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Por qué tenemos una península cada vez más seca: la culpa es del anticiclón de las Azores
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Por qué tenemos una península cada vez más seca: la culpa es del anticiclón de las Azores

Una investigación revela cómo el sistema de altas presiones del Atlántico se intensifica y nos deja sin lluvia. Un fenómeno relacionado también con episodios extremos

Foto: La prolongada escasez de lluvias amenaza al sector agrario. (EFE/Zapata)
La prolongada escasez de lluvias amenaza al sector agrario. (EFE/Zapata)

Si hubiera una clasificación de conceptos meteorológicos populares entre los españoles, el anticiclón de las Azores estaría entre los más conocidos. Aunque no sepamos explicarlo de forma técnica, después de décadas viéndolo en los espacios informativos dedicados al tiempo, quien más y quien menos sabe que este fenómeno indica que vamos a tener un tiempo seco y soleado. Es lo habitual durante todo el verano, pero también sucede en otras épocas del año. Sin esas altas presiones que oscilan alrededor de las islas portuguesas que le dan nombre, las borrascas del Atlántico entrarían como Pedro por su casa y el clima de la península ibérica sería mucho más parecido al del norte de Europa, con una gran cantidad de lluvias durante todo el año. Por lo tanto, determina nuestra forma de vida y nuestra economía. Pero ¿y si estuviera cambiando?

Un artículo que acaba de publicar la revista científica 'Nature Geoscience' muestra que el sistema de altas presiones que gira en el sentido de las agujas del reloj y que domina el clima de España, Portugal y el Mediterráneo occidental se está expandiendo y, por lo tanto, está provocando una mayor sequía en esta zona. Los veranos ya eran calurosos y áridos, pero los inviernos húmedos tienden a disminuir en las últimas décadas y esta tendencia va a más. ¿Estamos condenados a la sequía? ¿Qué sucederá a partir de ahora?

Foto: Vista del paseo de La Rosa, este miércoles, en Toledo. (EFE)

El estudio, liderado por Caroline Ummenhofer, investigadora de la Institución Oceanográfica Woods Hole (Massachusetts, EEUU), modela lo que ha sucedido con el anticiclón de las Azores en los últimos 1.200 años. Según los autores, el fenómeno comenzó a cubrir un área cada vez mayor hace unos 200 años, cuando se dispararon los niveles de gases de efecto invernadero de origen humano, pero se hizo mucho más pronunciado en el siglo XX. Indicadores geoquímicos de los niveles de precipitación de los últimos siglos relacionan esa expansión con el inicio de inviernos más secos. Por eso, interpretan que, a lo largo del siglo XXI, aumentará el riesgo de sequías, especialmente si las emisiones continúan subiendo.

El de las Azores es uno de los anticiclones subtropicales que se forma en distintas zonas de la Tierra. La zona del ecuador recibe más radiación solar, y ese aire caliente forma un circuito, conocido como célula de Hadley, que se desplaza a otras latitudes y desciende. El anticiclón de las Azores es una rama de este fenómeno que se mueve hacia el norte, en el Atlántico, pero hay otros en el Pacífico, en Siberia o en el hemisferio sur. “Es una zona donde hay altas presiones fruto de cómo se comporta la circulación atmosférica a nivel global y a nosotros nos afecta porque estamos en su ámbito de influencia”, explica en declaraciones a Teknautas José Miguel Viñas, divulgador científico y meteorólogo de Meteored. Una de las características de los anticiclones es su persistencia, pero en distintas estaciones del año se ve fortalecido o debilitado, de manera que se extiende más o menos. “Siempre está ahí, cuando nos entran frentes y borrascas es porque se ha retirado, pero no desaparece”, comenta el experto. Generalmente, en verano está más al norte y en invierno baja de latitud y permite la entrada de más frentes nubosos.

La investigación publicada por 'Nature Geoscience' utiliza “herramientas de reanálisis” que en los últimos tiempos están permitiendo establecer, entre otros parámetros, cuáles fueron los campos de presión atmosférica en épocas pasadas, cuando no había instrumentos para medir estos fenómenos. “Podemos saber cuál era la presión atmosférica hace 1.000 años aunque no hubiera estaciones meteorológicas gracias a potentes cálculos por ordenador y por eso sabemos que hoy en día el anticiclón de las Azores está más expandido que nunca en los últimos 1.200 años. Eso está provocando comportamientos anómalos en nuestro clima”, destaca Viñas.

placeholder Sequía en Portugal. (EFE)
Sequía en Portugal. (EFE)

Aunque los expertos siempre advierten contra la tentación de relacionar sucesos puntuales con el cambio climático, parece que algunas tendencias de fondo se reafirman y podrían explicar muchas de las situaciones que estamos viviendo en los últimos tiempos. Sin ir más lejos, hace unos meses “empezamos el año con una sequía muy acusada porque el anticiclón de las Azores estaba formando un bloqueo”, apunta Viñas. Aunque en superficie se habla de anticiclón, en altura los especialistas utilizan el término “dorsal de altas presiones”, un reflejo en capas altas de la atmósfera que explica este tipo de fenómenos.

Menos precipitación y más extrema

Además, esta investigación cuadra perfectamente con otros análisis. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) ya explicaba que la célula de Hadley está subiendo de latitud. La consecuencia fundamental es que el anticiclón de las Azores abarca una zona más extensa y bloquea la entrada de bajas presiones a la península ibérica no solo en verano, sino el resto de épocas del año. Esto se traduce en más periodos de sequía en épocas en las que antes llovía, como recoge este nuevo estudio. “A veces, no son sequías estrictas en el sentido de que pasen muchos meses seguidos sin llover, pero son periodos secos muy largos que provocan dificultades de abastecimiento de agua”, destaca el experto. Por ejemplo, en lo que llevamos de 2022, el mes de marzo fue muy lluvioso y palió en parte la situación que se venía arrastrando, pero “la sequía sigue de fondo y se va a agudizar a medida que pase el verano porque venimos de una situación invernal muy anómala”.

