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La solución Bukele: el "dictador cool" que ha puesto de moda la 'mano dura'
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La fiebre del "populismo milenial"

La solución Bukele: el "dictador cool" que ha puesto de moda la 'mano dura'

El presidente de El Salvador, un país con 6 millones de habitantes, se ha convertido en una estrella en redes. Sus vídeos contra las pandillas abren programas de televisión en España y su autoritarismo es cada vez más aplaudido

Foto: Un 'graffiti' de Bukele. (Reuters)
Un 'graffiti' de Bukele. (Reuters)
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El Salvador tiene algo más de 6 millones de habitantes, una población cercana a la de la Comunidad de Madrid, repartidos en un territorio similar al de Galicia. Su economía es modesta, ocupa el puesto 100 (de 196) en el ranking por PIB, encajada entre la de Zimbabue y Sudán. Sin embargo, es muy probable que hayas visto más de un vídeo de su presidente en internet y sepas de sobra su nombre. Es el mandatario más seguido del mundo en TikTok y si le sumamos los followers que aglutina en esta red, en Twitter y en Instagram, ya dobla a la población del país que gobierna, con cerca de 14 millones de fans.

El jefe de Estado salvadoreño, Nayib Bukele, se enfrenta este domingo a unas elecciones presidenciales que parece que serán un mero trámite, ya que las encuestas le otorgan en torno al 80% de los votos en la primera vuelta. Sus cinco oponentes por sí solos ni siquiera alcanzarían juntos el 15%.

A pesar de que son seis los artículos de la Constitución que prohíben la reelección inmediata, una reinterpretación que hicieron de la misma los jueces del Tribunal Supremo de Justicia que quedaron tras una purga que supuso la salida de cinco de ellos en mayo de 2021, sirvió a las autoridades electorales para aprobar su candidatura, en la que también repite como vicepresidente Félix Ulloa.

Los magistrados establecieron que bastaba con que el presidente podía ser reelegido si técnicamente no ostentaba el cargo, para ello debía solicitar a una Asamblea que controla una licencia durante los seis meses previos al arranque formal del siguiente mandato, que no arranca hasta el 1 de junio de 2024. Conscientes de que será casi imposible evitar que Bukele salga elegido este domingo, la oposición confía al menos en discutirle la mayoría en el Congreso y frenar el control que tiene del Estado —gracias al cual logró presentar esta nueva candidatura— y evitar así que pueda preparar un posible tercer mandato.

Foto: Uno de los asistentes a 'LaBitConf' se hace un selfi con el presidente Nayib Bukele de fondo. (EFE/Rodrigo Sura)

Bukele se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los rostros más reconocibles de la política internacional. No lo ha hecho por liderar una gran potencia o marcar el camino de la política global, sino que lo ha conseguido a base de vídeos virales en TikTok, políticas a contracorriente y una polémica "mano dura". Ya sea legislando a golpe de tuits, aceptando el bitcoin como moneda de curso legal o retransmitiendo sus acciones para encarcelar a miles de pandilleros como si fuera una serie de Netflix, su influencia global no para de crecer. Cada vez tiene más apoyo en su país, en Latinoamérica ya se habla de emular sus prácticas y sus incondicionales también se disparan en España. Bienvenidos al fenómeno Bukele.

"En el terreno académico, se empezó definiendo su caso y su éxito como el primer populismo millenial. Porque es un populismo en el que el peso de herencias simbólicas e identitarias de la derecha clásica se difuminan para dejar paso al culto a las nuevas tecnologías y a la cultura pop", explica el sociólogo experto en redes sociales y política, Iago Moreno. "Pero ahora su deriva autoritaria ha cambiado mucho esa realidad. Yo me refiero a él como un caudillo de tiempos digitales, porque está yendo a un ritmo estrepitoso hacia la conformación de un régimen, de una dictadura cívico militar descarada, revestida de una gran espectacularidad. Solo hay que ver el traslado de los presos, que parecía un espeluznante tráiler de Netflix", añade.

En la época de TikTok y el streaming, el caso de Bukele se sigue con atención desde varios prismas, como un hombre con dos caras igual de llamativas. Por un lado, es uno de los mejores ejemplos de cómo aprovechar el tirón de las redes y los fenómenos nacidos de internet para triunfar. Abrazada la cultura de la viralidad, está consiguiendo que el líder de un pequeño país de Centroamérica se convierta en un actor clave del planeta, poniendo el foco sobre una nación olvidada. Pero por otro, los expertos avisan, bajo ese aspecto cinematográfico y rompedor, Bukele esconde un mando autoritario que ha colocado en su tierra y que ya empieza a popularizar fuera, convirtiéndolo en algo atractivo para millones de personas en todo el mundo.

