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Algo huele a fiambre en Inglaterra: el hundimiento del partido alfa de los jubilados
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Algo huele a fiambre en Inglaterra: el hundimiento del partido alfa de los jubilados

El bloque del Brexit se rompe en pedazos absurdos a meses de las elecciones. Las encuestas dan mínimo histórico a los 'tories' en medio de volantazos gubernamentales para enderezar la nave

Foto: Rishi Sunak, Liz Truss y Boris Johnson, en Londres. (Reuters/Pool/Richard Pohle)
Rishi Sunak, Liz Truss y Boris Johnson, en Londres. (Reuters/Pool/Richard Pohle)
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Usted ha visto suficientes películas sobre la decadencia del Imperio romano y sobre Elvis en Las Vegas como para reconocer un fin de ciclo: cuando los figurones del Brexit acaban en un reality y los defenestrados del Brexit vuelven al Gobierno, no hace falta ver las encuestas (desastrosas) para entender que el bloque conservador británico está en caída libre.

A finales de 2019, Boris Johnson arrasó en las elecciones generales. Los británicos deben creer que hablamos de otra era, pues han visto pasar a tres primeros ministros diferentes (Boris, Lizz Truss y Rishi Sunak) desde entonces, pero seguimos aún en la misma legislatura. Si se celebraran mañana elecciones en el Reino Unido, los tories se colocarían al borde del colapso, según las encuestas, que les dan 20 puntos de desventaja frente los laboristas de media, además de diferencias abrumadoras de escaños: 503 para los laboristas/49 para los conservadores (según un sondeo reciente de Techne).

¿En qué momento el partido alfa de la política británica, una de las instituciones políticas más estables y rocosas de Occidente, se convirtió en el Atlético de Madrid cuando Jesús Gil echaba seis entrenadores al año?

Si bien la agonía de Boris Johnson fue estrepitosa, la gran caída tory en las encuestas (de la que todavía no se han recuperado) vino con su sucesora, Lizz Truss, que hundió la economía con un shock ultraliberal que nadie (ni siquiera los suyos) entendió muy bien. Truss duró 44 días en el cargo.

Foto: Boris Johnson, en sus años de presidente de la Oxford Union Society. (Reuters)

Luego llegó Rishi Sunak, consumido ahora por las dudas electorales: aunque podría alargar la legislatura un año más, hay rumores de adelanto electoral, lo que da idea —vistas las encuestas— del poco margen conservador para revertir la situación: “El dilema de Sunak: cuándo convocar unas elecciones, que seguramente perderá”, tituló el New York Times hace unos días.

El reciente nombramiento de David Cameron como ministro de Exteriores ejemplifica la crisis de identidad tory. ¿Cómo es posible que el ex primer ministro que lanzó un referéndum para permanecer en la UE (y lo perdió) gestione ahora la política exterior británica? Lo que desde fuera del Reino Unido (también en parte desde dentro) se ve como un chiste decadente, tiene también lógicas internas: el fichaje de Cameron sería un intento de Sunak de revitalizar su Gobierno desde la moderación (la llegada de Cameron vino acompañada de la sustitución de Suella Braverman, incendiaria ministra de Interior).

Los cambios en el Gobierno han sido recibidos con escepticismo. "Si la jugada huele a un movimiento a la desesperada, es porque lo es. A Sunak no le ha funcionado presentarse como un tecnócrata competente que limpiaba la casa tras el caos de Johnson y Truss, ni como el rebelde antiestablishment que iba a cambiar la manera de hacer las cosas, ni como el hombre que arreglaría la economía, reduciría la inmigración y las listas de espera en la sanidad pública. Así que ha optado por una relativa moderación y retirar el Brexit —hasta ahora, el primer mandamiento del Partido Conservador— de su programa de gobierno", según La Vanguardia.

Por si hicieran falta más señales de que el Brexit ha pasado de crisis política a broma decadente, otro de los grandes iconos del excepcionalismo británico, Nigel Farage, exlíder del UKIP (pioneros del euroescepticismo a la derecha de los tories), ha metido ahora el turbo del astracán...

Primero, dijo que el Brexit había fracasado (o más bien, los tories que lo gestionaron): “Lo que ha demostrado el Brexit es que nuestros políticos son tan inútiles como los de Bruselas… No nos hemos beneficiado económicamente del Brexit cuando podíamos haberlo hecho”. Segundo, Farage se ha enrolado en la versión británica de Supervivientes, I´am a celebrity, get me out of here, donde (hasta ahora) ha demostrado al menos dos cosas: 1) que a él no le está yendo tan mal como al Reino Unido con el Brexit (se dice que ha cobrado 1,75 millones de libras por participar en el reality y que podría aprovechar su nueva fama televisiva para volver al ruedo político) y 2) que el bloque conservador que impulsó el Brexit ha estallado en pedazos cada vez más absurdos.

