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Sudán, sumido en el caos: una feroz rivalidad por el poder y la geopolítica como telón de fondo
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el infierno de Jartúm

Sudán, sumido en el caos: una feroz rivalidad por el poder y la geopolítica como telón de fondo

Los combates no cesan en el quinto día de la violencia política que sufre Sudán y que parece acercarlo al borde de la guerra civil, mientras cientos han perdido la vida

Foto: El humo se eleva sobre la ciudad durante los combates entre el ejército sudanés y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido. (EFE)
El humo se eleva sobre la ciudad durante los combates entre el ejército sudanés y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido. (EFE)

Desde el golpe de Estado del 25 de octubre de 2021, que llevó al poder al jefe del Ejército regular sudanés y gobernante de facto de Sudán, el general Abdel Fattah al-Burhan, la amenaza de implosión estaba latente. En aquel momento, según algunos analistas de la región, la toma del poder era solo la "semifinal" y había que esperar a la "final".

El pasado 15 de abril parece haber abierto la segunda contienda, con la escalada del enfrentamiento entre los generales Al Burhan y su antiguo aliado convertido en enemigo, Mohammed Hamdane Daglo, conocido como 'Hemetti', jefe de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). La violencia iniciada por los dos generales y sus hombres se ha cobrado la vida de al menos 270 personas y otros cientos resultaron heridos, según las últimas estimaciones de Naciones Unidas dadas a conocer el 18 de abril de 2023.

Foto: El humo se eleva cerca del puente Halfaya en Jartum norte. (Reuters/Mohamed Nureldin Abdallah)

En los meses transcurridos desde 2021, la rivalidad entre Al Burhan y Hemetti se ha intensificado hasta convertirse en una despiadada batalla por el poder. Los dos rivales tienen trayectorias opuestas. Al Burhan es un oficial de carrera que realizó parte de sus estudios militares en Egipto y que —poco a poco— fue escalando posiciones en el Ejército sudanés. Por su parte, Hemetti es un miliciano de Darfur, que ofició en las 'Janjaweed', las milicias árabes que Jartum utilizó en la década de 2000 para combatir a los rebeldes no árabes en esta región situada al oeste de Sudán.

Entonces, Hemetti se convirtió en el líder de las FAR, una rama de las 'Janjaweed'. Para los expertos de la región consultados por este medio, esta condición de miliciano supone para el general un complejo de inferioridad frente a los militares y oficiales de carrera del Ejército sudanés, que también "lo desprecian". Antes de que saliera a la luz su antagonismo, ambos habían sellado una alianza a principios del periodo de transición de 2019, que siguió el final del régimen autocrático de Omar al-Bashir (1993-2019). "Se necesitaban mutuamente para hacerse con el poder y derrocar al régimen de Omar al Bashir", explica Antoine Galindo, periodista especializado en Sudán.

Foto: El humo se eleva cerca del puente Halfaya entre Omdurman y Jartum norte. (Reuters/Mohamed Nureldin)

En las semanas y meses siguientes a su caída, Al Burhan y Hemetti se encontraron a la cabeza de la transición. Para entonces, explica el especialista a France 24, "ambos hombres ya tenían ambiciones personales. Pero no era (aún) el momento de sacarlas a la luz, porque la comunidad internacional y la presión interna les empujaban a compartir el poder con los civiles".

Tras la caída del régimen de Al-Bashir en 2019, Sudán había sido considerado, sobre todo por Occidente, como un potencial polo de estabilidad en la región del Cuerno de África. Sin embargo, en 2021 se inició una nueva fase en el país, debido a la incapacidad de las coaliciones civiles de unirse para aplicar las reformas económicas e institucionales necesarias para reintegrar gradualmente al sistema internacional, ya que durante el mandato de Al-Bashir, la nación estuvo enormemente aislada.

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Aprovechando este disenso dentro de la coalición civil, los militares y paramilitares lideraron el golpe de octubre de 2021 y expulsaron a los civiles del poder, aplastando en este proceso la aspiración del pueblo sudanés a la libertad y la democracia. Esto dejó a Al-Burhan y Hemetti con el control exclusivo de Sudán.

Pero su alianza resultó ser un matrimonio de conveniencia destinado a mantener a los civiles fuera del poder. Al-Burhan y Hemetti, que pretendían gobernar el país, acabaron enfrentados en su lucha por el control de Sudán. Un divorcio de una antigua alianza que se explica por los intereses personales de los dos por hacerse con el poder individualmente, además de unas profundas ambiciones económicas.

Inestabilidad en la región

Pero la situación que vive Sudán en la actualidad no se desprende únicamente de la serie de acontecimientos que ocurrieron al interior del país africano en los últimos cuatro años. También responde a un juego más amplio que se desarrolla en la región del Cuerno de África.

