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Elecciones generales: los factores que condicionarán la próxima investidura
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Elecciones generales: los factores que condicionarán la próxima investidura

La política española está a punto de entrar en una fase distinta. Más fragmentada y, por lo tanto, más compleja. Puede que menos estable y, seguramente, más estéril en términos de país, en la escala grande

Foto: Ilustración: EC Diseño.
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Todas las predicciones sobre el color y la composición del próximo Gobierno chocan contra dos grandes obstáculos. El primero está en mayo, porque el mapa resultante de las urnas autonómicas y municipales condicionará el escrutinio de las generales. El segundo reúne mucha más incertidumbre: nadie sabe ni cuántos competidores entrarán en la carrera, ni cuántas formaciones acabarán entrando en el próximo Parlamento.

A lo largo de este texto prospectivo trataremos de aproximarnos a las cuatro principales incógnitas que tiene esta ecuación en movimiento: la supervivencia de Ciudadanos, la amenaza de escisión que sufre Vox, el riesgo de que la izquierda se parta en tres y la transformación del horizonte político que puede producirse desde la España vaciada.

1. ¿Sobrevivirá Ciudadanos?

El futuro del partido naranja ya no está en manos de sus dirigentes y representantes. La estimación es decreciente, la fidelidad de su electorado está bajo mínimos, la fuga de talento ha sido enorme y puede recrudecerse de aquí a mayo, los recursos han menguado y la disputa interna desatada por Edmundo Bal es directamente suicida. El futuro está en negro.

Foto: Los diputados de Ciudadanos Inés Arrimadas y Edmundo Bal. (EFE/Mariscal)

El último resquicio para la esperanza está en la alcaldía de Madrid. Pero conviene tener en cuenta que las elecciones municipales y autonómicas se vivirán en esa región como un plebiscito en torno a Sánchez. Esa lógica favorece la dinámica de reagrupación de voto en torno al PP que viene dándose en el centro y la derecha desde que llegó Feijóo.

El camino de la refundación, cambio de siglas incluido, para la conformación de un partido inequívocamente liberal no necesita imperiosamente la obtención de representación política en las próximas competiciones. Lo saben bien los liberales alemanes, que se quedaron fuera hace dos comicios y hoy están en la coalición de gobierno.

En nuestro país, existe una capa sociológica dispuesta a respaldar una formación de este tipo, probablemente en torno al 10%. Pero, para dar respuesta futura a esa demanda, hacen falta recursos humanos y también un bien intangible. Resulta imprescindible que el comienzo de la travesía del desierto no sea traumático ni sangriento, aunque sea duro.

Una derrota interna de Inés Arrimadas equivaldrá a una derrota de todo el partido, a la derrota completa de todo el proyecto liberal

En las circunstancias actuales, una derrota interna de Inés Arrimadas equivaldrá a una derrota de todo el partido, a la derrota completa de todo el proyecto liberal. Cualquier transición o relevo generacional operado con las tripas abiertas y las manos sucias terminará en defunción irreversible. Sin honor.

Supongamos, en cualquier caso, que Ciudadanos termina entrando en la competición de las generales —como parece viable— y obtiene un volumen de voto cercano al de las estimaciones actuales —como resulta plausible—. Ese 2%, ese medio millón de votos sin entrada en el Parlamento y en un recuento apretado puede, desde luego que puede, inclinar el color del próximo Gobierno.

2. ¿Puede surgir un partido a la derecha de Vox?

No es nada fácil, pero tampoco es imposible. Si miramos hacia atrás, podremos comprobar que la derecha más cercana al extremo de nuestro país siempre estuvo atomizada y que el éxito de Abascal se explica desde su capacidad de ofrecer un paraguas común.

Si observamos a nuestro alrededor, veremos pronto que esa zona del espectro político es la más agitada, la más mutante, en todos los países de nuestro entorno. Por un lado, hubo escisión dentro de la extrema derecha en las pasadas elecciones presidenciales francesas que terminó siendo letal para Le Pen.

Foto: La polémica foto de unos alumnos mallorquines que circuló en 2019. (Cedida)

Y por otro lado, ya desde la reconversión del fascismo italiano tras la Segunda Guerra Mundial, han venido sucediéndose con bastante regularidad combates entre formaciones de la misma zona, desapariciones y surgimiento de nuevas siglas. Una tensión acelerada desde los años noventa que, con la última actualización de Meloni, ha logrado un éxito histórico.

Meloni supo hacer lo que Vox no es capaz de interiorizar: todos los partidos populistas viven del malestar ajeno, pero solo triunfan las élites populistas que consiguen hacer una lectura adecuada del malestar popular.

Foto: Santiago Abascal cuando trataba de encumbrar a su apuesta para presidir la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo. (EFE/Nacho Gallego)

Abascal no puede hacerlo, ni él ni los suyos saben trascender de su identidad. Pero Macarena Olona sí. Ella sí que puede sintonizar con el sufrimiento que está provocando la inflación, toda esa caída en la capacidad de compra de los sectores humildes en los que Vox no ha sido competitivo hasta el momento.

