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Jesús Gil, el triturador de entrenadores rojiblancos que no sabía de fútbol
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Los proyectos de Menotti y Basile

Jesús Gil, el triturador de entrenadores rojiblancos que no sabía de fútbol

Desde el 'Flaco' Menotti hasta el 'Coco' Basile pasando por Maturana o Sacchi. Gil no creía en los resultados a medio-largo plazo. López Ufarte y Paulino Martínez cuentan su experiencia

Foto: Jesús Gil y Gil 'El Pionero' (HBO)
Jesús Gil y Gil 'El Pionero' (HBO)

En marzo de 1988, La Gazzeta dello Sport atribuyó unas declaraciones a César Luis Menotti, entonces técnico saliente del Atlético de Madrid, sobre Jesús Gil, quien esa temporada se estrenase como mandamás de la entidad colchonera. En ellas, 'el Flaco' aseguraba que "en los 30 años que llevo en el fútbol, no había tenido nunca un presidente semejante. Es la brutta copia de Al Capone".

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Pese a que la primera vez que se sentó en su despacho Gil invitó a salir a Luis Aragonés a la voz de "en este club se acabó el amiguismo. Soy el jefe, yo soy el que manda", el presidente llevaba poco tiempo en el cargo y en lo de Menotti, además, debió de pillarle un mal día, por lo que zanjó el despido de su primera elección para el banquillo por lo civil. "Sin dar ocasión a que corra la sangre", fueron sus pacíficas palabras.

El breve Atleti de Menotti

Menotti había sido campeón mundial en 1978 con Argentina. La del Atleti fue su segunda experiencia en la liga española, tras conseguir la Copa del Rey 82/83 con el Barça y despedirse al perder la final copera del curso siguiente. El Flaco era fiel al juego de ataque combinativo y defensa en zona hacia delante. Después de once temporadas dirigidas por Aragonés, la esencia del Atleti era explotar el repliegue y contraataque, normalmente con la marcación combinada como base defensiva. La afición rojiblanca vibraba con el juego directo, el único que históricamente les hizo competir hasta ganar títulos, por lo que el cambio no sería sencillo. Para que el equipo aplicara el nuevo estilo y al tiempo ganase todos los partidos, Gil acabó por conceder a Menotti ocho meses. Justo hasta que llegó la primera concatenación de empates y derrotas.

Al poco de llegar, el técnico rosarino expuso su pensamiento sobre los papeles a representar por cada cual dentro de un club de fútbol, en una entrevista para El País. Haciendo gala de su buena retórica, lo expresó mediante un mensaje maquillado con palabras respetuosas hacia el mandatario, del siguiente modo: "Por primera vez he escuchado a un presidente hablar con absoluta claridad en la presentación: el entrenador, a entrenar; los jugadores, a jugar; el presidente, a producir lo que el Atleti necesita para seguir creciendo. Por lo que todo irá bien mientras que los jugadores no quieran ser entrenadores, los entrenadores no quieran dirigir el club y el presidente el equipo. Yo creo que el presidente ha sido lo suficientemente claro y correcto en todos las declaraciones que ha hecho. Incluso después de las derrotas". Lo de Menotti era un aviso y lo de Gil refería a derrotas de pretemporada, como poco después se comprobó.

placeholder Gil y Menotti en sus tiempos como rojiblanco. (Imagen de archivo)
Gil y Menotti en sus tiempos como rojiblanco. (Imagen de archivo)

Menotti intentaba marcar los límites desde el inicio, pero su pretensión quedo en nada cuando, tras un empate oficial frente a la Real Sociedad en octubre, se produjo la desunión entre Gil y los futbolistas. El presidente los acusó de falta de profesionalidad, al preocuparse, según él, más de sus negocios o de cerrar discotecas que de jugar al fútbol. Ciertas o no, durante su mandato acusaciones como estas se volverían casi costumbre.

Desde ese momento Menotti y Gil estuvieron enfrentados, pero el equipo ofreció buen nivel, ganó 0-4 al Real Madrid e inició 1988 con claras opciones de pelear por la Liga, por lo que la situación, mal que bien, se mantuvo. “Veo a mi equipo capacitado para ganar la Liga”, aseguró el técnico a finales año. Todo quebró el siguiente febrero, cuando se encadenaron malos resultados y Gil volvió a extralimitarse, metiéndose esta vez en los dominios específicos del cuerpo técnico, al opinar que el equipo entrenaba poco y que, "por soberbia, no se puede mantener un sistema de juego definido". Los dardos iban hacia Menotti y Rogelio Ponzini, el preparador físico que le acompañaba. 'El Flaco' quiso defender lo suyo arguyendo que “el fútbol no es como un reloj y las pruebas físicas no arrojan resultados contundentes (…) Hay una frase que dice que sentirse cansado no es estar cansado. Lo que pasa es que la pasión ha hecho olvidar a muchos que hasta hace veinte días estábamos a cuatro puntos del Madrid y en buena línea. Me parece que trasladar los últimos resultados del equipo por esta vía es tratar los problemas por el lado más cómodo”.

