infraestructuras. Esto explica que todas las provincias alrededor de Madrid estén creando empleo a un ritmo del 3% anual, como es el caso de Toledo, Guadalajara, Segovia o Ávila. Madrid también concentra el empleo creado por el Estado (nada menos que el 74% de todas las contrataciones realizadas desde 2019), lo que supone un impulso económico adicional.
El norte no arranca
El norte de España, por el contrario, ha retomado su particular agonía heredada de la decadencia de la industria. El sector manufacturero encadena crisis desde mediados de la década pasada: el proteccionismo, la pandemia, la crisis energética o la subida de los tipos de interés. Las exportaciones se han frenado en los últimos meses y las perspectivas para la industria no son optimistas. Solo una gran relocalización de la producción de las empresas que se fueron aprovechando la globalización puede revertir este deterioro paulatino.
El norte de España sufre especialmente esta situación, ya que es la región más industrializada. El País Vasco es el ejemplo paradigmático: una región con un nivel de vida elevado y una importante atracción de turismo (sobre todo a Bilbao y San Sebastián) que, sin embargo, no tira por la industria. Tanto Vizcaya como San Sebastián han aumentado el empleo por debajo del 2% en el último año, cuando la media nacional está en el 2,6%. El resto de la mitad noroeste del país está en la misma situación: Lugo, León, Zamora, Asturias, Ourense, Valladolid, Pontevedra, A Coruña… Todas ellas en el vagón de cola. Otro caso particular es el de Cantabria, que destruyó el 0,5% de sus empleos en octubre (1.200 trabajadores despedidos) en un mes en el que tradicionalmente la industria se refuerza tras el final del verano.
De esta forma, España recupera los patrones de crecimiento que tenía antes de la pandemia. La normalidad vuelve al país, y eso significa un país a dos velocidades. Incluso a tres, si se considera que Madrid está incluso por encima de la España turística. Ni la pandemia, ni los fondos europeos han conseguido cambiar el modelo de país.
Imagine una franja horizontal en el mapa de España, desde Extremadura y el norte de Andalucía hasta el sur de la Comunidad Valenciana y Murcia. Esos territorios lideraron la resistencia a la crisis económica provocada por la pandemia. El municipio de Cáceres, por ejemplo, aumentó el número de afiliados en casi un 1,5% en el primer año completo de pandemia; en Jaén y Murcia, el crecimiento fue de casi el 1%, y en Badajoz, del 0,5%.
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