Macarena empata —como mínimo— con Abascal en todos los capítulos del dogma, en todo lo identitario. Pero es más empática, tiene más recursos de interpretación sentimental.

En el escenario más favorable para sus intereses, una eventual formación liderada por Olona podría terminar recabando entre un 3 y un 7% de los votos. Un resultado de ese tipo limitaría las opciones de cambio de color en el Gobierno, porque comprometería la tercera posición de Vox y dañaría severamente a la derecha en el reparto de escaños.

La sola presencia de la amenaza fantasma de la escisión seguirá escorando a Vox al extremo

Para vislumbrar las opciones de que Olona termine dando el paso que hoy parece improbable, volvemos como en el caso anterior a lo que puede cuantificarse y a lo que no. No sabemos si podría tener capital humano suficiente, pero sí que nos atrevemos a apuntar que no tendría demasiados problemas para financiar su proyecto.

En el terreno de lo intangible, están las ganas. La condición humana siempre termina siendo decisiva en política. Lo que no enseñan en ninguna facultad de Ciencias Políticas es que muchos de los cambios se explican desde el deseo de revancha, desde el orgullo herido, desde las zonas más insondables del alma humana.

Foto: Macarena Olona. (EFE/Jorge Zapata) Opinión

Lo que sí puede darse por descontado es que la sola presencia de la amenaza fantasma de la escisión seguirá escorando a Vox hacia el extremo. No tener en cuenta este factor hace más difícil comprender la batalla cultural en el campo de la igualdad, la moción de censura y la agresividad comunicativa que seguirá aumentando en los próximos meses para felicidad, por cierto, de toda la izquierda de nuestro país.

3. ¿Puede la izquierda dividirse en tres?

Entramos ya en el territorio de lo moderadamente probable, más lejos de las especulaciones. Aquí la tierra es más firme, porque las tensiones en el seno de Podemos son evidentes y porque el antecedente inmediato de Andalucía no admite discusión. Claro que hay serias opciones de fractura en tres partes.

Las hay porque en la historia de nuestro país puede leerse la facilidad con que la izquierda más cercana al extremo se recicla a sí misma cada vez que asume que la última versión del proyecto ya no da para más. Pasó con el PCE, pasó con Izquierda Unida y está pasando con Podemos, cuyo volumen de respaldo social ya está en la zona de sus antecesores y sin expectativas de mejora, ni a corto ni a medio plazo.

Foto: Yolanda Díaz y Ione Belarra. (EFE/Fernando Alvarado)

El proyecto que encabeza Yolanda Díaz es prácticamente una cáscara vacía en la que solo habita la buena valoración de su imagen entre el electorado progresista y cuadros, ya entrados en años, que provienen fundamentalmente de Comisiones Obreras. No hay nada, ni siquiera un perfume de movimiento social como el que tuvo Podemos en su día.

En el partido morado convivieron los recién llegados —pronto purgados—, los alumnos del peronismo —los de Errejón— y los cuadros formados en las Juventudes Comunistas bajo el mando estalinista de Pablo Iglesias. Ese sector es lo último que queda más allá de Yolanda Díaz y su escasa compañía.

El plan de ella es claro, pero el tiempo se le puede hacer muy largo. Quiere esperar a la debacle de las urnas de mayo para pasar con el barquito de salvamento marítimo y rescatar quirúrgicamente los restos que le valgan del naufragio general.

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Y con lo que reúna, que sobre el papel puede ser bastante, articular una organización al estilo Errejón: el modelo de las confluencias que, efectivamente, sería competitivo.

Pero tener un plan es más difícil cuando enfrente tienes adversarios que quieren disputarte no ya las próximas dos manos de la partida en 2023, sino la competición completa —la lucha por el liderazgo de la izquierda en todo lo que queda de década—. Ahí es donde entra Iglesias, que no es el elefante en la habitación, sino un mamut herido pero rebosante de rencor y de ambición.

En la pizarra se ve claro que la izquierda puede competir mejor con dos actores

Pongamos el foco en el terreno de su interés personal. ¿Qué incentivo tiene Pablo Iglesias en que Pedro Sánchez siga gobernando con Yolanda Díaz —la designada que le está traicionando— como número dos? Si eso ocurre, su esperanza de vida está sencillamente liquidada.

En términos estrictamente individuales, de muy corto alcance, a Iglesias le conviene que Sánchez salga derrotado y que el PSOE entre en zona de turbulencias, que Yolanda termine colgada de la brocha y que exista en la izquierda una demanda fuerte de oposición dura a un Gobierno de Feijóo apoyado en Vox.

De manera que los cálculos vuelven a tropezar con las emociones. Centrémonos en los números. En la pizarra se ve claro que la izquierda puede competir mejor con dos actores. Sumar podría disputarle a Vox la tercera posición con el consiguiente bonus en escaños que recabaría en las provincias más habitadas.

Foto: La vicepresidenta Yolanda Díaz, y la ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/E.N.)

