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La pobreza se viste de joven: menos salarios, más precariedad y sin vivienda
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INFORME DE LA FUNDACIÓN BBVA-IVIE

La pobreza se viste de joven: menos salarios, más precariedad y sin vivienda

Tres perfiles definen a la juventud. La que está independizada de sus padres vive en hogares con una renta inferior en un 15% a la media, sus condiciones laborales son peores y, por último, el acceso a la vivienda es una quimera

Foto: Foto: Europa Press/Gustavo Valiente.
Foto: Europa Press/Gustavo Valiente.
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El trabajo colectivo lo ha dirigido el catedrático Francisco Pérez García, de la Universidad de Valencia, y es, probablemente, el documento reciente más completo sobre la realidad de los jóvenes menores de 29 años. La radiografía se resume en tres ejes: la juventud independizada de sus padres vive en hogares con una renta inferior en un 15% a la media, y alcanza el 40% cuando se trata de jóvenes sin formación superior; sus condiciones laborales son peores al ser su contrato de trabajo más precario, y, por último, el acceso a la vivienda es, hoy por hoy, una quimera. Y, lo que no es menos relevante, muchos de los que rozan los 30 años son muy dependientes de la realidad económica de sus padres. Son pobres si sus padres lo son.

Demografía

El trabajo parte de una primera consideración de carácter demográfico. La caída de la natalidad ha provocado que, mientras la población española ha mantenido una tendencia creciente, pasando de 34 millones de habitantes en 1971 a 47 millones en 2022, la población entre 16 y 29 años es hoy inferior en 2,5 millones a la de los años noventa del siglo pasado. Expresado de otra manera. El peso de este grupo de edad en la población española llegó a representar un 23,5% del total de la población en 1995, pero ahora representa el 14,5%. Las proyecciones hacia el futuro no muestran un gran cambio en esa trayectoria y se estima que el peso de la juventud durante los próximos 50 años se situará en torno al 14%.

Esto es importante porque la pérdida de peso demográfico de la juventud influye de forma determinante en las políticas públicas, y hay que tener en cuenta que, si a principio de siglo los mayores de 55 años representaban un 17,9% de la población española, en 2021 representaron un 31,9%, mientras que en 2070 se espera que alcancen el 42%. Como sostiene el estudio, son datos importantes porque podrían influir en la atención prestada a los problemas de los distintos colectivos. La capacidad de presión sobre los gobiernos crece cuando la población es mayor.

Dependencia de los padres

La segunda consideración es de carácter social. Un 85% de los jóvenes menores de 30 años vive en familias cuyo sustentador principal no son ellos, sino sus padres. Por consiguiente, para una amplia mayoría de personas jóvenes "son los recursos de sus progenitores los determinantes de sus condiciones de vida". Esto es así porque en 2021 la tasa de emancipación de la población joven alcanzó su mínimo desde que se dispone de datos (1977): solo 15 de cada 100 jóvenes de 16 a 29 años viven en un hogar independiente.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante un acto con jóvenes en Madrid.

A esta evolución, en todo caso, ha contribuido que el nivel de estudios de la juventud ha mejorado de forma relevante, lo que explica en parte el retraso en la emancipación. Ahora bien, entre los jóvenes de 25 a 29 años, que se supone que ya han acabado el ciclo formativo, poco más de una de cada tres personas reside fuera del hogar de origen, mientras que en 1977 el porcentaje era del 58,5%. En 2021, mientras un 34% de los jóvenes con contrato indefinido estaba emancipado, solo el 19,6% de los ocupados con contrato temporal lo estaba. Esta diferencia se observa tanto en el intervalo 16-29 como en el de 30-34 años.

Condiciones laborales

Una primera comparación identifica la dimensión del problema. La tasa de desempleo juvenil (menores de 25 años), más que duplica (27% en el tercer trimestre de 2023) a la general (12%). No solo eso. La contratación a tiempo parcial es elevada en España, pero más entre los jóvenes que entre los adultos. La de los jóvenes se situaba en 2021 en un 26,2%, con importantes diferencias por sexo, dado que entre los hombres fue de un 19% y en las mujeres alcanzó el 34,2%.