Pero el equipo no se recuperó y la derrota liguera contra el Madrid de Leo Beenhakker supuso su despido, a finales de marzo. Gil dijo que “es posible que sus sistemas fueran buenos en Argentina, donde predomina la técnica. Pero no en el fútbol español, como se ha demostrado en el Barcelona y en el Atlético. Soy culpable de no haber impuesto el preparador físico que debía seguir en el club, Ángel Vilda. Pero yo no puedo bajar al campo para realizar esa función. A los jugadores no se les ha olvidado el fútbol, sino que no han tenido la preparación adecuada. Pero ahora demostrarán que no hay necesidad de dar muchas bajas”.

“En mis 35 años de fútbol, jamás había vivido una situación tan tensa” aseguró entonces Menotti. Por su parte, los jugadores no demostraron lo que Gil esperaba, sino que de los nueve partidos restantes, dirigidos primero por Armando Ufarte y acto seguido por Antonio Briones, solo ganaron cuatro.

Landáburu recuerda el Atleti de Menotti

Con la intención de hablar de todo lo referente al conjunto rojiblanco de la temporada 1987/88, El Confidencial ha contactado con Jesús Landáburu, centrocampista titular de aquel Atleti. Landáburu fue igualmente indiscutible para Aragonés las cinco temporadas anteriores, donde el equipo alcanzó una final de Recopa, ganó una Copa del Rey y una Supercopa de España.

Sobre las diferencias entre ambos proyectos, el fino mediocampista recuerda que "la llegada de Gil y Menotti fue toda una revolución. Cambió mucho respecto a los años anteriores con Calderón y Aragonés. Menotti había sido campeón del mundo, tenía pasado en el Barcelona y aquí era muy conocido, casi como una institución en aquella época. En lo referente al equipo, una diferencia llamativa es que Menotti trabajaba solo con los titulares, mientras que Aragonés estaba más pendiente de todos los jugadores, del grupo. Con Menotti, si no encajabas en el once, era complicado. "Entonces tenías que trabajar mucho y más bien por tu cuenta".

Ya en la etapa azulgrana del Flaco, los suplentes se quejaron de la falta de oportunidades y del distinto trato de los que habla Landáburu. Menotti cree sinceramente en los conocimientos de la figura del entrenador, comparándolo a cualquier otro profesional de carrera o cualificado. "A ver si aprendemos a ver el fútbol bien, con claridad”, corrigió a un periodista que, a su parecer, analizaba mal el juego. Y no fue un caso aislado. Por ello, para justificar el dilema de los reservas, era normal verlo decir que un equipo es como una orquesta, donde todo tiene que sonar perfecto, por lo que "un entrenador es como un director: ha de saber identificar cuáles son los músicos adecuados para interpretar las obras desde el primer momento", no andar con indecisiones y cambios.

placeholder Jesús Landáburu, en un cromo de la época.
Jesús Landáburu, en un cromo de la época.

Desde la misma planificación, Menotti tenía claro los jugadores que podían desempeñar roles que él consideraba imprescindibles en un equipo. Apenas ver la plantilla, dijo que faltaba un delantero y que le gustaban el inaccesible Butragueño y Uralde, recientemente traspasado por su club al Athletic en la operación del central Goikoetxea. Llegado desde el Boca Juniors, el argentino dejó unas declaraciones para El Gráfico donde comparó lo que había en el Atleti con lo de su anterior equipo: "Arriba tengo dos hombres como Futre y Zamora. No tengo un volante como Fatiga Russo, por ejemplo. Por la derecha están Eusebio y Parra, que pueden asemejarse a Brindisi (...) Por la izquierda tengo a López Ufarte, a quien técnicamente califico como el mejor jugador de España".

Zamora fue una arriesgada petición del técnico que finalmente no pudo jugar por su invariable condición de extracomunitario en una plantilla que contaba con los internacionales Alemao y Futre. Como Eusebio, otro fichaje clave fue el extremo López Ufarte, que compartiría ataque con el crack portugués y Julio Salinas, quien tras ser desconsiderado por Menotti al principio acabó el curso como delantero titular y con 18 goles en su haber, eficacia que en él era habitual. En la zona de vanguardia de un dibujo con tres atacantes netos, Futre y Ufarte también firmaron cifras goleadoras aceptables, rozando ambos la decena. Pero para que este buen hacer fuese posible, la labor del trío centrocampista resultó fundamental. No carente de técnica, Alemao ejerció de barredor, mientras que Eusebio y Landáburu se encargaron de construir y llegar.

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Así recuerda la propuesta de juego y su rol en el equipo el mediocampista palentino: "Una de las propuestas clave de Menotti era lo que él llamaba achique de espacios, con el fuera de juego. Era algo novedoso en España y costó asimilarlo. Con Aragonés no hacíamos ese tipo de presión, sino que jugábamos al contraataque.

