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El agujero negro de UK: ¿qué sentido tiene resucitar al hombre más odiado del país?
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Cameron 'is back'

El agujero negro de UK: ¿qué sentido tiene resucitar al hombre más odiado del país?

El regreso de David Cameron convierte el Partido Conservador en un agujero negro y el Reino Unido en teatro del absurdo. Acudir al hombre que inició el caos… para intentar solucionar el caos

Foto: El ex primer ministro británico y actual ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron. (Reuters/Kirsty Wigglesworth)
El ex primer ministro británico y actual ministro de Asuntos Exteriores, David Cameron. (Reuters/Kirsty Wigglesworth)
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"Cobarde", “arrogante”, “desleal”, “ingenuo” y “kamikaze”. “Niño pijo que nunca supo entender los problemas reales del pueblo llano” o “el responsable de arruinar el país”. Cuando David Cameron publicó sus memorias en 2019, el rotativo The Telegraph, biblia para los tories, creó un foro para recopilar las opiniones de sus lectores. Su nombre no generaba precisamente buenos recuerdos. “El hombre más odiado del Reino Unido”, lo llegó a presentar una encuesta de YouGov. Y eso que por aquel entonces aún no había salido a la luz el gran escándalo de Greensill Capital, la firma financiera a la que asesoraba tras abandonar su cargo. ¿Qué sentido tiene, por tanto, que el primer ministro Rishi Sunak lo haya resucitado políticamente al ofrecerle el puesto de secretario de Asuntos Exteriores?

El regreso del político que convocó el referéndum del Brexit (tras haber ganado por los pelos el plebiscito de independencia de Escocia) y que se metió a Downing Street silbando —literalmente— tras dimitir en 2016 al conocerse que los británicos habían votado por salir de la UE, a pesar de que no existía ningún plan de contingencia, confirma que el Partido Conservador se ha convertido en un agujero negro. Uno que está llevando el Reino Unido a su máxima expresión de teatro del absurdo.

Al igual que los cuerpos celestes, la formación que lleva 13 años en Downing Street se ha vuelto tan masiva que ha colapsado sobre sí misma una y otra vez hasta convertirse en infinitamente pequeña, revolviéndose de adentro hacia afuera y haciendo imposible la aplicación de las reglas físicas. Hace apenas unas semanas, Sunak se presentaba como el “candidato del cambio” y “el nuevo enemigo contra el statu quo de los últimos 30 años”. Ahora acude al hombre que inició el caos… para intentar solucionar el caos.

El ser humano llega a límites insospechados cuando se encuentra desesperado. Los guionistas son capaces de resucitar a personajes que se daban por muertos en las series cuando la audiencia está cayendo en picado. Y en la política pasa exactamente lo mismo. A fin de retener el poder, se ejecutan los giros más rocambolescos. No es algo excepcional del Reino Unido.

Foto: David Cameron. (EFE/Andy Rain)

Pero en este caso, con el nombramiento de Lord Cameron como nuevo responsable de la diplomacia británica, Sunak —quien llegó a Downing Street por primarias, no por elecciones generales— no se está garantizando su supervivencia, sino que está cavando aún más su propia tumba ante las elecciones previstas para el próximo año, en que todas las encuestas auguran el fin de una era.

¿Puede haber algo más humillante para un primer ministro euroescéptico como Sunak que la gran alegría que se respira en la UE por un nombramiento que se cree acercará aún más a Londres y Bruselas? ¿Es la elección de Cameron el factor determinante para demostrar que el Brexit no sirvió de nada? Es posible que el primer ministro busque ahora solo satisfacción personal al resucitar al archienemigo de Boris Johnson, con el que él mismo no se puede ni ver. Pero en términos políticos, es una decisión difícil de comprender.

Los pocos defensores del nombramiento de Cameron lo consideran un golpe maestro. Hablan de un “peso pesado en el Gabinete”, un “regreso a la política seria y adulta”, un retorno “al centro y a la moderación”. Pero más que una genialidad, se trata de un movimiento a la desesperada, igual que el que ejecutó el laborista Gordon Brown en sus últimos días en el Número 10, rescatando a Lord Mandelson —su gran enemigo— en un intento no fructífero de dar un vuelco a los sondeos.

