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Cataluña se muere de sed: campos yermos, bosques resecos y pantanos al 18%
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Cataluña se muere de sed: campos yermos, bosques resecos y pantanos al 18%

Tras sufrir tres años seguidos de déficit de lluvias, Cataluña atraviesa la peor sequía de la historia. Y lo peor es que los pronósticos a corto y medio plazo no permiten albergar esperanzas, sino más bien lo contrario

Foto: El río Muga, seco a su paso por Peralada, Girona. (EFE/David Borrat)
El río Muga, seco a su paso por Peralada, Girona. (EFE/David Borrat)

La gravedad de la situación no trasciende porque los ciudadanos abrimos el grifo y continúa saliendo agua, pero lo que está ocurriendo en Cataluña más allá de la red de abastecimiento es algo muy serio. Pasear por un bosque catalán es sumirse en la angustia. Además del musgo reseco, la ausencia de setas y la falta de trinos (las aves migratorias ya no viajan hasta aquí), la hojarasca cruje como si caminásemos sobre cristales, y el sotobosque permanece en pleno estiaje: amarillo pálido casi blanco. Si a ello añadimos la profusión de árboles muertos y arbustos decaídos, la sensación que transmite la naturaleza es de verdadera ansiedad.

Foto: El profesor Francsco Lloret, autor del libro 'La muerte de los bosques'.

Se trata de la sequía edáfica, con la que los expertos nombran aquella que afecta a los suelos forestales y agrícolas, donde el déficit hídrico impide satisfacer las necesidades de agua de los árboles, las plantas silvestres y la naturaleza en general. Y por supuesto también del campo, pues la situación de los cultivos es incluso peor.

Los agricultores están perdiendo buena parte de sus frutales: no ya las cosechas, sino los propios árboles. El olivar es una ruina, con muchas fincas donde no se ha recogido ni una sola aceituna. En algunas comarcas vinícolas, como el Penedès, este año solo se ha vendimiado una cuarta parte de la uva respecto al año anterior, que ya fue malo.

placeholder Campos baldíos y árboles resecos: el paisaje de la sequía en Cataluña. (EFE/Morell)
Campos baldíos y árboles resecos: el paisaje de la sequía en Cataluña. (EFE/Morell)

En el delta del Ebro, la situación de los arroceros es insostenible: tras tres años consecutivos de sequía intensa, salpicada de potentes granizadas y temporales que anegan las fincas de agua salada, la siega de este año ha sido la peor en décadas. La cosecha de cereal de invierno ha caído cerca de un 70% en los últimos dos años, pero es que la siguiente se espera que sea aún peor.

En el sector ganadero, la falta de agua y el aumento de precio del pienso están llevando a muchas explotaciones al cierre si no llegan pronto las ayudas del Gobierno central, que se elevan a 16,6 millones de euros.

Embalses al límite

Respecto a la sequía hidrológica, aquella que se da cuando los caudales de los ríos, el nivel de los embalses y la disponibilidad de las aguas subterráneas caen hasta poner en riesgo el suministro, los datos no pueden ser más alarmantes.

placeholder Embalse de Darnius, en Girona. (EFE/David Borrat)
Embalse de Darnius, en Girona. (EFE/David Borrat)

Además de la incapacidad de recarga natural de los acuíferos, muchos de los cuales se están recuperando mediante la inyección de agua regenerada (el gran comodín frente a la sequía), además de las turbadoras imágenes de algunos de los principales ríos resecos, la situación de los embalses no hace más que empeorar por momentos.

Esta semana, los pantanos de la demarcación hidrográfica de las cuencas internas de Cataluña, de los que se abastece casi el 90% de la población, incluyendo los 5,5 millones de habitantes de la gran Área Metropolitana de Barcelona, han vuelto a descender un 0,3%, hasta quedarse en el 18,45% de su capacidad. Se trata del peor dato de la historia, incluso peor que el que se registró durante la grave sequía de 1989, cuando las reservas cayeron hasta el 19%.

placeholder El río Muga, completamente seco a su paso por Peralada, Girona. (EFE/David Borrat)
El río Muga, completamente seco a su paso por Peralada, Girona. (EFE/David Borrat)

Según la media para esta época del año, los pantanos catalanes deberían estar al 67,13%. Lo más fuerte es que el año pasado, clasificado como el más cálido y uno de los más secos por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), en estas mismas fechas y con la alerta por sequía ya activada, estaban casi al 34% de su capacidad: es decir, casi el doble que el registro actual.

Sin lluvias a la vista

Y para acabar de empeorarlo todo, la sequía meteorológica o pluviométrica, que es la que viene marcada por la escasez continuada de las precipitaciones como principal factor, amenaza con prolongarse, como mínimo, hasta la próxima primavera.

Según las previsiones del Servicio Meteorológico de Cataluña (SMC), tras un otoño que está resultando mucho más seco de lo esperado, no existe ningún episodio de precipitaciones a la vista que resulte equiparable a la media y que, por tanto, pueda contribuir a paliar una situación de sequía que, desde este organismo, no dudan en calificar como “la más dura y persistente” desde que se tienen registros.

placeholder Árboles resecos en un bosque del Maresme, en Barcelona. (Jose Luis Gallego)
Árboles resecos en un bosque del Maresme, en Barcelona. (Jose Luis Gallego)

De hecho, y según el SMC, es posible que en las próximas semanas lleguen algunas borrascas que podrían dejar precipitaciones de moderadas a intensas. El problema es que la situación es tan grave que, para paliar el déficit de lluvias acumulado en estos últimos tres años, el mes que viene deberían caer 500 litros por metro cuadrado: algo impensable y del todo indeseable pues, entre otras cosas, provocaría unas inundaciones de hasta medio metro de altura en las calles de Barcelona.

Foto: La subida en la factura del agua golpea más a las familias más necesitadas. (Cedida)

A todo esto, desde el Gobierno de la Generalitat se ha decidido posponer la declaración de emergencia por sequía, una fase prevista en el plan especial de 2020 y que fue anunciada la semana pasada. En lugar de ello, se ha decidido activar una fase de pre-emergencia, una especie de sí, pero no, durante la que se intentarán redoblar los esfuerzos de ahorro y uso eficiente del agua y se evitarán los daños económicos que acarrearían las restricciones de hasta el 80% previstas en situación de emergencia.

La gravedad de la situación no trasciende porque los ciudadanos abrimos el grifo y continúa saliendo agua, pero lo que está ocurriendo en Cataluña más allá de la red de abastecimiento es algo muy serio. Pasear por un bosque catalán es sumirse en la angustia. Además del musgo reseco, la ausencia de setas y la falta de trinos (las aves migratorias ya no viajan hasta aquí), la hojarasca cruje como si caminásemos sobre cristales, y el sotobosque permanece en pleno estiaje: amarillo pálido casi blanco. Si a ello añadimos la profusión de árboles muertos y arbustos decaídos, la sensación que transmite la naturaleza es de verdadera ansiedad.

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