Es noticia
La crisis perpetua del laborismo: ¿por qué nada consigue salvar la izquierda británica?
  1. Mundo
  2. Europa
Starmer y el declive

La crisis perpetua del laborismo: ¿por qué nada consigue salvar la izquierda británica?

Tan solo un año después de convertirse en el líder de la oposición más popular, Starmer podría verse ahora obligado a dimitir. Un símbolo más de la crisis que el laborismo atraviesa y que le aleja cada vez más del poder

Foto: El líder de los laboristas, Keir Starmer (Reuters)
El líder de los laboristas, Keir Starmer (Reuters)

Hay tres reglas básicas para cualquier líder de la oposición. La primera, no cometer ningún error de peso en las primeras intervenciones, durante la pequeña luna de miel que todos gozan tras ser elegidos. La segunda, no meter la pata durante la campaña de elecciones generales. Aunque no se ganen, una campaña digna puede garantizar el puesto. La tercera, no cometer ninguna estupidez en el largo periodo que transcurre entre la primera y la segunda regla.

El líder del laborismo británico Keir Starmer bordó la primera pauta. Nadie lo pone en duda. Tras ser elegido en abril de 2020, en plena pandemia, su estilo sosegado y elegante, con exámenes cuasi forenses en las sesiones del control al Gobierno, dejaban completamente descolocado al 'premier' Boris Johnson. Se convirtió en el líder de la oposición más popular desde los tiempos de Tony Blair en los noventa. Es más, la autora del exitoso 'Diario de Bridget Jones' tuvo incluso que desmentir que el personaje del apuesto abogado Mark Darcy (interpretado en las películas por Colin Firth) estuviera inspirado en él.

Foto: Boris Johnson, el primer ministro británico, frente a un gigante muñeco hinchable que lo representa. (Reuters)

Pero apenas un año después, su posición está en juego y todo el mundo da prácticamente por hecho que el laborismo perderá, por quinta vez consecutiva, los próximos comicios. Están previstos para 2024, pero, viendo que el viento sopla a su favor, Johnson los podría adelantar un año para garantizarse de nuevo la mayoría absoluta. Pese a que los 'tories' llevan ya once años en el poder, es como si el actual inquilino de Downing Street les hubiera rejuvenecido.

El problema con Starmer es que ha violado la tercera regla de oro. Su liderazgo no está en juego por haber cosechado malos resultados en las elecciones locales de mayo ni haber perdido el distrito de Hartlepool, un emblemático feudo del Muro Rojo del norte de Inglaterra que los laboristas tenían en su poder desde 1974. Lo que realmente ha puesto en peligro su posición dentro del partido es su equivocada decisión de querer llevar a cabo de inmediato una reestructuración de su 'gabinete en la sombra' sin sopesar las consecuencias.

Luchas intestinas

“El laborismo cosechó en las últimas generales los peores resultados desde 1935. Estaba claro que Starmer lo tenía complicado. Pero tras los resultados de estas últimas locales y lo que ha pasado con Hartlepool se debía reflexionar y recapacitar. Lo de intentar cambiar al equipo fue una gran estupidez. Entre otras cosas, porque no tomó en cuenta que hay otros más populares que él”, asegura a El Confidencial una fuente del entorno laborista.

Starmer subestimó a su número dos, Angela Rayner, y la única razón por la que abortó sus planes fue porque le advirtieron que ella podría responder con un 'golpe de estado' para derrocarlo, ya que tenía el apoyo suficiente para plantarle cara.

Desde que fueron elegidos como primero y segundo del laborismo, Starmer y Rayner han formado una de las parejas más extrañas de Westminster. Él (58 años), un reputado abogado en derechos humanos, educado en el selecto Oxford, siempre engominado. Ella (41 años), una trabajadora de servicios sociales que dejó la escuela a los 16 años tras quedarse embaraza, con un tatuaje en la pierna que luce con el mismo orgullo que sus zapatos con plataformas. Se convirtió en abuela a los 37 años. Él apenas lleva seis años formalmente en política. Ella lleva prácticamente toda su vida ligada a los sindicatos, con enorme poder en la formación. Por cierto, Rayner tiene el número de Sarmer registrado en su teléfono como “Mr. Darcy”, en referencia al 'Diario de Bridget Jones'.

Tras estrepitosa derrota cosechada con Jeremy Corbyn (representante de la izquierda más radical), las bases consideraron que la extraña pareja podía ofrecer un buen balance. Aunque, al igual que pasó con Boris Johnson, Starmer fue elegido como líder no porque tuviera un grupo fuerte de leales en su partido, sino porque los parlamentarios laboristas lo veían como la mejor vía de ganar los próximos comicios.

Foto: El candidato laborista Jeremy Corbyn. (Reuters) Opinión

“De momento se mantiene en el cargo. Pero si el laborismo no mantiene su escaño en las próximas by-election de Batley and Spen, no creo que sobreviva políticamente”, señalan fuentes cercanas al partido. Los comicios parciales en este distrito que tradicionalmente ha votado por la izquierda tendrán lugar el próximo mes de julio.

