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"Fomentar la natalidad es un derroche, a veces un crimen, y no ha funcionado nunca"
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Entrevista a julio pérez

"Fomentar la natalidad es un derroche, a veces un crimen, y no ha funcionado nunca"

Propone una visión distinta sobre las propuestas natalistas. Dice que no son nuevas, ni efectivas, y que han justificado monstruosos experimentos de ingeniería social que no deberíamos repetir

Foto: El sociólogo e investigador del CSIC, Julio Pérez. (Cedida)
El sociólogo e investigador del CSIC, Julio Pérez. (Cedida)
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Julio Pérez Díaz (1960) es uno de los demógrafos españoles con más publicaciones científicas. Es investigador del CSIC, además de especialista en envejecimiento y política demográfica. Autor del blog divulgativo 'Apuntes de Demografía', su línea principal de trabajo son los cambios sociodemográficos globales. Lleva años viendo con preocupación el retorno de las teorías "catastrofistas" sobre la evolución de la población, así como el regreso de propuestas para fomentar la natalidad que se creían "tan extinguidas como los dinosaurios". Hablamos con la excusa de su última publicación, un libro coral titulado 'La coartada demográfica' (Icaria).

PREGUNTA. Antes de empezar, creo que sería bueno explicar de qué estamos hablando cuando hablamos de natalismo.

RESPUESTA. Es una ideología basada en la convicción de que el número de nacimientos no es suficiente para sostener el Estado o la economía. Actualmente, está muy asociado al nacionalismo.

P. ¿Es una ideología reciente?

R. Bueno, como concepto lleva ahí desde tiempos inmemoriales, asociado al auge de las religiones y los estados. En el caso del cristianismo se apelaba a la Biblia. Creced y multiplicaos. Pero en aquel entonces las poblaciones se entendían de otra manera. Estaban enraizadas en su territorio. Y el poder te lo daba el dominio del territorio. Cuando llegamos al absolutismo, el poder del monarca es el de sus alianzas. No hay un concepto claro de nación detrás de esas monarquías. Pero es en esa época cuando la población empieza a convertirse en un factor importante y surge la idea de acrecentarla. Entre otras cosas por el factor colonial.

"La colonización le dio mucha importancia a la población como herramienta de poder"

P. ¿Por el factor colonial?

R. Sí. En Francia hay un ministro de Economía en el siglo XVII, Jean Baptiste Colbert, que hace una enunciación sobre la idea de que gobernar es poblar. En el sentido más literal de la palabra: conceder carta puebla a algún gerifalte para que instale familias allí donde no hay nada. El rey daba permiso para montar una administración y para crear una población. Y esa era la cruz y la espada de las colonias. Esto eclosiona con el Imperio español. Después, en el siglo XIX, hasta el último mono aspira a tener un imperio. Y ahí se le empieza a dar mucha importancia a la población como herramienta de poder.

P. ¿Surge así el natalismo?

R. Durante esta fase, que podemos llamar poblacionismo, la población es una herramienta de la economía. Se piensa en términos de mano de obra. Adam Smith es uno de los pensadores que se invoca en los libros de historia de la demografía. Y se hace precisamente por esas ideas. Es un economista clásico que lo que hace es meter la población como factor de producción en sus ecuaciones. Incluso Malthus, si quieres, está pensando en la población en esos términos.

P. Y entonces llega el estado nacional…

R. La aparición del estado nacional, que ya no basa la soberanía del que gobierna en un mandato de Dios, modifica radicalmente las cosas. La soberanía pasa a ser de la nación. Y ahí ya entra de lleno la importancia de la población como factor de gobierno, porque ya no es solo una herramienta. Pasa a ser la base del estado. Por muy falaz que sea el concepto de nación, que no es más que un invento, surge de las revoluciones burguesas y funciona muy bien porque es la palanca para levantar al pueblo en armas. Es un factor cohesivo y de poder muy grande.

