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El glaciar demográfico de Galicia: solo un pueblo gana población aunque (casi) nadie habla de ello
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El glaciar demográfico de Galicia: solo un pueblo gana población aunque (casi) nadie habla de ello

La despoblación ha desaparecido de la agenda política pese a agravarse en los últimos años y condicionar el voto. Los expertos advierten que la región se enfrenta a una "segunda transición demográfica"

Foto: Una mujer en una escuela vacía en Galicia. (EFE/Eliseo Trigo)
Una mujer en una escuela vacía en Galicia. (EFE/Eliseo Trigo)
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Cuando el término España vaciada comenzaba a hacerse habitual, Galicia llevaba décadas en los huesos. Son las consecuencias de una natalidad estancada que se va plasmando, no tan lentamente, en un envejecimiento progresivo y en la pérdida de pujanza del medio rural. El expresidente Manuel Fraga fue el primero en ponerlo encima de la mesa, con su habitual literalidad: "No puedo meter a un hombre y a una mujer en la cama y decirles lo que tienen que hacer. Si hiciera falta, lo haría, pero no se puede". Han pasado 20 años y aunque el problema, lejos de solucionarse, se ha agravado en estas dos décadas, está lejos de acaparar protagonismo en la campaña de las autonómicas del 18-F.

Alfonso Rueda, el candidato del PP, fue el único que esbozó tangencialmente el problema de la despoblación en las dos horas que duró el debate en la televisión autonómica con todos los partidos. Lo hizo para recordar aquellas propuestas de principios de siglo y las chanzas que provocaba en la oposición. Todos los partidos llevan en sus programas medidas de fomento de la natalidad, pero en ningún caso el tema ocupa un papel capital en los comicios.

La mentalidad ha cambiado, pero la situación demográfica de Galicia, no. Lejos de ello, el panorama actual presenta mayor gravedad y 170.000 habitantes menos que el de 2004, con un solo municipio de sus 313, el de Ames, en A Coruña (32.482 habitantes), con un registro de nacimientos mayor que el de defunciones. En el resto, ni siquiera la influencia de la inmigración compensa un decrecimiento vegetativo que se está cebando especialmente con la Galicia interior. Hasta seis ayuntamientos se quedaron sin ver un solo bebé en 2022, el último del que se disponen datos completos: As Nogais, Negueira de Muñiz y Trabada en Lugo, y A Mezquita, A Teixeira y Vilar de Barrio en Ourense. La situación, como se aprecia, empeora cuanto más se avanza hacia el este de la comunidad.

En 2022, según los datos de natalidad de la Xunta, el saldo vegetativo batió un nuevo récord histórico: murieron más gallegos y nacieron menos bebés que nunca en la comunidad (34.964 frente a 14.475). El resultado fue la mayor pérdida de población natural de la historia reciente de Galicia, con 20.489 gallegos menos, ya por debajo del umbral de los 2,7 millones. Solo la emigración amortiguó el golpe. De no ser por ella, el invierno demográfico sería socioeconómicamente inasumible.

Julio Hernández Borge, profesor jubilado de la Universidad de Santiago de Compostela y uno de los investigadores que más han profundizado en el fenómeno demográfico gallego, lo compara con el resto de España y Europa, pero con matices: "En Galicia la demografía tiene características específicas por la intensa emigración que ha caracterizado la historia contemporánea desde la segunda mitad del siglo XIX, que aceleró el proceso de envejecimiento y de vaciamiento del medio rural". "El envejecimiento demográfico es uno de los principales retos a los que tienen que enfrentarse los gobiernos de los países desarrollados", asegura.

Galicia se separó de la corriente demográfica española entre los años cincuenta y los setenta del pasado siglo, cuando hubo estancamiento y regresión frente al aumento poblacional de la España de la época, que disfrutaba de una de las etapas de mayor crecimiento de su historia contemporánea. Borge considera que Galicia está ahora en una situación de postransición o "segunda transición demográfica", después de haber pasado de ser una sociedad con niveles altos de natalidad y mortalidad y gran juventud de la estructura por edades a otra con niveles bajos de nacimientos y defunciones.

La concentración de la despoblación en las provincias de Ourense y Lugo no solo es un problema político. También afecta a la propia política. Las reglas de proporcionalidad corregida, las mismas que impregnan el modelo electoral español, priman a las circunscripciones menos pobladas, de modo que un escaño de Ourense o Lugo cuesta la mitad de votos que uno de A Coruña o Pontevedra. Frente a un reparto proporcional puro, que otorgaría a estas 9 diputados, frente los 31 de A Coruña y los 26 de Pontevedra, la realidad es que A Coruña elige 25, Pontevedra 22 y Ourense y Lugo, 14 cada una. De acuerdo con los resultados de las últimas autonómicas, hubo escaños en Lugo por menos de 10.000 votos y otros en A Coruña que requirieron más de 22.000.

Es una de las razones por las que los tres grandes partidos ­—PP, PSdeG y BNG— vuelcan tradicionalmente sus campañas en las zonas rurales y también, según muchos analistas, del peso de baronías como las que pervivieron durante, por si acaso, décadas en Lugo y Ourense, con el clan de los Baltar todavía recién finiquitado. Son las "zonas de sombra" de la demografía gallega. "Hay una gran diferencia entre el llamado eje atlántico, el que sigue la AP-9, donde está el mayor dinamismo demográfico y económico, y el resto de la región, con la excepción de algunas capitales provinciales y cabeceras de comarca", resume Hernández Borge.

Si en el diagnóstico del problema hay consenso, este no se da en las soluciones. Tras años de debates y una ley que decayó cuando ya había iniciado su tramitación parlamentaria, no fue hasta 2021 que Galicia aprobó su primera Ley de Impulso Demográfico, tachada de "natalista" por la oposición. La norma, que salió adelante con los únicos votos del PP, incluye medidas que inciden en la emancipación de la juventud, conciliación, reducción de trabas burocráticas para iniciativas empresariales y capacitación digital de la población rural. Nacionalistas y socialistas criticaron las "vaguedades" y ausencia de compromisos reales de la ley y reprocharon al PP la falta de consenso ante un problema "de país". De momento, los indicadores demográficos no invitan al optimismo.

Cuando el término España vaciada comenzaba a hacerse habitual, Galicia llevaba décadas en los huesos. Son las consecuencias de una natalidad estancada que se va plasmando, no tan lentamente, en un envejecimiento progresivo y en la pérdida de pujanza del medio rural. El expresidente Manuel Fraga fue el primero en ponerlo encima de la mesa, con su habitual literalidad: "No puedo meter a un hombre y a una mujer en la cama y decirles lo que tienen que hacer. Si hiciera falta, lo haría, pero no se puede". Han pasado 20 años y aunque el problema, lejos de solucionarse, se ha agravado en estas dos décadas, está lejos de acaparar protagonismo en la campaña de las autonómicas del 18-F.

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