La entrevista

La pregunta es si estamos viviendo los últimos días del partido político más antiguo del mundo (título en disputa con los demócratas estadounidenses, cuyo partido se fundó seis años antes, en 1828, aunque los conservadores británicos nacieron heredando el espacio político de Los Tories, fundados en el muy remoto 1678).

Nadie parece más indicado para responder a esta cuestión que Phil Burton-Cartledge, profesor de Sociología de la Universidad de Derby y autor de un libro recientemente actualizado —The Party's Over: The Rise and Fall of the Conservatives from Thatcher to Sunak— sobre la monumental crisis de identidad del partido conservador. Hablamos con él.

PREGUNTA. Cuando publicaste la primera edición de tu libro, septiembre de 2021, aún quedaban casi dos años para que dimitiera Boris Johnson y a los tories aún parecía irles medio bien. Tu tesis de que estaban electoralmente en decadencia era cuando menos atrevida. ¿Qué detectaste que no habían visto los demás?

Foto: El ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, y la primera ministra, Liz Truss. (Reuters)

RESPUESTA. No era tanto un vaticinio sobre el partido en sí como sobre la naturaleza de la coalición electoral construida por los conservadores en la década de 2010. En las elecciones generales de 2017, quedó claro que su base eran las personas mayores y, en particular, los jubilados. Esto se debió a que blindaron el denominado triple bloqueo (aumento garantizado de las pensiones según la mayor de estas tres variables: la inflación, el aumento promedio de los ingresos o el 2,5%), estimularon el mercado inmobiliario en beneficio de los propietarios de edad avanzada (desproporcionadamente mayoritarios entre los poseedores de viviendas) y atendieron a sus inquietudes sobre la inmigración y otros grupos externos.

Por contra, las personas en edad de trabajar sufrieron las consecuencias de las políticas conservadoras: estancamiento salarial, recortes en el sector público, jornadas laborales más largas y restricción de los derechos a las ayudas sociales. Esto significaba que, más tarde o más temprano, los tories iban a afrontar una crisis de reproducción política, de relevo generacional en sus bases de apoyo. Las elecciones de la década de 2020 serían cada vez más difíciles de ganar, incluso sin caer en errores innecesarios como el Partygate de Boris Johnson [fiestas en Downing Street durante el confinamiento] o el desastroso experimento de Liz Truss de recortar impuestos sin financiación alternativa.

P. A finales de 2019, Boris Johnson logró una mayoría arrolladora. Nadie podía imaginarse que la legislatura sería un infierno para los conservadores, con tres primeros ministros diferentes. ¿Qué falló?

"Para que los conservadores vuelvan a ganar la siguiente década, necesitarían reinventarse"

R. Pese a obtener una victoria inesperadamente grande, los conservadores no supieron qué hacer con ella. ¿Cómo podrían estar seguros de conservarla? Retóricamente, Boris Johnson tenía un plan: abandonar la UE y utilizar el Estado para impulsar la modernización de las llamadas zonas abandonadas del país fuera del Gran Londres y el sudeste.

Desafortunadamente para él, la pandemia retrasó el plan, y cuando el covid dio paso a la normalidad, quedaba muy poco apetito en el Gobierno por un programa ambicioso de gasto publico en infraestructuras, sobre todo con Rishi Sunak [actual primer ministro] como titular de Economía. Como hombre de la City antes de saltar a la política, Sunak tenía un desdén instintivo por el Estado como motor de crecimiento y proveedor de servicios públicos. Y si bien Johnson estaba dispuesto a hablar del asunto, no se mostró particularmente preocupado por no poder desarrollar su plan de reequilibrio territorial. Boris prefería el espectáculo de parecer ocupado que estar ocupado en realidad. Pese a eso, muchos conservadores relevantes pensaban que Johnson no era de fiar y se estaba volviendo cada vez más autoritario, dispuesto a malgastar capital político evitando la rendición de cuentas por el escándalo del Partygate y protegiendo a sus aliados en el Congreso de las consecuencias de sus malas acciones. Parecía bastante obvio que los conservadores no iban a ganar otras elecciones con Boris a la cabeza, por lo que le cesaron, pero sin resolver la pregunta clave: ¿ahora qué?

