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Los hijos, "un lujo que no todos pueden permitirse": Suecia muestra su futuro a España
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UNA NUEVA ERA PARA LA FERTILIDAD

Los hijos, "un lujo que no todos pueden permitirse": Suecia muestra su futuro a España

Por primera vez en décadas, se está empezando a revertir la tendencia de natalidad más común desde finales de la IIGM: cada vez más, solo tendrá hijos quien pueda permitírselos

Foto: Una mujer, paseando un carrito junto a un niño. (Reuters/Borja Suárez)
Una mujer, paseando un carrito junto a un niño. (Reuters/Borja Suárez)
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Durante la segunda mitad del siglo XX, la era de la segunda transición demográfica y del desarrollo económico y social de posguerra, la natalidad cayó en picado en los países desarrollados. La constante que encontraron demógrafos y sociólogos en los países prósperos era que cuanto más aumentaba el nivel educativo y la riqueza de la población, menos hijos tenían. Las capas inferiores de la población eran las que presentaban una mayor fertilidad.

Aunque podría parecer poco intuitivo hoy, la explicación era sencilla. Las clases altas y medias privilegiaban el bienestar de sus (pocos) hijos o su carrera profesional.

El siglo XXI puede ver tendencias de natalidad opuestas a las del siglo XX

Sin embargo, algo está cambiando, y es posible que estemos entrando en “una nueva era en la economía de la fertilidad”, como la denomina un trabajo recién publicado para el Handbook of Family Economics. Demógrafos de distintos países desarrollados llevan tiempo identificando un cambio de tendencia en el que tener hijos está relacionado de manera directamente proporcional con los ingresos económicos. En otras palabras, tiene hijos quien puede permitírselos.

Uno de estos países es Suecia, donde el profesor Martin Kolk, de la Universidad de Estocolmo, acaba de publicar un trabajo en el que muestra cómo en el país escandinavo las clases más bajas tienen cada vez menos hijos, mientras que las familias con más recursos económicos son las que están viendo aumentar su fertilidad. Los hijos como símbolo de estatus: el estudio señala que el siglo XXI puede ver tendencias de natalidad opuestas a las del XX.

Lo que ha ocurrido, explica el profesor a El Confidencial, es una democratización de determinado pensamiento cultural que antes solo se localizaba en las clases más altas. "Lo que ha cambiado en Suecia es que las preferencias y los valores culturales que solían relacionarse con tener menos hijos eran más comunes entre los individuos más ricos y ahora están mucho más repartidos en distintos grupos sociales, tanto familias pobres como ricas", explica. "Por eso hoy puedes ver que los que ganan más tienen más hijos, porque pueden permitirse, por ejemplo, vivir en casas más grandes".

placeholder El tamaño (de la casa) sí que importa. (Foto: Reuters/David Mercado)
El tamaño (de la casa) sí que importa. (Foto: Reuters/David Mercado)

¿Qué características comparten los países donde operan estos cambios? Son sociedades en las que los valores son más homogéneos entre clases sociales diferentes o países en los que las diferencias económicas entre clases sociales son mayores. En esta nueva realidad económica, señala Kolk, "los niños, que son caros, pero deseables para grandes grupos de la sociedad, pueden estar convirtiéndose en un lujo que no todo el mundo puede permitirse".

Aunque Escandinavia es una de esas excepciones que marcan el ritmo, esta tendencia está llegando poco a poco a otros países, incluido España. Marta Seiz, sociodemógrafa e investigadora Juan de la Cierva en el Departamento de Sociología II de la UNED, explica a El Confidencial que "ya hay investigaciones y datos que he visto sobre España que muestran que la tendencia también está cambiando aquí". Aunque aún son tímidos, el gradiente de la fecundidad se está invirtiendo, por lo que también aquí los recursos económicos influyen cada vez más a la hora de tener hijos.

"En las clases medias, tener dos o tres hijos quiere decir que tienes posibles"

"Ya sabemos que periodos de escasez, de aumento del paro, un mercado laboral que no es demasiado boyante o las dificultades de acceso a la vivienda son frenos para la fecundidad", recuerda. "Por lo tanto, parece lógico que esta se concentre en los grupos de población con un mayor bienestar material, que pueden conciliar mejor o que tienen más recursos económicos para protegerse".

Es una tendencia en apariencia lógica, pero que no siempre se ha identificado, añade Alberto del Rey, catedrático de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca, que recuerda que, aunque en España esta relación no es evidente a tenor de los estudios disponibles, en el norte de Europa ya se ha identificado cómo "tener más hijos empieza a ser un símbolo de estatus y de posibilidades".

Un asunto de clase media

Este cambio de tendencia afecta sobre todo a ese amplio sector de la sociedad que se considera clase media, en el que la economía influye más que lo cultural a la hora de tener hijos o no. "La clase media suele realizar una valoración económica antes de tener hijos porque quiere lo mejor para ellos, y con los gastos de colegio, clases extraescolares, etc., a lo mejor para uno les alcanza, pero para dos no", explica Del Rey.

Seiz se muestra de acuerdo: "Estas clases medias, por llamarlas de alguna forma, porque están muy estratificadas, ya que no es lo mismo la clase media baja que la media alta, son el grueso de la población", explica. Como muestran los datos, "en las partes más altas tienen el número de hijos que desean, mientras que en niveles más bajos, cuanto más protegida esté la situación económica o las posibilidades de conciliación de una pareja, más fácil es que se den las condiciones para la crianza".

