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El presidente de El Salvador toma como rehenes a 16.000 pandilleros presos: "No verán el sol"
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la enésima polémica del presidente tuitero

El presidente de El Salvador toma como rehenes a 16.000 pandilleros presos: "No verán el sol"

El presidente Bukele responde al aumento de la violencia callejera, que el pasado fin de semana dejó 82 personas asesinadas en El Salvador, aumentando la presión sobre los pandilleros presos

Foto: Requisas en cárceles salvadoreñas. (EFE/cedida Gobierno de El Salvador)
Requisas en cárceles salvadoreñas. (EFE/cedida Gobierno de El Salvador)

Un grupo de agentes del Estado encapuchados ingresa a una prisión salvadoreña. Pronto comienzan a sacar a presos semidesnudos de sus celdas. Los tatuajes faciales delatan a los reos: son pandilleros. Avanzan a trompicones por los pasillos, con las manos atadas a la espalda, mientras son dirigidos a la carrera por sus captores. Llegan a un patio, donde son sentados en el suelo y fotografiados junto a centenares de encarcelados en la misma situación y luego son conducidos a celdas colectivas en lugares donde no se ve la luz del sol.

Esta es la respuesta del presidente Nayib Bukele al desafío iniciado por las pandillas el pasado fin de semana, cuando 82 personas fueron asesinadas en las calles de El Salvador; unos homicidios atribuidos a estas bandas criminales organizadas —consideradas terroristas por El Salvador y Estados Unidos— que cuentan con 64.000 miembros y un extenso control territorial en los barrios marginales del país centroamericano.

"Les decomisamos todo, hasta las colchonetas para dormir. Les racionamos la comida y ahora no verán el sol. Paren de matar ya o ellos van a pagar también", escribió Bukele, amenazando a las 'maras' mediante la instrumentación como rehenes de 16.000 pandilleros presos.

Las acciones le han valido, de nuevo, las críticas de buena parte de las organizaciones de la comunidad internacional, que señalan un creciente autoritarismo en la gestión de Bukele. El presidente ha respondido, como ya es habitual, con un virulento señalamiento a oenegés e instituciones críticas con su administración. "Estos vividores de las ONG internacionales dicen velar por los derechos humanos, pero no se interesan por las víctimas, solo defienden asesinos, como si disfrutaran ver los baños de sangre", clamó indignado, de nuevo, a través de su cuenta de Twitter.

"Vengan por ellos, llévenselos a sus países, sáquenlos de esta "persecución dictatorial y autoritaria". Ustedes pueden ayudar a estos angelitos, no permitan que les sigamos 'violando sus derechos'", añadió el mandatario en su enésimo encontronazo con organizaciones como Humans Rights Watch, Amnistía Internacional, la Organización de Estados Americanos y Washington.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Enemigos del pueblo

Pese a la polémica medida, el presidente salvadoreño goza de una espectacular popularidad, con el apoyo del 71% de los salvadoreños, según la encuestadora Mitofsky, encabezando la lista de líderes mejor valorados de América Latina. No es difícil adivinar el porqué. Bukele nació hace 40 años en el seno de una familia de clase acomodada, hijo de un ingeniero de origen palestino y una madre de raíces católicas.

Su exitosa y temprana experiencia en el sector de la publicidad propició una meteórica carrera política, iniciada en las filas del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el partido surgido de la guerrilla que combatió en el conflicto armado salvadoreño. En 2012 se hizo con la alcaldía de la localidad de Nuevo Cuscatlán, para tres años más tarde pasar a gobernar la capital, San Salvador. Poco después abandonó la formación izquierdista entre profundas críticas cruzadas y creó su movimiento Nuevas Ideas para ir con todo a la conquista de la presidencia.

