Juan Mayorga, el hombre que se enfrentó a Vox y subió el telón de 'Altsasu': "Fueron días difíciles"
El dramaturgo, director y responsable de la programación del Teatro de la Abadía, en Madrid, estrena 'La colección', una obra "sobre el deseo, el amor y la muerte" que se podrá ver hasta el próximo 21 de abril
El pasado mes de enero, el dramaturgo y director Juan Mayorga (Madrid, 1965) vivió uno de los momentos más difíciles de su carrera. El Teatro de la Abadía que dirige estaba a punto de estrenar la obra Altsasu sobre los incidentes ocurridos en la localidad navarra en 2016 y Vox exigió que no se representara la obra. Llegó a haber protestas delante del teatro. Pero Mayorga no se arredró y levantó el telón. La obra se estrenó, se llenó todos los días y fue un éxito. La paradoja que suele ocurrir con los intentos de censura.
Mayorga, académico de la RAE, premio Princesa de Asturias de las Letras y autor de exitosas obras de teatro, vuelve ahora con obra propia: La colección, que protagonizan José Sacristán y Ana Marzoa en la Abadía. Ambos interpretan a un matrimonio anciano que quieren dejar en herencia su colección (que no se sabe bien de qué es). Una obra que, como dice el propio autor, que dirige también, trata del deseo, el amor y la muerte. Pero también la memoria y el legado, la belleza y la humanidad. Hablamos de todo eso en una de las salas del Teatro de la Abadía, su centro de operaciones desde febrero de 2022.
PREGUNTA. Cuando hubo las protestas contra la obra de Altsasu, incluso en la calle, el pasado enero, ¿fue uno de los peores momentos que viviste como director de la Abadía?
RESPUESTA. Yo creo que nosotros, la gente que hace teatro en la Abadía, acertamos al programar esa obra porque es una obra importante por su asunto y por su forma. Y, desde luego, creo que acertamos al defender a los creadores que la habían hecho, y que proponían una conversación y a los espectadores que quisieran verla. Sigo pensando que cualquier espectador tiene derecho a discutir una obra y a discutir la pertinencia misma de su programación. Dicho esto, lo que vivimos en aquellos días es que era importante defender la seguridad de los creadores y que viniese quien quisiese a verla y que la aplaudiese o criticase. Como dije en aquellos días, a mi juicio la censura no solo debilita a los censurados sino a toda la sociedad porque le priva de la conversación que los creadores quieren proponer. Fueron efectivamente días difíciles, pero yo estoy muy orgulloso de toda la gente del teatro de la Abadía.
"Nosotros, la gente que hace teatro en la Abadía, acertamos al programar esa obra porque es una obra importante por su asunto y por su forma"
P. Muchos nos preguntábamos cómo era posible que estuviera pasando eso delante de un teatro. Nos remitía a imágenes de censura de hace décadas que mucha gente, también la que estaba protestando, ni siquiera había vivido.
R. Para mí era importante lanzar un mensaje a toda la gente que hace teatro y hace cultura y a los espectadores que participan en ello. Era importante levantar el telón. Entonces dije y repito ahora que hacemos teatro para la gente que va al teatro, pero también para la gente que no va al teatro porque creemos que podemos influir en su conversación, en su reflexión, en su capacidad crítica, y también con el mero hecho de provocar una reunión ya estamos haciendo algo importante. A mí me resulta muy interesante el hecho de que teatro es tanto el nombre del arte que practicamos como el del lugar en el que se practica. El teatro acontece. Por eso un teatro debería ser visto como un lugar sagrado. La propia idea de teatro es una idea bellísima. Es la idea de un lugar donde personas se reúnen libremente y algunas de ellas representan ante otras posibilidades de la existencia humana.
P. Aquellos días dijiste una frase que tomaste de tu obra Cartas de amor a Stalin, de 1997: “La censura debe ser combatida antes por el ciudadano que por el intelectual”. ¿La sociedad española es combativa?