Ahora bien, lo anterior no implica que la izquierda pueda reunir más votos de los que tuvo en 2019. Esa es la fantasía: los números demuestran que los nacionalistas están entre el 10 y el 15% del total —más bien cerca del 10%—, que la suma de la derecha está entre el 45% y el 50% y que la izquierda no supera desde hace mucho el 40%.

Sumar no sumará votos del otro lado del espectro. Puede movilizar a los viejos votantes de Podemos, puede atraer a abstencionistas, pero no restará un solo sufragio a la derecha.

Sumar, y esto es lo que no cuentan las encuestas prefabricadas, restará más al PSOE que a los demás. Y, como consecuencia de lo anterior, tendría más peso en el Gobierno del que tiene hoy Podemos, si es que se reproduce la coalición.

4. ¿Cambiará la España vacía el mapa político español?

Los indicios apuntan a que ese escenario es altamente probable. El bipartidismo imperfecto que tuvimos se terminó con la entrada de Ciudadanos y Podemos en el Parlamento, fue la principal transformación en el sistema de partidos que vivimos en la pasada década. Sin embargo, el principal hecho de las últimas elecciones estuvo en el éxito de Teruel Existe.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, posa mientras presenta a los equipos de trabajo de Sumar. (EFE/J.J. Guillén)

Sin aquel logro, la experiencia soriana no habría existido. Y todo lo que se está conformando ahora no pasaría de ser una quimera, un ejercicio de ciencia ficción. ¿Qué está ocurriendo? Un cambio está pasándonos, bajo el radar, a toda velocidad y con rumbo cierto.

Hace unas pocas semanas se registró la Federación de Partidos de la España Vaciada. Una galaxia de la España que se nos desvertebra, por culpa del nacionalismo político y del cambio social, que ya tiene terminales provinciales operativas en Andalucía —Jaén—, Castilla-La Mancha —Ciudad Real, Toledo y Cuenca—, Castilla y León —Burgos, Palencia, Valladolid, Salamanca y Soria—, La Rioja y Aragón —Zaragoza y Teruel—.

Es un producto nuevo, aunque en algunos lugares tenga más asentadas las raíces, y está demostrado que el halo de novedad aumenta la onda expansiva cuando se consigue traspasar el umbral de la opinión pública.

Foto: Clausura del primer congreso de España Vaciada. (EFE/Antonio García)

Para concitar la atención de los electores, cuenta con una ventaja bien real: la percepción de abandono en estos territorios es tan real como el hastío que generan las viejas siglas del bipartidismo.

Y para competir electoralmente, después de la fuerte prueba que tendrán en mayo, cuentan con la ventaja que les ofrece la Ley d'Hondt. El precio del escaño en sus territorios no está fuera de su alcance en las condiciones ambientales actuales.

18.000 votos pueden bastar para obtener un diputado en Teruel. Algo más que en La Rioja o en Segovia. Aproximadamente la misma cantidad que en Palencia, Ávila, Zamora, Cuenca o Huesca.

La primera cuestión que plantea la entrada del nuevo competidor está en qué actor político convencional resulta más perjudicado

Huelva, Burgos, Soria y Salamanca están en la zona de los 30.000.

Albacete, Ciudad Real, Valladolid, Jaén, León y Soria están en el siguiente tramo: por debajo de los 50.000.

La primera cuestión que plantea la entrada del nuevo competidor en estos territorios está en qué actor político convencional resulta más perjudicado. Por lo que hemos visto hasta ahora, unos dos tercios de los votantes de estas formaciones son viejos votantes de la izquierda moderada.

De manera que puede deducirse que la simple presencia de la papeleta resta al PSOE opciones de luchar contra el PP por la primera posición en todas esas provincias, e incluso podría quedarse fuera del reparto.

Foto: Ángel Ceña y Toño Palomar, procuradores Soria ¡Ya!, de camino a un mitin en campaña. (E.D.S.)

La segunda pregunta es en realidad una apuesta: ¿cuántos escaños podría llegar a sumar esta Federación de la España Vaciada? En las circunstancias actuales, parece fácil que logre algún escaño y no parece difícil que llegue a obtener grupo parlamentario.

Supongamos que terminamos con un recuento de generales en que este nuevo actor puede inclinar la balanza del gobierno hacia un lado o hacia otro. Cuesta imaginar a los sorianos y demás representantes de la meseta deshabitada sumando alegremente sus votos a una mayoría parlamentaria integrada por ERC y Bildu, aunque cosas más extrañas hemos visto.

El caso, perfilando todos los escenarios que se abren a partir de estas incógnitas, es que la política española está a punto de entrar en una fase distinta. Más fragmentada y, por lo tanto, más compleja. Puede que menos estable y, seguramente, más estéril en términos de país, en la escala grande.

Todas las predicciones sobre el color y la composición del próximo Gobierno chocan contra dos grandes obstáculos. El primero está en mayo, porque el mapa resultante de las urnas autonómicas y municipales condicionará el escrutinio de las generales. El segundo reúne mucha más incertidumbre: nadie sabe ni cuántos competidores entrarán en la carrera, ni cuántas formaciones acabarán entrando en el próximo Parlamento.

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