Unas nuevas primarias podrían debilitar aún más a la formación. Pero las fuentes consultadas las ven “inevitables”, ya que dan por hecho que habrá más de un candidato. Aparte de Rayner, otro de los nombres que suena con fuerza es el de Andy Burnham, el popular alcalde de Greater Manchester. Se presentó ya a las primarias de 2010 y 2015. No ganó porque le consideraban “demasiado a la izquierda”. Pero a la tercera podría ser la definitiva. Nunca es tarde para los perseverantes. Ahí está el ejemplo de Joe Biden.

“Las cosas serían ahora distintas si hubiera ganado las primarias de 2015”, recalcó recientemente Burnham. “Si el Partido Laborista, después de no haberme elegido en dos ocasiones, llega a un punto en el que considera que, tal y como han evolucionado las cosas, yo soy la mejor opción, me presentaré para liderarlo”, añadió.

placeholder (EFE)
(EFE)

De momento, el panorama no pinta bien para Starmer. Según las encuestas, de celebrarse ahora elecciones generales, la mayoría absoluta conservadora aumentaría de 80 a 122. Los índices de aprobación del laborismo han caído a mínimos y un tercio de los que votaron por la formación en 2019 piden ahora la dimisión del actual dirigente. Con todo, tras la catástrofe de 1983, bajo Michael Foot, el laborismo supo reinventarse por lo que ahora podría resurgir también de sus cenizas. Aunque el problema de fondo, va más allá del líder.

Las fuentes consultadas consideran que, en general, “los partidos social demócratas de Europa han sufrido una caída en las últimas décadas ya que el sector industrial, donde se encontraban la mayoría de los votantes, se ha transformado en el sector servicios”. “En las fábricas teníamos los votantes y los sindicatos y esa conexión con la base se ha perdido. Tenemos que reinventarnos”, matizan.

Según las encuestas, de celebrarse ahora elecciones generales, la mayoría absoluta conservadora aumentaría de 80 a 122.

En esta línea, en un ensayo publicado en `The New European´, el analista Peter Kellner señala que el votante laborista típico ya no es un sindicalista obrero que trabaja en una mina, astillero, acería o fábrica. La “conexión emocional” con el laborismo, construida en ciudades de una sola industria y reforzada por clubes de trabajadores y ramas sindicales activas no volverá. Los “colectivistas obreros”, dice el veterano periodista y experto en sondeos, constituyen ahora menos del 3 por ciento del electorado. Sin embargo, gran parte de la izquierda todavía vive en un mundo de fantasía anterior al milenio en el que no suena ridículo dirigirse a sus colegas como “camarada”.

Alex Niven, profesor de Newcastle University, considera que el laborismo debería centrarse ahora en los suburbios y pueblos más pequeños del noreste, donde los trabajadores más jóvenes y las familias ya se están reubicando en busca de viviendas más baratas, manteniendo el apoyo del partido en las grandes ciudades. “Es en este grupo demográfico más nuevo del siglo XXI en el que el laborismo debe seguir depositando su confianza, no en una visión obsoleta y sin imaginación de un Muro Rojo del norte de Inglaterra que ya no existe”, señala.

La 'tercera vía'

Por su parte, el que fuera primer ministro Tony Blair, que llevó al laborismo a sus días de gloria con la llamada `Tercera Vía´ ha publicado esta semana en New Stateman un análisis demoledor del eclipse de centro izquierda cuya conclusión es la siguiente: “el Partido Laborista necesita una deconstrucción y reconstrucción total”.

Su artículo señala tres puntos clave. Primero, el laborismo carece de un mensaje económico convincente: cuando la derecha está dispuesta a gastar “lo que sea necesario” -tal y como ha manifestado el ministro del Tesoro Rishi Sunak, para la recuperación de la pandemia- el mensaje laborista de austeridad conservadora parece obtuso. En segundo lugar, la izquierda tiene poco o nada que decir sobre la revolución tecnológica. Dos de las ocupaciones más comunes entre los votantes laboristas, la venta al por menor y el transporte, serán transformadas por robots e inteligencia artificial. Sin embargo, el partido se contenta con dejar que Mark Zuckerberg y Nick Clegg definan el futuro digital. En tercer lugar, condena la débil respuesta de la izquierda a los movimientos basados en la identidad como `Black Lives Matter´ y `Extinction Rebellion´. Blair considera que el laborismo, en particular, ha adoptado sus consignas de forma “acrítica e irreflexiva”.

Hay tres reglas básicas para cualquier líder de la oposición. La primera, no cometer ningún error de peso en las primeras intervenciones, durante la pequeña luna de miel que todos gozan tras ser elegidos. La segunda, no meter la pata durante la campaña de elecciones generales. Aunque no se ganen, una campaña digna puede garantizar el puesto. La tercera, no cometer ninguna estupidez en el largo periodo que transcurre entre la primera y la segunda regla.

Joe Biden Tony Blair Inglaterra Reino Unido Partido Conservador Británico Nick Clegg