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La guerra entre Israel y los palestinos provoca una brecha entre Occidente y el Sur global
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La grieta existía ya

La guerra entre Israel y los palestinos provoca una brecha entre Occidente y el Sur global

Muchos dirigentes no occidentales y la opinión pública de los países islámicos reprochan a EEUU y Europa apoyar a Ucrania y dar la espalda a los palestinos, que son también atacados

Foto: Protestas a favor de Palestina en París. (EFE/EPA/Cristophe Petit Tesson)
Protestas a favor de Palestina en París. (EFE/EPA/Cristophe Petit Tesson)

La guerra palestino-israelí en la Franja de Gaza ha provocado una brecha entre Occidente, encabezado por EEUU, y lo que ahora se llama el Sur Global, que abarca desde los países islámicos hasta China e India, pasando por un puñado de Estados latinoamericanos.

La grieta existía ya desde los tiempos en que hubo otros choques entre el Ejército israelí y los movimientos armados palestinos que controlan Gaza (Hamás y Yihad Islámica) o tras la invasión estadounidense de Irak en 2003. El respaldo de Occidente a Ucrania la mantuvo abierta. Ahora se está ahondando.

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La última prueba de ese antagonismo entre Occidente y ese Sur Global fue la incapacidad de la treintena de delegaciones que acudieron, el sábado, a la cumbre de El Cairo de ponerse de acuerdo en una mera declaración final. Los primeros eran más benévolos con las represalias de Israel tras el ataque que sufrió por parte de Hamás, mientras que los segundos hacían más hincapié en la necesidad de un alto el fuego y de suministrar ayuda humanitaria a la Franja.

Ese Sur Global no es homogéneo. Incluye desde los que respaldan a Hamás, como Irán, Argelia o Venezuela, hasta todos aquellos que sin darle su apoyo no condenaron su brutal ataque, del 7 de octubre, contra el sur de Israel, que causó más de 1.400 muertos. Si ya había empezado a aflorar en 2009, con la constitución de la asociación que reagrupa a Brasil, India, Rusia y China (conocida como BRIC), ahora cobra un nuevo impulso y atrae a más candidatos.

Incluso los más tibios se están endureciendo. El rey Abdalá de Jordania, un moderado cuyo reino depende, en parte, del apoyo occidental, osó cancelar, el 17 de octubre, una cumbre en Amán con el presidente de EEUU, Joe Biden. En ella debían también participar los presidentes de Egipto y de la Autoridad Nacional Palestina. Todos le dieron la espalda a Biden.

En la sucesión de visitas de dignatarios de EEUU y Europa a Tel Aviv, Occidente ha mostrado como nunca su inquebrantable apoyo a Israel

"La guerra de Ucrania marcó el primer gran alejamiento del Sur Global de Occidente", sostiene René Nabaa, un intelectual libanés, en Liban News. "A los ucranianos se les abrieron las puertas de par en par en Occidente y se gastaron miles de millones de dólares en financiar su esfuerzo bélico", recordaba, el sábado, Reda Dalil, editorialista del semanario marroquí Tel Quel.

Occidente "se ha quitado ahora la máscara (...), por un lado, están los muertos buenos y, por otro, los muertos malos", prosigue el editorial. "Están aquellos por los que es legítimo llorar, es decir, los israelíes de las regiones limítrofes de Gaza que cayeron bajo las balas de Hamás, y los que pueden morir por decenas de miles sin que nadie se inmute". Con otras palabras, hasta un diario conservador como el Financial Times reconoció en un editorial, el fin de semana pasado, que "el derecho internacional no puede ser una mercancía que Occidente utiliza cuando le conviene, pero desecha cuando ya no".

Con el envío de dos portaaviones estadounidenses y sus grupos de combate al Mediterráneo oriental, la urgente tramitación de una ayuda norteamericana a Israel de 14.300 millones de dólares y la sucesión de visitas de dignatarios de EEUU y Europa a Tel Aviv, Occidente ha mostrado como nunca su inquebrantable apoyo a Israel. Joe Biden estuvo en Tel Aviv el 18 de octubre. Fue la segunda vez desde 1945 que un presidente norteamericano viaja a un país en guerra.

Con el último Gobierno de Benjamín Netanyahu, el expolio de las tierras se ha acelerado

A ojos de ese Sur Global, y especialmente de la opinión pública de los países islámicos, Israel es, sin embargo, el agresor y los palestinos son los agredidos más aún que los ucranianos. Llevan siéndolo, como mínimo, desde que en 1948 se fundó el Estado de Israel y fueron expulsados de sus tierras, un destierro que ellos llaman Nakba. Después, en 1967, vino la ocupación militar de Cisjordania y Gaza. Más tarde, el incumplimiento de los acuerdos de Oslo (1993) que les hubiesen permitido fundar un Estado. Con el último Gobierno de Benjamín Netanyahu, el expolio de las tierras se ha acelerado.

