La debacle de los 'tories': de la máquina más exitosa de la democracia al esperpento
Los conservadores dominaron la política británica durante el siglo XX y XXI. Su capacidad de regeneración y adaptación era memorable, pero ahora están a la deriva más ridícula
Antes de convertirse en una especie de universo paralelo, llegando incluso a lo esperpéntico, Westminster —como casa de una de las democracias más establecidas— era un lugar respetado. Y lo mismo pasaba con el Partido Conservador. La formación política más antigua del mundo se consideraba una de las máquinas más exitosas. Ha estado ganando elecciones desde la década de 1830 y dominando la política británica durante la mayor parte del siglo XX y XXI. Su capacidad de regeneración y adaptación era memorable. Nada tiene que ver el partido que lideró David Cameron, con el de Theresa May. Por no hablar de Boris Johnson.
Pero ahora han conseguido ridiculizar la imagen del Reino Unido a nivel internacional, con una primera ministra vencida por una lechuga y un excéntrico populista que, desde el Caribe, prepara su regreso a Downing Street poco más de un mes después de haberlo abandonado, tras una dimisión forzada por sus propias filas.
Desde el final del Gobierno de coalición en mayo de 2015, el Reino Unido ha tenido cuatro primeros ministros (David Cameron, Theresa May, Boris Johnson y Liz Truss), al igual que Italia. La portada del reputado 'The Economist' —"Welcome to Britaly"— nunca estuvo más justificada.
Caos, el 'modus operandi' de los 'tories'
Los británicos conocerán la próxima semana el nombre del próximo líder, que se convertirá automáticamente en el tercer inquilino del Número 10 en un espacio de tan solo tres meses. El llamado "secuestro de la democracia" es algo de lo que se habla mucho estos días. Tras doce años en el poder, los 'tories' muestran claros síntomas de agotamiento. Pero, en lugar de dar paso a las elecciones generales que pide el pueblo, se aferran a las reglas internas para atrincherarse en el Número 10.
Si los diputados no consiguen elegir a un único candidato de consenso el próximo lunes, el futuro del Reino Unido estará, de nuevo, en manos del 0,3% del electorado. Como pasara con May, Johnson y Truss, serán los 160.000 afiliados de la formación quienes tengan la última palabra en las primarias. La mayoría son hombres blancos, mayores de 50 años, euroescépticos y con altos ingresos. En definitiva, no precisamente un reflejo de la sociedad.
En circunstancias normales, el ganador suele convocar elecciones anticipadas para dar autoridad a su mandato. Sin embargo, cuando la oposición laborista saca más de 30 puntos de ventaja en las encuestas, ningún líder quiere jugar ahora a ser kamikaze. Aunque hay que recordar que cuando el laborista Gordon Brown se convirtió en primer ministro tras suceder a Tony Blair en 2007, agotó también los 'tempos' y no convocó elecciones generales hasta 2010.
En definitiva, el caos se ha convertido en el 'modus operandi' de los 'tories', con todas las consecuencias que eso conlleva. Porque hasta el electorado más fiel tiene un límite. Nada, ni siquiera el partido político más antiguo y exitoso del mundo, dura para siempre. ¿Está al borde de su gran debacle?
Devorados por su propia criatura
Hace apenas tres años, plantear esta pregunta habría parecido ridículo. Tras un referéndum del Brexit, promovido tan solo por intereses internos, tras demostrarse que la campaña estuvo marcada por irregularidades y mentiras, tras negarse a publicar un informe parlamentario sobre la posible injerencia de Rusia en la política británica. Tras todo eso, en las generales de diciembre de 2019, los conservadores consiguieron una aplastante mayoría de 80 escaños no vista desde los tiempos de Margaret Thatcher, coronando a Boris Johnson como "el rey del mundo" con el que soñaba ser desde niño.
Los conservadores lograron incluso el apoyo de distritos del Muro Rojo del norte de Inglaterra que habían estado votando por el laborismo desde la II Guerra Mundial. Las filas lideradas entonces por el radical Jeremy Corbyn cosechaban su peor derrota desde 1935. Pero hoy las tornas han cambiado. De celebrarse mañana unas elecciones generales —previstas en realidad para mayo de 2024— los conservadores perderían hasta 300 escaños, reduciéndoles a un ridículo grupo de solo 22 diputados y dejando así a los independentistas escoceses del SNP como oposición real ante unos laboristas que arrasarían, a pesar de que Keir Starmer siga siendo "Mr. No Carisma".
Los conservadores no tienen ahora a quién culpar, salvo a sí mismos. El núcleo duro de la derecha se ha apoderado de la batuta desde hace tiempo. Y la formación ha acabado siendo devorada por su propia criatura, proyectando una imagen de absoluta inestabilidad política y económica.
El historiador y periodista Nigel Jones escribía recientemente en 'The Spectator' —la biblia para los 'tories' que en su día dirigió el propio Boris— que los factores que han acabado dinamitando al partido se pueden caracterizar convenientemente como "el problema ABC".
'A' representa la capacidad, o más bien la falta de tal cualidad en los tramos superiores de la formación. "La evidente falta de políticos 'tory' con la habilidad de llegar a la gente común es lo que impulsó a Boris Johnson a Downing Street en primer lugar. A pesar de todos sus defectos, la personalidad colorida de Johnson, su vida privada inusual y su despreocupado incumplimiento de las reglas atrajeron a tantas personas como repelieron. Los 'tories' sin Boris parecen un grupo más gris, más aburrido y han demostrado ser incluso menos competentes de lo que sus enemigos lo acusaron de ser", afirma. En cualquier caso, la ambición rubia, estaría — según el propio 'The Spectator'— muy lejos ahora de conseguir salvar a la formación.
'B' representa Brexit y sus consecuencias. "Europa ha sido una falla que divide al partido desde el mandato de Margaret Thatcher. El ala eurófila, que todavía comprende la mayoría de sus parlamentarios, nunca aceptó amablemente su derrota en el referéndum de 2016. Estaban resentidos con el hombre al que culparon por provocarlo antes de tramar con éxito su caída: ese es Boris otra vez", recalca.
Por último, 'C' significa covid y los resultados malignos de la pandemia que golpearon al Gobierno de Johnson casi tan pronto como asumió el cargo, obligándole a inflar la deuda pública y tomar medidas con más sello laborista que conservador, dejando grandes facturas que aún deben pagarse.
"Es poco probable que una población preocupada por el costo de los alimentos, el combustible y la calefacción, a medida que avanzamos hacia el invierno, perdone a un grupo que parece ratas que luchan por tomar el mando de un barco que se hunde", concluye. En definitiva, a menos que puedan estabilizar el barco en poco tiempo, su reinado de siglos como el principal partido político del Reino Unido parece estar llegando a su fin.
Antes de convertirse en una especie de universo paralelo, llegando incluso a lo esperpéntico, Westminster —como casa de una de las democracias más establecidas— era un lugar respetado. Y lo mismo pasaba con el Partido Conservador. La formación política más antigua del mundo se consideraba una de las máquinas más exitosas. Ha estado ganando elecciones desde la década de 1830 y dominando la política británica durante la mayor parte del siglo XX y XXI. Su capacidad de regeneración y adaptación era memorable. Nada tiene que ver el partido que lideró David Cameron, con el de Theresa May. Por no hablar de Boris Johnson.
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