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Pagar más impuestos si no tienes hijos y otras medidas de la guerra natalista que viene
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DEMOGRAFÍA Y POLÍTICA

Pagar más impuestos si no tienes hijos y otras medidas de la guerra natalista que viene

Hoy en día, se acepta que la sociedad está demasiado envejecida y que tenemos pocos hijos, pero bajo esos discursos hay una importante guerra ideológica y sociológica

Foto: Una niña pasea un perro en un carrito de bebé en Benalmádena (Málaga). (Reuters/Jon Nazca)
Una niña pasea un perro en un carrito de bebé en Benalmádena (Málaga). (Reuters/Jon Nazca)
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El pasado 4 de julio, ‘The Times’, uno de los medios británicos más importantes, publicó una polémica columna de opinión en la que su autor se preguntaba ya desde el titular si no deberíamos imponer más impuestos a las personas que no tengan hijos, incluso a aquellas que simplemente no puedan tenerlos por razones de fertilidad. “Todos nos apoyamos en las próximas generaciones y debemos asumir el coste de criar a esa generación”, explicaba.

El provocador enunciado se enmarcaba en una serie de medidas “pronatales” para promover un aumento de nacimientos en Reino Unido, entre las que se encontraban, también, un día nacional de la paternidad o el privilegio de recibir un telegrama de la Reina de Inglaterra cuando una familia tenga su tercer hijo.

El polémico artículo causó un pequeño terremoto cultural en Inglaterra. El artículo firmado por el profesor Paul Morland es la punta de un iceberg neonatalista que poco a poco se extiende en la mayoría de países occidentales y que alerta ante un hipotético invierno demográfico que se cierne sobre nosotros. En otras publicaciones, por ejemplo, Morland se pregunta si el neoliberalismo nos está conduciendo a “nuestra tumba demográfica”.

"Poner impuestos a los matrimonios sin hijos nunca ha servido para nada"

“Nuestra tasa de fertilidad ha estado por debajo del nivel de reemplazo durante medio siglo”, advierte. “No es un reciente efecto del covid sino el efecto de los cambios de vida desde el final del ‘baby boom’ en los años sesenta”. El autor de ‘Ingeniería demográfica’ y ‘La gente del mañana’ lamenta que “el hiperliberalismo ‘wokeness’, aunque no sea explícitamente antinatal, no encaja con las familias de tamaño medio o grande. Para hacer números, las sociedades liberales deben importar personas de culturas con actitudes más favorables hacia los niños, que más tarde tienden a adoptar estas prácticas de baja natalidad”.

Bienvenidos a una de las batallas invisibles que pronto pueden lidiarse en la arena política, después de décadas desaparecida en las agendas de la mayoría de partidos políticos: la que enfrenta una creciente corriente neonatalista, que promueve medidas políticas para aumentar la natalidad en un territorio o Estado, y a los demógrafos que se manifiestan en contra ante esta visión del mundo, de la maternidad y de la sociedad, que, recuerdan, en realidad hemos llegado a una situación de volumen poblacional y eficiencia reproductiva nunca vista.

Foto: Díaz Ayuso presenta la estrategia de protección a la maternidad y paternidad y de fomento de la natalidad. (EFE/Javier Lizón)

Isidro Dubert es catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Santiago de Compostela y coautor de ‘Invasión migratoria y envejecimiento demográfico. Dos mitos contemporáneos’ junto a Antía Pérez-Caramés, un libro en el que desmontaban los discursos centrales al natalismo, en este caso, referido al envejecimiento de la pirámide demográfica y la llegada de inmigrantes. Cuando se le pregunta sobre este asunto, responde: “Conozco estas declaraciones [europeas y españolas] de poner impuestos a los matrimonios sin hijos y a los solteros y solteras, tienen más de 100 años de antigüedad y nunca han servido para nada como no sea para vehicular valores de familia, sexo, relaciones familiares y sociales de corte conservador [vamos, lo de siempre, y los de siempre, como siempre]”.