Su estrategia fue clara: las dos formaciones que se habían repartido el poder desde el final de la guerra civil —el FMLN y la formación derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena)— eran inservibles y debían ser derrocadas. No le falta razón. Los gobiernos de los dos partidos tradicionales fueron mediocres en lo económico y extremadamente corruptos en lo político. Dirigentes de Arena se habían visto involucrados en algunos de los hechos más cruentos de la guerra, como el asesinato en 1989 a manos del Ejército de dos mujeres y seis sacerdotes jesuitas, cinco de ellos españoles, del que ha sido acusado recientemente el expresidente Alfredo Cristiani (Arena, 1989-1994). Los dos predecesores de Bukele, Salvador Sánchez Cerén y Mauricio Funes del FMLN, están exiliados en Nicaragua para escapar de las órdenes de arresto que pesan en su contra por diversos cargos de corrupción.

Foto: Uno de los asistentes a 'LaBitConf' se hace un selfi con el presidente Nayib Bukele de fondo. (EFE/Rodrigo Sura)

Bajo sus gobiernos, El Salvador se convertía en uno de los países más violentos del mundo fuera de zonas de guerra. En 2015, la pequeña nación latinoamericana registró una tasa de violencia récord en el continente, con 103 homicidios por cada 100.000 habitantes, sellando el fracaso de la política tradicional que abonó el terreno para la llegada de Bukele.

"Construyó una narrativa en la que él se hacía pasar por ajeno a la clase política tradicional, o lo que él llamaba "los mismos de siempre" y [Bukele] se encargó de prometer un nuevo país, en el que había un lugar para los malos, para los políticos que habían gobernado durante las últimas décadas y que, en esa narrativa, eran los enemigos del pueblo y los villanos de la película", explica Eduardo Escobar, abogado y director de Acción Ciudadana, a El Confidencial. "Esa narrativa sin duda logró calar en el imaginario colectivo, hasta en un nivel de secta, y eso le catapultó. La población salvadoreña maneja una cultura política más autoritaria que democrática y está dispuesta a tener un líder autoritario con tal que le resuelvan sus problemas", añade el analista.

¿Un autócrata en proceso?

Bukele arrasó en las elecciones de 2019, alcanzando la victoria en primera vuelta con el 53% de los votos. Pronto se enfrentó con la Asamblea Legislativa del país e iniciaron sus problemas y las acusaciones de autoritarismo. Dado que empezó su mandato con una representación exigua en un parlamento todavía dominado por Arena y el FMLN, sus propuestas eran bloqueadas o demoradas por sus rivales políticos, lo que degeneró en la primera gran crisis institucional de la era Bukele.

En febrero de 2020, el presidente ordenó la entrada de decenas de militares a la Asamblea Legislativa ante los retrasos de los diputados para aprobar un préstamo de 109 millones de dólares que solicitó para mejorar las condiciones de la Policía y las Fuerzas Armadas. La imagen de Bukele ingresando en el hemiciclo rodeado de soldados con metralletas y sentándose en el sillón del líder del congreso deterioró su imagen internacional y provocó críticas de países como Estados Unidos y la Unión Europea. Pero en el interior del país su apoyo no solo seguía intacto, sino que había aumentado.

El motivo era el espectacular descenso de la violencia que comenzaba a notarse en las calles. El país incluso llegó a registrar días sin un solo asesinato, algo inédito durante lustros. Los registros de muertes violentas siguieron cayendo durante meses. En 2021 el país ha acabado fijando una tasa de 18 homicidios por cada 100.000 habitantes, muy lejanos a las terribles cifras de apenas seis años antes. Eso, en una población que vivía aterrorizada, supone amasar una ingente popularidad.

Foto: Organizaciones civiles salvadoreñas se manifiestan por destitución de magistrados corte suprema. (EFE)

¿Cómo consiguió Bukele reducir los índices de violencia a niveles inéditos en las últimas décadas? El presidente atribuye el éxito a su Plan de Control Territorial, un esquema que involucra a las Fuerzas Armadas y a políticas carcelarias, y que se mantiene en secreto. Pero investigaciones periodísticas del medio independiente 'El Faro', confirmadas por EEUU, desvelaron que el presidente habría pactado el descenso de la violencia con los líderes de las pandillas a cambio de varios beneficios, algo que el mandatario ha negado tajantemente.

