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El elefante en la guerra de Ucrania: ¿debe Zelenski convocar elecciones?
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Las considera 'irresponsables'

El elefante en la guerra de Ucrania: ¿debe Zelenski convocar elecciones?

Ucrania tendría que haber celebrado elecciones parlamentarias, pero la ley marcial no lo permite. En marzo serían las presidenciales, pero todo indica que no llegarán a celebrarse

Foto: Volodímir Zelenski, en agosto de 2023. (EFE/Mads Claus Rasmussen)
Volodímir Zelenski, en agosto de 2023. (EFE/Mads Claus Rasmussen)

Ucrania no pasa por su mejor momento. Aun para los pésimos estándares de estar siendo invadidos desde hace casi dos años por una potencia revisionista más grande y con más recursos, las circunstancias que rodean la causa ucraniana son más lúgubres que hace un año y que hace seis meses. La contraofensiva no ha dado los resultados esperados o soñados, y el principal promotor militar de Ucrania, Estados Unidos, muestra divisiones internas y problemas de atención. Además, los aliados europeos se reconocen dubitativos a la hora de ampliar sus escuetos arsenales, y en la cúpula ucraniana se escuchan algunas voces más altas que otras. A medida que el invierno se acerca, el país, políticamente, está congelado. Igual que el frente de guerra.

El mes pasado Ucrania tendría que haber celebrado, técnicamente, elecciones parlamentarias. Pero la ley marcial, aprobada en febrero de 2022 y renovada desde entonces cada 90 días, impide organizar unos comicios. El próximo mes de marzo serían las presidenciales, pero lo más probable es que no lleguen a celebrarse.

"Todos entendemos que ahora, en tiempo de guerra, cuando hay muchos desafíos, es del todo irresponsable implicarse en cuestiones relacionadas con unas elecciones de una manera frívola", declaró Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, a principios de mes. "Necesitamos reconocer que este es un momento para la defensa, para la batalla, de la que depende el destino del Estado y de su gente".

Los obstáculos logísticos para unas elecciones serían clamorosos. Primero, el 18% del territorio ucraniano está en manos ocupantes, de manera que los ciudadanos de esas regiones no podrían ejercer su derecho de voto. Segundo, casi siete millones de ucranianos están refugiados en otros países que, de momento, no tienen la infraestructura necesaria para facilitarles votar. Y tercero, los bombardeos rusos, que pueden caer en cualquier parte del país, desaconsejan, por motivos de seguridad, las grandes aglomeraciones de gente. Por ejemplo, en colegios electorales.

Foto: Soldados ucranianos combaten cerca de Avdiivka. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)

"La Constitución ucraniana no prohíbe directamente las elecciones en estado de guerra, pero estipula, en el párrafo 38, que, si los poderes del parlamento expiran durante la ley marcial, su poder se extenderá automáticamente hasta la primera reunión del parlamento elegido después de que termine la ley marcial", dice el escritor y periodista Mykola Riabchuk. "Pero hay poco apetito por este tipo de comicios, tanto entre la gente, como indican los sondeos de opinión, como entre la élite gobernante, a pesar de que especulan sobre ello de forma oportunista".

Políticos norteamericanos influyentes como el senador republicano Lindsay Graham consideran importante que Ucrania celebre elecciones como sello de compromiso democrático. La derecha populista de EEUU, figuras como el senador Rand Paul, el presentador Tucker Carlson o el precandidato presidencial Vivek Ramaswamy, han acusado a Ucrania de no observar los estándares de una democracia. Un mes después del inicio de la invasión rusa, el parlamento ucraniano prohibió 11 partidos acusados de ser marionetas de Rusia. En algunos de estos casos, la prohibición se efectuó de manera rápida, sin observar los reglamentos legales adecuados.

Un candidato que no está en Ucrania

Pese a lo improbable de la votación, algunos políticos hacen sus movimientos. El exasesor de Zelenski Oleksii Arestovych anunció este mes que sería candidato a unas elecciones presidenciales con un partido que llevaría su nombre. La promesa estrella de Arestovych sería ceder a Rusia temporalmente los territorios ocupados y, mientras, completar el acceso de Ucrania a la OTAN. Un plan que había sido bosquejado por el veterano estratega de EEUU, Henry Kissinger, fallecido este pasado 29 de noviembre.

El problema para Arestovych, cuyos análisis de la guerra en su canal de YouTube lo habían catapultado a una cierta fama y que renunció a su cargo de asesor después de explicar erróneamente un ataque ruso contra un bloque de viviendas, es que ni siquiera está en Ucrania. Durante una entrevista con el medio independiente ruso Meduza, el político, que cuando era más joven perteneció a un grupo de ultraderecha, reconoció que tiene miedo a ser arrestado. En las últimas semanas, ha criticado la estrategia militar de Zelenski y dice querer representar los intereses de los ucranianos rusófonos, cuya lengua materna lleva años sin gozar de estatus oficial.