Todo ello se puede resumir en los vídeos de uno o dos minutos en los que muestra su lucha contra las pandillas. Los publica en sus redes y son su carta de presentación. Ya sean montajes cinematográficos de criminales siendo trasladados a una megacárcel, soldados salvadoreños desplazándose a ritmo de banda sonora de película de acción o fragmentos de sus discursos subtitulados al inglés (utiliza indistintamente el español y el inglés pese a que en El Salvador solo es idioma oficial el primero y buena parte de su población no habla el segundo), sus publicaciones transmiten una imagen de tolerancia cero contra la delincuencia que corre como la pólvora.

El mensaje, con millones de visualizaciones (es fácil ver, únicamente en TikTok, contenidos con más de 5 millones de views), encuentra especial resonancia en una Latinoamérica plagada de problemas de crimen organizado, pero también entre un público global ávido de soluciones sencillas a problemas complejos, como la delincuencia o la corrupción. Además, con todo este marketing ha sabido ganarse el apoyo de entornos influyentes cada vez más digitalizados y capitalizados. Es todo un símbolo entre grandes inversores relacionados con las criptomonedas o libertarios decepcionados con el sistema actual. Con su ventana online, es capaz de adaptar la realidad del país a un relato casi guionizado que, de momento, engancha a muchos.

El boom del bukelismo

Pese al interés que despierta, es difícil imaginar un copia y pega de la estrategia Bukele en países europeos como España, en opinión tanto de Moreno como para el historiador y periodista Pablo Stefanoni. Se trata de realidades bastante diferentes. Sin embargo, el bukelismo ya ha llegado a nuestro país, y, por ahora, con bastantes apoyos. Buena parte de los medios de derecha alternativa han empezado a compartir más y más contenido sobre El Salvador, aprovechando el tirón del presidente. Programas de primera línea, como Horizonte, de Íker Jiménez, le han dedicado episodios completos y es rara la vez en la que sus vídeos como los de los pandilleros no llegan incluso a los telediarios. "Están pensados y cortados especialmente para que lleguen a estos espacios", detalla Moreno.

Su discurso, además, no tiene miedo a adaptarse y no se encadena a nada. "Bukele es muy pragmático ideológicamente. Ha atacado a la OEA y a su secretario general, Luis Almagro; ha coqueteado con Rusia o China; es elogiado por el presentador de FOX News Tucker Carlson... hay que esperar para ver si esto decanta en marcos ideológicos más concretos", explica Stefanoni. "Pero sí creo que Bukele atrae a un nuevo tipo de libertarismo de extrema derecha que combina defensa de las criptomonedas con mano dura en términos de seguridad. Ahí hay algo de clima de época", apunta este experto en nuevas corrientes de derecha y autor del libro ¿La rebeldía se volvió de derechas?.

Más allá de la realidad diaria del país centroamericano, Bukele ha conseguido congeniar con un público muy concreto y que también está en pleno crecimiento. "No creo que el bukelismo se estabilice como una corriente política fuera del país, como no lo hicieron tampoco Fujimori, fuera de Perú, ni Bolsonaro fuera de Brasil. Trump lo logró solo muy parcialmente estando a la cabeza del país más poderoso del mundo: una cosa es atraer simpatía y apoyo y otra poner en pie una corriente transnacional. Pero hay circulando nuevas sensibilidades que combinan de diferentes formas ultraliberalismo —y hasta anarcocapitalismo— con posiciones reaccionarias/autoritarias. Algunos de los emprendedores de Silicon Valley, quizá el único sitio en el mundo donde perviven las utopías, son exlibertarios decepcionados con la democracia. Algunas cosas del bukelismo riman con esto", comenta.

"El dictador más cool del mundo mundial", como se autodenominó el propio Bukele cuando se empezó a llamar la atención en el país por su deriva autoritaria, ha coqueteado de forma continuada con esas ideas. Uno de sus máximos apoyos a nivel internacional son magnates que rozan el anarcoliberalismo, como el presentador, excorredor de Bolsa en Wall Street y maximalista de bitcoin Max Keiser. Un británico que fue una de las figuras del canal ruso RT (llegó a justificar la invasión ucraniana) y al que, según el medio salvadoreño El Faro, Bukele le ha dado una oficina en su Gobierno, como si fuera un diplomático más, después de que Keiser cambiase su residencia en EEUU por la de El Salvador.

Su última gran medida, anunciada esta misma semana, se centra claramente en estos perfiles, leyendo el hartazgo de muchos de ellos con los impuestos. En un tuit publicado en inglés, asegura que "enviará un proyecto de ley al parlamento para eliminar todos los impuestos (sobre la renta, la propiedad, las ganancias de capital y los aranceles de importación) sobre las innovaciones tecnológicas, como la programación de software, código, aplicaciones e IA; así como la fabricación de hardware de computación y comunicaciones". "Él siempre ha entendido las corrientes miméticas de la derecha alternativa y cómo ganarse su apoyo", añade Moreno.

