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La anomalía de España: ya es más habitual tener el primer hijo con 38 que con 27 años
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Radiografía de la natalidad

La anomalía de España: ya es más habitual tener el primer hijo con 38 que con 27 años

La natalidad es uno de los mayores problemas de España, pero lejos de mejorar, sigue empeorando. El primer hijo se retrasa cada vez más, lo que acorta drásticamente la ventana de fertilidad

Foto: El primer hijo. (Europa Press/Carlos Luján)
El primer hijo. (Europa Press/Carlos Luján)
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En los años setenta la edad más habitual para tener el primer hijo eran los 23 años y era más habitual que las mujeres tuviesen su primer hijo con 18 años que con 30. Medio siglo después tener el primer hijo antes de los 25 años es casi un acontecimiento histórico. La maternidad se sigue retrasando, hasta el punto de que ya es más habitual que las mujeres españolas tengan el primer hijo con 38 años que con 27 años. Esto sólo ocurre en otro país de Europa: Irlanda.

El problema de la natalidad en España fue diagnosticado hace años, sin embargo, no se ha hecho nada por revertir la tendencia. Ni siquiera por frenarla. Los últimos datos de Eurostat publicados este jueves y correspondientes al año 2022 muestran que España es el país europeo con los peores indicadores de natalidad. Si esto se suma a que es uno de los países con mayor esperanza de vida, el resultado es que España está condenado a ser un país envejecido durante décadas.

España es el país de la eurozona con más madres primerizas a partir de los 39 años. En el año 2022 casi 17 de cada 1.000 mujeres tuvieron su primer hijo con 39 años, un 40% más que en el conjunto de la eurozona. Pronto será más habitual tener el primer hijo con 40 años que con 25. Este retraso de la maternidad condena a España a seguir profundizando en la caída de las tasas de fertilidad, y eso que ya es el peor país de Europa.

El retraso de la maternidad, sea la causa que sea, conlleva dos problemas. El primero es que la gestación se complica con la edad, lo que da como resultado que muchas mujeres tengan dificultad para ser madres si empiezan a intentarlo a edades avanzadas. El segundo es que se acorta la ventana de fertilidad de las mujeres, lo que complica que puedan tener el número de hijos que desean.

La única esperanza que existe a corto plazo para revertir este retraso es la llegada de inmigrantes de los últimos años. Los inmigrantes tienen sus hijos antes y también tienen más (en buena medida, por empezar antes). El 'boom' del empleo que ha vivido España desde 2022 ha acelerado la llegada de población extranjera, lo que seguramente modere la caída de la natalidad. Pero, a largo plazo, los inmigrantes tienden a adoptar los patrones de natalidad de los nacionales, ya sea por absorción de sus preferencias sociales y culturales o por la adaptación a la economía del país. Los demógrafos coinciden en señalar que la inmigración puede ser un parche temporal para el problema de la natalidad, pero en ningún caso es una solución válida a medio y largo plazo.

¿Qué está pasando?

En España se han estudiado en infinidad de ocasiones las causas que están detrás del retraso en la edad de maternidad y se han diagnosticado muchas recetas. Sin embargo, no se ha apuntado con la misma intensidad el hecho de que retrasar la maternidad determina drásticamente el tamaño de las familias. Las estadísticas muestran que los años perdidos no se recuperan y las tasas de natalidad no crecen lo suficiente a partir de los 35 años como para compensar los hijos que no se tuvieron previamente.

En España la edad más habitual para tener hijos son los 34 años, tres años más tarde que en el conjunto de Europa. En 2022 nacieron 83 niños por cada 1.000 mujeres de esta edad. Sin embargo, ese pico de España también fue inferior al número de hijos registrados en Europa de mujeres de esa edad, con algo más de 91 nacimientos. Este pico de nacimientos de España está muy lejos del de Europa que se produce a los 31 años, con casi 108 nacimientos por cada 1.000 mujeres, como se observa en el siguiente gráfico.

Las tasas de fertilidad de España superan a las del conjunto de la eurozona a partir de los 36 años, sin embargo, a partir de esas edades ya no hay margen para recuperar el tiempo perdido. El número de nacimientos se reduce drásticamente a partir de esos años de forma natural, porque las posibilidades de concepción se van reduciendo de forma abrupta.

Esto significa que el retraso de la maternidad, voluntario o involuntario, determina también el número de hijos que puede tener cada familia. Una encuesta de fertilidad realizada en el año 2018 por el INE reflejó que casi el 20% de las mujeres de más de 40 años que tuvieron menos hijos de los deseados fue por motivos naturales. Esto es, no pudieron tener los hijos que hubiesen querido.

Foto: Imagen de una familia en Oviedo. (EFE)

Esto significa que la existencia de barreras que retrasan la maternidad tiene profundas implicaciones en el tamaño de las familias. A nivel país, retirar estos obstáculos sería una de las políticas más efectivas para fomentar la natalidad. Es cierto que el retraso de la maternidad tiene profundas causas sociales y culturales, pero también existen motivos económicos que se podrían priorizar. Desde el punto de vista de la política, eliminar estas barreras sería la mejor vía para promover la natalidad.

La encuesta del INE de fecundidad del año 2018 muestra que hasta los 30 años la gran mayoría de las mujeres no quiere ser madre de forma voluntaria. Casi el 62% de las jóvenes entre 25 y 29 años sin hijos no los tenían porque no los querían o porque no habían encontrado la pareja adecuada. Pero también había un 21% que estaba retrasando la maternidad por razones económicas y un 21% adicional lo hacía por no poder conciliar la maternidad con el trabajo. Actuando sobre estas dos causas se podría adelantar la edad del primer hijo y, en extensión, aumentar el tamaño de las familias.

Una de las causas que están detrás de los pobres datos de natalidad de España es la ausencia de ayudas a las familias. España es el país de la eurozona que menos recursos públicos destina a la infancia y las familias. Según los últimos datos del gasto por funciones, correspondientes al año 2022, España destinó apenas el 2,1% del gasto público a ayudas a estos hogares, el dato más bajo de toda la eurozona y casi un 40% menos que el conjunto de países del euro.

España también está a la cola en ayudas si se comparan con el PIB: las transferencias sociales a la infancia y familias apenas alcanzaron el 1% del PIB, el dato más bajo de Europa y muy lejos del 1,7% del conjunto de países del euro.

En paralelo, los problemas de acceso a la vivienda se van acumulando sin que se haya adoptado ninguna medida efectiva para frenarlos. La escalada de los precios coincide con unos años de baja inversión pública en vivienda, situando a España entre los últimos puestos de Europa en esta partida.

El abandono sistemático de los jóvenes y de las familias provoca que las tasas de pobreza infantil de España estén entre las más altas de Europa. Para muchos jóvenes, la aventura de la maternidad implica bordear, o entrar de lleno, en la pobreza. Una aventura a la que no quieren condenar a sus hijos, por lo que deciden retrasar la llegada del primer hijo con la esperanza de que su situación mejore en el futuro. O de que algún gobierno se ocupe de la natalidad.

En los años setenta la edad más habitual para tener el primer hijo eran los 23 años y era más habitual que las mujeres tuviesen su primer hijo con 18 años que con 30. Medio siglo después tener el primer hijo antes de los 25 años es casi un acontecimiento histórico. La maternidad se sigue retrasando, hasta el punto de que ya es más habitual que las mujeres españolas tengan el primer hijo con 38 años que con 27 años. Esto sólo ocurre en otro país de Europa: Irlanda.

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