Esto no es otra sequía, sino lo que nos espera a partir de ahora (y haríamos bien en adaptarnos)

Cada 22 de marzo, desde hace 30 años, se celebra el Día Mundial del Agua. Una conmemoración coordinada por la ONU con el objetivo de crear conciencia ciudadana, inspirar acciones colectivas e individuales y promover la participación de empresas y administraciones para abordar la crisis mundial del agua. Una crisis que afecta a su ciclo integral y que no hace más que agravarse a medida que el cambio climático nos empuja hacia los peores escenarios.

El lema elegido este año por la ONU es "Acelerar el cambio", y hace referencia a la necesidad de adaptarnos al nuevo escenario mediante un cambio en la forma en la que todos usamos, consumimos y gestionamos el agua en la industria, la agricultura o los servicios. Y en nuestras vidas.

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La necesidad de acelerar dicho cambio es cada día más urgente y por ello se ha convertido en el principal objetivo de este día mundial. Como señala la ONU en su presentación, los últimos datos sobre las dificultades de acceso al agua potable en amplias regiones del planeta, incluidos los países más desarrollados, muestran que los gobiernos de todo el mundo deben trabajar un promedio de cuatro veces más rápido para llegar a cumplir con el objetivo de desarrollo sostenible (ODS) número 6, que establece la “necesidad de garantizar la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento para todos”.

Y es que aunque el derecho al saneamiento y a la higiene personal es un derecho humano reconocido por la ONU (Resolución 64/292 de 2010 de la Asamblea General de las Naciones Unidas) lo cierto es que se trata de uno de los más vulnerados para la mitad del mundo menos favorecida y que se está viendo más afectada por el calentamiento global.

Pero la situación está cambiando de forma tan rápida que, lejos de reducirse, esa amplia comunidad de más de dos mil millones de habitantes del planeta afectados por la crisis del agua, podría verse ampliada en los próximos años con la incorporación de millones de ciudadanos de los países desarrollados, donde el acceso al agua potable parecía algo absolutamente garantizado. Un riesgo del que la ONU viene alertando desde hace años y los gobiernos han aceptado ya como un escenario ineludible.

De Londres a Ciudad del Cabo

Los cortes en el suministro están afectando cada vez a más ciudades del mundo: de una punta a otra del planeta. Desde Caracas o Los Ángeles a Ciudad del Cabo, donde la población está siendo abastecida por camiones cisterna y las restricciones obligan a limitar los cupos al agua de boca. Y también podrían afectar a las grandes ciudades de Europa, donde este tipo de situaciones eran hasta hace poco inimaginables y ahora, en cambio, empiezan a ser asumidas por los gobiernos.

En el Día del Agua de 2019, Sir James Bevan, director ejecutivo de la Agencia Británica de Medio Ambiente, pronunció un inquietante discurso titulado Escapar de las fauces de la muerte, o como asegurarnos suficiente agua en 2050, en el que reconocía que, por la información de la que disponía, para 2050 las principales ciudades del país incluida su capital, Londres, que para entonces habrá pasado de los 67 millones de habitantes a los más de 75 millones previstos, sufrirán importantes déficits de agua.

“Damas y caballeros —llegó a decir en aquella ocasión—, estamos ante las fauces de la muerte: el punto en el cual, a menos que tomemos medidas para cambiar las cosas, no tendremos suficiente agua para satisfacer nuestras necesidades”.

A esa misma necesidad de cambiar las cosas es a la que alude la ONU en la celebración de este día mundial. Si queremos evitar que ese pronóstico reconocido y asumido por el gobierno británico se traslade a nuestras principales ciudades, es necesario cambiar hacia una forma de gobernanza del agua mucho más responsable que permita la adaptación a un entorno cambiante.

En Cataluña, por ejemplo, el Día Mundial del Agua se celebra con los embalses de las cuencas internas, de los que se abastece a más de cinco millones de habitantes, incluidos los de la gran región metropolitana de Barcelona, a una cuarta parte de su capacidad y con el decreto de excepcionalidad activado.

Una gestión alejada de los intereses políticos y basada en criterios técnicos, en el acceso a las últimas tecnologías, en la digitalización del ciclo integral del agua, el trabajo en red y el conocimiento compartido. Algo de lo que se va a hablar en la Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023, que tendrá lugar del 22 al 24 de marzo en la sede de la Organización en Nueva York.

Se trata de un encuentro clave para determinar el futuro del acceso al agua. Una cumbre en la que los representantes de los gobiernos, las grandes compañías y representantes de la sociedad en su conjunto aportarán sus puntos de vista y sus propuestas de acción para hacer frente a uno de los principales retos que debe acometer la humanidad: adquirir nuevos y mayores compromisos con respecto al uso del agua y su saneamiento para acelerar el cambio y adaptarnos al nuevo escenario al que nos conduce la crisis climática.

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Por último, la ONU ha querido hacer un llamamiento a la colaboración ciudadana, al reto del agua, con la puesta en marcha de la campaña Sé el cambio que quieres ver en el mundo, en la que se muestran todas aquellas acciones, desde las más pequeñas a las de mayor compromiso, con las que cada uno de nosotros puede contribuir a hacer un uso más responsable del agua y evitar el derroche. Y es que como se destaca en la campaña, ahora más que nunca, toda gota cuenta.