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Dentro de este texto hay una errata gorda que no es fácil de detectar
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El arte del error

Dentro de este texto hay una errata gorda que no es fácil de detectar

Un libro revisa la historia de los gazapos más allá de la burla hacia el error ajeno. Cargas de profundidad gramaticales que escapan al radar. Hablamos con sus autores

Foto: Obra de Marco Godoy en ARCO 2023. (EFE)
Obra de Marco Godoy en ARCO 2023. (EFE)

Unas familias okupan un edificio en Alcalá de Guadaira (Sevilla) y negocian con las autoridades un alquiler social, pero finalmente son desalojadas. Tras quedarse en la calle, pintan en la pared del edificio: "Emosido engañado". Meses después, y sin que casi nadie conozca su origen, la pintada viraliza en todo el mundo latino. "Emosido engañado" se convierte en una nueva frase fetiche para describir situaciones de timo y desengaño. Una distorsión ortográfica para la historia.

¿Qué nos enseña este episodio? Que una errata no es solo una errata. Que dentro de un gazapo puede haber tantos significados como en el Aleph de Borges. Lo saben los chilenos Yanko González y Pedro Araya, autores de El agua verde del idiota (Fondo de Cultura Económica), historia cultural de altos vuelos sobre los gazapos.

Cita de Daniel Kahneman, psicólogo y premio Nobel, incluida en el libro: "No soy muy optimista sobre la capacidad de la gente para cambiar su modo de pensar, pero bastante optimista sobre su capacidad para detectar los errores de los demás". En efecto, nuestra relación con las erratas suele moverse en el terreno de la burla, lanzar la risotada cuando alguien colisiona con la gramática, pero hay ramificaciones profundas más allá de la chufla. Varios episodios históricos descritos en El agua verde del idiota darían, de hecho, para libros en sí mismos por sus implicaciones.

1631: los impresores reales Robert Barker y Martin Lucas presentan una nueva biblia a Carlos I de Inglaterra. Lo que pasó a continuación -un año después- te dejará perplejo: los mil ejemplares acabaron en la hoguera; sus impresores, también: cárcel, multa y escarnio público. ¿Su pecado? Una minúscula errata que, eso sí, alteraba visiblemente el sentido de la palabra de dios: donde debería decir "NO cometerás adulterio", decía "Cometerás adulterio". Moraleja: ¡Un pequeño gazapo es suficiente para saltar de la moralista Inglaterra del siglo XVII al hippismo californiano del siglo XX! El trabajo de Barker y Lucas pasó a ser conocido como Biblia maldita o Biblia del pecador.

La gran farsa

1938: El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss hace trabajo de campo con la tribu indígena de los nambikwara, en la mesata norte brasileña. Lévi-Strauss lo explicó en detalle en Tristes trópicos (1955): "Muchos indígenas parecían no haber visto jamás un blanco… Se sospecha que los nambikwara no saben escribir". Pero la antropología, como la vida en las canciones de Ruben Blades, te da sorpresas. Durante un acto el que Lévi-Strauss intercambiaba regalos con los indígenes, ocurrió "un extraordinario incidente": el jefe de la tribu comenzó a escribir en un papel lo que iba diciendo el antropólogo, para contárselo luego al resto de la tribu. ¿No se supone que no sabían escribir? Lévi-Strauss se quedó a cuadros, sobre todo cuando vio lo que había escrito el jefe en el papel: en lugar de sus palabras, una sucesión de líneas sinuosas, un texto que era una errata en sí misma. Levi Strauss estaba siendo víctima propiciatoria de un happening sobre la escritura como simulacro poderoso.

"El jefe de la tribu sacó un papel cubierto de líneas enroscadas que fingió leer, y donde buscaba, con un titubeo afectado, la lista de los objetos que yo debía dar a cambio de los regalos ofrecidos", escribió Lévi Strauss.

Según El agua verde del idiota, "como en una obra de teatro y una escena performática, el jefe conduce una suerte de juego de lectura en la que finge leer. Lévi-Strauss lo llamará una "comedia" que se prolonga durante dos horas. "¿Qué era lo que él esperaba? —escribe el antropólogo—. Quizás engañarse a sí mismo, pero más bien asombrar a sus compañeros, persuadirlos de que las mercancías pasaban por su intermedio, que había obtenido la alianza del blanco y que participaba de sus secretos".

