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La cuenta que nadie hace en la absorción de Cs por el PP: "Los nuestros no votarán a Feijóo"
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la pelea por el centro

La cuenta que nadie hace en la absorción de Cs por el PP: "Los nuestros no votarán a Feijóo"

La presión desde el Partido Popular para que la formación de Arrimadas deje de existir forma parte de una táctica de Génova que tiene un recorrido escaso. Pero cuenta con algunas derivadas interesantes

Foto: Feijóo, durante un acto en Pamplona. (FE/Villar López)
Feijóo, durante un acto en Pamplona. (FE/Villar López)
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Al mismo tiempo que prestigiosos exmilitantes de Ciudadanos (Cs) insistían en que lo mejor que podía hacer su partido era disolverse e integrarse en el Partido Popular, Feijóo afirmaba que Cs debía tener una "despedida digna" y entreabría la puerta de su formación a quienes decidieran dar el salto. Era la mejor solución para todos: permitía reforzar a la derecha de cara a las elecciones que vienen, ayudaría a derrotar a Sánchez e impediría que los votos de los naranjas se perdieran, en el peor de los casos, a consecuencia de un sistema electoral que penaliza a los partidos pequeños.

No fue bien recibida la propuesta en algunos sectores de Ciudadanos, que reaccionaron con animadversión, como ocurrió con Igea, que no veía nada digno en integrarse en el PP. Y todo esto con el telón de fondo de un proceso de primarias abierto en el que Arrimadas y Bal se disputan el liderazgo.

"Viene bien a todos"

La intención política de la oferta la explicitan desde el PP: "Los principios de Cs están ya representados en el Partido Popular. Le pasó antes al CDS, una formación que terminó confluyendo con la nuestra porque coincidía en el ideario. Y nos vendría bien a todos de cara a las próximas elecciones, porque Cs puede tener un porcentaje de voto respetable, pero poco apreciable en términos electorales".

"Se trata de decirle a la gente que votar al PP es lo mismo que votar a Cs, y no de que estén buscando un trasvase de cuadros"

La operación política por parte de Génova no es solo asimilar a una parte del electorado. Se trata mucho más de ofrecerse como partido centrista, de representar a esa facción moderada de la derecha que se acercó a Cs en un primer momento. Así lo creen en el partido naranja: "El discurso de Feijóo va dirigido a nuestros votantes mucho más que a nuestros cargos políticos. Se trata de decirle a la gente que votar al PP es votar a Cs, y no tanto de que haya trasvase de cuadros. Esa oferta ya la hicieron y veo difícil que los que quedan cambien ahora de bando".

Las tensiones locales

Ese movimiento, además, generaría muchas suspicacias en el PP. "Es complicado decirles a personas que llevan trabajando cuatro, ocho o 12 años que tienen que apartarse para que entre gente de fuera. Si se hiciera a nivel general, sería un poco más fácil, pero uno a uno, es muy complicado", aseguran desde Ciudadanos. En Génova, ratifican esa impresión: "No es lo mismo Andalucía que Castilla y León, donde Cs estaba fraguando una moción de censura contra Mañueco, o que Murcia o Madrid. Al final, depende de las distintas sensibilidades de los principios y de los liderazgos de cada lugar, en concreto, incorporar en sus listas a los políticos de Cs". Sin embargo, aseguran, lo importante no es eso, sino que "los principios que defendía Cs están defendidos ahora por el PP".

"La oferta del PP a Cs muestra la desesperación del partido con el no liderazgo de Feijóo y con los resultados de las últimas encuestas"

Desde Ferraz, obviamente, niegan este extremo, ya que "el PP se ha convertido en un partido trumpista que compite con Vox y que ha perdido sus fundamentos más básicos para abrazarse al extremismo". La oferta a Cs para reforzar su lado centrista muestra "la desesperación del PP con el no liderazgo de Feijóo y con los resultados de las últimas encuestas. Esto se refleja en el poco respeto que manifiestan hacia otra formación política, Ciudadanos, en pleno proceso interno de refundación".

