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Pacifismo, rusofilia y mucho gas: ¿por qué Alemania envía cascos y no fusiles a Ucrania?
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Claves para entender la tibieza con rusia

Pacifismo, rusofilia y mucho gas: ¿por qué Alemania envía cascos y no fusiles a Ucrania?

A la tradicional reticencia de Alemania por comprometerse demasiado en conflictos geopolíticos se suma la tendencia de los socialdemócratas a intentar ser comprensivos con las cuitas de Rusia

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters)
El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters)

Nadie ha puesto mejor en palabras la actitud de Alemania hacia las creciente tensiones en Ucrania que Vitali Klitschko, el alcalde de Kiev: "5.000 cascos son una broma total. ¿Qué es lo siguiente que va a enviar Alemania como apoyo? ¿Almohadas?", dijo el excampeón mundial de boxeo al tabloide germano 'Bild' por la decisión de Berlín de autorizar apenas el envío de unos miles de cascos para las tropas ucranianas. Al edil, buen conocedor de Alemania tras vivir allí varios años de su carrera como deportista, no le tembló el pulso al acusar al Gobierno de Olaf Scholz de cometer "una traición entre amigos" por su negativa a permitir el envío de "armas defensivas" que piden las autoridades para resistir un eventual ataque ruso.

Ante la amenaza de una guerra en el flanco oriental de Europa, la titubeante respuesta de Alemania ha vuelto a poner en la picota el indeciso papel de la principal economía europea en las crisis geopolíticas. Mientras varios países aseguran su apoyo a Ucrania en medio de las crecientes tensiones con Rusia, a menudo con el despliegue de refuerzos militares en la región —España, por ejemplo, ha enviado la fragata Blas de Lezo hacia el mar Negro—, Berlín se está mostrando reservado a la hora de plantar cara al Kremlin. En concreto, se le reprochan dos cosas: su veto al envío de armas a Ucrania y su reticencia a usar el gasoducto Nord Stream 2 como amenaza para frenar los ánimos bélicos de Moscú.

Foto: Merkel y Putin, durante un encuentro sobre Libia este enero. (Reuters)

Mientras el SPD del canciller Olaf Scholz debate sobre su postura interna sobre el asunto, lo cierto es que las vacilaciones alemanas en asuntos geopolíticos centran la atención estos días tanto en Washington como en varias capitales europeas, pero no son una novedad. Para Berlín, son más bien una tradición asentada desde la posguerra, sobre todo cuando se trata de tensiones bélicas. El 'excepcionalismo' alemán, eso sí, se ha visto en estos momentos potenciado por algunos factores. Estas son cinco claves para entender la actual tibieza alemana en el frente ucraniano.

Un Gobierno nuevo y un canciller (aún) ausente

Al nuevo canciller, Olaf Scholz, le ha estallado una crisis mayúscula cuando llevaba apenas alrededor de un mes en el cargo y en momentos en que el socialdemócrata parece aún no haber conseguido definir su perfil como jefe de gobierno, por la alargada sombra de Angela Merkel. Durante sus 16 años en el poder, la conservadora se construyó una sólida imagen como gestora de crisis, también en el tablero europeo y mundial. Aunque no pudo nunca frenar de verdad a Putin, Merkel era conocida por su capacidad para mantener en pie el diálogo con el líder ruso, un intercambio que podían realizar al menos por momentos sin traductores, ya que Putin habla alemán y Merkel ruso.

A Scholz, en cambio, se le ha criticado en los últimos días por su falta de liderazgo, también en casa. Con Merkel, "Alemania era el punto neurálgico para la política de Occidente hacia Rusia y Ucrania", señaló recientemente el diario berlinés 'Der Tagesspiegel'. "Comparado, Scholz parece un fracaso". El canciller alemán no ha estado aún en Washington ni en Moscú desde que estrenó el cargo, tampoco en Kiev. A comienzos de febrero tiene prevista su primera visita a Estados Unidos.

La 'rusofilia' en el SPD

La expresión de Berlín como el "punto neurálgico" tiene además un trasfondo especial, ya que Alemania se define desde la posguerra como una bisagra entre los países occidentales y Rusia, como la nación occidental llamada a explicar los intereses y las sensibilidades del alma (política) rusa. En la jerga política berlinesa existe incluso una expresión para describir a los mayores defensores del diálogo con Rusia: los 'russland-versteher', es decir, los que entienden a Rusia o, en sentido figurado, los rusófilos.

La 'rusofilia' en la política alemana —así como el 'antiamericanismo', por otro lado— tiene tradición y está vinculada en particular con un partido: el principal socio de la actual coalición de gobierno, el SPD de Scholz. Los socialdemócratas son conocidos por su apertura hacia Rusia desde los tiempos de los cancilleres Willy Brandt, el constructor de la política alemana de distensión con el antiguo bloque del este durante la Guerra Fría, y Helmut Schmidt. Otro exjefe de gobierno socialdemócrata, el más controvertido Gerhard Schröder, es incluso directivo y lobista de la energética rusa Gazprom, gracias a las buenas migas que hizo con Putin durante su tiempo en la cancillería.

Foto: Putin despide a Merkel con un ramo de flores en Moscú. (Reuters)

La 'rusofilia' de los socialdemócratas ha sido sin duda beneficiosa para Alemania y para Europa, pero en el contexto actual es vista también con malos ojos por algunos expertos. Muchos creen, por ejemplo, que algunos miembros del SPD maniatan con su postura en el Gobierno a los Verdes y a su ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, más críticos con Moscú y más dispuestos a endurecer el tono con Putin.

