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El año con más elecciones de la Historia puede acabar siendo un aquelarre
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El año con más elecciones de la Historia puede acabar siendo un aquelarre

Más de la mitad de la población mundial votará en 2024, pero no parece que sea una buena noticia para la democracia. Después de dos décadas de erosión, algunas piezas están ya muy cerca de romperse

Foto: Ilustración: Emma Esser.
Ilustración: Emma Esser.
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Los índices que elabora Freedom House dejaron de ser optimistas en 2005. Ese año fue el último en el que se registró una mejora en las libertades globales. En enero, George W. Bush iniciaba su segundo mandato. En febrero, el Partido Comunista de China ratificaba una ley elaborada para prevenir la secesión de Taiwán. En abril moría Juan Pablo II. Pocos días después, se subía el primer vídeo (“Yo en el zoo”) a una plataforma desconocida llamada YouTube. En mayo se celebraba Eurovisión en Kiev y, en agosto, las primeras maniobras militares conjuntas entre China y Rusia. En septiembre, Israel abandonaba la Franja de Gaza.

Sin que se sepa muy bien por qué (hay mil hipótesis desafiándose), todo parece haber ido a peor desde entonces. Los analistas que se dedican a elaborar este tipo de informes coinciden en que estas dos décadas de deterioro continuado podrían explotar en los próximos meses y convertir 2024 en el año del gran aquelarre autoritario. La idea encierra una paradoja que ayuda a comprender la naturaleza de esta crisis: si el sistema corre muchos riesgos en 2024 es precisamente porque hay muchas elecciones programadas. Desde que los griegos inventaron la democracia, nunca ha habido más personas convocadas a votar como en el año que está a punto de empezar. Más de la mitad de la población mundial vive en países llamados a las urnas: al menos 76, de los cuales la mayoría mantienen sistemas electorales razonablemente limpios. Es decir, ofrecen a sus ciudadanos la posibilidad real de elegir.

Durante muchos años, la inercia fue en sentido contrario y pocos dudaban de que la línea de progreso avanzaba indefectiblemente en esa dirección. La democracia derribaba muros por sí misma y, cuando no se abrazaba por las buenas, se extendía por la fuerza, como la expansión del islam en el siglo VII. Las invasiones de Irak y Afganistán fueron el punto culmen de esa doctina, pero el impulso en algún momento de principios de siglo se detuvo y el rumbo se invirtió. Según el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA) de Estocolmo, las libertades políticas planetarias ya han retrocedido a la situación en la que estaban a principios de los noventa. Más allá de clasificaciones subjetivas, resulta innegable que el mundo ha ido perdiendo entusiasmo por la democracia, empezando por las naciones que durante décadas ejercieron de tractor. Votar ya no ayuda a mejorar las cosas porque muchas sociedades están optando voluntariamente por dar marcha atrás. Recordemos que depositar un voto cada cierto tiempo es condición necesaria pero no suficiente para la democracia.

América, de Trump a Bukele

Hay muchas maneras de abordar el ciclo electoral que se nos viene encima en 2024, pero la más sencilla es la geográfica. Y tiene sentido empezar en Estados Unidos, porque las presidenciales de noviembre tendrán un impacto en cadena por el resto del mundo. Carme Colomina, analista sénior y coordinadora del informe de Cidob al respecto, recuerda que “el diagnóstico de 2024 dependerá mucho de lo que ocurra en EEUU”. Hay incógnitas judiciales y electorales por despejar, pero los sondeos ya dan una victoria holgada a Donald Trump, a quien los estadounidenses parecen haber perdonado que intentase mantenerse en el poder tras perder las elecciones de 2020. Dejando a un lado el impacto sobre las vidas de sus compatriotas, de su derrota o victoria dependen el nivel de ayuda a Ucrania, el apoyo occidental a Israel, las relaciones con China y la propia distancia trasatlántica.

Foto: Gavin Newsom (i) y Nikki Haley (d).

Viajando desde Washington hacia el sur por el continente, la siguiente parada importante es México, donde Andrés Manuel López Obrador no va a repetir como candidato a la presidencia, pero el partido creado a su medida (Morena) presenta como sucesora a Claudia Sheinbaum, exjefa del Gobierno de la Ciudad de México y la mejor posicionada para presidir el próximo sexenio. Después de varios experimentos fallidos, México ha entrado en un proceso de erosión de las instituciones que, salvando distancias, evoca ya en algunas cosas a los años de la dictadura perfecta del PRI.