Cuando el viento sopla en contra

Este momento recuerda al instante en que un emergente Rivera trató de incorporar a sus filas a UPyD. Después de unas elecciones europeas en que los resultados de los de Rosa Díez fueron bastante mejores que los de Rivera, el viento cambió rápidamente y provocó la sensación generalizada, apoyada por toda clase de medios, de que el futuro pertenecía a Rivera y que el proyecto de Díez se había agotado. Las presiones para que UPyD aceptase la fusión fueron grandes. No se consiguió finalmente, y la consecuencia para la formación de Díez fue su desaparición. David Ortega, catedrático de universidad, exportavoz en el Ayuntamiento de Madrid de UPyD y uno de los que se retiraron de la política en ese instante, señala que, por esas razones, "Ciudadanos lo tiene dificilísimo. Mi experiencia política es que cuando el viento sopla en contra, es imposible remontar. El equipo de UPyD hizo un trabajo estupendo en Madrid, y nos lo reconocieron otros grupos políticos, pero teníamos todo en contra. A Cs le ocurre ahora, y eso no hay quien lo levante. ¿Quién va a votar al caballo perdedor?".

"Lo que no han tomado en cuenta es que el voto de nuestros simpatizantes irá a la abstención"

Aunque la desaparición de la formación naranja termine por suceder (queda mucho camino aún por recorrer), desde Ciudadanos advierten al PP de que el intento de absorber a su electorado es en vano. "Lo que no han tomado en cuenta es que el voto de nuestros simpatizantes irá a la abstención. Hay una serie de votantes que nunca van a apostar por el PP, porque no les gustan ni los partidos tradicionales ni los populistas. Esa es una cuenta que nadie hace, pero es así. No va a haber un trasvase al PP, como no lo hubo de UPyD a Ciudadanos".

Para la formación de Abascal, sin embargo, es evidente que hay votantes de Ciudadanos que les darán su confianza. “Como Cs era un partido sin ideología definida, en él se encontraban progres, liberales, patriotas, oportunistas… Ahora, cada uno corre hacia su casa. Quienes estaban en Cs por el planteamiento original antiseparatista son los que se acercarán a nosotros, especialmente en territorios como Cataluña, Valencia y Baleares”.

El centro maldito

De fondo, aparece una cuestión que puede entenderse menor en este escenario, pero que señala el momento de la política española. Los partidos que en los últimos tiempos han pretendido ganar espacio a partir de una ubicación centrista no han tenido un recorrido exitoso. Y eso lleva a preguntar si existe un espacio para el centro político en España, o si es una opción que carece de arraigo. Para Ortega, "el centro está maldito y al mismo tiempo es totalmente necesario para el futuro de nuestro país. Hace falta una formación sensata y moderada, pero, dentro del radicalismo que caracteriza a nuestro país, no se admite lo que no es blanco o negro. Necesitamos acuerdos de Estado, entre izquierdas y derechas, que solucionarían el problema que tenemos con los nacionalismos independentistas y que permitirían realizar las reformas necesarias. Hay mucha cortedad de miras".

Desde Ciudadanos, subrayan que hay "un espacio político enorme de gente tranquila que desea consensos, que quiere que el político gestione y mejore la vida de todos". Sin embargo, "es muy complicado movilizarlo, porque son personas críticas a las que no convences con un tuit ni con un zasca, y que necesitan razones para ir a votar". El espacio centrista existe, pero los errores de Cs, "que son largos de enumerar", han impedido que cuajase como una opción mayoritaria. Para Vox, ese centrismo liberal es muy exiguo: “Ya se sabe que los liberales caben en un taxi y al final ni votan, porque nadie es nunca suficientemente liberal para ellos”.

Al mismo tiempo que prestigiosos exmilitantes de Ciudadanos (Cs) insistían en que lo mejor que podía hacer su partido era disolverse e integrarse en el Partido Popular, Feijóo afirmaba que Cs debía tener una "despedida digna" y entreabría la puerta de su formación a quienes decidieran dar el salto. Era la mejor solución para todos: permitía reforzar a la derecha de cara a las elecciones que vienen, ayudaría a derrotar a Sánchez e impediría que los votos de los naranjas se perdieran, en el peor de los casos, a consecuencia de un sistema electoral que penaliza a los partidos pequeños.

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