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El fin de una era en Escocia: tras dos décadas en el poder, los independentistas tocan fondo
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Se cambian las tornas

El fin de una era en Escocia: tras dos décadas en el poder, los independentistas tocan fondo

El SNP, gobernante desde 2007, celebra su congreso anual con la popularidad por los suelos. Los sondeos apuntan que serán barridos por los laboristas

Foto: Reino Unido, Aberdeen: Partido Nacional Escocés (SNP). (Europa Press /  Andrew Milligan)
Reino Unido, Aberdeen: Partido Nacional Escocés (SNP). (Europa Press / Andrew Milligan)

Cuando el Partido Nacionalista Escocés (SNP) tuvo su congreso anual en otoño de 2014, sus representantes parecían auténticos 'rockstar'. El histórico referéndum celebrado aquel verano acabó con el 55.3% del electorado eligiendo la permanencia en Reino Unido, frente al 44.7% que abogó por la secesión. Y, sin embargo, los independentistas parecían los grandes triunfadores. La popularidad de la formación tocó sus cotas más altas, el número de afiliados superó los 100.000 y en las elecciones generales celebradas el año siguiente arrasaron obteniendo 56 de los 59 escaños de Escocia en la Cámara de los Comunes.

Los ánimos esta semana en el centro de convenciones de Aberdeen son, sin embargo, muy diferentes. No es que el congreso anual esté desértico. Pero se han tenido que coger salas más pequeña para los discursos para evitar la imagen de desolación.

Foto: Un tren pasa por una de las zonas de construcción del HS2 en Londres. (Getty/Dan Kitwood)

Desde principios de siglo, Alex Salmond y Nicola Sturgeon utilizaron la base de poder proporcionada por la apertura del nuevo Parlamento escocés para convertir al SNP en un partido de gobierno y una formidable máquina de campaña. Pero la formación que lidera ahora Humza Yousaf —quien ganó las primarias de marzo por un estrecho margen— nada tiene que ver. Los engranajes crujen, las ruedas se tambalean y el motor no llega a arrancar.

Tras dieciséis años de dominio del SNP, la política de Escocia está cambiando repentinamente. Una combinación de agotamiento y escándalos apuntan al fin del gobierno independentista y de la perspectiva (al menos a medio plazo) del segundo referéndum que el partido tanto anhela argumentando que el Brexit ha cambiado por completo las reglas de juego. El plebiscito de 2014 polarizó a una nación de 5,5 millones de habitantes en tribus de votantes del 'Sí' y del 'No'. Pero el escenario ahora es mucho más complejo. El apoyo a la secesión no ha variado demasiado. Pero el romanticismo entre el SNP y el electorado parece haber terminado.

Yousaf —que este martes ha protagonizado su primer discurso ante el congreso anual como líder de la formación y responsable del Gobierno de Edimburgo— ha pedido a sus filas "paciencia y unidad" asegurando que no "hay atajos" para conseguir la secesión de Escocia. Los miembros están ávidos por un cambio inmediato, pero el dirigente nacionalista ha moderado las expectativas presentando una nueva estrategia para la autodeterminación que dista mucho de la drástica hoja de ruta planteada en su día por su predecesora.

En lugar de plantear las elecciones generales previstas para el próximo año como un referéndum de facto, tal y como sugería Nicola Sturgeon, el nuevo líder independentista quiere conseguir una mayoría de los escaños reservados a Escocia en Westminster —al menos 29— para impulsar un segundo referéndum. "Debemos pasar de hablar del proceso a hablar de política", insistió. En definitiva, "no hablar del cómo conseguir la independencia, sino del porqué".

Los delegados del SNP han votado abrumadoramente a favor de la nueva fórmula. No obstante, pese a los intentos por mostrar unidad, el partido no puede ocultar la que es sin duda su mayor crisis.

Foto: A lo largo de los años, los científicos y aficionados se han esforzado por encontrar evidencias.