R. Yo creo que hay algunas personas que sí son combativas y que sí entienden esto. Cuando tiene lugar un acto de censura en tu ciudad debes alarmarte incluso si no pensabas asistir a ese hecho, espectáculo, exposición o lo que sea, porque también tu libertad está en juego. Y una sociedad de censura es una sociedad menos capaz de resistir. Creo que todos tenemos que estar atentos y reaccionar frente a eso. Por supuesto siempre hay un límite, que es el código penal. Si alguien, a través de un espectáculo, de un hecho cultural, atenta contra los derechos tal y como han sido establecidos en la ley, esta persona debe ser examinada al respecto. Yo creo que el signo de nuestros tiempos es esa doble cara de la docilidad y el autoritarismo. A veces tendemos a querer ser obedecidos porque somos dóciles. Pero creo que la libertad se defiende, antes que haciendo discursos sobre ella, ejerciéndola.
P. ¿Lo que dices ahora de docilidad y el autoritarismo tiene que ver con que ha permeado el pasado reciente de nuestra historia en muchas capas de la sociedad?
R. No lo sé. O porque somos así [risas], porque somos frágiles y débiles, yo el primero. Es muy importante que en todos los ámbitos seamos más valientes.
P. Te lo decía porque esto pasó en la Abadía, pero también ocurrió en el Canal con la obra de Paco Bezerra sobre Santa Teresa, está ocurriendo en festivales por toda España. Hay prohibiciones, cancelaciones…
R. Claro, pero en EEUU no saben ni quién fue Franco y no sé cómo andarán en el estado de Minnesota. El autoritarismo está en el aire. No tengo perspectiva para expresar si esos fenómenos son más frecuentes en España que en otros lugares.
"Tendemos a querer ser obedecidos porque somos dóciles. Pero la libertad se defiende, antes que haciendo discursos, ejerciéndola"
P. ¿Cómo podemos ejercer nuestra valentía frente a esto?
R. Yo creo que es fundamental que seamos críticos empezando por cada uno de nosotros, que seamos severamente críticos con los textos que nos rodean y nos atraviesan. Cuando nos preparábamos la Selectividad estaba esa famosa prueba del comentario de texto, pues todos debemos ser comentaristas de textos, ser capaces de criticar los textos que nos rodean y también los que nosotros mismos producimos.
P. En este sentido, vamos con La colección. ¿Una obra sobre el amor al arte porque el arte y el amor son hoy más necesarios que nunca?
R. No es exactamente sobre el amor al arte, es sobre el deseo, el amor y la muerte. Estos coleccionistas son artistas de la reunión. No han hecho y no son capaces de hacer ninguna de las piezas que tienen en la colección, pero al reunirse se resignifican. Son artistas que trabajan con la vida de otros. “Se trata de poseer las cosas”, dice uno de ellos, pero de lo que se trata es de poseer el mundo. Ellos pretenden tener una colección que sea una representación del mundo y que haciéndolo se conocen a sí mismos. Plantean su colección como una especie de arca de Noé que sea un grito un diluvio de ruido. Su gesto es a contracorriente y creo que lo que ellos ven en esa colección ha de ser reivindicado en estos tiempos de ruido. “Nuestra colección es una protesta contra este tiempo, un tiempo entregado al dinero, la velocidad y los espejos”, dice Héctor y ahí Héctor está citando a Goethe quien hace 200 años en una conversación con Eckermann le dice: “desengáñese, lo que viene es un tiempo entregado al dinero, la velocidad y los espejos. Eso es a lo que todo fascina y a lo que todos aspiran”. Ese diagnóstico de Goethe podría ser un extraordinario resumen de lo que se ha impuesto en nuestro tiempo. Y eso que llamamos cultura, no como un bien ornamental, sino como aquellas preguntas que el ser humano una y otra vez se hace, reivindicar eso no es solo importante sino necesario y hasta urgente.
P. Goethe fue un gran amigo de Schiller que fue un gran reivindicador de la belleza. La obra también es, en este sentido bello, una reivindicación de mantener una memoria y un legado.
