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Starmer y el cambio de ciclo en UK: una férrea disciplina económica para el regreso laborista 
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Starmer y el cambio de ciclo en UK: una férrea disciplina económica para el regreso laborista 

La oposición laborista saca gran ventaja en las encuestas ante las elecciones previstas para 2024. Lejos del globalismo por el que en su día apostó Tony Blair, apuestan ahora por una línea más similar a la del presidente Biden

Foto: El líder laborista Sir Keir Starmer (d) es bañado en purpurina por un manifestante durante su discurso de apertura de la Conferencia del Partido Laborista en Liverpool. (EFE / Adam Vaughan)
El líder laborista Sir Keir Starmer (d) es bañado en purpurina por un manifestante durante su discurso de apertura de la Conferencia del Partido Laborista en Liverpool. (EFE / Adam Vaughan)

El líder laborista Keir Starmer estaba a punto de pronunciar su gran discurso este martes en la conferencia que el partido celebra en Liverpool cuando, en una impactante brecha de seguridad, un manifestante se ha abalanzado sobre él cubriéndolo con purpurina al grito de "la verdadera democracia está dirigida por los ciudadanos". El político no ha perdido la calma y después de que el activista haya sido sacado del escenario ha recalcado: "Si cree que eso me molesta, es que no me conoce. Protesta o poder: por eso hemos transformado nuestro partido". Esa es la clave de todo: convencer al electorado de que, tras más de trece años en la oposición, el laborismo ha realizado los cambios suficientes para merecer recuperar el poder.

Todas las encuestas vaticinan un cambio de era en Reino Unido con las elecciones generales previstas para el próximo año. Las filas de Starmer sacan una ventaja de alrededor de 20 puntos a los conservadores. No obstante, el líder laborista ha pedido a los suyos que eviten cualquier indicio de triunfalismo. Prefiere mostrar cautela.
Desde que tomó las riendas de la oposición en 2020, el ex abogado y exfiscal ha apostado por un perfil serio y responsable que roza con lo aburrido. Pero hace bien en no dar la victoria por hecha, consciente de que la ventaja en los sondeos se basa más en el agotamiento de los votantes hacia el actual Gobierno conservador que en un real entusiasmo por los laboristas.

Foto: El líder del Partido Laborista, Keir Starmer. (Reuters)

Tras la gran debacle electoral de 2019 —cuando cosecharon los peores resultados desde 1935— el signo más evidente de que la formación ha roto completamente con la era del radical Jeremy Corbyn (bautizado en su día como el Pablo Iglesias británico) han sido las palabras de Starmer sobre la masacre de cientos de civiles israelíes por parte de Hamás. "Condeno totalmente el asesinato sin sentido de hombres, mujeres y niños, incluidos ciudadanos británicos, a sangre fría por parte de los terroristas de Hamás", ha matizado en contraste con la postura mostrada esta semana por su predecesor, que en la actualidad está suspendido de la formación por su fracaso en acabar con el antisemitismo.

A las puertas del centro de Convenciones de Liverpool, donde se celebra la conferencia, apenas 30 personas con banderas palestinas denunciaban el apartheid que, según ellos, práctica en estos territorios el Gobierno de Benjamín Netanyahu.

En política exterior, donde aboga por un apoyo inquebrantable a Ucrania, Starmer también apuesta por estrechar los vínculos con la UE tras el Brexit, sin contemplar, eso sí, la vuelta al mercado único o la unión aduanera.

No obstante, es la economía la piedra angular sobre la que quiere construir su mandato. Starmer y su equipo han pasado el último año tratando de establecer una reputación de responsabilidad económica tras el desastroso paso por Downing Street de la fugaz Liz Truss.

Antes del catastrófico 'minipresupuesto' de septiembre de 2022 de la entonces primera ministra conservadora, que espantó a los mercados financieros y precedió a un fuerte aumento en el costo de las hipotecas, los 'tories' siempre superaban en las encuestas a los laboristas como el partido en el que más se confiaba para dirigir la economía británica. Pero ahora las tornas están cambiando. Starmer no quiere correr riesgos y ha prohibido a sus colegas hacer promesas de gastos sin financiación. Ha descartado cualquier subida del impuesto sobre la renta y ha prometido no revelar ningún impuesto nuevo antes de las próximas elecciones.

La portavoz de Economía del partido y número dos del laborismo, Rachel Reeves —una economista que trabajó para el Banco de Inglaterra y cuenta con los elogios públicos del que fuera gobernante de esta institución, Mark Carney— lo dejó bien claro en su discurso del lunes: "El cambio solo se logrará sobre la base de una disciplina férrea".

La gran apuesta de la formación se basa ahora en la 'securenomics' (un juego de palabras entre seguridad y economía), una mezcla de responsabilidad fiscal e inyección prudente de dinero público en infraestructuras, energía verde y educación, y la promesa de no bajar impuestos o liberalizar finanzas.