Menotti hacía menos incidencia en el aspecto físico que Aragonés. También entrenábamos por las mañanas, pero había bastante diferencia con Luis y Ángel Vilda, que era el preparador anterior, quien nos daba unos buenos tutes. Eso se notó en el equipo, que estaba acostumbrado a un ritmo y a una forma de jugar muy distinta.
En cuanto a mí, era un generador de juego. Menotti me pedía que estuviese uno pocos metros delante de los dos centrales, Arteche y Goiko, para empezar a jugar desde atrás o presionar al rival cuando ellos tuviesen el balón. Con Menotti me sentía muy cómodo y respaldado. Se jugaba más o menos en 4-3-3, con Futre con mucha libertad, jugando por delante de mí y a su aire. Era un jugador muy rápido y vertical. Nos entendíamos muy bien en el campo".

Una apuesta por el balón

En cuanto al estilo a ras de hierba que cita Landáburu, Menotti ejemplificaba con el imponente Real Madrid, para esas fechas tres veces consecutivas ganador de la competición doméstica con un juego eminentemente técnico. El Flaco aseguró que "nunca jugamos en función del rival (...) Entre elegir que Gordillo y Míchel no jueguen y a expensas de eso no jueguen mis futbolistas, lo que quiero es que mis futbolistas traten de jugar mejor que Gordillo y Míchel. Que a Gordillo y Míchel les preocupe que detrás van a estar Futre o Ufarte (...) ser un equipo que les va atacar con cinco o seis jugadores".

Jugar mejor es una apreciación subjetiva que para Menotti quiere decir "ser protagonistas", partir desde posiciones abiertas para atacar tanto desmarcándose en apoyo hacia el balón como en ruptura sobre los espacios libres, facilitar las "asociaciones naturales por afinidad entre los jugadores que compartan sensibilidad de juego", construir desde la base, tener más posesión que el oponente pero sin despreciar el contraataque, combinar mucho, rápido y en vertical, ser creativos en la mitad de campo rival usando acciones como "distraer, mostrar al adversario una cosa y hacer otra, eso que es tan común en el jugador argentino". A la vez pretendía que sus jugadores fuesen "solidarios en el esfuerzo" y usar la defensa como una fase más del ataque.

Achique de espacios y offside

Pese a su voluntad ofensiva, paradójicamente era la táctica defensiva lo representativo en los planteamientos de Menotti: marcación en zona, zaga adelantada en línea y achique de espacios hacia delante con la trampa del fuera de juego como elemento. Se trataba de un mecanismo apenas usado en la Liga, por lo que tuvo dificultades para aplicarlo correctamente y recibió críticas. "Claro que es arriesgado jugar adelantado, pero nos está dando muy buen resultado. Poner en práctica ese sistema requiere concentración, precisión y muchos entrenamientos. Con Menotti nos estamos machacando en ello desde pretemporada". Son palabras de Abel en los primeros compases del curso, portero que dijo aprender de su antiguo compañero Fillol y a quien Menotti otorgó la titularidad.

Por la propia complejidad conceptual y dado el desconocimiento de los jugadores españoles, el método necesitaba tiempo para afinar y ser dominante. En una entrevista para El País, Menotti precisó que él no jugaba exactamente al fuera de juego. "El fuera de juego lo hizo Holanda en 1974, nosotros jugamos al achique de espacios. El fuera de juego es un recurso de este, un recurso que se puede utilizar cuando hay una diferencia numérica a favor del adversario, y entonces vos contás con que si te faltan dos hombres en el marcaje tenés el fuera de juego y la marca que podés hacer. El fuera de juego se le tira a un jugador determinado, para sacarlo de su lugar común. Pero nosotros no vamos a salir corriendo hacia delante cada vez que el rival coja el balón. Vamos a tratar de reducir espacios, porque al no haber grandes recuperadores de balones hay que crear dificultades para que el adversario tenga el balón lo menos posible y cometa errores".

Pero lo cierto es que los equipos de Menotti sí salían hacia delante de manera sistemática para provocar el offside, y el Atleti no fue una excepción. Por fortuna para sus intereses, el técnico desveló que "nos favorece que he encontrado un equipo que tiene algunos conceptos útiles, porque ha jugado reduciendo espacios. No como pretendo yo (...) pero me hubiese costado más si hubiese cogido un equipo que jugase con líbero y 'stoppers' claros y marcajes personales en todo el campo. Este equipo jugaba sin demasiada vehemencia en la persecución, sino más bien en línea y solo tomando marcajes determinados. He venido a un equipo donde ha trabajado un gran entrenador, como es Luis Aragonés".

Como apuntó Menotti, el técnico de Hortaleza planteaba achicar en repliegue y usaba la marcación combinada con mayoría de patrones mixtos -no hombre a hombre-, por lo que el sistema se asemejaba al suyo en muchas fases del juego, sobre todo cuando los escalones propios de la combinada se juntaban hasta volverse casi las líneas de la zona. Aragonés era considerado el maestro del contragolpe a nivel europeo, pero en realidad estaba lejos de ser alguien dogmático, como demuestra que esa temporada relevó a Venables en el Barça y no dudó en continuar con la defensa zonal en línea y la propuesta de ataque combinativo que entonces usaba el equipo.
Para ahondar sobre el funcionamiento del achique, Landáburu aporta que "era lo característico de Menotti. Lo ejecutábamos cuando el equipo rechazaba el balón o el rival daba un pase atrás, entonces salíamos e íbamos todos a presionar y a trazar el fuera de juego. Había que estar atento a los centrales, que eran quienes marcaban la jugada".