Los hechos de la pasada semana, en cambio, parecen apuntar a un ejercicio coordinado de los pandilleros para atacar al Estado. El perfil de los asesinados, muchos de ellos campesinos, vendedores o panaderos sin antecedentes criminales, son el anuncio de un desafío. La masacre, con 62 asesinatos solo el sábado, no fue el resultado de una guerra entre clanes. El abandono de un cadáver en la carretera que lleva a Surf City, uno de los proyectos turísticos emblema del Gobierno, ha sido visto por analistas como un mensaje a Bukele.

El mandatario, que ya había ido antes contra los líderes pandilleros encarcelados para tratar de reducir los crímenes, sabe que —más allá de las obras de infraestructura y los proyectos innovadores— su popularidad se basa en mantener bajos los niveles de violencia, así sea con mano dura. Así se demostró en las legislativas de 2021, cuando su partido logró el 66% de los votos y se hizo con 56 de los 84 asientos del hemiciclo —que con sus aliados alcanza una mayoría legislativa imbatible de 64 diputados—.

"La campaña electoral de todos los candidatos a diputados de Nuevas Ideas giraban en torno a la imagen de Bukele. Su ofrecimiento era que, una vez en su asiento, iban a apoyar todo lo que el presidente dijera", expone el analista Escobar. "Ya una vez electos nos topamos con que un 70% u 80% de las iniciativas apoyadas en el Legislativo provienen de Casa Presidencial. Los diputados tienen que leer lo que les mandan. No tienen conocimiento de los temas. No tienen idea de las implicaciones. No discuten las iniciativas, simplemente hacen una pantomima en las convicciones, sacan un dictamen y lo llevan al pleno, donde automáticamente es aprobado sin pasar por comisiones, sin discusión, ni nada. No hay un mínimo margen para pensar que son independientes", añade el abogado.

Control judicial y crisis con EEUU

La victoria legislativa no hizo sino aumentar los indicios de autoritarismo. La primera medida tomada por el nuevo Congreso fue la destitución de los cinco jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, argumentando que habían emitido veredictos contrarios a decretos ejecutivos durante la pandemia. Diez de los quince jueces del supremo acabaron en la calle, el doble de lo habitual. Además, también se reemplazó a un tercio de todos los jueces del país jubilando a todos aquellos con más de 60 años. Para finalizar, el Fiscal General, Raúl Melara, quien había adelantado las investigaciones sobre las supuestas charlas entre funcionarios de Bukele y las pandillas en las prisiones citadas por 'El Faro', fue destituido del cargo.

La Asamblea, dirigida por el Ejecutivo, nombró a sus sustitutos. "Ahí tomaron el control del orden judicial. Teniendo en mente nuestro pasado político, alguna influencia tienen sobre esos magistrados. Y si no la hay, saben que sus cargos penden de un hilo y pueden ser destituidos cuando Bukele lo ordene", comenta Escobar.

La sala Constitucional del Supremo mostró pronto su nuevo color avalando, en septiembre de 2021, la reelección presidencial, algo expresamente prohibido por la Carta Magna. Los magistrados hicieron gala de una interpretación retorcida de diversas disposiciones legales, algo que no es nuevo en América Latina y que no suele traer buenos augurios.

Foto: El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. (Reuters)

Las crecientes críticas de Estados Unidos ante la sucesión de escándalos y su propia implicación en las investigaciones —Washington llegó a comunicar que les ofrecieron prostitutas a los pandilleros presos para mantener la violencia bajo control— distanciaron profundamente a Bukele de la Casa Blanca. El país norteamericano llegó a sancionar a funcionarios señalados de corruptos y un tribunal de Nueva York planea acusar a dos funcionarios que supuestamente habrían participado en las negociaciones con los líderes de las pandillas en las cárceles.

