El 'partygate' hunde a Johnson: poco queda del emperador que conquistó Reino Unido
Dos años después de la aplastante mayoría absoluta de las últimas generales, Johnson atraviesa sus momentos más bajos por el escándalo varias fiestas celebradas en pleno confinamiento
Boris Johnson se ha convertido este jueves en padre de una niña, su segundo hijo en común con su esposa Carrie. En los dos últimos años, su viaje personal ha sido intenso: estuvo ingresado y a punto de morir por covid, ha perdido a su madre, se ha casado (por tercera vez) y, a punto de cumplir los 60 años (ahora tiene 57), se ha convertido en padre de dos retoños que apenas se llevan 19 meses. En total, se ha llegado a hablar de que tiene siete hijos. Solo es un rumor, porque él nunca ha querido hablar de su vida privada. El Boris de 2019 no es el mismo que el de 2021. Y el primer ministro tampoco.
El político que hace dos años entraba victorioso en Downing Street tras alcanzar una aplastante mayoría absoluta es ahora un ente difuso que ha perdido la popularidad en la calle y la confianza entre sus filas. El Partido Conservador habla ya sin tapujos sobre un futuro reemplazo. El excéntrico 'outsider' se ha convertido en una carga.
Cuando The Telegraph, su rotativo más afín, publica una viñeta donde representa la credibilidad del Gobierno en una vasija con las cenizas para muertos significa que la profunda crisis que atraviesa Johnson no es una más. ¿El principio del fin del que fuera gran emperador?
No se sabe aún si será definitiva, pero desde luego que el 'Partygate' es una estocada importante para un primer ministro que lleva tiempo hilando preocupantes tropiezos. El líder 'tory' ha pedido “disculpas sin reservas” por las ofensas que haya podido crear un video publicado en exclusiva por ITV, donde se muestra a la entonces portavoz gubernamental, Allegra Stratton, participando en un simulacro de rueda de prensa -sin periodistas presentes- en la que es interrogada por funcionarios de modo jocoso acerca de la fiesta que tuvo lugar el 18 de diciembre de 2020 en Downing Street, en plenas restricciones por pandemia.
“Yo me fui a casa...”, responde entre risas. El funcionario que actúa como periodista insiste y le pregunta si el primer ministro lo aprueba, a lo que la portavoz replica: “¿Y qué respondo a eso?”. “Esta fiesta ficticia era una reunión de trabajo con vino y queso... y no había distancia social”, añade Stratton entre risas, ante la complicidad de sus colegas. ¿Puede haber algo más impopular para un Gobierno que celebrar festejos navideños en pleno confinamiento por una pandemia que ha costado centenares de vidas y puestos de trabajo?
El Daily Mirror fue el primero que publicó la semana pasada los detalles del evento. Johnson siempre ha defendido ante la Cámara de los Comunes que “no hubo fiestas y no se rompió ninguna regla”. Mentir a la Cámara Baja es motivo de dimisión. A día de hoy, el 'premier' lo sigue defendiendo. Pero las imágenes hablan por sí solas. Y The Times asegura ahora que no fueron ni una ni dos sino hasta siete celebraciones las que tuvieron lugar el año pasado entre noviembre y diciembre en el Número 10, los distintos ministerios e incluso la sede del Partido Conservador.
Stratton ha presentado entre lágrimas su dimisión. Pero los analistas coinciden en que no será suficiente. “Aquí hay un hedor abrumador de fin de régimen que emana de Downing Street y que ya no puede ser ignorado. ¿Por qué todos los gobiernos terminan tomando a sus votantes por tontos? ¿Por qué sienten que tienen derecho a romper las reglas que el resto de nosotros debemos seguir? El hecho de que los asesores de alto nivel eligieran festejar en un momento en que el resto del país estaba atravesando un traumático encierro navideño revela una terrible falta de juicio, pero es su impactante sentido de superioridad, el burlón elitismo y las subsiguientes mentiras lo que más enfurece a los votantes”, señala Allister Heath, editor de The Sunday Telegraph, biblia para los 'tories'. La Oficina de Gabinete ya ha abierto una investigación para esclarecer lo sucedido y, si encuentra indicios de ofensa criminal, el asunto será derivado a la Policía.
En medio de la polémica, Johnson ha anunciado nuevas restricciones para hacer frente a la amenaza de ómicron. Desde hace días había rumores sobre la posibilidad de que se implantara el Plan B -que incluye pasaporte covid para entrar en los sitios de ocio y la recomendación de trabajar desde casa- porque los casos positivos se están doblando cada entre dos y tres días.
Sin embargo, anunciarlo justo en medio de esta crisis de popularidad se ha tachado de oportunismo para desviar la atención. Pura cortina de humo. Las restricciones además han creado gran división en el Gabinete y alrededor de 40 'tories' amenazan con rebelión cuando las medidas se sometan a votación en Westminster.