Mala racha y primer entrenador cesado por Gil

En el libro Menotti, 'El último romántico', el dos veces campeón de Liga con la Real Sociedad, Ufarte, opina que aquel Atleti jugaba muy bien, que "si no jugábamos bien con la libertad que nos daba Menotti, nos teníamos que ir todos. Tenía ideas muy propias, válidas para revolucionar el fútbol español (...) Jugar como quería César es muy fácil. Era solo eso: jugar. (...) El problema fue que el Real Madrid se distanció y eso no lo admitían Gil ni su entorno. Hay que recordar que se habían hecho muchos fichajes pensando en un proyecto para dos o tres años. Pero las polémicas ese año estuvieron a la orden del día. Intentamos aislarnos de ellas, pero no fue posible. Jesús Gil y Gil era un terremoto, no había término medio para él".

En similar sentido, Landáburu cuenta en El Confidencial sus apreciaciones sobre aquel grupo y el desenlace de su experiencia en el “nuevo Atleti” de la siguiente manera: "Creo que a largo plazo el equipo hubiera funcionado. El ambiente era bueno. Pero Gil entró con muchos compromisos y promesas, por lo que tenía menos paciencia de lo normal, que ya de por sí siempre se está exigido por los resultados. En su esquema mental no cabía pensar que los equipos necesitaban un tiempo, sino que él pedía resultados inmediatamente.

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Fue un año muy raro, sobre todo para Menotti, porque los resultados no llegaban y la presión de la nueva directiva se notaba. Todo fueron críticas y problemas. Yo también tuve problemas con Jesús Gil. Acabé reclamando en el Juzgado de lo Social por mi contrato, y por ello al final de temporada me retiré". Durante la temporada se lesionaron de larga duración Goikoetxea y Setién. Después de 15 victorias, cuatro empates y cuatro derrotas en Liga y la eliminación en cuartos de Copa ante la Real Sociedad, en los meses de febrero y marzo el Atleti sumó tres empates y otras tantas pérdidas más. Se alejó así a 9 puntos del Madrid, líder, y el 1-3 contra los blancos de la jornada 29 sentenció al entrenador.

Gil argumentó que "el Madrid nos humilló el domingo, se paseó por el Calderón. Con esta plantilla y una buena preparación física habríamos sido campeones de Liga. No estoy para mantener una agonía, se ha cortado por lo sano. La situación de Menotti era ya inviable. Se nos han ido más de 500 millones de recaudación". El dinero angustiaba al millonario presidente del Atlético de Madrid.

El campeón del mundo solo fue la primera piedra caída del complejo Gil. En adelante, un entrenador tras otro corrieron la misma suerte, como si ninguno sirviera para su oficio. En cierto momento, Menotti advirtió que la exigencia era "ganar la semana que viene, no dentro de cuatro meses". Quizá fue demasiado optimista. Como dice Landáburu, si querías mantenerte en el Atleti de Gil más te valía empezar a ganar hoy, si no nunca ganarías mañana.

Hasta el descenso del año 2000, innovadores, afamados, ganadores técnicos lejos de Madrid como Menotti, Atkinson, Clemente, Ivic, Maturana, Basile, Sacchi o Ranieri no aguantaron un curso completo dirigiendo a los colchoneros. "Gil me echó yendo segundos. Y eso que me llevaba bien con él. Así de pintoresco era", contó en el programa Ídolos el bicampeón de Liga con el Athletic, Clemente. Solo se salvó Radomir Antic, porque hizo un doblete de Liga y Copa a la primera oportunidad. A juzgar por los antecedentes, Antic podía estar seguro de que, tras su gran temporada, hubiese acabado en la cola del paro de perder los dos partidos decisivos contra el Barça de Cruyff, cuando en abril se jugaba todo. ¿Ninguno era válido o el presidente se equivocaba?

Gil y el Atleti como empresa

Sucedía que, consecuente con su espíritu empresarial y respetuoso con el mundo mercantil que le tocó vivir, Gil leía cualquier asunto desde la lógica económica. En una entrevista televisada a finales de los ochenta, sobre su aún precoz gestión del Atlético de Madrid, aseguro que "la norma que llevo es: invierte en lo más caro, que nunca perderás nada". Pero la historia demuestra que el fútbol no funciona así, que no se gana solo por tener lo caro. En su faceta de empresario del ladrillo, Gil adquiría suelo, pagaba personal cualificado, materiales de calidad y vendía las construcciones al mayor precio que el estudio de la oferta y la demanda le permitiese. Salvo imprevistos, con un buen tanteo del mercado, el beneficio era seguro y pronto.