"Los primeros teóricos decían que, si controlas la descendencia, controlas a la población"

P. ¿Qué más cosas cambian en esos años?

R. A finales del siglo XIX, aparece un señor llamado Charles Darwin, que por primera vez empieza a propagar la idea de que las poblaciones no son simplemente rebaños de almas que hay que pastorear. Con Darwin la población aterriza de lleno en el mundo material. Y las cosas materiales se pueden modificar mediante políticas. Así que los estados concluyen dos cosas: que su poder se fundamenta en la población y que esa población se puede moldear, en cantidad y calidad. El eufemismo empieza con Francis Galton, con la idea de que si controlas quién se reproduce y quién tiene hijos, controlas toda la sociedad. Si controlas la descendencia, puedes controlar la población. Esta es la manifestación más retrógrada, porque hay otras.

Foto: EC.

P. ¿Cuáles?

R. Hay otra más progre, digamos. La idea de la puericultura, el reformismo social de la educación del siglo XIX, de mejorar a la población y cuidarla más para que tu fuerza humana sea más capaz. En cualquier caso, a finales del XIX y principios del siglo XX ya empiezan a aparecer políticas demográficas como las conocemos hoy. Por primera vez los estados se plantean modificar a sus poblaciones a gran escala, como un recurso productivo más.

P. Se me ocurren muchos ejemplos de países que han hecho políticas demográficas de un signo y del contrario, incluso en intervalos. Desde la Alemania de Hitler a la URSS de Stalin, a la Rumanía de Ceaucescu, a la Hungría de Orbán, a la India de Indira Ghandi…. Pero no sabría decir cuál fue el primer gran experimento. ¿Alguien lo hizo por primera vez a gran escala?

R. En el ámbito teórico, el caso francés es pionero. Es lógico porque son los primeros en crear un Parlamento, con tres poderes y tal. El pueblo francés es soberano y además tiene en contra al resto de estados de Europa. Por eso el natalismo francés es el paradigma, porque lo ligan mucho al poderío militar. Necesitan gente para preservar esta nueva forma de gobierno nacional. Están muy asustados, fundamentalmente por los alemanes. A finales del XIX se crea un lobby en el Parlamento francés que se llamaba la Alianza para el Crecimiento de la Población y que era transversal a todas las bancadas políticas. Llegó a tener prerrogativas importantes dentro de la defensa, dentro de la educación. Fue muy poderoso. La propaganda natalista entró a formar parte del Estado. Y siempre con esta orientación nacionalista y patriótica. Irrumpe ya el nacionalismo ligado al fomento de la natalidad de modo muy claro.

"Quienes defienden las tesis natalistas en España repiten a los viejos teóricos franceses"

P. ¿Son los únicos?

R. La idea recorre toda Europa y el tema de la población se convierte en un crucial por muchos motivos. En el Reino Unido, deciden que necesitan británicos blancos, básicamente, para gobernar el Imperio. Miran más la calidad que la cantidad de su gente. Su manera de administrar las colonias está muy ligada a esto. Ellos lo que hacen es comerciar y montar algún destacamento de soldados, pero no hay mestizaje. Y esto tiene que ver con esta ideología, que en Reino Unido siempre fue muy clasista. Por esto digo que el caso francés es claramente el precursor de todo el pensamiento natalista moderno. Si miras ahora a quienes defienden las tesis natalistas en España, todos citan a los santos padres franceses. Es exactamente el mismo ideario.

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P. ¿Qué políticas hicieron? ¿Lograron disparar la natalidad?

R. ¿Quién ha conseguido aumentar drásticamente la natalidad? Nadie puede, ni siquiera Francia, que ha invertido unas cantidades de dinero ingentes. Lo más curioso es que estas experiencias no desaniman a nadie, a pesar de que hay una cantidad apabullante de experimentos fallidos. Son como los dinosaurios de Jurassic Park, ideas que creíamos extinguidas y que ahora las están recuperando mediante algo así como injertos genéticos.

P. ¿Ni siquiera los experimentos natalistas más salvajes lograron revertir tendencias? Ceaucescu prohibió los abortos, restringió los anticonceptivos y movilizó fuerzas coercitivas, no solo políticas de fomento de la natalidad. ¿Tampoco logró nada?

