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¿Adiós, autonomía estratégica? Tras Ucrania, la UE no discute la primacía de la OTAN
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TERCERA DECLARACIÓN CONJUNTA

¿Adiós, autonomía estratégica? Tras Ucrania, la UE no discute la primacía de la OTAN

La declaración conjunta UE-OTAN hace más hincapié en los lazos transatlánticos y en el papel de la Alianza Atlántica. Pero muchos en la Unión siguen desconfiando de EEUU como un socio fiable

Foto: Charles Michel (izquierda), presidente del Consejo Europeo, junto a Jens Stoltenberg (centro), secretario general de la OTAN, y Ursula von der Leyen (derecha), presidenta de la Comisión Europea. (Reuters/Johanna Geron)
Charles Michel (izquierda), presidente del Consejo Europeo, junto a Jens Stoltenberg (centro), secretario general de la OTAN, y Ursula von der Leyen (derecha), presidenta de la Comisión Europea. (Reuters/Johanna Geron)

En 2022, la Unión Europea tuvo que admitir los límites de la idea de “la Europa de la defensa”, la idea, impulsada por algunos países, como Francia, para independizar al continente de la supervisión militar de los Estados Unidos a través de la OTAN. La invasión rusa de Ucrania mostró, en la práctica, que el garante último de la seguridad en el continente sigue siendo la Alianza Atlántica, y que los socios de la Unión más expuestos a los riesgos, es decir, los del este del club, siguen confiando en la OTAN y desconfían de planes europeos que puedan poner en riesgo el compromiso de los americanos con su defensa y con la disuasión del peligro ruso.

Todo ello ha quedado reflejado en la declaración conjunta firmada este martes por Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y los presidentes Ursula von der Leyen, de la Comisión Europea, y Charles Michel, del Consejo Europeo. En ella se señala que “se trata de un momento clave para la seguridad y la estabilidad euroatlánticas, que demuestra más que nunca la importancia del vínculo transatlántico y exige una cooperación más estrecha entre la UE y la OTAN”.

La declaración recoge, claro está, la ambición de algunos socios por contar con una mayor autonomía estratégica respecto a Estados Unidos, pero no deja ningún lugar a dudas sobre quién tiene la primacía sobre la seguridad en el continente. Así, el texto reconoce “el valor de una defensa europea más fuerte y más capaz que contribuya positivamente a la seguridad global y transatlántica”, añadiendo que debe ser “complementaria y de interoperabilidad con la OTAN”, algo que siempre han defendido también los defensores de la autonomía estratégica, que siempre han negado que el plan para desarrollar una defensa europea sea contrario a los objetivos y al papel de la Alianza Atlántica. Pero el mismo texto deja claro quién está a los mandos: “La OTAN sigue siendo la base de la defensa colectiva de sus aliados y esencial para la seguridad euroatlántica”.

Foto: Biden durante una visita a Bruselas. (Reuters/Kevin Lamarque)

El texto subraya que la UE y la OTAN llevarán su cooperación “al siguiente nivel” dado el aumento en las amenazas a la seguridad y los desafíos para la asociación trasatlántica. “Reforzaremos aún más nuestra cooperación en áreas existentes, y ampliaremos y profundizaremos nuestra cooperación para abordar en particular la creciente competencia geoestratégica, los problemas de resiliencia, la protección de infraestructuras críticas, las tecnologías emergentes y disruptivas, el espacio, las implicaciones de seguridad del cambio climático, así como manipulación e interferencia extranjera”, señala el documento.

En 2016, y después en 2018, la Unión Europea y la OTAN, que siempre han tenido una relación conflictiva, porque la desconfianza de algunos socios europeos respecto a Estados Unidos hunde sus raíces profundamente en el siglo XX, firmaron dos declaraciones conjuntas de cooperación. Fue el primer paso en los intentos por normalizar las relaciones y estructurar los esfuerzos militares y en defensa.

placeholder Firma de la declaración conjunta UE-OTAN. (EFE)
Firma de la declaración conjunta UE-OTAN. (EFE)

Las dos declaraciones tenían la influencia de que Europa empezaba a dar forma a la idea de la “autonomía estratégica” a la que Estados Unidos se oponía, considerándola contraria a la función de la OTAN. Ambos textos buscaban establecer una especie de hoja de ruta, un camino a seguir. Señalaban nuevas áreas de cooperación y refuerzo mutuo, subrayaban nuevos retos, como la ciberseguridad, la inmigración o la lucha contra el terrorismo, y, en general, daban algo de forma a aquellos campos en los que ambas organizaciones podían trabajar de forma conjunta.