R. En cierto momento ellos hablan de una pieza que era fea y vulgar, pero en la colección se embellece. Aquí hay ciertas alusiones a Benjamin, que dice que con cada nueva pieza la colección empieza de nuevo, y al mismo tiempo, la pieza renace en la colección. Cobra otros sentidos y la colección se ensancha con cada nueva pieza. Es una obra sobre la memoria. Hector y Berna defienden que su colección no es algo personal sino que han sido agentes del tiempo y que alguien tenía que hacerla y la debe recibir alguien que la merezca. Es decir, que sea capaz de relacionarse con ella con la misma pasión y la misma determinación. La obra habla de la gerencia y ese es un asunto fundamental porque cada ser humano es responsable de todos los demás, incluido para con los muertos, para con los vencidos y para con quienes vendrán. Nosotros custodiamos cosas para otros. Los astrónomos medievales tomaban notas de observaciones que ellos no iban a poder interpretar porque sabían que no tenían la técnica, pero lo hacían para los astrónomos del futuro, y eso es extraordinario.
P. Antes se decía eso de dejar un mundo mejor a los que vengan detrás… ¿Te planteas una obra así porque esta visión del mundo está desapareciendo y que no importa mucho quién venga después?
R. Así es. Creo que vivimos en el presentismo más absoluto y por tanto hay un desprecio del pasado y del futuro en un doble sentido. Hay dos formas en las que se da una segunda muerte al muerto. Una es olvidándolo, ignorándolo y la otra es utilizando el pasado solamente para intereses de presente. Frente a eso lo honrado es estar a la escucha del pasado. Y, por supuesto, hay un desprecio absoluto a los seres humanos que algún día vendrán. La explotación irracional del planeta es el mejor documento de ese desprecio.
P. He leído que esta obra se te ocurrió cuando entraste en una de las salas de este teatro… ¿Qué sucedió ahí?
R. Hay obras que escribo con cierta rapidez, pero esta me ha llevado tiempo encontrar su forma, el espacio, el tiempo, los personajes, el lenguaje… Y surge de que hace años leí una entrevista a un matrimonio de ancianos y él decía: “Es lógico que teniendo la edad que tenemos y no teniendo hijos la gente se pregunte por el destino de nuestra colección”. Y yo pensé, aquí hay una obra. Empecé a imaginar una pareja que se ha constituido en torno a una colección que al mismo tiempo ha sido dividida por ella porque la colección es el tercero que se pone en medio de la pareja. Y llegan al final, no han tenido hijos, quizá no han tenido hijos porque toda su energía y anhelos estaban en cuidar esa colección, y llega el final. Y así empiezan a buscar un heredero, porque no quieren entregarla al Estado ni simplemente asegurar su custodia porque ellos dicen que la colección no se acabará nunca. [En ese momento para de hablar, se le ocurre algo y lo apunta en un papel]. Yo ya llevaba unos años pensando que era el momento de hacer la obra, pero al poco de asumir la responsabilidad de dirigir este teatro, unan noche estoy solito en la hermosísima sala San Juan de la Cruz y pensé: aquí debería hacer la colección. Y era fundamental contar con dos actores capaces de encarnar a esos personajes mayores.
"Creo que vivimos en el presentismo más absoluto y por tanto hay un desprecio del pasado y del futuro en un doble sentido"
P. ¿Te transmutas mucho cuando eres el dramaturgo y el director de tu propia obra? ¿Cómo trabajas con las dos funciones a la vez? [Se levanta a por el texto de la obra que enseña. Está lleno de rallajos y tachones]
R. Yo reescribo con mucha frecuencia, pero los propios procesos de puesta en escena son grandes sacudidas. Para un autor poner en escena su obra es una experiencia extraordinaria. Yo no publico o estreno porque comprenda la obra sino para que otros me ayuden a comprenderla. El proceso de puesta de una obra es extraordinario para el descubrimiento del sentido de una pieza y de los personajes, y en ese proceso lo más importante es la conversación con los actores. Esta es La colección, el texto con el que empecé… [Va mostrando las páginas] Y el autor y el director pelean y negocian. Y, por ejemplo, esta página la he sacrificado y esto me duele… ¿Qué significa? Que se confirma lo que dice el propio Héctor, que un escritor a veces tiene que sacrificar su mejor frase porque lo que importa, en este caso, es la obra.