"Nosotros hemos visto esa película antes, en lugares como Venezuela, donde alguien usa la popularidad para crear un sistema autoritario, y eso no le ha venido muy bien al pueblo venezolano", dijo Juan González, asesor del presidente Joe Biden y jefe de la Agencia de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental, a la agencia EFE el pasado mes de octubre. González lideró hace unas semanas la delegación que se reunió en Caracas con el presidente Nicolás Maduro para, según Reuters, ofrecer el retorno de las compras de petróleo a cambio de que Venezuela reanude los diálogos con la oposición y haga reformas democráticas.

Se la dejó botando a Bukele: "El Gobierno de EEUU decide quién es el malo y quién es el bueno y también cuando el malo se vuelve bueno y el bueno se vuelve malo" escribió el pasado 8 de marzo el mandatario salvadoreño en Twitter.

Una deuda pendiente

A medida que El Salvador se alejaba de EEUU, se iba acercando a otros polos geoestratégicos como Rusia —Bukele tiene prevista en junio una visita a Moscú para reunirse con Vladímir Putin— y Turquía. El país centroamericano estuvo entre los 35 que se abstuvieron de condenar la invasión rusa en Ucrania en la ONU, alineándose en la región con Nicaragua, Cuba, Venezuela —no votó, pero se le presupone la abstención— y Bolivia. Algo que llamó la atención de los analistas ya que Bukele, conocido como el presidente tuitero, está lejos de la ultraizquierda latinoamericana e incluso ha criticado duramente a Maduro y al nicaragüense, Daniel Ortega.

Su acercamiento a otros centros de poder tiene también motivaciones económicas, según los analistas. El Salvador tiene una deuda equivalente al 85% de su PIB, alta en el contexto latinoamericano, y debe enfrentar en enero de 2023 un vencimiento de deuda por valor de 800 millones de dólares. El déficit seguirá previsiblemente elevado este año, después de que Bukele haya tenido que renunciar a algunos ingresos, especialmente en combustibles, debido a la coyuntura mundial. Hacienda asegura que no habrá problema en pagar el año que viene, pero los analistas no lo tienen tan claro, y las agencias de calificación ya han rebajado el bono salvadoreño al nivel de basura.

Las charlas con el Fondo Monetario Internacional en torno a un crédito de 1.300 millones de euros están, además, estancadas, tanto por el alejamiento de EEUU como por las dudas de la institución con sede en Washington con la medida más rupturista de Bukele: establecer la criptodivisa Bitcoin como moneda de curso legal en El Salvador, que convive ahora junto a la oficial, el dólar estadounidense, adoptado hace dos décadas. El plan entró en vigor el pasado septiembre y puso al país en el centro de la información económica mundial durante varios días; un orgullo para parte de una ciudadanía tristemente acostumbrada a que su país solo dé titulares negativos en el extranjero.

Foto: Animación de Nayib Bukele durante la "Bitcoin Week". (Reuters)

Bukele aseguró que la adopción del Bitcoin llevaría inversiones a El Salvador, integraría en las finanzas al 70% de los ciudadanos que no tienen una cuenta en un banco, y permitiría a los salvadoreños ahorrarse 400 millones de dólares anuales en comisiones por recibir las remesas enviadas por sus familiares migrantes. Es decir, esos millones se quedarían en el país y circularían en los comercios. Sin embargo, a seis meses del experimento, hay muchos problemas.

El 70% de los salvadoreños desconfía del Bitcoin y el 91% prefiere el dólar, según una encuesta de la Universidad Francisco Gavidia. Además, la aplicación de cartera virtual nacional, Chivo Wallet, para manejar la criptodivisa ha tenido varios fallos y necesita internet para funcionar en un país donde el 55% de la población vive sin acceso a la red. El estado de las cuentas es, además, muy opaco. Lo único que se sabe, según los tuits del presidente, es que El Salvador ha comprado unos 1.800 bitcoins.