Se podría hablar también de la multa de 17.800 libras que ha recibido este jueves el Partido Conservador por parte de la Comisión Electoral por “no informar con precisión una donación” que pagó la polémica remodelación del piso en Downing Street del primer ministro. Pero eso queda ya casi como mera anécdota.
Johnson no tiene aliados y no es realmente una criatura de Westminster. Su relación con la verdad es “inusual”, como diplomáticamente asegura Laura Kuenssberg, editora política de la BBC. Pero hasta ahora esto no importaba. La clave del primer ministro residía en su capacidad para eludir las rutas convencionales hacia el poder. Era un 'outsider' y así fue como consiguió una aplastante mayoría absoluta en 2019, con incluso más votos que Tony Blair en 1997, y carta blanca para dirigir el Gobierno de la manera que quisiera. Su autoridad incuestionable ante sus diputados dependía de su continua popularidad. Y ahora se está desmoronando. Por primera vez, el 54% de los votantes cree que el 'premier' debería dimitir, incluido el 33% de aquellos que votaron por los 'tories', según la última encuesta de Opinium.
El apoyo al Partido Conservador ha ido disminuyendo a lo largo de las últimas semanas. Y, aunque no decisivo, será muy significativo si la formación pierde las elecciones del próximo 16 de diciembre en el distrito de North Shropshire. Los comicios se celebran para cubrir el escaño vacío tras la dimisión del 'tory' Owen Paterson, por una polémica sobre corrupción. En un principio, Johnson le mostró su apoyo. Es más, forzó a sus filas a hacer lo mismo en una votación celebrada en la Cámara de los Comunes. Pero cuando las cosas se pusieron feas, el 'premier' dio uno de sus habituales volantazos, dejando a los parlamentarios que habían seguido sus instrucciones totalmente vendidos.
En el Partido Conservador desde hace tiempo hay descontento con el líder. Básicamente, ha decepcionado a todos los espectros ideológicos, por lo que ninguno quiere acudir ahora a su rescate. Los euroescépticos ya no lo necesitan porque han conseguido su ansiado Brexit. Los más críticos con las restricciones sociales ante la pandemia se sienten defraudados. Los 'thatcheristas' están furiosos por las subidas de impuestos, el despilfarro y la escasa desregulación. Y los que representan a los distritos de clase obrera del llamado Muro Rojo (que abandonaron a los laboristas seducidos por Boris) se han dado cuenta de que la gran promesa del 'Levelling up' para acabar con diferencias entre las distintas regiones es en realidad un eslogan sin ningún plan detrás.
Son estos últimos parlamentarios los que están especialmente más aterrorizados por la bajada en las encuestas porque sus escaños son los más fáciles de perder. Al fin y al cabo, una vez ejecutado el Brexit que tanto pedía un sector de la clase trabajadora, ¿qué sentido tiene seguir apostando por los conservadores? Lo más revelador, según destacaba recientemente The Telegraph, es que incluso los ministros y los leales al partido se niegan a arriesgar ahora su reputación para defender al Gobierno. Los parlamentarios han aprendido la lección: una y otra vez, Johnson da marcha atrás en decisiones impopulares. ¿Por qué debería entonces un ministro correr ahora el riesgo de ser engañado defendiendo lo indefendible si el Gobierno simplemente va a cambiar de opinión unas horas después?
Por último, está la falta de organización del primer ministro. Tras su triunfo en 2019, empoderó a algunos asesores clave, entre ellos Dominic Cummings. Pero el ambiente en el Número 10 se volvió insoportable ante las tensiones cada vez más fuertes de una guerra de tronos. El equipo de Cummings finalmente fue destituido. Pero no ha sido reemplazada por ninguna alternativa significativa. Por lo que ahora hay un importante vacío, tanto práctico como filosófico. Diputados y donantes se quejan porque no saben realmente hacia donde va el partido.
El timón parece estar tomado por inexpertos a los que el barco sencillamente les queda muy grande. ¿Por qué nadie aconsejó mejor a Johnson sobre Owen Paterson? ¿Por qué nadie se dio cuenta de la debacle afgana? ¿Por qué ese cambio de última hora en las ayudas a jubilados? No es demasiado tarde para Johnson. Primeros ministros se han recuperado de cosas mucho peores. Pero, por primera vez, su control del poder comienza a verse inestable y sus parlamentarios están discutiendo abiertamente un futuro reemplazo. Nadie como Boris va a agradecer más la pausa navideña con la esperanza de que la tormenta amaine.
Boris Johnson se ha convertido este jueves en padre de una niña, su segundo hijo en común con su esposa Carrie. En los dos últimos años, su viaje personal ha sido intenso: estuvo ingresado y a punto de morir por covid, ha perdido a su madre, se ha casado (por tercera vez) y, a punto de cumplir los 60 años (ahora tiene 57), se ha convertido en padre de dos retoños que apenas se llevan 19 meses. En total, se ha llegado a hablar de que tiene siete hijos. Solo es un rumor, porque él nunca ha querido hablar de su vida privada. El Boris de 2019 no es el mismo que el de 2021. Y el primer ministro tampoco.