R. Si solo hubiese sido el aborto... Hizo cosas como instaurar inspecciones ginecológicas en las fábricas a todas las mujeres casadas para comprobar que no estaban poniendo barreras al embarazo. Prohibió la venta y tenencia de anticonceptivos. Ni siquiera era legal hablar de técnicas rudimentarias para evitar el embarazo en conversaciones privadas. Fue muy, muy salvaje. Hay una corriente muy curiosa que aparece siempre y que se empezó a popularizar a finales del XIX, un pensamiento médico popular que se llamaba higienismo. Se trataba de observar la salud desde una perspectiva pública. No se trataba solo de sanar, sino de moldear la sociedad. En España, uno de los exponentes más ilustres fue Ildefonso Cerdá, el padre arquitectónico de Barcelona.

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P. ¿Era uno de los natalistas progres, como decías antes?

R. En España, el tradicionalismo tardó todavía mucho en entender la noción francesa de estado. Así que los primeros natalistas, en su mayoría, eran más bien de izquierdas. Trajeron ideas muy naive sobre el estado protector, el estado bueno que fomenta la natalidad ayudando a las familias. Algunos no tenían ninguna pretensión de que el Estado aumentase la natalidad, sino que estaban pensando más bien en tratar mejor a la gente. Mientras, los conservadores estaban asustados por lo que pensaban que podía ser una inflación de clases bajas y obreras que acabasen montando una revolución. Un miedo que después de 1917 se incrementó mucho, claro. Después de las revoluciones burguesas vienen las de obreros, campesinos, mineros… No se acaba nunca. Había muchas conversaciones de salón y club social con señores ilustres muy asustados porque los chinos crecían muy deprisa y también porque los obreros crecían muy deprisa. Ninguna de estas cosas son nuevas. Todo deriva en una suerte de obsesión demográfica. De hecho, las primeras políticas sanitarias tienen que ver con los intentos de aumentar la población.

"Es una obsesión que están resucitando ahora gente como Meloni, Órban, Abascal..."

P. Si se muere menos gente, hay más gente. Este es el razonamiento, ¿verdad? Pero no ha salido precisamente así.

R. No solo eso. Es la época en la que se crean los sistemas de seguridad social en Alemania o Francia. La idea es que la natalidad iba a mejorar si tú ayudas a las familias y les das una estabilidad. Sobre todo a las familias más azotadas por la guerra o la crisis. Curiosamente, tenían razón de manera indirecta porque aumentó el número de habitantes. Pero no por natalidad, sino porque ya no se morían tanto. Esto en absoluto les parecía satisfactorio a los natalistas y a los gobernantes, porque estaban obsesionados con encontrar una relación unívoca y directa entre nacimientos y población. Había una ceguera, una especie de obsesión por la natalidad, que es la que se está resucitando ahora con gente como Meloni, Órban, Abascal… Se han obsesionado con que hay que tener hijos húngaros o españoles o italianos. Es un derroche, a veces un crimen, y no ha funcionado nunca. Lo venden como un problema nuevo, pero es muy, muy antiguo. Y siempre ha estado ligado a formas de nacionalismo o racismo.

Foto: Imagen: EC Diseño.

P. ¿De racismo también?

R. Si, claro. Y ya no es un racismo a pie de calle, de que alguien te mire peor o mejor por el color de tu piel. Es que es el Estado el que lo fomenta y lo establece como base política. La obsesión por la defensa nacional, la obsesión por mantener el poder de un grupo de gente frente a otras poblaciones y también frente a otras razas. Los alemanes exterminaron a millones de personas en base a estas ideas. Personas que además eran alemanas.