Relacionado con la parcialidad en el trabajo, recuerda el documento, se encuentra el subempleo. Es decir, aquella situación en la que un trabajador se encuentra por debajo del empleo que le corresponde si, a pesar de estar ocupado, trabaja menos horas de las que desearía. La población joven vuelve a presentar desventajas. La probabilidad de encontrarse en esa situación es superior. Igualmente, la tasa de temporalidad en los jóvenes asalariados es mucho más alta que la del resto de grupos de edad. En 2021, el 55% de los jóvenes asalariados tenía contrato temporal, mientras para el total de los asalariados la tasa se situaba en el 25,1%, menos de la mitad.

La tasa de desempleo juvenil (menores de 25 años), más que duplica (27% en el tercer trimestre de 2023) a la general (12%)

Hay, sin embargo, una noticia esperanzadora. En el conjunto de los puestos de trabajo que ocupan los jóvenes se observa un peso creciente de los puestos altamente cualificados. Las ocupaciones que precisan de mayor formación académica suelen asociarse a mayor calidad del empleo, generación de mayor valor añadido y mejores oportunidades salariales.

El trabajo, editado en el marco del programa de investigación en socioeconomía de la Fundación BBVA-Ivie, llega a la conclusión de que, a mayor nivel de estudios, los puestos que ocupan estos jóvenes tienen un menor riesgo de automatización que las ocupaciones en las que se emplean jóvenes con niveles de estudios más bajos. Se alcanza, en concreto, una diferencia de más de 30 puntos porcentuales entre el riesgo que presentan los jóvenes con estudios secundarios obligatorios y los que poseen estudios superiores. Así pues, la formación superior vuelve a aparecer como un factor clave para moderar las amenazas a las que se enfrentan los jóvenes, asegura el estudio. Aparece, sin embargo, el problema de la sobrecualificación. Y lo que dice el trabajo es que el 36% de los ocupados con estudios superiores está en ocupaciones en las que bastaría un nivel de estudios menor y este porcentaje asciende al 40% en el caso de los jóvenes entre 16 y 29 años.

Salarios

Los que muestran las estadísticas es que los salarios de los jóvenes de 16 a 29 años son bastante más bajos que los de la población de 45 a 59 años, algo, a priori, normal, pero hay que tener en cuenta que gran parte de esa diferencia —entre el 30% y el 40%— se debe estrictamente a la edad, variable estrechamente ligada a la experiencia potencial que las personas consiguen a lo largo de los años de su vida laboral.

Existe, además, otra diferencia. Los jóvenes de cohortes más recientes están peor que los de generaciones anteriores si se consideran sus ingresos salariales medios en relación con sus bases de cotización a la Seguridad Social. Mientras la cohorte nacida en 1955 alcanzó una base de cotización similar a la media de los trabajadores a los 27 años, los nacidos entre 1965 y 1975 lo consiguieron a los 30 años, mientras que la cohorte nacida en 1985 todavía no ha alcanzado la media a los 34 años.

Foto: Imagen de una camarera en Barcelona durante el verano de 2023. (EFE/Alejandro García)

La conclusión es muy gráfica. La precariedad que padecen los jóvenes al incorporarse al mercado de trabajo se reduce con la edad y entre los que tienen estudios superiores, pero puede persistir y convertirse en duradera, sobre todo para mujeres, para los ocupados en la construcción y la hostelería, y las personas que entran en el mercado laboral a edades tempranas y con bajo nivel de estudios.