Pero el roce más interesante se ha dado entre las dos personas más populares de Ucrania: el presidente Zelenski y el hombre designado por él para liderar las Fuerzas Armadas, el general Valery Zaluzhny. La administración ucraniana, liderada en parte por personas procedentes del mundo audiovisual, como el propio mandatario, ha sido durante toda la guerra muy celosa a la hora de cuidar la narrativa que percibía el mundo. La propaganda ha hecho grandes esfuerzos para ocultar, por ejemplo, las bajas y los reveses militares, y para ensalzar todas las operaciones ucranianas, lanzando a las redes sociales los vídeos editados de las gestas más exitosas. Esta es una manera de proyectar competencia ante los aliados occidentales, de quienes depende la ayuda material y armamentística sin la cual Ucrania se quedaría indefensa.

En este contexto, las honestas palabras de Zaluzhny, publicadas en un artículo en The Economist, no sentaron bien en el gabinete de Zelenski. El general reconocía que el conflicto corría el riesgo de estancarse, y ponía el ejemplo de la tortuosa guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial. La tecnología usada por ambos bandos, como los drones de reconocimiento, hace que los asaltos mecanizados sean casi imposibles. Lo cual barrunta en el horizonte una situación de punto muerto.

El vicejefe de la administración presidencial, Ihor Zhovkva, afeó en el artículo a Zaluzhny. La reflexión del general "facilita el trabajo del agresor", dijo Zhovkva en la televisión ucraniana el 4 de noviembre. "Estoy seguro de que todo ha sido muy cuidadosamente leído [en Rusia], anotado, y que se han extraído conclusiones".

Poco después, la presidencia relevaba del mando al general Viktor Jorenko, jefe de las fuerzas especiales ucranianas. Una acción legítima, pero que fue interpretada como un toque de atención al general Zaluzhny, ya que, tradicionalmente, le correspondería a él tomar estas decisiones. Sobre todo cuando el general Jorenko había sido responsable de una serie de operaciones exitosas, como el haber alcanzado objetivos clave tras las líneas enemigas, en Crimea y en Rusia. El Gobierno de Zelenski no ha explicado qué razones hay detrás de este cambio de mando.

Negociar la paz... ¿en 24 horas?

Una de las mayores preocupaciones del Gobierno ucraniano es ver cómo evoluciona el clima político en Estados Unidos. El nuevo líder de la Cámara de Representantes, el republicano ultraconservador Mike Johnson, ha dejado claro que no le interesa ampliar la ayuda militar a Ucrania, que ya acumula más de 100.000 millones de dólares. La administración Biden trata desde hace semanas de negociar un paquete de gasto que incluya más asistencia, pero su aprobación depende, entre otras cosas, de un endurecimiento de las leyes migratorias aprobado por los parlamentarios. Algo sobre lo que demócratas y republicanos están en profundo desacuerdo.

Más adelante en el calendario, la posibilidad que probablemente quita el sueño en Kiev es que Donald Trump vuelva a ganar las elecciones estadounidenses. El candidato republicano, cuya amenaza de suspender la ayuda militar a Ucrania en 2019 si el Gobierno de Ucrania no le pasaba trapos sucios sobre la familia Biden, lo cual provocó el primer impeachment, ha prometido que si gobierna de nuevo será capaz de negociar la paz en Ucrania "en 24 horas". "Le diría ciertas cosas a Putin, le diría ciertas cosas a Zelenski" y conseguiría "un trato justo para todos".

Foto: Donald Trump durante un mitin republicano en Iowa. (Reuters/Scott Morgan)

Preguntado por las declaraciones de Trump, el presidente ucraniano le extendió una invitación personal a la capital ucraniana. "Si puede venir aquí, necesitaré 24 minutos. Sí, 24 minutos. Nada más. 24 minutos para explicarle al presidente Trump que él no puede solucionar esta guerra [en 24 horas]", dijo Zelenski durante una entrevista en NBC News. "Él no puede traer la paz debido a Putin". Cuando se le preguntó al ucraniano qué pensaba que haría Trump si volvía a ser presidente, dijo no saberlo.

A pesar de estos obstáculos, algunos reales y otros potenciales, la popularidad de Zelenski en Ucrania sigue estando cerca de los máximos. Una encuesta de Gallup publicada en octubre recoge que la confianza popular en el presidente es del 81%; en las Fuerzas Armadas, del 95%. Este dato sugiere que los ucranianos, tal y como predican sus líderes, siguen dispuestos a continuar luchando, liberar los territorios y restaurar su soberanía. Sea cual sea el clima político al otro lado del océano.

Ucrania no pasa por su mejor momento. Aun para los pésimos estándares de estar siendo invadidos desde hace casi dos años por una potencia revisionista más grande y con más recursos, las circunstancias que rodean la causa ucraniana son más lúgubres que hace un año y que hace seis meses. La contraofensiva no ha dado los resultados esperados o soñados, y el principal promotor militar de Ucrania, Estados Unidos, muestra divisiones internas y problemas de atención. Además, los aliados europeos se reconocen dubitativos a la hora de ampliar sus escuetos arsenales, y en la cúpula ucraniana se escuchan algunas voces más altas que otras. A medida que el invierno se acerca, el país, políticamente, está congelado. Igual que el frente de guerra.

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