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Cataluña vive la mayor sequía de su historia y eso no es lo peor: los científicos no ven el final
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¿LA NUEVA ALMERÍA?

Cataluña vive la mayor sequía de su historia y eso no es lo peor: los científicos no ven el final

La falta de agua conducirá a algunas zonas de España a la aridez en las próximas décadas y los expertos reclaman una adaptación del consumo y nuevas formas de aprovechamiento

Foto: Pantano de Sau, en Barcelona. (EFE/David Borrat)
Pantano de Sau, en Barcelona. (EFE/David Borrat)

Los dos últimos años, 2022 y 2021, han sido los más secos de la historia en los registros del Observatorio Fabra de Barcelona desde que se puso en marcha en 1914. Si en la Ciudad Condal la media de precipitaciones anuales es de 614 mm (milímetros de lluvia, equivalentes a litros por metro cuadrado), apenas se ha llegado a la mitad (307 mm el año pasado y 327 mm el anterior). Las primeras semanas de 2023 han agravado la situación, así que este martes han entrado en vigor restricciones en el uso de agua que afectan a 224 municipios de 15 comarcas catalanas y a seis millones de habitantes.

Estas zonas deberán reducir un 40% el consumo de agua destinada a la agricultura y un 15% el uso industrial. Quedan prohibidos el riego de zonas verdes públicas y privadas, salvo lo necesario para la supervivencia del arbolado, y la limpieza de calles con agua potable. La cantidad media por habitante y día no debe superar los 230 litros, según está marcado en los planes previstos para una situación como la actual. ¿Qué está pasando? ¿Cuándo acabará esta sequía excepcional? De hecho: ¿habrá un final?

Foto: Aspecto actual del pantano de Sau, en Barcelona, al 15% de su capacidad. (EFE/S.Wu)

La sequía golpeó a Europa y a grandes zonas del mundo en 2022 y la península ibérica no fue una excepción, pero en los últimos meses las precipitaciones han normalizado la situación en algunas regiones. Los embalses están en la media de los últimos años en la cuenca del Duero e incluso por encima en la cuenca del Júcar, tradicionalmente seca, gracias a las DANA. Sin embargo, quedan dos zonas muy preocupantes: la cuenca del Guadalquivir y las cuencas internas de Cataluña (los ríos de la comunidad cuyas aguas no acaban en el Ebro). En ambos casos hace tiempo que las reservas bajaron del 30%.

"En estos dos últimos años, la circulación general atmosférica ha dejado de lado a Cataluña", explica en declaraciones a Teknautas Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona. Ninguna circunstancia ha favorecido la abundancia de lluvias en el noreste. Los temporales que han entrado en los últimos meses por el Atlántico "llegan muy poco activos" después de atravesar el resto de la península. Los de Levante, que sí han regado la Comunidad Valencia y Murcia, no han alcanzado la latitud necesaria. Y otros fenómenos de inestabilidad que entran por el norte o por el sur se han dejado notar en las temperaturas pero no tienen mucha influencia en las precipitaciones.

La predicción de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) para la primavera indica que en el suroeste peninsular hay más probabilidades de tener una estación húmeda (40%) que seca (25%), lo cual serían buenas noticias para la cuenca del Guadalquivir. Sin embargo, en el caso de Cataluña no hay una tendencia clara. "No va a llover más de lo normal en los próximos meses, que es lo que se necesitaría para recuperar los embalses", lamenta el experto. "No pinta nada bien de aquí al verano, que además es el periodo más crítico", añade, así que "no se ve el final de la sequía".

placeholder Pantanos al 28% en Cataluña. (EFE)
Pantanos al 28% en Cataluña. (EFE)

En lo que llevamos de siglo solo se había vivido una situación similar en 2008. A estas alturas del año, "incluso se llegó a plantear traer agua de Almería en barco", recuerda el catedrático de la Universidad de Barcelona. Sin embargo, entonces las predicciones estacionales sí que indicaban el final de la sequía y, en efecto, las abundantes lluvias primaverales paliaron la situación. Ahora no se atisba ese final. Para colmo, ni siquiera el deshielo hace concebir esperanzas, porque la parte oriental de los Pirineos ha nevado poco este año.

Hay muchos tipos de sequía, pero las cuencas internas catalanas ya han pasado por casi todas. De la sequía meteorológica (cuando llueve menos de lo normal) se ha pasado a la sequía hidrológica debido a que el almacenamiento de agua ya es muy escaso (los embalses están al 28%), a la sequía agraria (afecta a los cultivos) e incluso a la sequía socioeconómica (las restricciones hacen que comience a impactar en la sociedad y en la economía). Finalmente, está la sequía ecológica, que afecta a las especies vegetales naturales.

De la sequía a la aridez

Sin embargo, si la situación se prolonga indefinidamente, hablar de sequía sería quedarnos cortos. "Hay que distinguir entre sequía y aridez", explica Martín Vide. La primera es "un déficit de precipitación con respecto a los promedios habituales", mientras que la segunda "alude a una carencia estructural de agua". En condiciones de aridez, la evapotranspiración (la evaporación desde el suelo y la transpiración de las plantas) supera a la cantidad de lluvia, así que el balance es negativo. Por eso, "Almería es árida aunque muchas veces no padezca sequía, mientras que Galicia no es árida pero puede padecer sequías".

placeholder Sequía extrema en Cataluña. (EFE)
Sequía extrema en Cataluña. (EFE)

¿Están Cataluña u otras zonas de España cada vez más cerca de las condiciones de Almería? "En el contexto del cambio climático, podemos esperar en las próximas décadas que las sequías sean más frecuentes, más intensas y duraderas; igual que ocurre con las olas de calor", comenta el catedrático. Así que no cabe duda de que van a aumentar las condiciones de aridez en muchas regiones españoles. "Lo que es coyuntural, si cada vez es más frecuente, se transforma en un problema estructural", resume.