Algo semejante responde Julio Pérez Díaz, científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía que ha dedicado varias investigaciones al natalismo: “Pasé más de 10 años impartiendo clases sobre el tema de política de poblaciones. Una de las cosas que me han sorprendido siempre, porque no era lo que yo creía, es que cuando te pones a ver qué políticas se han puesto en marcha para aumentar la natalidad y ves qué resultados han tenido, lo que te sorprende es que ninguna funciona, ninguna sin excepción. Vivía en la convicción de que habría alguna que sí, pero no. Mi conclusión es que esa cuestión no es una competencia del Estado, lo siento”.

"Tienes que tener ventajas por cada hijo, porque estás contribuyendo a la sociedad"

La respuesta es muy diferente, no obstante, si se plantea la cuestión a Alejandro Macarrón, coordinador del Observatorio Demográfico CEU y autor de ‘El suicidio demográfico en España’, que acaba de publicar junto a Joaquín Leguina un informe titulado ‘Demografía del Viejo Continente, que hoy es el continente viejo’ para el CEU: “Yo lo digo de otra forma, yo lo que digo es que hay que hacer desgravaciones fiscales progresivas a los que tienen hijos, en función de su número. Se podría establecer un nivel neutral en dos hijos por pareja, que es el nivel de reposición, y que el contribuyente percibiese una desgravación en caso de tener más y un recargo en caso de tener menos de dos hijos. De lo que soy partidario en cualquier caso es de que haya una mejora por cada hijo que tengas, porque estás contribuyendo a la sociedad en especie y eso te cuesta bastante dinero”.

Viejos y nuevos natalismos

Macarrón ha sido, al frente de la Fundación Renacimiento Demográfico, uno de los principales exponentes de estas tendencias neonatalistas en España. En su último trabajo, insiste en la necesidad de un cambio cultural para hacer frente a una crisis de natalidad que puede provocar que las nuevas generaciones sean “de un tamaño numérico un 45% inferior a las actuales”. “Lo que va a haber es una sociedad en declive, en decadencia, con más soledad, con efectos económicos y afectivos, perderemos cada vez más población española”, explica. “Ya hemos perdido más de un millón de españoles en los últimos años”.

"Hay muchos partidos que llevan a cabo políticas antinatalistas que hay que revisar"

Entre las medidas que se pueden llevar a cabo ante este declive, el economista propone la estrategia del palo y la zanahoria. “La zanahoria es que hay que exponer lo bueno que supone tener niños, lo bonito que es tener familia, porque una vida con niños es mejor; y el palo sería la soledad a la que uno se expone, al vacío que le queda individualmente. En la cultura pronatalidad, todos podemos ayudar, podemos revalorizar y represtigiar la paternidad y la familia. Cada familia numerosa es una bendición”.

Para Macarrón, uno de los principales problemas a los que enfrentarse es “una cultura antinatalista” promovida desde determinados partidos políticos, “los que promueven ventajas para las familias solo por serlo”. “Hay muchas medidas antinatalidad que hay que revisar”, añade.

¿Cuáles? “No puede ser que el aborto sea algo que pague el Estado, que lo llame salud reproductiva cuando es antirreproductiva, que le dé igual y lo primero que te pregunte es si quieres abortar, o que el Estado pague los anticonceptivos, que lo entiendo en una Calcuta de hace 50 años, pero no en el caso de la sociedad española; hay que prestigiar el matrimonio, que es la forma estable de toda la vida de una familia, un contrato legal en el cual las personas prometen vivir juntas para siempre. Se han ido eliminando facilidades fiscales al matrimonio. Hay una insensibilidad masiva ante la cantidad de niños que han vivido el trauma ante la separación de sus padres. La sociedad tiene que fomentar una cultura que deslegitime divorciarse con niños pequeños”.

En el ámbito internacional, también se ha producido un retorno de estos discursos. Elon Musk, por ejemplo, publicó hace apenas dos semanas un mensaje en el que afirmaba estar “haciendo todo lo posible para evitar la crisis de despoblación. Una tasa de natalidad en colapso es, de lejos, el mayor peligro al que se enfrenta la civilización”. Un mensaje con más de 26.000 retuits y 274.000 'me gusta'. El director general de Tesla ha tuiteado una docena de veces sobre el asunto a lo largo del último año. En uno de ellos, afirmaba que “suena obvio, pero si la gente no tiene más hijos, la humanidad desaparecerá”.

