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El año en el que los 'tories' podrían perderlo todo: por qué 2024 es decisivo para UK
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El año en el que los 'tories' podrían perderlo todo: por qué 2024 es decisivo para UK

Con una ventaja de más de 20 puntos para la oposición laborista, todos los sondeos vaticinan el fin de era para los conservadores tras más de 13 años en el poder

Foto: El primer ministro británico, Rishi Sunak, en la base militar de Moray (Escocia). (Europa Press/Jeff J Mitchell)
El primer ministro británico, Rishi Sunak, en la base militar de Moray (Escocia). (Europa Press/Jeff J Mitchell)
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Ron Pollard, responsable de introducir el negocio de las apuestas políticas en Reino Unido en la década de 1960, tenía tanta confianza en que los laboristas ganarían los comicios de 1992 que aceptó el desafío de 20.000 libras (en ese momento, la apuesta electoral más grande de todos los tiempos) de un hombre que todavía creía que los conservadores podrían obtener una mayoría. "Debe estar loco", dijo Pollard a The Times.

Ningún Gobierno desde la reforma parlamentaria de 1832 había ganado cuatro elecciones consecutivas y ninguno había conseguido una victoria empezando la campaña con los sondeos en su contra. Con la economía entrando, además, en su séptimo trimestre consecutivo en recesión y el desempleo en aumento, se consideraba imposible que los tories tuvieran la mínima posibilidad. Y, sin embargo, Pollard perdió la apuesta y sus 20.000 libras.

El líder conservador John Major desafió todo pronóstico y se convirtió en primer ministro. Terminó ganando más votos que cualquier partido político (más de 14 millones), superando incluso los triunfos cosechados por Margaret Thatcher en 1979, 1983 y 1987. La pregunta es: ¿puede ocurrir lo mismo en 2024?

Una vez que Rishi Sunak, actual inquilino de Downing Street, ha descartado que la próxima cita con las urnas sea en enero de 2025 (plazo máximo que tenía), 2024 será el año decisivo. Con una ventaja ahora de más de 20 puntos para la oposición laborista, todos los sondeos vaticinan el fin de era para los conservadores tras más de 13 años en el poder. Pero una semana es un mundo en política. Y más aún en Westminster, donde en los últimos tiempos ha ocurrido lo inimaginable.

Bajo la sombra de la inmigración

Determinar la fecha concreta será clave. Son muchos en el Partido Conservador los que consideran que octubre es su mejor opción, ya que permitiría que la inflación disminuyera y los ingresos de los ciudadanos se recuperaran. Pero los laboristas creen que es más probable que Sunak quiera alinearse con las elecciones locales en mayo, porque el mal resultado que se espera para los tories podría dificultar una campaña de otoño. Sunak evitaría así, además, una posible rebelión de sus filas contra su liderazgo, por lo que podría replicar la estrategia que llevó a cabo Pedro Sánchez tras la debacle sufrida por el PSOE en las municipales y autonómicas de mayo.

La campaña estará dominada por la economía, tema sobre el que los laboristas han mantenido una ventaja en las encuestas como el mejor partido para gestionarla tras el desastroso minipresupuesto de la ex primera ministra Liz Truss de octubre de 2022. Sin embargo, la inmigración tendrá también un papel protagonista. Se trata de una cuestión especialmente simbólica para los tories.

Foto: Sede del Tribunal Supremo de Reino Unido. (EFE/EPA/Neil Hall)

Recuperar el control de las fronteras se convirtió en el gran lema del Brexit. Pero la migración neta —la diferencia de los que llegan respecto a los que se van— marcó un nuevo récord en 2022, con 745.000 personas, por encima de lo que se había estimado previamente, según los últimos datos de la Oficina Nacional de Estadísticas. Y las pateras siguen cruzando en masa el canal de la Mancha. De ahí que Sunak tenga tanta presión de sus filas para poder mandar antes de los comicios el primer avión con inmigrantes ilegales con destino a Ruanda.

Fue el Gobierno de Boris Johnson el que en 2022 cerró un acuerdo para deportar al país africano a los solicitantes de asilo llegados por rutas irregulares. Hasta ahora, Londres ha pagado a Kigali 240 millones de libras. Pero no se ha enviado aún absolutamente a nadie. Después de que el pasado mes de noviembre el Tribunal Supremo considerara el plan “ilegal”, el primer ministro ha presentado un nuevo proyecto de ley para asegurar que “las personas desplazadas no correrán el riesgo de ser devueltas a un país donde su vida o su libertad se vean amenazadas”. Pero la tramitación en Westminster se antoja complicada.

Por otra parte, está el estado de los servicios públicos, en sucesivas huelgas a lo largo del último año, y las listas de espera para el Servicio Nacional de Salud (NHS), que han seguido aumentando. Los tribunales todavía están sobrecargados y hay un retraso importante en las reparaciones urgentes de los edificios escolares.

Foto: Rishi Sunak, Liz Truss y Boris Johnson, en Londres. (Reuters/Pool/Richard Pohle)

A diferencia de otros años, estas serán las primeras elecciones desde 2010 donde no se hablará de la UE ni de Escocia. Los laboristas propondrán solo cambios modestos al acuerdo del Brexit; los conservadores probablemente ninguno. Y, con la popularidad del Partido Nacional Escocés (SNP) a la deriva, la perspectiva de un segundo referéndum de independencia es prácticamente inexistente.