Al tomar el Atleti, Gil quiso gestionarlo al modo que conocía, para él el único posible. Disponía del glorioso estadio Vicente Calderón, pagó a Menotti, al Balón de Plata Futre, varios buenos jugadores más, y exigió su rédito inmediato. Así actuó prácticamente cada año, tiempo en que los fracasos se acumulaban.

Sin aparente mala intención, Jesús Gil procedía sin saber que, además de captar espectadores con los fichajes, para ganar torneos y ser atrayente cara al exterior la pelota tiene que acabar dentro de la portería de un equipo rival que, a diferencia del suyo, probablemente haya madurado. Y es en el juego donde se pierde la matemática para dejar paso al pensamiento mágico del futbolista. Es ahí también, en lo referente al análisis del juego y no de las empresas, donde deberían entrar las luces de la razón en la directiva para alumbrar el proyecto de un equipo de fútbol. En fútbol, que el porcentaje de éxito sea alto responde a la adecuación de entrenadores, jugadores y tiempos. Si el resultado llega sin el correcto estudio de esos factores, suele ser por casualidad. Y no conviene apostar por casualidades, ni elevar el resultado de estas a categoría de norma.

Seguramente Gil lo desconocía. Sin el tipo de cálculo al que estaba acostumbrado, se hizo un lío que quiso solucionar como buen terrateniente. A su juicio, la culpa siempre era de los empleados, dada su incompetencia, por lo que había que despedirlos. No era raro escuchar a Gil decir que distintos integrantes de sus equipos eran unos vagos, unos sinvergüenzas por no rendir a la altura de su salario. "¿Qué ha hecho? ¿Dónde están los goles? Que traiga el dinero y se marche", dijo en cierta ocasión refiriéndose a Kosecki, después de llamarle 'tontito'.

A diferencia de otros asuntos donde Gil mostró destreza, los futbolistas le eran una extraña especie. Por ello hablaba sin entender, como no entendió Marx un siglo antes, que "pintar una Paloma podía llevar a Picasso menos tiempos que pintar la caseta del perro, pero no por ello vale menos", en palabras del pensador Antonio Escohotado. Sin entender que en un equipo hay futbolistas que se deben a su trabajo y otros que principalmente rinden por su talento. Y que labor y creatividad no se repelen, pero a menudo avanzan por sendas diferentes. Un futbolista no es un obrero, un equipo no es una construcción material y el fútbol no es ciencia. Si no que a menudo se acerca más al arte, dado el componente natural y lo imaginativo de los mejores jugadores, de los que el Atleti siempre tuvo varios. Esto tenía que habérsele explicado a Gil, caso de que él hubiese estado dispuesto a atender.

Cualquiera que sepa de fútbol comprende que un equipo necesita tiempo suficiente para relacionar las naturalezas que lo integran y así funcionar de manera estable. Pero sencillamente Gil no sabía de fútbol, lo que no tuvo reparos en reconocerle a Clemente cuando lo contrató para que se encargase de ese tema, según el entrenador vasco contó en RTVE para 1989. Y el problema era que, aun así, Gil decidía día a día sobre temas fundamentales en fútbol, como la elección del entrenador del equipo, además de cuestionar toda suerte de decisiones técnicas cuando el balón no entraba.

Por eso pasó lo que pasó en la etapa de Gil como presidente. Y quizá no haya culpables, sino que todo fuese un malentendido.

Del despido de Maturana al lío con Basile

Si la primera víctima fue el reputado Menotti, la última antes de los inesperados éxitos de Antic sería el igualmente reconocido Alfio Basile, campeón de América con la Selección Argentina en 1991 y 1993. Otro entrenador de parecidos códigos y demostrada valía, siempre que dispusiera del tiempo imprescindible, condición que la AFA aseguraba por normativa en aquella época. Con el agravante de tomar el equipo a mitad de temporada, el Coco dispuso de algo más de tres meses de trabajo en la capital de España. Por lo que el suyo resultó otro probable buen Atleti que no pudo ser.

Corría la campaña 93/94. Para empezarla, Gil fichó al colombiano Francisco Maturana, campeón de América a nivel de clubes, quien poco antes dirigió al Valladolid y estuvo muy cerca de firmar por el Real Madrid. Al igual que Menotti y Basile, el Pacho era un técnico con la idea clara de jugar mediante la zona y el pase corto desde atrás. Su fichaje supuso el decimoctavo entrenador elegido por Gil, quien lo rescindiría con solo nueve fechas de Liga celebradas. "Yo no me voy porque me quiera ir, me han destituido", dijo ante el asombro del personal por el prematuro adiós.

placeholder Maturana dirige un entrenamiento bajo la atenta mirada de Simeone. (Imagen de archivo)
Maturana dirige un entrenamiento bajo la atenta mirada de Simeone. (Imagen de archivo)

Para justificar el nuevo despido, el presidente le cuestionó precisamente la idea y la propuesta de juego, exponiendo que tenía que "cambiarse la actitud, el sistema y todo. No se puede regalar el campo contrario. El sistema que aplicamos nos conduce a Segunda". Curiosa manera de admitir no saber de fútbol, la que mostraba Gil. Por otra parte, Maturana no podía sorprenderse por el juicio del presidente a su labor, similar al emitido hacia el trabajo de Menotti años atrás, ya que ambos técnicos guardaban una estrecha amistad. En su despedida, Maturana relató que "después de la actitud positiva del presidente tras el partido contra el Betis -derrota definitiva-, acudí a una reunión en la que expresaron que habían perdido la credibilidad en mí y que la única alternativa era cambiar. Y yo no cambio". Si no estaba dispuesto a traicionarse, quién le mandó trabajar para Gil. De nuevo, parece que cuesta aclarar los culpables.