Con ese alineamiento sin fisuras con Israel, Occidente muestra su doble vara de medir. "Con su aval a Israel, los occidentales son plenamente responsables del fracaso de los acuerdos de Oslo [1993] y de la aniquilación del proyecto de creación de un Estado palestino que tanta violencia cíclica ha generado", recalca René Nabaa.

Si para muchos musulmanes propalestinos EEUU era "el gran Satán", Europa era diferente porque financia en gran medida a la Autoridad Nacional Palestina y la ayuda humanitaria en Gaza. Algunos países del Viejo Continente, especialmente los ribereños del Mediterráneo, mostraban una mayor sensibilidad hacia las aspiraciones de los palestinos.

Foto: Protestas cerca de Ramala, en Cisjordania. (Reuters/Ammar Awad)

Esos matices se han esfumado ahora. "La mayor sorpresa fue la postura europea, que ha quebrado la tradicional relación" de ese continente con el mundo árabe, escribe el intelectual libanés Samir Atallah. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, fue la primera personalidad europea en plantarse, el 13 de octubre, en Israel para manifestarle su apoyo sin mencionar una sola vez los sufrimientos de la población de Gaza. Asestó un golpe brutal a la imagen de la UE.

Quizás por eso las declaraciones de Ione Belarra, ministra española de Derechos Sociales y dirigente de Podemos, han llamado tanto la atención en el mundo islámico. Sus palabras pidiendo sanciones para Israel, la suspensión del acuerdo de asociación con la UE e incluso la ruptura de relaciones diplomáticas han suscitado numerosos titulares de Islamabad a Argel.

Varios gobiernos europeos han tomado además, de puertas para dentro, medidas autoritarias que recortan las libertades. El ministro del Interior francés, Gérald Darmanin, vetó las manifestaciones propalestinas —los tribunales le han desautorizado sistemáticamente— y arremetió contra el futbolista Karim Benzema por poner un tuit compasivo con los habitantes de Gaza. El Land de Berlín también las ha prohibido.

Foto: Logo de Telefónica. (Reuters/Nacho Doce) Opinión

Suella Braveman, ministra británica de Interior, no dudó en afirmar que enarbolar una bandera palestina "puede dejar de ser legítimo" en el Reino Unido, si es asimilable al enaltecimiento del terrorismo de Hamás. Manu Pineda, eurodiputado de Podemos, no llevaba un estandarte, sino una keffiyeh (pañuelo palestino) sobre sus hombros, y por eso no se le permitió la entrada en el hemiciclo del Parlamento Europeo.

A corto plazo, esta movilización del Sur Global entraña el riesgo de que la guerra palestino-israelí se extienda por Oriente Próximo. Irán, que apoya a Hamás y controla a Hezbolá, la poderosa milicia chií del sur de Líbano, ha logrado, con el ataque contra las bases militares y los kibutz próximos a Gaza, abortar el acercamiento de Arabia Saudí a Israel y poner en apuros a varios regímenes árabes.

El régimen de los ayatolás ha alcanzado así el que parecía ser su principal objetivo, pero quizás esté tentado ahora de capitalizar esas pasiones exacerbadas que recorren el mundo islámico. Podría entonces incitar a los movimientos armados que le son afines, desde los hutíes en Yemen hasta las milicias chiíes en Irak, pasando por Hezbolá, a entrar en guerra contra el enemigo común. La Marina de EEUU ya para los golpes que los hutíes intentan asestar a Israel lanzando misiles y drones.

Malí ha sustituido, por ejemplo, a Francia, el antiguo colonizador, por Rusia con su Grupo Wagner

En ese Sur Global surgen, por otra parte, cada vez más voces que abogan por apoyarse mutuamente para "construir un nuevo mundo en el que Occidente ya no imponga sus reglas de geometría variable", escribe Réda Dalil. Hasta Al Azhar, el centro teológico de referencia del islam suní, vigilado de cerca por la presidencia egipcia, instó a "la nación árabe e islámica a reconsiderar radicalmente su dependencia del arrogante Occidente euro-estadounidense".

Es dudoso que sea posible en Egipto, un país también con fuertes vínculos con EEUU, pero otros sí lo intentarán, como ha sucedido en el Sahel. Malí ha sustituido, por ejemplo, a Francia, el antiguo colonizador, por Rusia con su Grupo Wagner.

La guerra palestino-israelí en la Franja de Gaza ha provocado una brecha entre Occidente, encabezado por EEUU, y lo que ahora se llama el Sur Global, que abarca desde los países islámicos hasta China e India, pasando por un puñado de Estados latinoamericanos.

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