Esas variaciones de la célula de Hadley no solo refuerzan al anticiclón de las Azores y a otros anticiclones subtropicales, sino que tiene otras consecuencias que también nos afectan. Las corrientes en chorro también se están modificando, de manera que empieza a haber más interacción entre el chorro subtropical con el chorro polar. “Esto también es muy importante para entender el tiempo que nos afecta, porque habitualmente las borrascas atlánticas que afectan a la península ibérica vienen dictadas por el chorro polar. Si este tiende a irse hacia el norte, tenemos cada vez menos borrascas que nos afecten de lleno. Sin embargo, entra en juego el chorro subtropical, que hasta ahora afecta más a Canarias, y tiene una diferencia fundamental: es un gran inyector de humedad”, comenta Viñas. Ahí está la explicación a fenómenos como Filomena, una borrasca que no es de origen polar, sino formada en el ámbito subtropical, que se cuela en invierno y provoca una nevada histórica.

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Nubes sobre Madrid. (EFE)

Los estudios están demostrando que el calentamiento global provocado por el ser humano genera cambios profundos que ya nos están afectando. En general, los expertos detectan un aumento de la intensidad de los fenómenos. “Siempre ha habido sequías, inundaciones y borrascas de lluvia y nieve, pero, cuando ahora ocurre una de estas situaciones, la intensidad está un punto por encima” y eso está relacionado con estos cambios atmosféricos. ¿Cómo se explican? “Al final es un tema de energía, un aire más cálido contiene más vapor de agua y más fuerza, que se liberan en forma de episodios extremos”, indica el meteorólogo. En otras palabras, esta misma semana están previstas tormentas, algo que no tiene nada de particular en pleno verano. Sin embargo, últimamente, siempre que se producen este tipo de situaciones, en algún punto de la geografía nacional ocurre algún fenómeno fuera de lo común. Por ejemplo, una granizada de récord que los modelos no han llegado a pronosticar.

En definitiva, la tendencia es a tener menos episodios de lluvias generalizadas, que suelen venir por el Atlántico, pero que, cuando ocurren, se dan con mayores intensidades. Por otra parte, los fenómenos de lluvias torrenciales del Mediterráneo ya no se circunscriben al otoño, como solía ocurrir, sino que están dejando grandes cantidades en invierno y en primavera, marcando también muchos récords en los últimos años.

Foto: Cauce del río Adaja a su paso por Ávila. (EFE)

En líneas generales, en nuestra región, los modelos apuntan con claridad a que el cambio climático, a lo largo del siglo XXI, no solo traerá un aumento de temperaturas, como en el resto del planeta, sino también una reducción de precipitaciones. En un escenario de bajas emisiones, podríamos estar en una reducción de un 5% o un 10%, pero en uno de altas emisiones podría alcanzar el 30% a finales de siglo. No obstante, “no es tan importante que haya un 20% menos de lluvia media anual, aunque en algunas zonas sí puede ser crítico, sino la irregularidad. Si, en vez de llover 80 días al año, solo llueve 30 días, podemos tener problemas”, destaca Viñas.

Las pistas de una cueva de Portugal

¿Y cómo sabemos cuánto llovía hace cientos o miles de años? Uno de los puntos fundamentales del artículo de 'Nature Geoscience' es la estimación de la cantidad de lluvia que ha caído anualmente en la península ibérica desde hace 1.200 años. La clave la encontraron en una cueva de Portugal, Buraca Gloriosa, que forma parte de las grutas de Alvados, unos 100 kilómetros al norte de Lisboa. Los investigadores han analizado el crecimiento de las estalagmitas, las rocas calcáreas en forma de cono que se forman en el suelo debido a las gotas que van cayendo desde las estalactitas (el cono inverso, que cuelga del techo). El filtro de agua a través del suelo hasta la cavidad, que lleva material disuelto, va perfilando estas curiosas formas. En función de cómo sea el régimen de lluvias, se va depositando más o menos material y, con las técnicas actuales, se puede estudiar a qué época pertenece cada capa. Así se deduce cuál ha sido la cantidad de precipitaciones en los últimos siglos.

Este tipo de datos indirectos (también llamados 'proxy' por los investigadores) son algunos de los que se utilizan para llevar a cabo los “reanálisis” del clima del pasado. “Si cruzas esta información con otros datos, puedes recrear un mapa de presiones de hace 500 o 700 años y, de esta manera, se puede hacer la comparación con lo que sucede en la actualidad, recogido por las observaciones instrumentales”, señala el experto.

Si hubiera una clasificación de conceptos meteorológicos populares entre los españoles, el anticiclón de las Azores estaría entre los más conocidos. Aunque no sepamos explicarlo de forma técnica, después de décadas viéndolo en los espacios informativos dedicados al tiempo, quien más y quien menos sabe que este fenómeno indica que vamos a tener un tiempo seco y soleado. Es lo habitual durante todo el verano, pero también sucede en otras épocas del año. Sin esas altas presiones que oscilan alrededor de las islas portuguesas que le dan nombre, las borrascas del Atlántico entrarían como Pedro por su casa y el clima de la península ibérica sería mucho más parecido al del norte de Europa, con una gran cantidad de lluvias durante todo el año. Por lo tanto, determina nuestra forma de vida y nuestra economía. Pero ¿y si estuviera cambiando?

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