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El perdón y la venganza en duelo: La ciencia explica qué acción es mejor
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El perdón y la venganza en duelo: La ciencia explica qué acción es mejor

Desde los tiempos de Freud está recogido que la venganza, debido a su poder catártico, es muy beneficiosa para el alivio emocional, pero el perdón parece siempre el camino más adecuado

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El perdón, esa senda mental que los principios religiosos han marcado a lo largo de los siglos, con toda una serie de gestos intrínsecos, casi, a nuestro cuerpo hoy en día: desde la palabra a las manos, hay un ritual marcado que, seamos sinceros, a nadie le gusta demasiado. Sin embargo, en la psique social, el perdón suele resultar el mejor de los caminos, así que nos vemos abocados a él, a veces sin ni siquiera entenderlo demasiado. Pero perdonar es mucho más que una acción cristiana, según ha demostrado una nueva investigación.

Dirigido por la psicóloga Karina Schumann, investigadora en la Universidad de Pittsburgh, un reciente estudio publicado en el 'Journal of Personality and Social Psychology', evalúa y compara los beneficios del perdón contra la venganza.

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Si bien el perdón resulta un ejercicio arraigado, vengarse no ha estado nunca mal visto del todo. Desde los tiempos de Freud es sabido que la venganza, debido a su poder catártico, es muy beneficiosa para el alivio emocional, aunque el neurólogo austriaco tampoco vino a descubrirnos nada nuevo con ello. El investigador David Chester, asociado a la Universidad de Virginia, descubrió (o más bien constató) a través de diferentes pruebas que la venganza satisface el “deseo de represalias”. Vamos, que hacer un poquito de vudú de vez en cuando resulta hasta sano.

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Sentirse humanos

Entonces, Schummann y su equipo buscaron contrarrestar la deriva: dividieron aleatoriamente a un grupo de participantes en dos grupos. A los miembros de un grupo, les pidieron que se imaginaran a sí mismos interactuando de forma neutral con un amigo. A las personas del otro grupo se les pidió que imaginaran que sus amigos les habían ofendido, y luego que se imaginaran perdonándoles o vengándose de ellos, dependiendo del escenario y circunstancias mentales de cada uno. Lo que encontraron los investigadores es que las personas que perdonaron sintieron que habían actuado de acuerdo con unos valores morales, lo que a su vez les permitió sentirse más humanos.

Está documentado que la venganza tiene beneficios (si no morales, al menos sí fisiológicos). Otro ejemplo de ello: de acuerdo con una investigación publicada en la revista científica 'Personality and Social Psychology', la venganza da placer y es altamente gratificante, incluso adictiva.

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Toda una serie de posibilidades que el nuevo estudio también confirma: el deseo y el placer solo pueden así entenderse saciados por medio de la venganza. De hecho, todos los participantes que prefirieron esta opción, manifestaron que al clavar agujas en un muñeco que se les ofreció se sintieron mejor. Eso sí, al mismo tiempo nacía en ellos un efecto contrario: la culpa.

Consecuencias añadidas

Aquello venía a decir que, aunque es posible que la venganza tenga efectos sanadores muy inmediatos, las personas que la llevan a cabo experimentan pronto una sensación de deshumanización que se contrarresta.

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Mientras tanto, los resultados más recientes sugieren que el perdón puede permitir precisamente rehumanizar a las víctimas después de que su sentido de humanidad se haya visto afectado por cualquier ofensa. Entendido como un proceso transformador que implica liberar negatividad hacia el transgresor y posiblemente aumentar la positividad y los sentimientos de benevolencia hacia él, el perdón puede resultar mejor de lo que nos han enseñado.

Una persona que recurre a la venganza se enfrenta a una serie de consecuencias añadidas, tanto internas como con los que le rodean que, a menudo, no satisfacen las intenciones marcadas por el daño causado. Sin embargo, el perdón nos da un sentido de pertenencia a una comunidad y nos hace ser responsables de nuestras acciones.

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¿Dolor con dolor se cura?

Se trata, en realidad, de una técnica inculcada desde hace miles de años, cruzando sociedades y culturas, desde el cristianismo hasta el budismo que sostiene que antes de juzgar a una persona, debemos comprender que cuando alguien nos agrede o nos lastima, surge en nosotros un sentimiento de inferioridad, que se nutre de un profundo dolor emocional, un dolor que no puede ser reparado con más dolor.

No es raro que una de las primeras reacciones que tengamos sea la sed de venganza, ya que esto nos recoloca en una situación de poder, además de que satisface nuestra necesidad de buscar justicia, algo también prácticamente innato. En ese sentido, los beneficios del perdón trascienden el aspecto psicológico de la víctima y ayudan a construir lazos de convivencia más sólidos, lo que beneficia a muchas más personas.

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La investigación dirigida por Schumman también destaca otros beneficios del perdón como el entenderlo como una indicación de que la moralidad de la persona afectada era más sólida que la de la otra persona y experimentar una menor propensión a autoinfligirse después.

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"El trabajo anterior ha demostrado que el trato frío y sin empatía puede hacer que las personas se sientan como objetos que carecen de atributos fundamentalmente humanos", explica la psicóloga, añadiendo que "perdonar al transgresor permitiría a las víctimas volver a humanizarse después de una experiencia de victimización".

Parece que la tarea ahora está en comprender que perdonar no tiene que significar excusar al transgresor o liberarle de la responsabilidad de sus actos y de su comportamiento, sino reconducir el sentimiento propio que surge del acto externo, pudiendo primero sanarnos a nosotros mismos y, después, tal vez, incluso reconstituyendo la voluntad del otro.

El perdón, esa senda mental que los principios religiosos han marcado a lo largo de los siglos, con toda una serie de gestos intrínsecos, casi, a nuestro cuerpo hoy en día: desde la palabra a las manos, hay un ritual marcado que, seamos sinceros, a nadie le gusta demasiado. Sin embargo, en la psique social, el perdón suele resultar el mejor de los caminos, así que nos vemos abocados a él, a veces sin ni siquiera entenderlo demasiado. Pero perdonar es mucho más que una acción cristiana, según ha demostrado una nueva investigación.

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