P. Pero dime si alguien ha conseguido revertir la tendencia, aunque fuera durante un periodo.

R. El número de hijos por mujer en Europa no ha dejado de caer desde la Revolución Francesa. Jamás. Ni siquiera durante el baby boom. Francia ha hecho de todo. Durante el régimen de Vichy instauró uuna ley con todo tipo de protecciones sociales para las familias, con sanidad, subsidios, protección, vivienda. Es una cosa que se arrastró durante 20 o 30 años después. Pues nada. De hecho, la reconstrucción de Francia tras la II Guerra Mundial necesitó de mucha mano de obra extranjera, por ejemplo española o argelina. Y esto es porque sus esfuerzos para aumentar la natalidad nunca dieron fruto y su fecundidad siempre ha sido una de las más bajas del mundo. España pasó a Francia por la izquierda tiempo después porque el proceso aquí fue vertiginoso.

Foto: Paul Morland. (Cedida)

P. Perdona que insista pero, ¿ni siquiera le funcionó a Ceaucescu?

R. El primer año de medidas salvajes efectivamente aumentó el número de nacimientos. Al segundo año volvió a caer en picado porque la gente aprendió cómo saltarse las restricciones. Aquellos años fueron muy convulsos en todos los países del Este. No solo Rumanía. En la Unión Soviética se intentó algo parecido bajo Stalin. Hubo un giro en la concepción del poder del Estado y en relación con la demografía, un giro muy radical respecto al marxismo ortodoxo.

P. Porque el marxismo ortodoxo no era natalista, claro.

R. Claro, Marx escribe sobre Malthus y le contradice expresamente. Refuta que vaya a crecer exponencialmente la población y los recursos. Su objeción es que hay que hablar de distribución de la riqueza, no de población. También Lenin es muy ortodoxo. Los primeros años de la URSS lo son. Pero luego Stalin cambia el guión. Vienen años muy duros en muchos sentidos y además la tasa de fencundidad cae en picado y le entran las prisas.

"Se aplicó todo el salvajismo del Estado para llevar a cabo las ideas más peregrinas"

P. Hay grandes obras de ingeniería social en esos países, ¿no?

R. Una de las más frecuentes fue aumentar la población urbana, que se consideraba un signo de progreso. Para ello se intentó vaciar los pueblos, muchas veces por la fuerza, arrasándolos con excavadoras, por ejemplo. En Rumanía se destruyeron infinidad de iglesias medievales así. Tiraban las casas tradicionales y construían bloques de cemento horrorosos en las ciudades. Todo el salvajismo del Estado aplicado a las ideas más peregrinas. Pero volviendo al hilo, Ceaucescu no solo no logró aumentar la natalidad, sino que en los dos únicos años que logró elevarla haciendo salvajadas nacieron miles de jóvenes de familias desestructuradas. Fueron ellos, precisamente, los que acabaron levantándose y matándo a Ceaucescu y a su mujer.

Foto: Vehículo aéreo Albatross en Taiwán. (EFE/Ann Wang) Opinión

P. Vamos a algún ejemplo menos extremo. A los países nórdicos, por ejemplo.

R. Vale, el famoso modelo socialdemócrata nórdico. Ellos pusieron en marcha medidas que se han extendido por todo el mundo, como las bajas de maternidad y paternidad prologadas. Surgen los primeros intentos de conciliar vida familiar y laboral. Ayuso cuando habla de natalidad suele usar los conceptos y frases de la socialdemocracia sueca, que no deja de tener su gracia. Todo aquello empezó con la emigración masiva de suecos y la descomposición de la economía agraria tradicional. La natalidad empieza a popularizarse gracias al trabajo de un matrimonio, Alva y Gunnar Myrdal, que llegaron a ganar un premio Nobel. Ellos sentaron las bases en un libro que describe las políticas que ahora todos quieren hacer suyas. La paradoja es que, hasta prácticamente los años 90, la fecundidad sueca fue de las más bajas del mundo porque esas medidas tampoco funcionaron.