Las últimas dos semanas han sido particularmente dolorosas con la pérdida de un escaño en Westminster a favor de los conservadores —con la deserción de Lisa Cameron, que representa a East Kilbride, Strathaven y Lesmahagow— y otro a favor de los laboristas en las elecciones parciales de Rutherglen y Hamilton West.
El éxito de la izquierda británica, al que todas las encuestas pronostican la victoria en las generales previstas para el próximo año, podría devolver a los laboristas el dominio escocés, recuperando así el que durante décadas fue uno de sus grandes bastiones. Podrían arrebatar ahora a los independentistas hasta 20 escaños, lo que sería crucial para determinar el equilibrio de poder en Westminster.

Anas Sarwar, líder laborista escocés, se está ganando a los nacionalistas, pero no está tratando de 'convertirlos' en unionistas. Su argumento, más que en un nuevo referéndum (al que tampoco cierra por completo la puerta en un futuro), se focaliza en mostrar a los laboristas como la "ruta de escape" más rápida del gobierno conservador para lograr un cambio social. En cualquier caso, el líder de la oposición Keir Starmer, favorito para ser el próximo primer ministro, se ha opuesto categóricamente a celebrar una nueva consulta.

Foto: Foto de archivo de unos empleados de Sotheby's descolgando en Londres un cuadro pintado por Winston Churchill en 1922. (Reuters/Peter Nicholls)

La realidad es que un plebiscito de independencia ha quedado fuera de la agenda, tal vez durante el resto de la década. La promesa realizada el año pasado por Nicola Sturgeon para una consulta el 19 de octubre de 2023 era pura ilusión. En febrero, la que durante años fue una de las políticas más respetadas de Westminster, anunció su dimisión. Dijo que estaba cansada, pero su partida adquirió una nueva dimensión cuando, tres meses después, fue arrestada por la policía como parte de la investigación sobre las finanzas del partido, al igual que ocurrió en abril con su marido, Peter Murrell, director ejecutivo de la formación desde 1999 hasta marzo, y el ya ex tesorero, Colin Beattie. El arresto concluyó a las pocas horas sin ningún tipo de medida cautelar.

El descarrilamiento del SNP es un obstáculo más en el camino a la autodeterminación. Ya existía uno constitucional —cuando, en noviembre de 2022, la Corte Suprema británica dictaminó que el Parlamento escocés no podía legislar para una votación sin el permiso de Westminster— y otro electoral —el apoyo a la independencia nunca logró una mayoría sostenida y clara del tipo que podría haber obligado a los primeros ministros británicos a acceder a otra consulta—.

La polarización perdurará. Más de cuatro de cada diez escoceses todavía apoyan la independencia. Pero, desde enero, la proporción de votantes que abogan por la secesión que dicen que votarán por el SNP en las elecciones al Parlamento escocés (previstas para 2026) ha caído del 79% al 65%.

Las preguntas difíciles sobre el estado de la nación son cada vez más difíciles de eludir para el SNP. El servicio de sanidad escocés está aún luchando por recuperarse de la pandemia; el rendimiento escolar está muy por detrás del de Inglaterra. El crecimiento no es lo suficientemente bueno: la brecha de productividad con el resto de Gran Bretaña se redujo en los primeros años de la devolución, pero se ha mantenido más o menos constante desde 2014. Se enfrenta a una transición demográfica difícil (se espera que la población en edad de trabajar de Escocia alcance su punto máximo este año) y a una brecha inminente entre gastos e ingresos del 3,5% para 2027-28, según señala el think tank Instituto de Estudios Fiscales. En definitiva, esta vez sí, parece que ha llegado el fin de una era. El SNP ha dejado de ser un potente movimiento romántico. La máquina ya no funciona.

Cuando el Partido Nacionalista Escocés (SNP) tuvo su congreso anual en otoño de 2014, sus representantes parecían auténticos 'rockstar'. El histórico referéndum celebrado aquel verano acabó con el 55.3% del electorado eligiendo la permanencia en Reino Unido, frente al 44.7% que abogó por la secesión. Y, sin embargo, los independentistas parecían los grandes triunfadores. La popularidad de la formación tocó sus cotas más altas, el número de afiliados superó los 100.000 y en las elecciones generales celebradas el año siguiente arrasaron obteniendo 56 de los 59 escaños de Escocia en la Cámara de los Comunes.

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