Según analistas que han seguido los mensajes del presidente, y calculan el valor de las compras teniendo en cuenta el valor del Bitcoin cuando el mandatario tuitea, el precio total de las compras ha sido de unos 86 millones de dólares. Cuando el valor de la divisa supera los 48.000 dólares el país estaría ganando dinero, y cuando no, estaría perdiendo, calculan analistas, aunque en realidad nadie más que Bukele y su equipo económico saben a ciencia cierta cuándo se han hecho las compras, si las operaciones anunciadas en Twitter son el total de las mismas y si ha habido ventas.

El Salvador intentó en marzo colocar un bono en Bitcoins con valor superior a los 1.000 millones de dólares, pero desistió finalmente ante el contexto internacional. La versión oficial es que la mitad del dinero se utilizaría en comprar nuevos Bitcoins y la otra mitad en construir Bitcoin City a los pies del volcán Comayagua, que, con su energía geotérmica, daría energía a la ciudad y permitiría la instalación de granjas para minar bitcoins. Pero parte de los analistas, consideran que Bukele planea también financiar el país con esa emisión y así poder evitar al FMI y otras organizaciones internacionales. Por eso su acercamiento a Rusia y a Turquía, donde hay posibles compradores. También habría interesados en España, donde viajó el líder de Economía en febrero.

Cóctel militar y antiprensa

Al cóctel bukelista hay que añadir un enfrentamiento constante con la prensa de su país, que el presidente considera satélite de la oposición. Los principales golpes se los ha llevado el portal 'El Faro'. Sus responsables han denunciado "asfixia económica" después de que Bukele anunciase que la publicación estaba siendo investigada por supuesto lavado de dinero y evasión de impuestos. Su editor fue expulsado del país con el argumento de que migración no había logrado constatar que era periodista. La web de investigación está vetada en el palacio presidencial y también denunció que 22 de sus reporteros habían sido espiados mediante el software Pegasus, que la israelí NSO Group solo vende a Gobiernos.

Foto: Mujeres salvadoreñas marchan para exigir políticas públicas sobre salud sexual y reproductiva este septiembre (EFE/Rodrigo Sura)

"¿Se han fijado en que los autodenominados periodistas incómodos dejaron de investigar a la oposición? Hace más de un año dejaron de ser periodistas y se convirtieron en activistas políticos. Es válido que lo hagan, es un país libre. Pero sus publicaciones ya solo son propaganda", escribía el presidente en Twitter en diciembre de 2020.

Para completar el combinado, Bukele está avivando la preponderancia del Ejército. A principios de marzo, centenares de militares salieron a las calles para conducir los 300 autobuses urbanos de una empresa acusada de haber incumplido la orden presidencial de no subir las tarifas tras la bajada de impuestos a los combustibles. "Duplicaremos nuestra Fuerza Armada en los próximos 5 años, iniciando hoy. Cada quince semanas, entrará un grupo de nuevos soldados. La recibimos con 15.000, con esta nueva graduación tendremos 20.000 y la nueva orden es llevarla a 40.000 hombres y mujeres valientes y patriotas", aseguró Bukele el pasado julio.

La verdadera naturaleza del muy popular Bukele será desvelada, como suele suceder, cuando el apoyo de la población disminuya, algo que a buen seguro ocurrirá tarde o temprano atendiendo a todos los precedentes conocidos. Solo entonces sabremos si el líder salvadoreño apuesta definitivamente por la democracia o el autoritarismo.

Un grupo de agentes del Estado encapuchados ingresa a una prisión salvadoreña. Pronto comienzan a sacar a presos semidesnudos de sus celdas. Los tatuajes faciales delatan a los reos: son pandilleros. Avanzan a trompicones por los pasillos, con las manos atadas a la espalda, mientras son dirigidos a la carrera por sus captores. Llegan a un patio, donde son sentados en el suelo y fotografiados junto a centenares de encarcelados en la misma situación y luego son conducidos a celdas colectivas en lugares donde no se ve la luz del sol.

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