Nombrar lord a un expolítico —metiéndole en una Cámara Alta no electa— para poder repescarle en el Gabinete no es algo nuevo. Alec Douglas-Home, quien sirvió como primer ministro en los sesenta, luego regresó para convertirse en titular de Exteriores bajo el mandato de Edward Heath. Y el siniestro de Mandelson —conocido como "el príncipe de las tinieblas"— gozaba de gran respeto entre las filas laboristas. Sin embargo, eso no se repite ahora con Cameron. En su momento, el que fuera primer ministro más joven desde 1812 modernizó el Partido Conservador, con leyes, por ejemplo, como la del matrimonio homosexual. Había grandes expectativas puestas en él, pero con el Brexit quedó reducido a la humillación y el ostracismo.

Un historial complejo

¿Qué puede esperarse ahora de Cameron como nuevo responsable de la diplomacia británica? Fue él mismo quien describió su estancia en Downing Street como una “era dorada” para las relaciones chino-británicas. Bajo su mandato, el Reino Unido hizo a un lado las preocupaciones estadounidenses y se convirtió en miembro fundador del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura de Pekín, un impulso de poder blando para la dictadura comunista.

También tuvo problemas en Medio Oriente y el norte de África. Su intervención de 2011 en Libia, llevada a cabo junto con los franceses, fue posteriormente recogida en un informe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes, que concluyó que la política “no se basó en información de inteligencia precisa”, sino en una amenaza “exagerada” a los civiles y no se dio cuenta de la presencia dentro de las fuerzas anti-Gadafi de “un elemento islamista significativo”.

Respecto a Gaza, asunto que dominará ahora su agenda, Cameron instó en su día a poner fin al embargo que se impuso en respuesta al contrabando de armas de Hamás desde Irán para disparar contra Israel y dijo que “el bloqueo en realidad fortalece el control de Hamás sobre la economía y sobre Gaza”, algo que se demostró luego incierto.

Su fichaje coincide con el despido de Suella Braverman (representante del ala dura) como ministra del Interior tras la polémica al acusar a Scotland Yard de “doble rasero” por favorecer a los manifestantes propalestinos. Este miércoles, el Tribunal Supremo deberá pronunciarse sobre la apelación del Gobierno ante su polémico plan migratorio para mandar a Ruanda a los solicitantes llegados por vías irregulares. Y eso suponía un gran dilema para Sunak.

Si el Gobierno pierde el caso, con Braverman como titular de Interior se habría pedido que el Reino Unido abandonara su pertenencia al Tribunal Superior de Derechos Humanos, algo que Sunak no quiere. Sin embargo, si el Gobierno gana su apelación, se habría fortalecido la posición de Braverman y habría hecho mucho más difícil despedirla. Con los nuevos movimientos, Sunak defiende que quiere “un equipo unido para lograr los cambios que Reino Unido necesita a largo plazo”. Pero todo ha ampliado peligrosamente el abismo que durante mucho tiempo ha dividido esta amplia iglesia política.

El hecho es que los conservadores como Braverman ni siquiera practican la misma religión que aquellos moderados como Caroline Nokes, descrita por algunos como TINO (tory in name only; es decir, tory solo de nombre). Las divisiones entre los tories han existido desde los días de la rebelión de Maastricht y se han intensificado en los últimos años con el Brexit, el mismo que Cameron desató al sacar a la calle un problema interno de la formación.

Con la derrota esperada en la próxima cita con las urnas, es más que posible que el Partido Conservador se radicalice a la derecha y nombre a Braverman próxima líder. Cuando los laboristas perdieron los comicios tras 13 años en el poder, también se radicalizaron hacia la izquierda, nombrando a Jeremy Corbyn líder. Eventualmente, como demuestra la figura de Keir Starmer —o, en su momento, el propio Cameron—, unos y otros acaban volviendo al centro. ¿Quién necesita Netflix teniendo ahora guiones tan gloriosos como los que ofrece la política?

"Cobarde", “arrogante”, “desleal”, “ingenuo” y “kamikaze”. “Niño pijo que nunca supo entender los problemas reales del pueblo llano” o “el responsable de arruinar el país”. Cuando David Cameron publicó sus memorias en 2019, el rotativo The Telegraph, biblia para los tories, creó un foro para recopilar las opiniones de sus lectores. Su nombre no generaba precisamente buenos recuerdos. “El hombre más odiado del Reino Unido”, lo llegó a presentar una encuesta de YouGov. Y eso que por aquel entonces aún no había salido a la luz el gran escándalo de Greensill Capital, la firma financiera a la que asesoraba tras abandonar su cargo. ¿Qué sentido tiene, por tanto, que el primer ministro Rishi Sunak lo haya resucitado políticamente al ofrecerle el puesto de secretario de Asuntos Exteriores?

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