"Nos enfrentamos a una nueva realidad climática", coincide Jesús Vargas Molina, investigador de la Universidad de Málaga y miembro del Observatorio Ciudadano de la Sequía, proyecto que desarrolla la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Según explica, la aparición de periodos de bajas precipitaciones es algo recurrente en España. "Ocurre aproximadamente cada 10 años y convivimos con ello", afirma, pero a partir de ahora "los registros considerados normales se van a ver afectados, habrá una reducción de precipitaciones, las sequías van a ser más intensas y la disponibilidad de agua se verá afectada".

Todos los modelos climáticos apuntan en esa dirección: vamos a tener menores reservas. El primer factor sería esa disminución de la cantidad total de precipitaciones: aunque los estudios dejan algo de margen para la incertidumbre, cada vez se acumulan más evidencias. Por ejemplo, un reciente estudio publicado en Nature Geoscience muestra que el cambio climático está reforzando el anticiclón de las Azores, impidiendo la entrada de borrascas.

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Lluvia en Córdoba. (EFE)

Sin embargo, otro factor importante es el de las temperaturas, que se van a incrementar notablemente en las próximas décadas. "Aunque lloviese lo mismo, los recursos hídricos serían menores", advierte el catedrático de la Universidad de Barcelona, porque habrá una mayor evapotranspiración. Otra razón que evidencian los estudios es que las precipitaciones tienden a concentrarse en un menor número de días, es decir, en forma de fenómenos extremos como las DANA, de manera que la tierra no las asimila.

La adaptación

Ante este panorama, será inevitable un cambio. "La palabra es adaptación", destaca el científico del Observatorio Ciudadano de la Sequía, un proyecto que tiene como objetivo facilitar el acceso a información y generar un debate en torno a la gestión del agua que implique a toda la sociedad. "Si vamos a tener menos recursos, no podemos seguir utilizándolos como hasta ahora ni promoviendo aumentos del consumo", advierte Vargas Molina. Según explica, la clave está en el sector agrario, que se lleva el 80% del agua en España (en Andalucía, un 87%). Limitar la expansión del regadío, apostar por cultivos y variedades que necesiten menos recursos hídricos o acabar con las extracciones ilegales serían medidas esenciales.

Sin embargo, la mayoría de la población vive completamente ajena a este problema. Según una reciente encuesta del Observatorio, el 70% de los españoles desconoce que el regadío agrícola es responsable de la mayor parte del consumo. "Es un debate que no existe para la sociedad, porque piensa que el gasto de agua tiene que ver con los hogares y con la industria, cuando en realidad estos son responsables de consumos muy pequeños", asegura el experto.

placeholder Regadío. (EFE)
Regadío. (EFE)

Probablemente por eso, los españoles son muy responsables en el uso doméstico. Los expertos creen que las restricciones de los años noventa tuvieron un efecto decisivo con respecto a la concienciación ciudadana con respecto a este problema. "Los consumos se han reducido de manera drástica en ciudades como Barcelona, Sevilla o Cádiz", comenta. De hecho, en las capitales andaluzas se está implantando el objetivo de 100 litros por persona y día, un límite "impresionante", opina el científico de la Universidad Pablo de Olavide, "ya no se puede reducir más".

Por su parte, Martín Vide, enumera otra serie de acciones. Por ejemplo, en Cataluña una diferencia con respecto a la anterior gran sequía, de 2008, es la existencia de la desalinizadora del Llobregat, la más grande de Europa destinada al abastecimiento urbano (se puso en marcha justo al año siguiente, en verano de 2009). Además, existe otra en Tordera, cerca de Blanes. Sin embargo, eliminar la sal del agua marina exige mucha energía y es una solución poco económica, especialmente si hay que bombear hacia otros municipios que no estén al nivel del mar. También tiene sus problemas ecológicos porque genera salmueras que afectan a la fauna y a la flora.

Así que es más viable el ahorro y la reutilización. "En California, que tiene un clima similar, en lugar de crear grandes infraestructuras, están apostando por procesos de depuración biológicos y tecnológicos que permiten obtener agua regenerada, útil incluso para beber", señala. En la misma línea, en España se podrían recuperar los aljibes, depósitos tradicionales en las casas del sur para recoger el agua de lluvia y emplearla, por ejemplo, para el riego. Además, "las pérdidas de agua en las redes de distribución son muy importantes", advierte, así que habría que acometer reformas importantes cuando no hay escasez. Asimismo, propone que las nuevas viviendas estén dotadas de un doble circuito de tuberías que permita aprovechar las aguas grises (por ejemplo, de la ducha) para el retrete. "En el futuro pensarán que estábamos locos al tirar agua potable por la taza del váter", asegura.

Los dos últimos años, 2022 y 2021, han sido los más secos de la historia en los registros del Observatorio Fabra de Barcelona desde que se puso en marcha en 1914. Si en la Ciudad Condal la media de precipitaciones anuales es de 614 mm (milímetros de lluvia, equivalentes a litros por metro cuadrado), apenas se ha llegado a la mitad (307 mm el año pasado y 327 mm el anterior). Las primeras semanas de 2023 han agravado la situación, así que este martes han entrado en vigor restricciones en el uso de agua que afectan a 224 municipios de 15 comarcas catalanas y a seis millones de habitantes.

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