Las primarias por el nuevo liderazgo giraron sobre qué deberían hacer los conservadores. ¿Cómo podían mantener unida la coalición de votantes construida por Theresa May y Johnson en 2017 y 2019? La aspirante Liz Truss ofreció enormes recortes de impuestos (no financiados) para los ricos con la esperanza de impulsar la economía y recuperar el apoyo con una nueva ola de prosperidad. Hay que reconocer que el otro aspirante, Sunak, advirtió de que eso no iba a funcionar y, en cambio, ofreció una gestión tecnocrática cuidadosa a la espera de tiempos mejores. Tras la victoria de Truss, y su rápida caída, eso fue exactamente lo que está haciendo Sunak... con un extra: endurecer las políticas antiinmigración y los ataques a las minorías, como las personas trans, como sustituto del cemento ideológico que una vez ofreció el Brexit. Pero, si nos guiamos por las encuestas, su plan no está funcionando.

P. ¿Qué ha aportado Sunak entonces? ¿Otro estilo?

R. Prometió un Gobierno estable y responsable. Parecía una clara ruptura con Truss y Johnson y un regreso a cierto grado de normalidad. Sin embargo, persistió en la misma política antiinmigración y antiwoke de sus predecesores. La única diferencia real fue la negativa a emprender políticas llamativas. Sunak esperaba (y aún espera) que una gestión silenciosa de la economía, al tiempo que hace poco o nada para arreglar los servicios públicos, sea suficiente para asegurar otro mandato conservador.

placeholder Boris y Cameron, en un autobús. (Reuters)
Boris y Cameron, en un autobús. (Reuters)

P. ¿La vuelta de Cameron es señal de agotamiento de ciclo?

R. Sin duda, Sunak sorprendió a todos al devolver a Cameron a la primera línea política. Su nombramiento sugiere que no había nadie más adecuado en el partido, pero también un retorno a una política sensata. Aunque es cierto que Sunak nombró ministra de Interior a Suella Braverman [cesada a la vez que se nombraba a Cameron] para hacer declaraciones controvertidas sobre inmigrantes y solicitantes de asilo (sin que el primer ministro tuviera que hacerlas por sí mismo), Braverman quizá fue demasiado lejos: se la considera responsable de incitar a la turba de extrema derecha que se amotinó el Día del Armisticio [coincidiendo con una manifestación pro Palestina contra la que Braverman había bramado]. El carisma y la fluidez de vendedor de Cameron, al menos en comparación con otros líderes conservadores, podrían (se espera) atraer a los indecisos del partido conservador, que votaron por él dos veces en 2010 y 2015. El excanciller George Osborne debe de estar preguntándose si su teléfono sonará también pronto.

P. ¿Es terminal la crisis conservadora?

R. No existen leyes de hierro en política. Pero sí parece que los conservadores están en una crisis que no pueden reconocer, y mucho menos abordar. Si, como parece sumamente probable, los laboristas ganan las próximas elecciones, no hay garantía de que los conservadores se beneficien de la oposición. Las personas a las que ahora no les gustan los conservadores no van a olvidar de pronto cómo les trató el partido desde 2010. Los tories podrían coquetear con movimientos y movilizaciones callejeras de extrema derecha, como hacen ahora con los grupos contra las zonas de bajas emisiones de vehículos, o incluso contra la mitigación del covid y contra el cambio climático. Pero construir una alternativa viable al Partido Laborista sobre la base de esta política es extremadamente improbable.

Para que los conservadores vuelvan a ganar la siguiente década, necesitarían reinventarse por completo. Atraer a las personas en edad de trabajar significa ofrecerles algo que responda a sus intereses: salarios más altos, garantías de empleo, servicios públicos bien financiados, abandono de la política de buscar chivos expiatorios y un compromiso serio contra el cambio climático. El problema es que adoptar estas políticas es muy difícil, ya que muchos de sus parlamentarios y miembros se oponen a las mismas. Por todo ello, en este momento es casi imposible vislumbrar cómo los tories podrán regresar al poder una vez lo pierdan.

Usted ha visto suficientes películas sobre la decadencia del Imperio romano y sobre Elvis en Las Vegas como para reconocer un fin de ciclo: cuando los figurones del Brexit acaban en un reality y los defenestrados del Brexit vuelven al Gobierno, no hace falta ver las encuestas (desastrosas) para entender que el bloque conservador británico está en caída libre.

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