Lo que TikTok esconde

Pero la pequeña ventana que Bukele ofrece de El Salvador mediante sus publicaciones cuidadosamente elegidas esconde mucho más de lo que enseña. "El gran problema es que se está blanqueando el autoritarismo de Bukele", considera Marco Feoli, exministro de justicia de Costa Rica y actual miembro del subcomité para la Prevención de la Tortura de la ONU, en entrevista con El Confidencial. "Cuando se le pone como ejemplo, se está ocultando el desmantelamiento que ha hecho el Estado de Derecho en los últimos años", agrega.

Desde que Nayib Bukele llegó al poder en junio de 2019 con la promesa de romper con los partidos tradicionales que habían gobernado el país desde el fin de la guerra civil (1979-1992), su Gobierno ha estado marcado por la erosión de las normas democráticas. En 2020, irrumpió junto a soldados y policías armados en la Asamblea Nacional (parlamento) para exigir la aprobación de su presupuesto de seguridad. En 2021, tras haber conseguido la mayoría parlamentaria, destituyó y reemplazó a dedo a los miembros del Tribunal Constitucional y al fiscal General, logrando así el control casi total del poder judicial.

Foto: Miembros de las maras encarcelados en El Salvador. (Reuters/José Cabezas)

La propia lucha sin cuartel contra las maras representa solo una parte de la historia. Múltiples investigaciones, así como una acusación directa del Tesoro estadounidense, han señalado que el Gobierno de Bukele negoció con las principales organizaciones criminales del país, una táctica similar a la de sus predecesores. Como parte de estos pactos —en los que el Gobierno habría ofrecido reducciones de sentencias, rechazo de extradiciones a EEUU, mejores condiciones carcelarias y una menor persecución en las calles—, las maras disminuyeron el nivel de violencia e incluso brindaron apoyo electoral a Nuevas Ideas, el partido del presidente, en las elecciones parlamentarias de 2021, de acuerdo con la indagatoria del periódico salvadoreño El Faro. El mandatario rechaza tajantemente estos reportes.

Según estas investigaciones, la campaña de arrestos masivos habría comenzado, precisamente, a raíz de la ruptura de este pacto. Tras una ola de 87 asesinatos en tan solo dos días, Bukele, armado ya con el control de todas las ramas de poder del Estado, declaró un régimen de excepción de 30 días que lleva casi dos años en vigor tras haber sido renovado 22 veces consecutivas por la Asamblea. En este periodo, más de 75.000 personas —según cifras del Gobierno, dado que no existe transparencia real sobre el número de detenidos— han sido arrestadas. Sumando los cerca de 40.000 reos anteriores, El Salvador, con cerca de un 2% de su población tras las rejas, se ha convertido en el país con mayor tasa de presos del mundo.

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Este régimen de excepción, junto a una batería de reformas legislativas, ha eliminado las garantías constitucionales de defensa y debido proceso en el país. Las fuerzas de seguridad salvadoreñas cuentan con la capacidad de arrestar y presentar cargos a discreción. Un informe elaborado en diciembre por Human Rights Watch (HRW) y la ONG salvadoreña Cristosal concluyó que se habían cometido constantes violaciones de derechos humanos durante la campaña de detenciones, entre los que se incluyen arrestos arbitrarios masivos, encarcelamiento de niños de 12 años, torturas, muertes bajo custodia y procesos penales abusivos.

Organizaciones de El Salvador han recopilado y denunciado cientos de detenciones con pruebas falsas. "Sabemos de un caso en el que dos personas fueron capturadas la misma noche, cada una en su casa. A la hora de procesarlas, las autoridades aseguraron que los habían atrapado en un solo lugar y que eran parte de una agrupación ilícita", señala a este periódico Abraham Abrego, director del programa de litigio estratégico de Cristosal. "Nosotros hemos tenido casos donde se ha acusado a personas de pertenecer a pandillas por tener tatuajes en la cara referentes a la mara Calle 18. Después, descubrimos que no tienen un solo tatuaje en el cuerpo", relata, por su parte, Verónica Reyna, directora de derechos humanos del Servicio Social Pasionista.

El rey del corto plazo

Sin embargo, para la mayoría de los salvadoreños y de los fans internacionales del presidente Bukele —incluso aquellos que, a diferencia del mandatario, aceptan que estos atropellos existen—, se trata de un precio aceptable a cambio de una realidad innegable: tras cerca de 30 años de violencia desenfrenada, las maras han sido desarticuladas en El Salvador. Con unas estructuras jerárquicas hechas trizas, su control territorial se ha vuelto imposible. Al menos, en lo que al corto plazo se refiere.