Siguiendo hacia abajo, la parada más importante de Centroamérica está en El Salvador, que también celebra elecciones y donde pocos dudan de la reelección de Nayib Bukele. Su victoria tendrá además ecos en todo el continente. Su método para acabar con las pandillas y la violencia mediante detenciones masivas sin proceso judicial se está convirtiendo en un icono para otros líderes emergentes de la región. También se votará en Venezuela, donde la emergencia económica se ha aliviado, pero el sistema político está tan debilitado que la candidata elegida por la oposición para tumbar a Maduro, la veterana Maria Corina Machado, lo va a tener difícil. El régimen está intentando inhabilitarla y la pelea está ahora en las altas instancias judiciales del país. Mientras, se ha reabierto un conflicto fronterizo con Guyana para buscar un enemigo exterior que cohesione a la población.

Foto: Un 'graffiti' de Bukele. (Reuters)

En Brasil también votará todo el país, aunque no hay elecciones presidenciales. Lo que está en disputa son los comicios municipales, previstos para finales de año y en los que Lula y Bolsonaro se juegan sus recursos, empezando por los económicos. Lula necesita consolidar su poder territorial para afrontar la presidencia del G20 y evolucionar el laboratorio de “alianzas flexibles” que promulga en política exterior.

El caudillismo también avanza en Asia

Por imperativo demográfico, aquí se celebrarán varias elecciones mastodónticas. Primero las de India, donde las fuerzas opositoras al Gobierno ultranacionalista de Narendra Modi han formado una coalición de 28 cabezas llamada Alianza Inclusiva para el Desarrollo Nacional (India, por sus siglas en inglés). El engendro está liderado por el Congreso Nacional, el veterano partido de la saga Ghandi, con la esperanza de tumbar a Modi, cuya popularidad crece al mismo ritmo que las críticas. Cada vez más voces lo consideran un peligro para la democracia y la convivencia con los musulmanes (una minoría de 210 millones de personas). Para tratar de derrotarlo, se han agrupado centristas, comunistas, derechistas, islamistas, regionalistas de todo signo e incluso sincretistas. De Turquía a Polonia, pasando por Sudáfrica, esas grandes coaliciones para tumbar gigantes son cada vez más frecuentes y un síntoma claro de polarización.

También habrá elecciones en el resto de Estados del subcontinente. En Pakistán, una convulsa democracia que lleva muchos años al filo de la navaja y donde la violencia política ha aumentado desde la vuelta de los talibanes a Afganistán. En Bangladés, el país que abre la temporada de huracanes electorales y donde se votará el primer domingo del año entre amenazas de boicot y atentados. Incluso en Sri Lanka, que no termina de pasar página tras la sangrienta guerra civil.

Foto: Partidarios del primer ministro indio, Narendra Modi (EFE/Idrees Mohammed)

Indonesia, por su parte, acoge los comicios más multitudinarios celebrados en un solo día (en India, vota mucha más gente, pero el proceso dura varios días). Este país, con 300 millones de habitantes, es un buen termómetro del desplome que están sufriendo algunas naciones del mundo en desarrollo que aún no habían consolidado sus sistemas democráticos cuando cambió la inercia de los tiempos. El proceso les sorprendió en plena transformación y hay mucha menos resistencia para someter instituciones que nunca llegaron a consolidarse. El penúltimo escándalo en este sentido han sido los cambios constitucionales introducidos por el actual presidente, Joko Widodo, con la ayuda de su cuñado (presidente del Tribunal Constitucional), para asegurarse de que su hijo puede aspirar a la vicepresidencia, lo que se ha interpretado como una treta para consolidar una suerte de dinastía hereditaria que suma todo tipo de cargos.

Del resto del continente, quizá lo más significativo sea lo que ocurra en Taiwán. El Partido Democrático Progresista, el que mejor capitaliza el miedo a Pekín, sigue dominando con claridad las encuestas. Su derrota resulta muy complicada después de que los dos grupos opositores (el viejo Kuomingtang y el Partido Popular de Taiwán) fracasasen en su intento de formar una coalición que parecía destinada a limar asperezas con el régimen chino buscando una via de acuerdo.