Lejos del globalismo por el que en su día apostó Tony Blair, el laborismo de Starmer tiene ahora una línea más similar con la que está implementando el presidente Joe Biden en los Estados Unidos con la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés). "Es la inversión la que permite a las empresas expandirse, crear empleos y competir con rivales internacionales, con nuevas plantas, fábricas y laboratorios de investigación llegando al Reino Unido, no a Alemania, Francia o Estados Unidos", remarcó la portavoz de economía en su discurso del lunes.

La prudencia gusta a los mercados, pero la falta de detalles crea dudas a los analistas sobre cómo se va a alcanzar la promesa de "construir un Reino Unido mejor" y reducir una inflación (6,7%) que sigue por encima aún del objetivo del 2%.

Foto: Keir Starmer, el líder laborista. (EFE/Adam Vaughan)

No obstante, pese a tener en cuenta que Starmer no es precisamente 'Mr. Carisma' la intervención de este martes ha sido valorada de manera positiva, incluso por la prensa conservadora, como un buen discurso, en definitiva, uno confiado en el que ha demostrado que realmente cree que podría estar en el gobierno dentro de un año, pero también en el que ha subrayado repetidamente a los activistas que no iba a ser un camino fácil.

"Si crees que nuestro trabajo en 1997 fue el de reconstruir un ámbito público en ruinas, que en 1964 fue modernizar una economía dejada atrás por el ritmo de la tecnología, que en 1945, reconstruir un nuevo Reino Unido a partir del trauma del sacrificio colectivo, en 2024 tendrán que ser los tres", matizó.

Fue significativamente más intenso en los ataques al historial de los conservadores en los últimos 13 años en el poder, abarcando desde los escándalos desde el 'partygate' hasta los problemas con las aguas residuales.

Foto: Keir Starmer. (EFE)

Aunque bien es cierto que en 1992 y 2015 las grandes esperanzas de victoria para el partido se descarrilaron, pese a la ventaja que mostraban en las encuestas, en esta ocasión mucho se tienen que torcer las cosas para que Starmer no se mude el próximo año a Downing Street.

La gran victoria la semana pasada en las elecciones parciales en el distrito escocés Rutherglen y Hamilton West alimentan incluso la esperanza de una mayoría holgada sin necesidad de coaliciones, algo poco corriente en Westminster por un sistema electoral que favorece las mayorías.

Ante el declive de los nacionalistas del SNP, los laboristas pueden recuperar el que en su día fue uno de sus grandes feudos. En las elecciones generales de 2010, con Gordon Brown al frente del partido, la izquierda británica se hizo con 41 de los 59 diputados que aporta Escocia al Parlamento de Westminster. En 2019, con el radical Jeremy Corbyn como líder, solo obtuvieron un diputado.

¿Por qué el Partido Laborista? Starmer quiere ahora que Reino Unido logre el mayor crecimiento económico sostenido del G7 para el final de su primer mandato (probablemente en 2029). Sus misiones también incluyen hacer del país una "superpotencia de energía limpia", con electricidad sin emisiones de carbono para 2030; reconstruir el Sistema Nacional Público de Sanidad (NHS), ahora en su mayor crisis; hacer que las calles "sean más seguras" mejorando la policía y el sistema judicial; y "derribar las barreras a las oportunidades" con reformas en educación y cuidado infantil. En cualquier caso, quedan aún importantes dudas sobre los finos detalles del 'starmerismo' porque no es hasta el próximo año cuando quiere revelar su agenda.

Algunas voces de su círculo aseguran que el político se muestra inquieto. La enorme ventaja de la que goza en las encuestas hace que las elecciones previstas para 2024 dependan más de los errores de los laboristas que de los aciertos del gobierno conservador de Rishi Sunak. Ahí surgen las primeras críticas. Starmer, aseguran esas voces, está yendo demasiado a asegurar el tiro, le falta osadía en sus propuestas

No obstante, este martes fue fácil perder la cuenta de las ovaciones que recibió ante un público entregado. "Haremos crecer cada rincón de nuestro país. Romperemos el dominio del declive conservador y caminaremos hacia una década de renovación nacional", matizó.

Con todo, la gran pregunta es si Starmer puede inspirar a todo el país en general. Aunque este martes subió al escenario al son de Lionheart de Tom Grennan, las últimas encuestas de Savanta muestran que los votantes están mucho más inclinados a describirlo como un tipo "aburrido". La frustración pública con los conservadores no equivale aún a un gran clamor por los laboristas. Y apenas queda un año para insuflar entusiasmo.

El líder laborista Keir Starmer estaba a punto de pronunciar su gran discurso este martes en la conferencia que el partido celebra en Liverpool cuando, en una impactante brecha de seguridad, un manifestante se ha abalanzado sobre él cubriéndolo con purpurina al grito de "la verdadera democracia está dirigida por los ciudadanos". El político no ha perdido la calma y después de que el activista haya sido sacado del escenario ha recalcado: "Si cree que eso me molesta, es que no me conoce. Protesta o poder: por eso hemos transformado nuestro partido". Esa es la clave de todo: convencer al electorado de que, tras más de trece años en la oposición, el laborismo ha realizado los cambios suficientes para merecer recuperar el poder.

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