Una objeción demográfica

Para otros demógrafos, estas visiones resultas erróneas, y responden antes a una determinada concepción ideológica del mundo que a verdaderos problemas poblacionales. “Estamos ante una visión de cómo ha cambiado la demografía absolutamente errónea, porque nadie nos habla de lo bueno que ha sido que en lugar de tener un 50% de la población que moría antes de los 15 años, la pirámide haya crecido a lo ancho en la parte superior, porque eso quiere decir que vivimos más, o que mucha gente pueda jubilarse y le quede mucha vida por delante”, explica Pérez, que lamenta el edadismo de estos discursos, que pasan por alto que se vive mucho más y en mejores condiciones.

"En los sesenta y los setenta había menos recursos, pero se tenían más hijos"

En ‘Cambio demográfico y natalismo’, por ejemplo, advertía: “Se extiende por España y por el planeta entero una visión negativa del cambio demográfico; falta de vitalidad poblacional, menos infancia y más ancianos, insostenibilidad de las pensiones o de la sanidad, progresiva sobrecarga de impuestos a los jóvenes, necesidad de incorporar al mercado laboral extranjeros que desvirtúan la cultura y los valores nacionales… Y las armas para contrarrestarlo son evidentes y conocidas, todas aquellas que fomenten la natalidad, identificadas con el apoyo a las familias con hijos”.

El investigador señala con nombres y apellidos los partidos que comparten esa visión demográfica que va calando poco a poco a través de los medios de comunicación y los intereses de los poderes conservadores: “Vox, el PP y en general todos los conservadores nacionalistas”. Es decir, el Frente Nacional francés, la Liga Norte italiana, el Amanecer Dorado griego o la Liga de las Familias Polacas. Aunque Macarrón prefiere no dar nombres cuando se le pregunta por los partidos que prometen llevar a cabo las medidas natalistas que él defiende, ha participado en el II Foro de Desarrollo Estratégico de Vox.

placeholder Ceaucescu, un gran natalista. (CC/André Cros)
Ceaucescu, un gran natalista. (CC/André Cros)

“Hay muchos tópicos sobre el asunto y circula la idea de que tenemos pocos hijos, pero cuando haces encuestas y le preguntas a la gente por qué no tiene más hijos, cada uno tiene sus motivos”, responde Díaz. “Si la gente te dice que es que ahora hay menos recursos para tener hijos, eso es falso desde cualquier perspectiva histórica. En los sesenta o setenta, obviamente, había menos recursos y se tenían más hijos. Lo que hay es un batiburrillo de lugares comunes e ideas muy vaporosas. Lo único que les llega es que en los países nórdicos tienen una fecundidad más alta que en España, pero son solo unas décimas”.

Para Pérez-Caramés, profesora de la Universidad de A Coruña y coatura junto a Dubert de aquel libro que desmontaba algunos de los grandes principios natalistas, se trata de una concepción del mundo que convierte a la mujer en un mero instrumento. “Es una retórica tramposa, porque reposa en cuestiones falaces y en una retórica perversa en lo que respecta a los derechos de las mujeres”, explica. “Parte de la idea del servicio al Estado, de la natalidad mercenaria para reproducir una generación social como un coste que tenemos que asumir. En caso de que no lo reproduzcamos, seremos penalizadas por vía impositiva, porque no estamos contribuyendo. Es una visión totalmente utilitarista de las mujeres”.

Una historia del natalismo

Para entender las raíces del pensamiento natalista, hay que remontarse a más de un siglo atrás, cuando Francia se convierte en uno de los primeros países en identificar el descenso del número de nacimientos con la decadencia nacional. “Políticas natalistas se pusieron en práctica en Francia en los años treinta durante el periodo de la colaboración, en España en los cuarenta, cincuenta y sesenta, en Alemania en los años diez, veinte y treinta… Cuando las mides con el paso del tiempo y estableces la relación entre el alza de la natalidad y el efecto de estas medias, es prácticamente nula”, explica Dubert. En España, el franquismo fue un periodo particularmente natalista, como con la ley de subsidio familiar de 1938, que premiaba a las familias numerosas. Sin embargo, fue uno de los periodos en que menos nacimientos se produjeron.