La geopolítica de la zona implica múltiples intereses internacionales, que van desde las ambiciones de Estados Unidos para contrarrestar la influencia de China, hasta los intereses de Rusia para ampliar su área de influencia. Una pugna a la que se le suman las pretensiones de los Estados del Golfo, Turquía y otros actores menos visibles.

Foto: Manifestantes contra el mandato militar en Sudán. (Reuters/Mohamed Nureldin)
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Pero según Galindo, "la influencia extranjera no es el primer factor y quizá no sea el más importante (...). Queda en segundo plano y ha sido posible por la situación en Sudán y por la rivalidad entre ambos (generales)". Así, según señala el analista, "las potencias regionales e internacionales mantienen estrechos vínculos con uno u otro de los dos generales. En este sentido, por ejemplo, Egipto mantiene mejores relaciones con Al-Burhan, pero no se ha puesto oficialmente del lado de ninguno de los dos".

Para Aleksi Ylonen, investigador especialista sobre el cuerno de África del Centro de Estudios Internacionales del Instituto Universitario de Lisboa, la situación actual se debe ante todo a los dos generales que "tienen intereses en la economía sudanesa, fuertes intereses empresariales y también de poder político". Pero, según señala el experto, hay también varios intereses externos que intervienen "particularmente regionales, de los países árabes, que afectan esta situación". Y añade: "Tenemos países como Arabia Saudita, Emiratos (Árabes Unidos) y Egipto, que tienen enlaces muy importantes hacia el establecimiento militar en Sudán".

En los últimos años, Egipto ha proporcionado equipamiento al Ejército sudanés y cuenta con él para oponerse a la gran presa construida por Etiopía en el Nilo, que podría afectar el suministro de agua de los dos países. El tema de la gran presa es un asunto clave para El Cairo, que está decidido a hacer todo lo posible para impedir que el país del primer ministro Abiy Ahmed controle las corrientes del río.

Foto: Situación del aeropuerto internacional de Khartoum este lunes. (Reuters/Abdullah Abdel)

Para ello, Al-Sisi ha intentado incluso durante mucho tiempo desestabilizar Addis Abeba apoyando, por ejemplo, a los rebeldes de las Fuerzas de Defensa de Tigray —movimiento en guerra con el Gobierno central, hasta que se firmó un acuerdo de paz en noviembre de 2022 en Pretoria (Sudáfrica)—. El componente civil del Gobierno sudanés se oponía a este apoyo a los rebeldes del Tigray, al igual que el general Hemetti, cercano a algunos oficiales etíopes.

Para Estados Unidos, el Sudán post Omar al-Bashir, era una pieza importante en una estrategia de reconquista en la región del Cuerno de África. El objetivo era contrarrestar varios tipos de influencia, empezando por la de China y, más recientemente, por la de Rusia. Moscú, por su parte, había obtenido un acuerdo durante la época de Omar al-Bashir para establecer una "base naval" en la ciudad de Port Sudán, destinada a albergar buques de guerra. Un proyecto cuestionado por la Administración civil, lo que provocó el descontento del Kremlin.

Los rusos están implicados en Sudán en el sector minero y, según fuentes regionales, el grupo Wagner también está presente en el país, donde explota minas de oro junto a las FAR, a la que ha ayudado a enriquecer.

Foto: Batallas alrededor del aeropuerto de Jartún (Reuters)

Sin embargo, Rusia es prudente y, según observadores de la región, está cerca de ambos bandos. Pero la partida geopolítica va más allá. Qatar, vinculado desde hace tiempo al régimen de Omar al-Bashir, así como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, han tomado ahora más espacio en Sudán y han forjado vínculos tanto con Al-Burhan como con Hemetti. Incluso, el jefe de los FAR ha enviado hombres a Yemen para reforzar la coalición militar liderada por Arabia Saudita contra los rebeldes hutíes.

En la actualidad, la tensión ha llegado a un punto en el que se ha cruzado la línea roja de la confrontación armada y ni Al-Burhan ni Hemetti están enviando señales de apaciguamiento.

Estados Unidos —que está haciendo repetidos llamados a la calma y dialogando con todos los actores implicados— ha pedido a Egipto y Emiratos Árabes Unidos, las potencias extranjeras más influyentes en Sudán, que lleven a los beligerantes a un alto el fuego duradero. Pero hasta que la mediación internacional pueda ejercer su influencia para calmar a los militares y a los paramilitares, los 45 millones de sudaneses siguen siendo rehenes de los combates.

*Artículo publicado por un acuerdo de colaboración entre France 24 y El Confidencial

Desde el golpe de Estado del 25 de octubre de 2021, que llevó al poder al jefe del Ejército regular sudanés y gobernante de facto de Sudán, el general Abdel Fattah al-Burhan, la amenaza de implosión estaba latente. En aquel momento, según algunos analistas de la región, la toma del poder era solo la "semifinal" y había que esperar a la "final".

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