África perdió la fe en nosotros

El retroceso de las libertades es quizá más crudo en África que en ningún otro continente, ya que varios países han sufrido golpes de Estado en los últimos 36 meses, especialmente en el Sahel. Mientras, la influencia de las democracias occidentales y de la propia ONU es cada vez menor, un espacio que están ocupando países autoritarios, sobre todo Rusia y China. Las votaciones en la ONU y los sondeos de opinión demuestran que los bombardeos de Gaza están haciendo un daño enorme a la ya maltrecha reputación de las potencias occidentales. No solo en los países de mayoría musulmana.

Foto: Protestas a favor de Palestina en París. (EFE/EPA/Cristophe Petit Tesson)

Además, la presencia de misiones internacionales seguirá disminuyendo a lo largo de 2024. Ya tiene fecha de caducidad cerrada por ejemplo en Sudán, país que será abandonado a su suerte en febrero, en medio de una salvaje crisis política y humanitaria. Con todo, el proceso electoral que se seguirá más de cerca es seguramente el de Sudáfrica, un país colapsado por la corrupción (ni siquiera se puede asegurar ya el suministro eléctrico) después de tres décadas de gobierno del Congreso Nacional Africano, el partido de Nelson Mandela. Al igual que en India, la oposición ha formado una enorme coalición alrededor de la Alianza Democrática con la expectativa de lograr el cambio. Y como en India, no queda muy claro el rumbo que podría emprender el país si logran hacerse con el poder.

Europa después de Von der Leyen

Y finalmente Europa, donde la guerra de Ucrania y la inmigración están llamadas a protagonizar este ciclo. Habrá elecciones en Rusia y nadie espera otra cosa que la reelección de Vladímir Putin. Entre otras cosas, porque sus rivales están encarcelados, exiliados o desaparecidos. Muchos analistas esperan que el Kremlin instrumentalice la votación para enviar un mensaje a las élites del país y dar por finiquitada la ficción de la alternancia política. En Ucrania, que también está llamada a las urnas en 2024 por mandato constitucional, no es probable que se vote. La ley marcial, los más de seis millones de desplazados y los inconvenientes de la propia guerra hacen muy difícil el proceso. Pero todo esto podría añadir presión al Gobierno de Volodímir Zelenski, que está empezando a sufrir contestación por primera vez desde que estalló la guerra.

El único gran país europeo que va a las urnas es Reino Unido, donde los laboristas tendrían que hacer las cosas realmente mal para no lograr arrebatarle el poder a un partido conservador totalmente hundido. Los socialdemócratas, por cierto, también podrían repetir en Portugal. Para el resto de la UE, y aunque no hay elecciones entre los pesos pesados, es también un año clave. En junio se renovará el Parlamento Europeo y la cita se presenta como otro test de estrés. Todas las encuestas auguran un aumento importante de la extrema derecha y la derecha radical, hasta el punto de que está seriamente en riesgo el dominio de las dos grandes familias que fundaron la Unión Europea. Algo parecido sucede en Austria, que sí celebra elecciones legislativas, con un repunte de las opciones más radicales propiciado por el rechazo a la inmigración. Para acabar, a finales de 2024 se renueva la Comisión Europea y el equipo de Ursula von der Leyen será sustituido. Las posibilidades de que quien ocupe el puesto no comparta sus ideas sobre Europa son, quizás, el penúltimo riesgo del año.

Los índices que elabora Freedom House dejaron de ser optimistas en 2005. Ese año fue el último en el que se registró una mejora en las libertades globales. En enero, George W. Bush iniciaba su segundo mandato. En febrero, el Partido Comunista de China ratificaba una ley elaborada para prevenir la secesión de Taiwán. En abril moría Juan Pablo II. Pocos días después, se subía el primer vídeo (“Yo en el zoo”) a una plataforma desconocida llamada YouTube. En mayo se celebraba Eurovisión en Kiev y, en agosto, las primeras maniobras militares conjuntas entre China y Rusia. En septiembre, Israel abandonaba la Franja de Gaza.

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