La principal puerta de entrada para los políticas natalistas son los gobiernos de Vox

El ejemplo de natalismo más salvaje, añade, fue el de la Rumanía de Ceaucescu, en la que se eliminan el aborto y los medios de contracepción, un plan de choque de la era comunista para intentar revertir en muy poco tiempo la caída de la natalidad. Algo que supuso, como explica el historiador, “un impacto social brutal, especialmente para las mujeres, que pagaron un coste muy elevado”. Stalin, que otorgaba la Orden de Madre Heroína a todas las mujeres que tuviesen más de 10 hijos, fue otro gran natalista.

Y de ahí al siglo XXI, con el retorno del pensamiento neoconservador. En España, las políticas natalistas reaparecieron durante el Gobierno de Mariano Rajoy. “Lo que hacen los nuevos natalistas es coger estas ideas de principios del siglo XX y trasplantarlas a principios del siglo XXI, sin tener en cuenta toda la serie de transformaciones económicas, sociales, ideológicas y culturales que se han producido a lo largo de todo el siglo XX”, concluye Dubert. “Se ponen en marcha toda una serie de ideas que tienen más de 100 años de antigüedad y que no fueron efectivas en su momento para la recuperación de la natalidad”.

¿Un futuro natalista?

Dubert y Pérez-Caramés se ríen cuando se les pregunta en qué condiciones pueden penetrar estas políticas natalistas en España. “¡Pero si ya están en marcha!”, responden. Su trabajo se centraba, por ejemplo, en el Plan de Dinamización Demográfica que se puso en marcha en Galicia en 2012 y que incluía medidas como más ayudas económicas por hijo, rebaja del impuesto de circulación a las familias con niños o tarifas sociales en determinados productos y servicios para las familias. Un programa que, insisten, no se ha reflejado en las cifras de natalidad gallegas, lo que ha provocado la aparición de nuevos planes como el de la 'caja finlandesa'. En el ámbito internacional, ponen el ejemplo de la anulación de la sentencia Roe vs. Wade.

Foto: Abascal, García-Gallardo y Ortega Smith, en un acto en Valladolid. (EFE/Nacho Gallego)

Sin embargo, la principal puerta de entrada para los políticas natalistas son los gobiernos de Vox. En marzo de este año, la Asamblea Nacional de Murcia aprobó una moción para instar al Gobierno a aprobar una serie de medidas para promover la natalidad en España, entre las que se encontraban un permiso remunerado de maternidad hasta las 20 semanas o una reducción del IBI para familias con hijos y del 50% para familias numerosas. Políticas que imitaban abiertamente las de Viktor Orbán en Hungría. "No hay otra forma que imitar las políticas de Orbán sin pudor", afirmaba el portavoz del partido, Juan José Liarte. “En prácticamente todos los gobiernos en los que entra Vox está creando una Consejería de Familias claramente natalista”, recuerda Pérez-Caramés.

La clave se encuentra en que estas ideas han transpirado a todas las ideologías y proyectos políticos. Por ejemplo, el propio Ministerio para el Reto Demográfico, que adopta en su terminología parte de la retórica natalista. “Cierta interpretación de los fenómenos demográficos se ha hecho hegemónica entre la izquierda, entre la derecha y en todas partes, y es problemático porque considerar la demografía como un problema no debería ser territorio común, ya que históricamente se ha asociado con un pensamiento profundamente conservador, y la raíz del catastrofismo demográfico es profundamente conservadora y neoliberal”, concluye la investigadora. “Veo problemático que desde la UE se desarrollen políticas para el reto demográfico, la facilidad con la que hemos asumido que el envejecimiento es un problema y que tenemos pocos hijos porque junto a eso viene que se puede gobernar sobre las vidas y los cuerpos”.

El pasado 4 de julio, ‘The Times’, uno de los medios británicos más importantes, publicó una polémica columna de opinión en la que su autor se preguntaba ya desde el titular si no deberíamos imponer más impuestos a las personas que no tengan hijos, incluso a aquellas que simplemente no puedan tenerlos por razones de fertilidad. “Todos nos apoyamos en las próximas generaciones y debemos asumir el coste de criar a esa generación”, explicaba.

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