P. Tú también tienes tu propio legado… ¿te preocupa el futuro de este legado, cómo se representen las obras en el futuro?
R. Tengo la suerte de que mis obras se están haciendo en distintos lugares de Europa y de Latinoamérica. Cuando entrego un texto se lo estoy entregando a la comunidad teatral y para mí lo más maravilloso es que un texto mío provoque una reunión de actores y luego ellos abran la reunión a la ciudad en la que se hallen. Un texto nace para ser traducido, interpretado, intervenido… El teatro es un arte dialéctico. Yo he sido adaptador de grandes autores como Shakespeare, Calderón, Lope y otros, y sé que esa adaptación ha hecho necesaria la reescritura. Yo reescribo y escribo para que otros me reescriban. Por tanto, lo mejor que podría suceder es que mis piezas sean acogidas en otros lugares y en otros tiempos. Ese es mi deseo. La reescritura es anterior a la escritura, porque cuando un escritor escribe una frase en su cabeza ha desechado tres. Yo intento que mis textos sean tan abiertos como sea posible y en ellos intento dar aparecer solo lo que considero innegociable, pero entiendo que esos textos probablemente serán reescritos en otros lugares.
P. Escribes desde los años noventa, haces una reflexión sobre la violencia, sobre la censura… Creo que es un teatro muy humanista, en el sentido del poema de John Donne de que nadie es una isla entera por sí mismo. ¿Lo ves más actual ahora?
R. Por un lado, yo no soy un nostálgico del pasado. Estamos hablando un 8 de marzo, Día de la Mujer, y es innegable que en eso, habiendo mucho por hacer, han pasado cosas muy importantes a mejor. Y creo que, en general, en una sociedad como la española estamos atentos a formas de violencia que antes estaban más o menos invisibilizadas o soterradas y que ahora nos parecen inaceptables. Desde que yo empecé a escribir han pasado cosas muy importantes. Dicho esto, el otro día recordaba un poema de la polaca Szymborska, que dice algo así como “en qué buen estado se halla el viejo odio”. Es decir, como si el viejo odio que dejó tantas víctimas en el siglo XX hubiera entrado en el siglo XXI en muy buena forma. Estamos asistiendo a atrocidades sin cuento. Vivimos en un tiempo en el que hay luciérnagas, por utilizar la expresión pasoliniana que luego recuperó Didi-Huberman, pero también hay oscuridad, y Benjamin es un faro. Para mí es fundamental esta observación de que nuestra mayor fuerza está en la atención al pasado fallido, porque la escucha de las injusticias del pasado nos fortalece, nos hace más sensibles a las injusticias del presente. Esta idea paradójica de que hay que escuchar a los muertos conduce a un gesto autocrítico y a la idea de que desconfiemos de nuestro propio discurso porque siempre hay un “fuera” de nuestro discurso en el que no podemos ponernos, y ese otro lugar, el de los vencidos, es en el que no podemos ponernos. Y el saber que no estoy en ese lugar me ha de volver receloso hacia mi propio discurso.
"El otro día recordaba un poema de la polaca Szymborska, que dice algo así como 'en qué buen estado se halla el viejo odio'"
P. ¿Qué viene la próxima temporada a la Abadía? ¿Qué quieres hacer?
R. Las fuerzas del teatro que amo son la acción, la emoción, la poesía y el pensamiento. Y creo que todos los espectáculos que vamos a ofrecer la próxima temporada estarán signados por esas cuatro marcas. Por otro lado, me corresponde que aquí no se exhiba solo el teatro al que yo me siento más cercano, sino que intento, y conmigo mi equipo, que nuestra mirada sea hospitalaria y atenta a los distintos asuntos y lenguajes. Nuestro trabajo fundamental es estar a la escucha, atentos a lo que está ocurriendo en el tejido teatral español, que por otro lado es muy rico y muy plural y yo soy muy optimista con respecto del teatro en el sentido en que el teatro está atrayendo talento. Hay gente muy joven que encuentra que el teatro es un buen lugar para examinar la vida y relacionarse con el mundo.