Los intereses económicos

Otro factor de peso son los intereses económicos construidos en torno a las relaciones con Moscú. El mayor símbolo de esos vínculos es el gasoducto Nord Stream 2, que transportará gas ruso directamente de Rusia a Alemania, sin pasar por Ucrania ni otros países del este. El enorme proyecto de infraestructura está listo para entrar en funcionamiento, tras ser construido pese a la fuerte oposición de Kiev y Washington. En los tiempos de Donald Trump, paradójicamente, Merkel mantuvo la apuesta por Nord Stream 2 para aumentar la independencia energética de su país en tiempos en que el socio estadounidense se volvía menos fiable que nunca.

Foto: Angela Merkel y Vladímir Putin, en 2018. (Reuters)

Las expectativas económicas vinculadas con el gasoducto son altas sobre todo en el estado de Mecklemburgo-Pomerania occidental, donde desemboca la terminal en suelo germano. El 'land' gobernado por la socialdemócrata Manuela Schwesig creó incluso una fundación para recibir fondos de Nord Stream 2 y apoyar la construcción del ducto. Y en el SPD, las reticencias a sacrificar el proyecto por la crisis de Ucrania siguen existiendo, en mayor o menor medida. "En lo que respecta a Nord Stream 2, se trata de un proyecto económico privado", aseguró el propio Scholz en diciembre tras una reunión en Bruselas.

El canciller ha matizado en tanto su posición y su Gobierno se ha mostrado dispuesto a poner ese activo como una posible sanción. Las palabras más claras vinieron este jueves de la ministra de Exteriores, la 'verde' Baerbock: "En caso de una nueva agresión [tras Crimea], tenemos una gama de respuestas a disposición, incluyendo Nord Stream 2", dijo durante un debate en el Parlamento.

La oposición conservadora, aún en reconfiguración

En Berlín, por otro lado, la tibieza del Gobierno para responder a la crisis de Ucrania no ha tenido un contrapeso desde las filas de la oposición, porque el bloque conservador aún está en fase de recomposición tras su derrota electoral de septiembre y su salida de la cancillería después de 16 años. La crisis ha pillado a Friedrich Merz, que tomó las riendas de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) hace pocos días, con la tarea pendiente de definir una nueva agenda más conservadora para el partido, tras el centrismo de Merkel. Merz, tradicionalmente más proestadounidense, se acaba apenas de pronunciar reconociendo que su partido tiene que fijar aún su postura.

Foto: Foto: EC Diseño.

"En vista de la escalada, tenemos que replantearnos de nuevo algunas preguntas de política exterior", ha señalado Merz en una entrevista publicada este jueves por el diario alemán 'Die Welt', el francés 'Le Figaro' y el polaco 'Gazeta Wyborcza'. "¿Cuál es la posición de la CDU respecto a Rusia? Necesitamos más claridad en ese asunto", ha admitido. Luego ha sugerido una posición más favorable al posible envío de armas a Kiev: "La UE de los Veintisiete no puede quedar paralizada por el veto del Gobierno alemán. Y si la UE no alcanza un consenso, se deberían enviar armas defensivas a Ucrania como 'utima ratio', en coordinación con Polonia, Francia, Reino Unido y los países bálticos".

El pacifismo alemán

De todas maneras, el anhelo del exboxeador Klitschko de recibir armas, de ser necesario también enviadas por el Gobierno de Berlín, chocaría con la fuerte reticencia de los alemanes a que su país participe en guerras o conflictos armados, incluso de forma indirecta. No hay posiblemente país europeo donde el movimiento pacifista esté más arraigado que en Alemania. Y un eventual envío de armas a Ucrania sería sobre todo un sapo difícil de tragar para el electorado de los Verdes.

Inolvidable es hasta ahora la agresión que sufrió en 1999 el primer ministro de Exteriores salido de la formación ecologista, Joshka Fischer, por haber dado su apoyo a la misión militar internacional en Kosovo. Una bolsa llena de pintura roja lanzada desde el público le rompió entonces un tímpano a Fischer durante un congreso del partido en Bielefeld.

La heredera de Fischer como jefa de una diplomacia alemana con cuño 'verde', Baerbock, ha subrayado este jueves cuál es la apuesta de su partido: diálogo y, si llega a haber una invasión rusa, sanciones. "Queremos diálogo", dijo Baerbock en el Bundestag. "Quien habla no dispara".

Nadie ha puesto mejor en palabras la actitud de Alemania hacia las creciente tensiones en Ucrania que Vitali Klitschko, el alcalde de Kiev: "5.000 cascos son una broma total. ¿Qué es lo siguiente que va a enviar Alemania como apoyo? ¿Almohadas?", dijo el excampeón mundial de boxeo al tabloide germano 'Bild' por la decisión de Berlín de autorizar apenas el envío de unos miles de cascos para las tropas ucranianas. Al edil, buen conocedor de Alemania tras vivir allí varios años de su carrera como deportista, no le tembló el pulso al acusar al Gobierno de Olaf Scholz de cometer "una traición entre amigos" por su negativa a permitir el envío de "armas defensivas" que piden las autoridades para resistir un eventual ataque ruso.

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