De Maturana, el presidente también había dicho que "el entrenador se lleva muy bien con los jugadores, esto es perjudicial", pero acto seguido contrató a D'Alessandro, técnico de buen trato con el futbolista, o al menos con los principales. Antes de dejar el banquillo por primera vez, la temporada anterior el argentino había salvado al equipo del descenso, tras relevar a Ovejero, quinto profesional en el puesto a esas alturas de curso. Tras algunos resultados en contra, Gil acusó a Jorge de conservador, como ya hiciese con el Pacho. "No me considero muy defensivo, asumo riesgos. Si nosotros jugamos 4-4-2, como el Real Madrid, ¿por qué solo el Madrid puede ser ultraofensivo?". Así se excusó un D'Alessandro que logró eliminar al Barça en cuartos de Copa, pero a quien la quinta derrota de su Atleti en Liga, en febrero frente a la Real Sociedad, le acarreó el cese.

"Con Paulino y dos muertos más no se gana"

Un reciente campeón y mundialista como Basile fue contratado para alejar al equipo de las posiciones de descenso. Desde el momento que puso el pie en el Manzanares, Basile supo dónde se metía. "El día que me conoció, Gil me llevó al Calderón. Me dijo, ven conmigo, ven. Íbamos caminando por mitad del campo y se me ocurre decirle presidente, e inmediatamente me corrige: "Te has equivocado, yo no soy el presidente, yo soy el amo. Todo esto es mío. El estadio, los jugadores que tú diriges, ¡todo mío!", relató años después en TyC Sports. Sin duda, un recibimiento honesto de Gil para consigo y desasosegante para Basile.

El Coco se mantuvo catorce fechas ligueras, el que más esa campaña, pero no la terminó. Con tres victorias a las primeras de cambio, de la mano del argentino el conjunto se acercó a posiciones europeas. Una de ellas se dio contra el otro gran rival español, el Barça entrenado por Johan Cruyff. Desde el inicio se vislumbró un buen equipo, pero desde la primera derrota llegaron los problemas debido a las injerencias de un Gil que a esas alturas de su historia presidencial no toleraba ni media.

El 2 de abril del 95, el Atleti cayó en el Calderón frente al Celta dirigido por Carlos Aimar. Con 0-1 al descanso, Basile hizo dos cambios ofensivos, dando entrada a los atacantes Paulino y Ruano, quienes tampoco consiguieron marcar. Como esta vez no podía acusar al técnico de ser especulador, Gil arremetió de nuevo contra los jugadores, como hiciese poco antes con el polaco Kosecki, quien ese dio no estuvo en la convocatoria. "No se puede intentar ganar un partido con Paulino, Ruano y dos muertos más. Los infantiles hubieran sido mejores (...) Sentí vergüenza e incluso me alegré cuando el Celta marcó el segundo gol", sentenció ante la prensa.

Los dos jóvenes ofendidos siguieron contando para Basile, quien poco más tarde se lamentaría de que "cada vez que salen las cosas mal, el presidente mata públicamente a los jugadores. Vaya moral les da".

Para rememorar aquel Atleti de Basile, El Confidencial ha charlado con Paulino, el delantero centro señalado aquella noche. "A las nueve de la mañana del día siguiente del partido contra el Celta, Gil ya nos estaba llamando a Ruano y a mí para disculparse. A las nueve, y cuando no había móviles ni nada. Nos dijo que la prensa había descontextualizado sus declaraciones, que él dijo que los culpables fueron los veteranos, que eran unos mataos que cobraban mucho dinero, no nosotros", recuerda el afectado.

Criado en la cantera del Albacete, Paulino inició esa temporada en el Yeclano, equipo de Segunda B donde "llevaba los mismos goles que Raúl en el Madrid C, que ese año subió al primer equipo con Valdano". Según cuenta el ariete, dada su virtud goleadora, en el mercado de invierno se lo rifaron Madrid, Barça y Atleti, decidiéndose por los colchoneros debido a que Gil le ofreció tres años de contrato con el primer equipo. Paulino llegó al conjunto dirigido por D'Alessandro pero debutó con Basile, quien en Liga solía usarlo en las segundas partes y le dio la titularidad en los cuarto de Copa, perdidos precisamente contra el Albacete de Benito Floro, un técnico al que idolatra. “Tuve una ocasión cerca del final del partido, un buen remate de cabeza que Molina sacó con un paradón. En la jugada siguiente, nos hicieron el 1-0 que suponía nuestra eliminación. Figúrate, en mi propia casa”, cuenta.