"Venimos de un mundo en el que la mitad de los que nacían se morían antes de cumplir 15 años"

P. El verdadero cambio, paradójicamente, no se ha logrado fomentando la natalidad, sino reduciendo la mortalidad.

R. Ese sí ha sido un cambio revolucionario. Porque además afecta a la mortalidad y al propio concepto de reproducción. Cuando cae la mortalidad infantil, esto significa que la mayoría de los niños que llegan al mundo consiguen sobrevivir. Una persona que hace varias décadas moría al nacer ahora dura 90 o 100 años. Es decir, durante todo ese tiempo, el planeta tiene un habitante más. El efecto es explosivo, pero las tasas de fecundidad no sirven para medirlo porque nacen los mismos niños, o menos. Ten en cuenta que veníamos de un mundo en el que la mitad de los que nacían morían antes de cumplir 15 años.

P. La ingeniería de la natalidad se usó mucho en sentido contrario: para reducir el número de hijos. La más conocida es la política del hijo único China, pero se hizo en muchos otros sitios de manera generalizada, como en India, con las esterilizaciones forzosas de Indira Ghandi.

R. Es paradójico porque esas teorías procedían de EEUU, pero en Occidente no tuvieron recorrido. Son políticas malthusiana que se aplicaron a nivel internacional, sobre todo en Asia, porque es allí donde Estados Unidos veía un mayor riesgo de superpoblación tras la Segunda Guerra Mundial. El comunismo empieza a avanzar en Asia y los norteamericanos buscan cortar la raíz del problema, evitar que nazcan millones de niños que acaben siendo campesinos u obreros pobres que se sumen a revueltas comunistas.

Foto: Desfile durante la fiesta de la Hispanidad en Madrid. (EFE/Fernando Villar) Opinión

P. Esta idea no la había oído nunca, la verdad.

R. En tiempos del Plan Marshall en Europa, Eisenhower crea el Comité Draper. El teniente coronel Draper consulta a expertos demográficos de la época y llegan a la conclusión de que en Asia va a haber un aumento explosivo de la pobreza, o lo que es lo mismo, de la población. Se convierte en un asunto muy discutido para los economistas de los años 40. Cuando acaba la II Guerra Mundial, deciden quemar etapas en Asia, hacer la transición de una sociedad rural a una urbana de golpe para que no ocurra como había ocurrido en Rusia. Les parece muy peligroso que el crecimiento de la población asiática se esté desmadrado, porque lo asocian al aumento de la pobreza, a la imposibilidad de desarrollo.... y a la revolución.

P. ¿Y entonces?

R. En 1945, en un congreso que montan los norteamericanos para debatir la distribución de los excedentes alimentarios, aparece un demógrafo llamado Frank Wallas que presenta un trabajo sobre la transición demográfica, que es una simple extrapolación de que lo que había sucedido en Europa. Se cree que la mortalidad va a bajar mucho por causas exógenas, porque vamos a ir los occidentales a llevar vacunas y nuevas técnicas agrarias. Al mismo tiempo, se piensa que la fecundidad allí no va a bajar, que los asiáticos van a seguir teniendo muchos hijos siempre a no ser que hagamos algo. Así que se decide que hay que reducir su fecundidad y se decide que, a la vez que se envían tropas, se pongan en marcha programas de planificación familiar salvajes.

"Llegaban, montaban una fiesta, y cuando estaban borrachos esterilizaban a las mujeres"

P. Pero China ya era comunista. ¿Cómo llegaron allí estas teorías? ¿Con la restitución de las relaciones con Deng Xiaoping?

R. Se ponen en marcha en 1979, después de la primera visita de dirigentes del Partido Comunista Chino a Estados Unidos. Les llevan a ver las plantas de Coca-Cola, a ver la NASA pero también a visitar centros de estudios demográficos, los mismos que asesoran las políticas de control del régimen indio. La gran diferencia es que China lo impone de manera homogénea, mientras que los indios lo hacen de manera heterogénea, por estados, porque es un estado mucho más variado. Al final, Indira Gandhi tuvo que salir del país por patas porque se le venía encima un golpe de Estado causado en parte por estas políticas. Hicieron salvajadas como llegar a un pueblo, montar una fiesta, y cuando estaban todos borrachos esterilizaban a las mujeres. O las dejaban infértiles sin avisar después de su primer parto. Se ha hecho también en Perú con Fujimori, en Filipinas con Marcos, en Indonesia con Suharto… En muchos sitios. A veces a cambio de ayuda humanitaria de USAID.