Foto: Requisas en cárceles salvadoreñas. (EFE/cedida Gobierno de El Salvador)

Si bien la de Bukele se trata de la mayor oleada de encarcelamientos hasta la fecha, estas políticas de represión no son ninguna novedad en El Salvador. "En 2003, con el expresidente Francisco Flores, también se detuvieron a más de 17.000 personas en menos de seis meses", recuerda Reyna, una política con el nombre "Plan Mano Dura". Tres años después, el Gobierno de Antonio Saca replicaba la fórmula, esta vez con el muy original título "Plan Súper Mano Dura". Casi todos los ejecutivos salvadoreños han aplicado, en algún momento, la fórmula de restringir derechos a cambio de una mayor seguridad, la cual suele contar con popularidad entre la población harta de sufrir violencia y extorsiones. El problema, como siempre, es lo que viene a continuación.

A pesar de sus nuevos modos, Bukele, como sus predecesores, se ha centrado en combatir las pandillas sin enfrentar ninguno de los problemas estructurales que permiten que estas organizaciones surjan y operen en el país. "Se le vende a la gente la idea de que se pueden construir soluciones represivas que, en cuestión de meses, resuelven el problema", indica Feoli. Pero el origen de las maras ocurrió, precisamente, en prisiones estadounidenses, que se alimentaron de las olas de migrantes centroamericanos carentes de recursos y futuro. Como demuestran los fracasos del pasado en El Salvador, los arrestos masivos son un parche que, si no va acompañado de otras medidas, supone el caldo de cultivo perfecto para que los grupos criminales se reciclen, recluten a más personas y, a la larga, se fortalezcan. "Y mientras tanto, se va construyendo un Estado con capacidad de actuar como una mafia más", agrega el exministro costarricense.

Pero las advertencias de medios, organismos y asociaciones tienen pocas posibilidades de hacer mella en el Gobierno salvadoreño. Poco importan las consecuencias a largo plazo de la encarcelación masiva, la transformación futura del crimen organizado o la legitimación de la represión a cualquier precio. El efecto inmediato de la desarticulación de las maras en El Salvador ha sido tan monumental para el ciudadano medio que eclipsa cualquier preocupación en el horizonte. El respaldo de la población al mandatario, que la mayoría de encuestas sitúan por encima del 90%, implica que los salvadoreños han aceptado este nuevo contrato social. Uno en el que el debido proceso, la transparencia y la separación de poderes han sido sacrificados en el altar de la seguridad. En otros estados de Latinoamérica, la "solución Bukele" gana adeptos cada día. "Urge un Bukele para poner orden en Perú", llegó a publicar el diario peruano Expreso.

Hay Bukele para rato. Las crecientes condenas internacionales al autoritarismo del presidente solo le dan más munición para su discurso. El marco narrativo instaurado por el presidente no da espacio alguno para grises: quien critica a su Gobierno es un enemigo más. Las décadas de olvido a las que lleva sometida Centroamérica también juegan a su favor. "¿De dónde nació este amor repentino por El Salvador, si hasta hace poco no sabían dónde quedaba en el mapa?", expresa el presidente en un discurso propagado en su cuenta oficial de TikTok y que cuenta con más de 8 millones de visualizaciones. "No permitiremos que nos vengan a decir qué hacer", concluye.

"Hay un desmantelamiento del Estado de derecho, de la presunción de inocencia, del derecho a la legítima defensa y la independencia de poderes. Se desmanteló que las personas pudieran someterse a un juicio justo. Ahora, las instituciones que investigan y sancionan delitos no están a la orden de la constitución y la ley, sino a la orden de una sola persona", resumía en declaraciones a El Faro René Portillo Cuadra, diputado del partido derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena). Observado por todos los dirigentes de la región y por su creciente club de fans en España, este Leviatán salvadoreño mantiene ahora la mirada fija en su próximo objetivo: obtener un segundo mandato en un país cuya constitución tiene seis artículos que prohíben de forma explícita la reelección inmediata. Dado su control sobre la judicatura, nadie duda de que lo conseguirá. Todos toman nota.

El Salvador tiene algo más de 6 millones de habitantes, una población cercana a la de la Comunidad de Madrid, repartidos en un territorio similar al de Galicia. Su economía es modesta, ocupa el puesto 100 (de 196) en el ranking por PIB, encajada entre la de Zimbabue y Sudán. Sin embargo, es muy probable que hayas visto más de un vídeo de su presidente en internet y sepas de sobra su nombre. Es el mandatario más seguido del mundo en TikTok y si le sumamos los followers que aglutina en esta red, en Twitter y en Instagram, ya dobla a la población del país que gobierna, con cerca de 14 millones de fans.

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