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La izquierda española, explicada mediante su rasgo principal
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'TRINCHERA CULTURAL'

La izquierda española, explicada mediante su rasgo principal

La izquierda vive momentos de tensión, pero nada de lo que le pasa es explicable sin entender hasta qué punto tiene que corregir ahora los errores que ha cometido en los últimos años

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. (EFE/J.J.Guillén)
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. (EFE/J.J.Guillén)

Nada de lo que ocurre en la izquierda es explicable sin comprender hasta qué punto los viejos errores de enfoque obligan ahora a corregir el rumbo. Las trampas que deben sortear, que son notables en el plano organizativo y en el ideológico, fueron creadas por ellos mismos. Si hay algo que defina su situación presente es que han de dar solución a problemas en los que se metieron de cabeza.

El ejemplo más evidente es el actual Pablo Iglesias. Su cruzada contra los medios y las cloacas, a las que tilda de la principal causa de las dificultades españolas, así como del declive de su formación, no es más que la continuación del marco que él mismo fijó. Iglesias fue un político con enorme recorrido mediático, lo que le permitió crear un partido de la nada, pero sobre todo fue alguien que creyó que la política se hacía fundamentalmente en la televisión y subsidiariamente en las redes. En la primera época de Podemos, incluso la animadversión de los medios contra ellos contribuyó a encumbrarlos. Pero llegó el instante en que el viento giró, y la presencia mediática se volvió más hostil, al mismo tiempo que las redes (y el WhatsApp) fueron aprovechados por las nuevas derechas. Ahora Iglesias se lamenta de la animadversión, de esa tarea de zapa continua de los medios, pero fue el marco que él eligió. Y eso sin entrar en el desplazamiento de la responsabilidad que supone achacar a la acción de los medios los diferentes errores que su formación cometió.

Foto: Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, el pasado mes de mayo. (EFE/Fernando Alvarado) Opinión

La fragmentación territorial

La segunda equivocación fue creer que con una esfera inarticulada, construida por un discurso que se difundía a través de la presencia mediática, bastaba para dar cohesión a un partido. El aliento moderno que decían traer a la política los llevó a constituirse como una 'joint venture' que unía distintas familias políticas y que se expandía territorialmente como una franquicia que recogía bajo su marca a activistas de distintos lugares. El resultado no fue bueno porque, cuando llegaron las tensiones, las distintas facciones se atrincheraron localmente, como Errejón en Madrid, Teresa Rodríguez en Andalucía o Ada Colau en Cataluña.

La irrupción de Podemos, además, produjo un efecto paradójico en territorios con formaciones nacionalistas: en lugar de que los morados recogieran el voto que apostaba por una relación más cooperativa entre las nacionalidades y el Estado, el efecto final fue el de contribuir al crecimiento de las izquierdas nacionalistas. ERC en Cataluña, Bildu en el País Vasco, BNG en Galicia y Compromís en Valencia están siendo los grandes beneficiados del discurso de Podemos, ya que recogieron parte de él en beneficio propio.

Dado que IU, además, perdió presencia, y que Podemos no logró consolidar una estructura sólida, la fragmentación se ha convertido en una característica ineludible: la izquierda aparece dividida en numerosas opciones cuya implantación es fundamentalmente local, y cuyo único punto de conexión nacional es una figura, un líder, al que se aferran para que pueda dar algo de unidad a los fragmentos dispersos. Iglesias jugó ese papel durante un tiempo, que no fue largo.

El proyecto de país de Yolanda Díaz

Ese escenario es en el que debe desenvolverse Yolanda Díaz y el que marca sus condiciones de partida. Y quizá también sus límites, especialmente porque Díaz ha decidido continuar en el mismo marco que Iglesias creó: prioridad de la difusión mediática, aprovechando su gestión en el Gobierno, y reunión de los territorios alrededor de una figura que lidera, pero sin una estructura sólida detrás.

La diferencia está en el propósito: Díaz encabeza una opción de gestión mucho más que de confrontación. La presentación del viernes de los equipos de trabajo de su proyecto de país y de las personas que están al frente de ellos, en general expertos vinculados a la Universidad, subraya cómo la visión que intenta transmitir es muy diferente del marco de enfrentamiento y oposición en el que vivió Podemos. En lugar de rastas, activistas y poder constituyente, Sumar ha presentado "personas expertas, vinculadas a la sociedad civil organizada y en algunos casos a movimientos sociales, gente significativa para sus sectores y en algunos casos para el conjunto de la sociedad", como las definen fuentes del equipo de Díaz. Su idea, "que venimos repitiendo y que está en la base de Sumar, es que la sociedad vuelve a ir por delante de los partidos".

Foto: Mónica García. (EFE/Víctor Lerena)

En lo ideológico, como Díaz subrayó, Sumar se sitúa en un espectro decididamente europeo, verde y progresista. Los grupos de trabajo elegidos, y su misma denominación, subrayan cómo su pretensión es entroncar con clases urbanas formadas, el principal nicho de estas formaciones. Es un espacio político que partidos de esta clase han ocupado en Europa y que es natural que tenga cierto recorrido en España.

La mezcla de Iglesias y Errejón

Desde la izquierda, donde consideran a Díaz la mejor opción posible hoy, las críticas a Sumar circulan en una doble dirección: hay quienes entienden que tiene un problema grave que debe solucionar, el de cómo articular una organización en la que convivan varios partidos y figuras independientes, lo que es complejo, y quienes entienden que Díaz no puede seguir anclada en el liderazgo populista de Iglesias, que debe ser una 'primus inter pares' y rodearse de un equipo que ella encabece, pero en el que las decisiones se tomen de forma pactada.

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La opción de Díaz, sin embargo, no resulta simpática a todo el mundo. Hay quien, con mala fe, califica el proyecto de país de Yolanda Díaz como la "España 2050 de los pijoprogres". Más allá de las chanzas, lo cierto es que, lejos de variar la dirección, Díaz está profundizando, probablemente por necesidad, en la fórmula Iglesias, la del impulso mediático y el liderazgo personal, y le ha añadido un aliento ideológico muy errejoner.

Sin embargo, sería interesante salirse de los marcos de la izquierda típicos de los últimos años, el de los medios y el tipo de liderazgo, y comenzar a poner el acento en las ideas políticas. La guerra de Ucrania nos ha metido de lleno en una nueva época en la que aparecen problemas políticos, geopolíticos y sociales diferentes, que en ocasiones no son más que la intensificación de tensiones ya presentes, y que en otros casos conducen a nuevos terrenos. La izquierda española está actuando como si la guerra fuera un paréntesis que pasará en un tiempo, una vez que Putin sea derrotado o se vea compelido a abandonar sus intenciones, pero los cambios están lanzados y la marcha atrás es muy complicada. Entrar en una época diferente con el marco mental e ideológico de la precedente es un problema, y especialmente para la izquierda, que está en horas bajas. De modo que, además de intentar arreglar los problemas que ellos mismos le crearon a su espacio, sería necesario pensar los nuevos tiempos ideológicos de otra manera.

Nada de lo que ocurre en la izquierda es explicable sin comprender hasta qué punto los viejos errores de enfoque obligan ahora a corregir el rumbo. Las trampas que deben sortear, que son notables en el plano organizativo y en el ideológico, fueron creadas por ellos mismos. Si hay algo que defina su situación presente es que han de dar solución a problemas en los que se metieron de cabeza.

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