Respecto a Exterior y Defensa —como el apoyo a la OTAN y Ucrania, las relaciones con China y Estados Unidos y el comercio—, la diferencia entre ambas formaciones es solo de énfasis.

Signos de fatiga

Las personalidades de Rishi Sunak y Keir Starmer no marcarán la diferencia porque ninguno de los dos es precisamente Mr. Carisma. El primero era un rico banquero; el segundo, un prestigioso abogado de derechos humanos. Ambos atienden más al perfil de tecnócrata que de político. La clave podría ser más que los conservadores acaben perdiendo las elecciones, no tanto que los laboristas las ganen.

Lo cierto es que, tras más de 13 años en el poder —con hasta cinco primeros ministros diferentes—, los tories muestran claros signos de fatiga. Sus mandatos han cambiado profundamente el Reino Unido. Más allá del Brexit, tal y como destacaba The Economist recientemente, "han hecho que la ausencia de caos parezca competencia y que lo que antes era impensable parezca aceptable".

Foto: Liz Truss cuando anunció su dimisión como primera ministra de Reino Unido. (Reuters/Henry Nicholls)

"Un primer ministro no debería ser un alivio porque no hizo estallar los mercados financieros en un mes, y, sin embargo, Rishi Sunak fue precisamente eso. Los gobiernos con grandes mayorías no deberían perder votos en las primeras etapas de la legislación, pero el hecho de que el nuevo proyecto de ley de Ruanda fuera aprobado en segunda lectura fue recibido como un triunfo de la dirección del Partido Conservador. No es normal que un Gobierno británico suspenda la legislación sobre derechos humanos, ignore el derecho internacional o coloque al Parlamento en oposición al poder judicial, pero los parlamentarios conservadores moderados lo aceptan cobardemente. Reino Unido necesita estabilidad. La disputa de Ruanda subraya que ni Sunak ni los conservadores pueden proporcionarlo", recalcaba la prestigiosa publicación.

Ser primer ministro y 'humano'

Por otra parte, Sunak no es Major. Ambos se convirtieron por sorpresa en ministros del Tesoro tras repentinas dimisiones. Ambos se mudaron a Downing Street tras ganar, contra todo pronóstico, un proceso de primarias. Pero hay claras diferencias.

En medio del pesimismo que reinaba entre los tories en 1992, Major (procedente de familia de clase media) en sí misma era una figura singularmente popular en los sondeos. Proyectó un liderazgo muy diferente al de la Dama de Hierro y convenció de que podía traer un cambio. Tomó el control de sus filas y decidió ponerse en situaciones "ordinarias" para demostrar que "era posible ser primer ministro y seguir siendo un ser humano".

Foto: El primer ministro británico Rishi Sunak habla en el escenario de la conferencia anual del Partido Conservador británico en Manchester. (Reuters / Toby Melville)

Sunak, sin embargo, teniendo más dinero que el propio Carlos III (está casado con la hija del Bill Gates indio), tiene complicado demostrar que puede entender los problemas cotidianos de la calle. Más aún vender que puede traer un cambio tras nombrar por sorpresa a David Cameron (el que fuera líder tory) como nuevo titular de Exteriores. Asimismo, ha demostrado no tener el control de su partido con continuos bandazos para contentar al grupo más radical y al más moderado sin ganar autoridad luego en ninguno de los dos bandos.

Algunos círculos conservadores creen incluso que es necesario una derrota para poder reconstruirse. "El partido, tan agotado en el poder, tendría el tiempo y el espacio para desarrollar un programa político coherente bajo un nuevo líder con un conjunto claro de principios", escribía Patrick O’Flynn, columnista de The Spectator (la biblia para los tories) y uno de los muchos que consideran que la formación ha perdido su esencia.

“Podría surgir un nuevo conservador enérgico y motivado, uno que no se avergüence de volver a los primeros principios sobre impuestos, ley y orden, inmigración, tamaño y alcance del Estado, apoyo a la institución de la familia y todas las demás cosas que hemos visto convertirse en lodo”, recalca. En caso de derrota, todo apunta a que la formación tomará un rumbo aún más a la derecha en esa búsqueda de identidad.

Foto: Nahdim Zahawi, saliendo del número 10 de Downing Street. (EFE/Andy Rain)

Tras perder el poder en 2010, los laboristas también se radicalizaron, llegando incluso a elegir como líder a Jeremy Corbyn, para volver luego al centro. La formación de Keir Starmer se muestra ahora cautelosa y disciplinada. Su objetivo es ganar sin probar la amargura de una primera derrota innecesaria como ocurrió en 1992. Aunque todo es posible en política. Las apuestas serán interesantes.

Ron Pollard, responsable de introducir el negocio de las apuestas políticas en Reino Unido en la década de 1960, tenía tanta confianza en que los laboristas ganarían los comicios de 1992 que aceptó el desafío de 20.000 libras (en ese momento, la apuesta electoral más grande de todos los tiempos) de un hombre que todavía creía que los conservadores podrían obtener una mayoría. "Debe estar loco", dijo Pollard a The Times.

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