Foto:  Benito Floro. (Montaje EC)

Sobre el Atleti que vivió, el delantero repasa que "era una época muy, muy mala. Un defecto de aquel equipo era su descompensación, porque había muchos jóvenes que tenían ya una responsabilidad de veteranos, sobre todo los campeones olímpicos, Solozábal, López o Kiko, quien tenía un año más que yo. Igual que Simeone, que tenía solo 24 años. Era un equipo muy joven al que no supieron rodear de extranjeros o veteranos importantes. Y la afición era muy, muy exigente, se los comían a los chiquillos. Luego los veteranos de verdad estaban a punto de retirarse, como Abel, Tomás, Manolo. También eran otros tiempos en lo referente al físico, donde con 30 años ya parecías viejo y no valías para el fútbol.

En cuanto al estilo de juego, D'Alessandro había sido portero y era un técnico defensivo, de usar 4-4-2 y mantener la portería a cero ante todo. Pero es que en el Atleti siempre se jugó así. Otro tipo de juego no era aceptado por la afición. Allí se jugaba como con Aragonés o cuando Ivic ganó una Copa del Rey jugando sobre todo con velocidad y al contragolpe. Entonces llegó Basile, que era otra cosa. También usaba el 4-4-2, y con intensidad, pero quería más toque. Arriba dejaba que sucediesen los movimientos naturales de cada uno. Por ejemplo, en táctica no tenía nada que ver con Floro, que era otro nivel. Basile decía cosas como "ustedes juéguenla y mándenla al otro lado". Y es que quizá ya tampoco teníamos jugadores para hacer el contragolpe, porque no había gente rápida arriba. Fíjate Kiko, Manolo o Kosecki, que no era tan mayor pero venía ya con una mochila cargada de piedras. Pero este era un estilo alejado de la idiosincrasia del Atlético de Madrid y el público del Calderón estaba acostumbrado a lo otro. Es una afición fiel, pero metía mucha presión cuando no se ganaba".

placeholder Basile y Gil. (Imagen de archivo)
Basile y Gil. (Imagen de archivo)

Durante su periplo, el Coco trató de mantener un equipo identificable. Lo consiguió sobre todo en las funciones asignadas, pero tuvo que cambiar bastante de jugadores a causa de las lesiones o la ineficacia de algunos. “Al final la alineación me la hará el médico”, ironizó el técnico por las ausencias de Ferreira, López, Vizcaíno o Pirri. Con gran lucidez, Paulino recuerda que “el equipo era: Abel en la portería, Tomás, López de central con Solozábal y Toni en la izquierda. Solozábal también jugó de pivote, con Ferreira atrás o Rocha. El pobre Iván Rocha tuvo muy mala suerte, no jugaba nada con D'Alessandro, lo puso Basile y le hizo dos golazos al Barça en Liga, pero después se rompió. Le ganamos al Barça en Liga y en Copa, que le metimos 1-4 en el Camp Nou y luego en el Calderón acabamos pidiendo la hora, al ponernos 3-0 abajo a los cinco minutos. Eran las cosas de ese equipo. El pivote era Vizcaíno, Simeone jugaba suelto a su izquierda, Geli o Pirri jugaban en el puesto de interior y Caminero más arriba. Cuando Simeone se lesionó del hombro y se quiso operar en mitad de la temporada, jugó Dobrowolski. En la delantera Kiko y Valencia, Kiko y Kosecki o alguna vez Manolo".

El de Basile fue un equipo que defendía en zona, no rehuía el balón y arriba tenía mucha movilidad. La plantilla carecía de centrocampistas de cualidades asociativas, siendo los Simeone, Geli, Caminero o Pirri jugadores verticales, por lo que el técnico trataba de potenciarlos. En este vaivén de la zona media y el ataque, Basile explicó que “en el último cuarto de campo lo que importa es la inventiva y el talento del jugador, ahí no hay entrenador que valga. (…) Caminero es el que tiene que jugar con las pausas y manejar el ritmo del partido. El fútbol no puede ser todo de ida y vuelta. A veces hay que frenar y saber cuándo sí y cuándo no”.

Para sostener el ritmo ofensivo que el Coco quería imprimir, al tiempo que se ganaba la confianza de los integrantes del equipo, cuenta Paulino que "llegó con un preparador muy mayor, que nos daba unas palizas tremendas. Los entrenamientos eran muy físicos. También estuvo Panadero como ayudante, que conocía bien el club desde su pasado como jugador. Basile no era distante, y proyectaba una personalidad bestial. Con esa voz y esa trayectoria, que había sido campeón de América, transmitía la sensación de poder manejar un vestuario así. Él daba las charlas y Panadero era quien se relacionaba más personalmente con los jugadores. A mí me hizo debutar con 20 años, porque Jorge no se atrevió. Más tarde se molestó conmigo, porque no jugué el famoso partido contra el Logroñés y acabé mosqueado".