Otra de las novedades de esta última declaración conjunta es que da un paso más allá en la cuestión de China. Ya en la cumbre de Madrid, la OTAN en su conjunto señaló a Pekín, aunque menos de lo que lo habría hecho de no haberse producido la invasión de Ucrania. Ahora es la declaración entre la Alianza y la Unión Europea la que aborda la cuestión: "Vivimos en una era de creciente competencia estratégica. La creciente asertividad y las políticas de China presentan desafíos que debemos abordar".

Ni en 2016 ni en 2018 se mencionaba al gigante asiático, con una Unión Europea, en aquellos momentos, con los Veintisiete buscando todavía una “tercera vía” con Pekín para evitar la actitud más frontal que estaba adoptando la Administración americana. Solamente en 2019 la Unión dio el paso de identificar a China como un “rival sistémico”, e incluso después de aquello Bruselas insistió en la llamada “doctrina Sinatra” con el objetivo de distanciarse de la estrategia de EEUU. Esta nueva declaración muestra que cada vez resulta más complejo mantener un equilibrio para la UE.

Foto: Charles Michel y Xi Jinping. (Reuters)

EEUU como desestabilizador

Pero esas dos declaraciones conjuntas, como la recién firmada, no solucionan algunos de los problemas. El principal de ellos es una creciente desconfianza en el sector occidental de la Unión Europea hacia Estados Unidos, o más bien hacia la capacidad de EEUU de ser un actor estable. El caos dentro del Partido Republicano y la creciente incertidumbre respecto a las próximas elecciones de los Estados Unidos, así como el historial de vaivenes de la Administración Trump en el pasado, minan la confianza de algunos socios en la capacidad de Washington de ser ese garante de la seguridad.

Para algunos de estos socios, desarrollar la autonomía estratégica no se trata tanto de sustituir a la OTAN, sino de tener un plan B, una red de seguridad en caso de que Estados Unidos se desmorone como actor global o que sea más impredecible en los próximos años. Para los socios orientales de la Unión, los más expuestos a Rusia, la era de Donald Trump en la Casa Blanca no fue tan traumática como para Francia o Alemania, y consideran que Ucrania ha demostrado que Estados Unidos sigue siendo un socio fiable, por mucho que sean conscientes de que Joe Biden puede ser uno de los últimos políticos transatlánticos de unos Estados Unidos cada vez más indopacíficos.

placeholder Emmanuel Macron, presidente galo y mayor defensor de la idea de la autonomía estratégica, junto al presidente americano, Joe Biden. (Reuters)
Emmanuel Macron, presidente galo y mayor defensor de la idea de la autonomía estratégica, junto al presidente americano, Joe Biden. (Reuters)

Sin lugar a dudas, la invasión rusa de Ucrania ha marcado todo a corto plazo. Ese sector que desconfía de Estados Unidos y que cree que hay que pensar en alternativas tiene que admitir que ahora la corriente ha cambiado. Washington y sus principales aliados del este de Europa fueron los únicos que insistieron en que Ucrania sería invadida, mientras en Bruselas, París o Berlín seguían creyendo que eso no ocurriría, y ha sido la Casa Blanca, bilateralmente y a través de la OTAN, la que ha hecho que una Europa que al principio arrastraba los pies haya acabado apoyando, a través de envío de armamento, el esfuerzo militar de Kiev.

Ahora toca replegarse, admitir que la Alianza es la que manda, que EEUU llevaba razón respecto a Ucrania. Eso significa ser menos vocales y agresivos en la defensa de la idea de la autonomía estratégica, pero intentando perder las menores posiciones posibles. Porque la desconfianza y el temor hacia unos EEUU inestables e impredecibles sigue ahí, aunque ahora sea un problema dormido.

En 2022, la Unión Europea tuvo que admitir los límites de la idea de “la Europa de la defensa”, la idea, impulsada por algunos países, como Francia, para independizar al continente de la supervisión militar de los Estados Unidos a través de la OTAN. La invasión rusa de Ucrania mostró, en la práctica, que el garante último de la seguridad en el continente sigue siendo la Alianza Atlántica, y que los socios de la Unión más expuestos a los riesgos, es decir, los del este del club, siguen confiando en la OTAN y desconfían de planes europeos que puedan poner en riesgo el compromiso de los americanos con su defensa y con la disuasión del peligro ruso.

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