No ocurre lo mismo con las clases más bajas y las altas, ya que, como recuerda el catedrático, las clases altas pueden retrasar la maternidad (a través de la congelación de óvulos) o directamente pueden optar por no tenerlos porque prefieren entregar su tiempo a su carrera profesional, a viajar o a otras cuestiones. Por ejemplo, las mujeres con ingresos superiores a los 3.000 euros mensuales tienen 1,22 hijos de media, menos que en las clases medias-altas (1,33).

“En las clases medias y bajas, somos prisioneros del contexto social”, añade el catedrático. “Antes, los hijos eran vistos como bienes de producción: antes, más descendencia te podía garantizar el futuro”, añade Del Rey. “Después de la transición demográfica, empiezan a ser bienes de consumo, es decir, cuestan dinero y no son vistos como una inversión sino como un gasto. No los tienes pensando en que te vayan a garantizar el futuro o que te ayuden en tus labores, como ocurre en las sociedades agrícolas, especialmente en África, sino que van a suponer una serie de gastos que no se van a acabar ni siquiera cuando se hacen adultos”.

"El problema en España es la transición al segundo hijo"

El impacto de los ingresos en España se nota, sobre todo, en los segundos y terceros hijos: la clase media es, con diferencia, la que menos terceros hijos tiene (entre un 7,3% y 7,9%), en comparación con las clases más elevadas (entre un 9,1% y un 9,5%).

"Es una intuición que todos tenemos antes de ver los datos: ¿quién puede permitirse tener tres hijos? Pues las familias en muy buena posición", añade Seiz, que recuerda que "el problema en España es la transición al segundo hijo, que mucha gente no puede llegar a realizar porque no tiene capacidad económica o por cuestiones biológicas, porque ha retrasado mucho tener el primero". "En los países desarrollados, la gente que tiene tres hijos, quitando minorías (como poblaciones gitanas), suele ser gente de clase económica alta o muy alta", añade Del Rey.

¿Cuándo ocurre?

Uno de los estudios que han señalado este cambio de tendencia es el anteriomente citado que será publicado en el Handbook of Family Economics. Anne Hannusch, de la Universidad de Mannheim y una de las autoras del trabajo, explica a El Confidencial en qué casos se da: "Vinculamos este cambio a cuatro factores que permiten combinar la familia y la carrera profesional: la disponibiildad de apoyo público al cuidado de los hijos, una mayor participación de los padres en este asunto, normas sociales que apoyen a las madres trabajadoras y mercados laborales flexibles".

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Hannusch no considera necesariamente que tener un hijo sea símbolo de estatus. Más bien, "significa que el conflicto entre tener una familia o una carrera que antiguamente había producido niveles de fertilidad muy bajos para familias de ingresos muy altos se ha debilitado debido a estos cuatro factores". Sin embargo, en algunos países, ha ocurrido algo semejante, pero "conduce a niveles de fertilidad muy bajos". "Cuando los niños son un símbolo de estatus, los padres se preocupan sobre la educación de sus hijos y su éxito en comparación con los demás", concluye. "Como resultado, invierten de más en la educación de sus hijos. Eso provoca que los niños sean más caros, lo que puede provocar una fertilidad menor para las parejas de mayores ingresos".

Los pioneros escandinavos

Uno de los primeros trabajos en anunciar este cambio de ciclo fue publicado en 2009 en la revista Nature. Una rareza, ya que en sus páginas raramente tienen cabida artículos sobre fertilidad. El artículo de Mikko Myrskylä, Hans-Peter Kohler y Francesco C. Billari hablaba por primera vez de la fecundidad reversa, en la que el descenso de natalidad de las décadas anteriores comenzaba a revertirse. "Ese artículo ya planteaba que cuando llegas a cierto nivel económico se tienen más hijos, que es lo opuesto a lo que pasaba en la segunda transición demográfica", explica Del Rey.

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Foto: Reuters/Issei Kato.

Otras investigaciones realizadas en países como EEUU, Canadá o Australia mostraban la gran importancia que tiene el tamaño de la vivienda a la hora de tener un segundo o tercer hijo. "En clases medias o medias-altas, tener dos o tres hijos significa tener una posición económica bastante acomodada", añade. Un trabajo publicado en 2002 por Namkee Ahn y el español Pedro Mira también sugería que el cambio de tendencia había comenzado a producirse a finales de los ochenta.

"Hay cosas que se han demostrado, como que tener un trabajo estable en la Administración es un factor fortísimo para dar el salto a la paternidad, porque la seguridad económica es un elemento fundamental a la hora de tener hijos", recuerda el catedrático. "Sacarse unas oposiciones, que te da un empleo más o menos estable, y tener una vivienda influyen muchísimo. Aunque es un término económico que suena un poco mal, funciona así: tener un hijo es como meterse en una hipoteca".

"Lo material ya está condicionando en España la posibilidad de tener hijos"

Como concluyen los investigadores, no deberíamos extrapolar muy rápidamente lo que está ocurriendo en los países escandinavos a la situación española, ya que uno de los factores que más influyen en esta tendencia es la disponibilidad de ayudas públicas o medidas de conciliación que no existen en nuestro país y que animan a las mujeres que no quieren renunciar a su carrera profesional a tener hijos. De lo que no hay dudas es de que "lo material ya está condicionando en España la posibilidad de tener los hijos deseados", como concluye Seiz.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la era de la segunda transición demográfica y del desarrollo económico y social de posguerra, la natalidad cayó en picado en los países desarrollados. La constante que encontraron demógrafos y sociólogos en los países prósperos era que cuanto más aumentaba el nivel educativo y la riqueza de la población, menos hijos tenían. Las capas inferiores de la población eran las que presentaban una mayor fertilidad.

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