P. ¿Qué has visto últimamente que te ha gustado?
R. He estado bastante encerrado con La colección y he tenido varios viajes. Ahora tengo cuatro espectáculos vivos, La lengua en pedazos, que ha vuelto al Teatro del Barrio, La gran cacería, con un doble reparto, María Luisa y ahora La colección… Uno de los trabajos que más me han interesado ha sido El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar, que es un magnífico texto de Josep María Miró, una excelente dirección de Xavi Albertí y una extraordinaria interpretación, que quedará en la memoria de mucha gente, de Pere Arquillué. Fue un trabajo muy importante.
P. Hay mucha gente que no sabe que tú en realidad eres matemático. ¿Hace falta un poquito de lógica en este país?
R. Yo tuve la suerte de estudiar Matemáticas en la Autónoma y Filosofía en la UNED. Ejercí de profesor de matemáticas durante cinco años en secundaria y sigo en conversación con el mundo de las matemáticas. Y ahora en la Academia tengo la suerte de estar en la comisión de vocabulario científico y técnico y yo cursé esa carrera porque sentía entusiasmo por las matemáticas y lo sigo sintiendo. Me parecen una de las más extraordinarias creaciones de la imaginación y me han formado como dramaturgo. En la Enciclopedia Británica empiezan definiendo la matemática como la ciencia de la estructura, el orden y la relación. Y yo creo que esa podría ser una definición de la dramaturgia. Y aunque las matemáticas hay cosas sobre las que no pueden hablar como la lealtad o sobre la amistad o la memoria, pero hay otras cosas que sí, y creo que es muy importante que todos pasemos por ahí, por atender a la lógica y la limpieza de las matemáticas. Hay algo que es muy bonito en matemáticas y es que en cualquier momento cuando alguien está explicando un desarrollo en una pizarra alguien puede levantar la mano y decir, ese paso no lo entiendo. Eso es muy bueno porque el otro dice, te lo voy a hacer entender. Ojalá eso lo pudiéramos hacer en otro tipo de discursos.
P. Citabas a la RAE, que te sirvió incluso para una obra, Silencio. ¿Qué tal por la Academia?
R. La Academia hace un trabajo importante. Ha sido fundamental para defender la unidad del idioma, para que 500 millones de personas podamos comunicarnos. Lo cual es impresionante. Yo intento trabajar de forma responsable sabiendo que la Academia es una herencia que los que estamos ahí recibimos durante un tiempo breve y que entregaremos a otros. Personalmente yo aprendo allí de mis sabios compañeros y sabias compañeras. Pero además me alegra ver el sentido de responsabilidad con el que casi todos mis compañeros y compañeras ejercen su trabajo, sabiendo que es un trabajo delegado. El diccionario de la Academia tiene mil millones de descargas al año. Cuando estamos ahí los jueves peleando por la claridad de una definición estamos haciendo algo que quizá dentro de unos días alguien consulte y le sirva para la vida.
El pasado mes de enero, el dramaturgo y director Juan Mayorga (Madrid, 1965) vivió uno de los momentos más difíciles de su carrera. El Teatro de la Abadía que dirige estaba a punto de estrenar la obra Altsasu sobre los incidentes ocurridos en la localidad navarra en 2016 y Vox exigió que no se representara la obra. Llegó a haber protestas delante del teatro. Pero Mayorga no se arredró y levantó el telón. La obra se estrenó, se llenó todos los días y fue un éxito. La paradoja que suele ocurrir con los intentos de censura.
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