Foto: Xi Jinping. (Reuters/Gianluigi Guercia) Opinión

P. Se suele considerar que estos programas fueron efectivos, aunque inhumanos, pero no está tan claro, ¿no?

R. Los chinos siguen convencidos de que a ellos sí les funcionó porque es verdad que la fecundidad bajó muchísimo. Pero si revisas el gráfico con la evolución de la fecundidad china y la vietnamita, te das cuenta de que es prácticamente igual. Sin embargo, en Vietnam no impuso ninguna medida. Y creo que son dos regímenes comparables.

P. Ahora ya no hay restricciones y esos países tienen el problema contrario. Están intentando elevar la natalidad.

R. El mundo se iba a acabar por culpa de que crecían deprisa y ahora la mayoría tienen una fecundidad bajísima. Desde los ayatolás en Irán al Partido Comunista Chino, ahora todos quieren volver a meter a la mujer en casa para recuperar las tasas de fecundidad contra las que estaban luchando hace nada. Las mismas fórmulas fallidas por todo el planeta, una y otra vez.

"España empezó el siglo XX con la peor esperanza de vida de toda Europa"

P. ¿Y en España?

R. España estuvo siempre en el vagón de cola en sus transiciones demográficas. En cuanto a mortalidad y en cuanto a natalidad. El siglo XX lo empezamos con la peor esperanza de vida de toda Europa. Hay algunos años en los que logramos converger, luego vino el desastre de la Guerra Civil y la posguerra. El gran boom llegó con las reformas económicas de los años 50 y cuando el país finalmente se industrializa en los 60. Pero las políticas natalistas del régimen no tienen mucho impacto, porque también existían años antes y no habían logrado nada. Es el desarrollo lo que trae los cambios. En los 60 tuvimos un ritmo de crecimiento económico superior al de Japón. Ese petardazo es el que provoca el boom de la población, que no es un boom por aumento de la fecundidad, sino por aumento de nupcialidad. Después de años de penurias, las parejas tienen dinero para irse a vivir juntas. Enseguida tienen niños y no se les mueren porque ya hay una sanidad más robusta. Pero no tiene nada que ver con las políticas de natalidad del franquismo, que no sirvieron de nada.

Foto: Viajeros llegando al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas. (EFE/Fernando Villar)

P. Ha habido otros intentos recientes, como el cheque bebé de Zapatero.

R. El cheque bebé ya es una respuesta a la crisis financiera, uno de los primeros reconocimientos de que estábamos en crisis. Se lanza como una respuesta a los problemas que hay para dinamizar el mercado. Aunque retóricamente se justificase como un intento de fomentar la natalidad, eso era lo de menos.

P. Algunas de las cosas que se han puesto en marcha en España están inspiradas en Francia. Allí hay ahora un debate sobre las políticas de natalidad porque un porcentaje enorme de las ayudas se las llevan las familias a las que la mayoría de los natalistas quieren combatir: las familias inmigrantes, generalmente africanos.

R. Eso es exactamente así. Si te pones a mirar los premios nacionales de natalidad por departamento, te darás cuenta de que la mayoría de los apellidos son africanos, musulmanes casi todos. Claro, la extrema derecha francesa hace mucho tiempo que puso el grito en el cielo por esto.

Julio Pérez Díaz (1960) es uno de los demógrafos españoles con más publicaciones científicas. Es investigador del CSIC, además de especialista en envejecimiento y política demográfica. Autor del blog divulgativo 'Apuntes de Demografía', su línea principal de trabajo son los cambios sociodemográficos globales. Lleva años viendo con preocupación el retorno de las teorías "catastrofistas" sobre la evolución de la población, así como el regreso de propuestas para fomentar la natalidad que se creían "tan extinguidas como los dinosaurios". Hablamos con la excusa de su última publicación, un libro coral titulado 'La coartada demográfica' (Icaria).

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