Vivienda

El documento parte de un hecho sobre el que hay evidencias. Hasta el año 2012, la opción más común entre los jóvenes emancipados era la vivienda en propiedad, pero desde 2013 son las viviendas en alquiler, principalmente entre los jóvenes de 25 a 29 años. El problema es que el coste relativo del alquiler ha aumentado, pasando a ser superior desde 2016 al que representa la cuota hipotecaria mensual de una vivienda en propiedad. Sin embargo, teniendo en cuenta las condiciones de acceso a la financiación hipotecaria con las que se topan los jóvenes, derivadas en buena medida de su precariedad laboral, esta opción les resulta también imposible en muchos casos. Hay que tener en cuenta que, para cubrir el pago inicial de una compra de vivienda, es necesario un ahorro previo que supone alrededor de 3,7 veces el salario anual de un joven, lo que implica que esa opción, sin ayudas familiares, solo es viable tras un largo periodo de trabajo.

Tampoco el alquiler parece ser la solución. El arrendamiento medio mensual de una vivienda estándar de 80 m² —sin tener en cuenta las importantes diferencias en los mercados de las distintas zonas del país— puede suponer más del 80% del salario medio para un joven independizado que vive solo.

Riesgo de pobreza

El trabajo de la Fundación BBVA y el Ivie recuerda que, según la Encuesta de Condiciones de Vida, el porcentaje de jóvenes con alguna dificultad para llegar a fin de mes es siempre superior al del conjunto de la población, pero no por gastar más, sino, a pesar de gastar menos, por unidad de consumo. En concreto, se ha ido reduciendo desde que comenzó la recuperación de la Gran Recesión, pero llegó a alcanzar el 73% en 2014. En todo caso, dicen los autores, sigue siendo “alarmante” que la mitad de los jóvenes tengan serios problemas para hacer frente a los gastos mensuales. Como consecuencia de ello, el riesgo de pobreza alcanza al 26,4% de la población y al 30,3% en el caso de los jóvenes de 16 a 29 años.

Ascensor social

El estudio confirma la importancia de la educación como mecanismo de movilidad social ascendente, sobre todo al pasar de los estudios de secundaria posobligatoria a los superiores. El efecto es mayor para quienes parten de origen social menos favorable. La formación superior, de hecho, supone más que doblar la probabilidad de quienes parten de un estatus social bajo de llegar a un estrato alto.

La formación superior supone más que doblar la probabilidad de quienes parten de un estatus social bajo de llegar a un estrato alto

Los datos más precisos revelan lo siguiente. El 18,5% de la población de 25 a 59 años con un estrato social de origen desfavorable a los 14 años consigue ascender a una ocupación de alta cualificación, y el 34,6%, a una ocupación media. Para los jóvenes de 25 a 29 años que proceden de esos estratos bajos, el 23,3% alcanzan una ocupación alta y el 24,8% consigue una ocupación media. De los individuos que proceden de estratos sociales medios, el 28% consigue ocupar puestos de alta cualificación, cifra que alcanza el 29% en los jóvenes. De las personas con origen social bajo, el 35,7% alcanza un nivel elevado de riqueza, cifra que desciende al 27,9% en el caso de los jóvenes.

La conclusión general del estudio no deja lugar a dudas. En España, la mayoría de los miembros de las generaciones más jóvenes ha tenido oportunidades durante sus primeros años de vida claramente mejores que las generaciones anteriores, en especial en el ámbito educativo; pero, a pesar de ello, parte de los jóvenes no espera disfrutar de un progreso individual y social a lo largo de sus vidas como el que han disfrutado sus padres.

El trabajo colectivo lo ha dirigido el catedrático Francisco Pérez García, de la Universidad de Valencia, y es, probablemente, el documento reciente más completo sobre la realidad de los jóvenes menores de 29 años. La radiografía se resume en tres ejes: la juventud independizada de sus padres vive en hogares con una renta inferior en un 15% a la media, y alcanza el 40% cuando se trata de jóvenes sin formación superior; sus condiciones laborales son peores al ser su contrato de trabajo más precario, y, por último, el acceso a la vivienda es, hoy por hoy, una quimera. Y, lo que no es menos relevante, muchos de los que rozan los 30 años son muy dependientes de la realidad económica de sus padres. Son pobres si sus padres lo son.

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