Una despedida a la altura del personaje

La noche del Celta citada líneas atrás, Gil también tuvo algún insulto para el ausente Kosecki, quien en la previa tratara de defenderse de un ataque anterior diciendo que el presidente quería más a su caballo que a sus jugadores. Pero el principal afectado fue el Tren Valencia, acusado de ser "la antítesis del jugador profesional". Aunque contra el colombiano aún faltaba lo gordo, que se daría en el partido contra el Logroñés al que Paulino hace referencia, disputado el 23 de abril.
Entre ambas citas, un Atleti recién eliminado de la Copa perdió contra Betis y Real Madrid, por lo que el empate a cero de Las Gaunas colmó el vaso de la paciencia de Gil. "Después del partido contra el Logroñés, Gil apareció en el vestuario, entró sin avisar y nos dio una bronca tremenda. Pero nos la merecíamos, el Logroñés era el peor equipo de la categoría. Sobre todo la tomó con el Tren Valencia, a quien le dijo de todo. Mientras, Basile estaba al fondo, callado", rememora Paulino.

El presidente bajó al vestuario y se ciscó en la rila de Valencia por no aprovechar varias ocasiones de gol. "Al negro lo he puesto blanco, ya no se burla más de mí. Al negro le corto la cabeza", se jactó luego. Según contó Basile, él quiso defender a los jugadores y entonces fue cuando empezó la guerra. Sobre la figura del vilipendiado Valencia, Paulino recuerda que era “un portento, que venía de liarla en el Mundial y por eso lo fichó Maturana para su Atleti. Pero después de la bronca, lo que hizo fue lesionarse. Dijo que tenía una lesión y no jugaba, pero yo no la vi por ningún lado. Él era una estrella, cobraba trescientos millones y no le iban a tocar las narices. Ni entrenaba, después de todas las críticas recibidas. Y yo para jugar lo tenía muy difícil, porque arriba estaban los dos extranjeros y Kiko, que tenían mucho estatus".

El Atleti alternó buenos y malos resultados unas semanas más, pero al final todo quedó como el rosario de la aurora, con Gil y Basile despotricando el uno del otro a consecuencia de no entenderse.

Al borde del despido, el Coco relató que "el día que Gil intentó echar a Valencia y no se lo permití, el rompió un pacto. Un pacto que antes hizo público y notorio (...) donde dijo que no iba a hablar más. Además, Gil está rodeado de Alcahuetes y de chivatos, como dicen acá. Ninguno sabe de nada y opinan como si fuesen técnicos. Estoy dolido porque no respetan la profesionalidad, ni respetan nada (...) Me importa tres cominos mi futuro. Yo insisto en que me cago en el contrato. Jamás me voy a dejar pisotear. Cuando se meta conmigo o mis jugadores, cuando se meta en mi trabajo y me toque, yo voy a reaccionar siempre". Lo de alcahuetes ignorantes iba principalmente por Gil Marín, hijo del presidente y miembro de la directiva, a quien en esa época se le achacó, entre otras cosas, la decisión de que el salvador D'Alessandro no continuase en el banquillo al inicio de esa temporada.

La derrota contra el Compostela del 4 de mayo capituló la contienda. Esta vez se apreció un Jesús Gil más reconocible que el de su estreno con Menotti. En cualquier caso, sus acusaciones hacia el Coco fueron de trasnochador y charlatán, algo parecido a lo que pensaba del Flaco.

"Basile miente y manipula como un bellaco. Él puede decir misa, que me da igual. Yo digo y hablo lo que me da la gana. Su reacción viene porque presionó a mi hijo para que le diga qué va a ser de su futuro, y no se lo dijo. Para lo que ha hecho, mejor que ni hubiera venido (...) Llevo como dos meses sin hablar con ese señor. Le he llamado como veinte veces, pero los horarios no coinciden, él se acuesta cuando yo me levanto. Sus palabras son su forma de justificar un fracaso, que no me toque las narices. A mí, de guapito y chulito, lo justo. Mejor que se calle, porque si quiere polémica conmigo la va a tener aquí y en Argentina. De Coco, conmigo, Coquito".

Belicoso Gil para 1995. Y eso que, en la derrota contra el Compos que desencadenó su ira, aún faltaba un año para que le propinase una suerte de gancho de derecha a José Fidalgo, gerente del presidente del conjunto gallego José María Caneda. Años después, Caneda diría que “Gil fue un extraordinario amigo después de aquel incidente”. Y es que la mayoría de quienes lo trataron fuera del fútbol dice de él que era un hombre temperamental, pero sin duda una buena persona.

En marzo de 1988, La Gazzeta dello Sport atribuyó unas declaraciones a César Luis Menotti, entonces técnico saliente del Atlético de Madrid, sobre Jesús Gil, quien esa temporada se estrenase como mandamás de la entidad colchonera. En ellas, 'el Flaco' aseguraba que "en los 30 años que llevo en el fútbol, no había tenido nunca un presidente semejante. Es la brutta copia de Al Capone".

Jesús Gil Luis Aragonés