Foto: Walter Mosley, en Barcelona, en 2018. (EFE/Enric Fontcuberta)

Sigue el libro de González y Araya: "¿Qué es exactamente lo que está en juego en esta escena? Aparentemente el jefe indígena, al dibujar esas líneas sobre un pedazo de papel, actúa como un embaucador al pretender que lee y escribe algo ilegible (incomprensible) con el fin de mostrar que domina el saber occidental y la lengua escrita. Lévi-Strauss no lo condena, sino que parece aceptar esta farsa que, por su lado, cuestiona la institución de la escritura… El antropólogo interpreta esta escena como la revelación del poder dominante (oculto) de la lengua escrita y de su relación con la dominación de un grupo sobre otro durante largos períodos… La escritura, escribe Lévi-Strauss, "parece favorecer la explotación de los hombres antes que su iluminación"... Esa enorme errata, ese enorme malentendido o farsa, ilumina el raciocinio del francés respecto a la esencia de la escritura".

O la errata como "problema de poder: el poder sobre la escritura y el poder de la escritura", cuenta Araya. "Preguntar quién, qué, dónde, para quién, por qué se comete tal acto de escritura es una manera de develar las relaciones de poder que todo equívoco implica", añade sobre las intenciones últimas de su libro. .

Hilaridad y rebelión

Preguntados por sus erratas históricas favoritas, González y Araya mencionan la que da título a su libro: "Perpetrada contra Neruda y que a la luz del tiempo es menos enojosa que divertida: el verso en su libro Fin de mundo "el agua verde del idioma" sustituido por "el agua verde del idiota". Pero "más allá de la rareza y la hilaridad" que generan algunos gazapos, les interesan los que "nos hablan del poder político de la errata, su capacidad resistente, erosionante o legitimante del orden social" porque "nuestra idea fue escribir un libro en torno a las erratas en cuanto dieran cuenta de su contracara normativa, del poder de la errata como erosionantes de un orden establecido; como un contrapoder difícilmente domesticable y que muchas veces tiene consecuencias impensadas".

En esa línea, destacan otras dos erratas históricas:

1) "La de interpolación intencionada en The Times haciéndole decir falsamente a un ministro inglés: "The speaker then said he felt inclined for a bit of fucking" ("El orador dijo entonces que sentía ganas de follar un poco"), cuya misteriosa aparición en el periódico británico un 23 de enero de 1882 se aclara en el libro: "Pasado más de un siglo y después de una larga investigación, The Times aseguró que el cajista responsable fue uno de los varios trabajadores que estaban en disputa con la dirección del periódico y que había sido despedido (desde entonces, el periódico estableció una nueva regla general: si se despide a cualquier cajista, se le debía expulsar de las instalaciones de inmediato").

2) "La inversión de la letra b en el letrero del campo de exterminio de Auschwitz ("Arbeit macht frei"/"El trabajo os hace libres") por parte de prisioneros polacos" dispuestos a aprovechar las mínimas posibilidades de rebelión en ese agujero infernal. Una errata que los nazis tuvieron delante de sus narices durante años, pero cuya naturaleza subversiva no fueron capaces de detectar.

PREGUNTA. ¿Cuándo son subversivos los gazapos?

RESPUESTA. (Yanko González). Esta es la dimensión que exploramos sistemáticamente en el libro, pues pareciera que las erratas son meramente un desvío, una necedad o ignorancia sin intención. Y nuestra investigación reveló una miríada de casos que habitan en parte importante del corazón del gazapo: una intencionalidad, su uso, por ejemplo como navajazo político invisible.

Uno de los casos que analizamos es el de un error tipográfico en un libro de anatomía publicado en la RDA (ex Alemania oriental) que, enigmáticamente y edición tras edición, ni los editores, ni los correctores notaban ni corregían. Este involucraba a un músculo de la nalga, el mayor músculo extensor del glúteo y cadera en los seres humanos, "Glutäus maximus", que insistía en aparecer impreso como "Glutäus marxismus".

P. La errata puede llegar a ser más una verdad profunda que un error. ¿Tienen encanto los deslices freudianos?

"Detrás de cada errata hay una verdad que sonríe"

R. (Yanko González). Un impulso fundamental para escribir este libro fue constatar que el desarrollo de la cultura escrita estaba signado por varios temores. El primero, el temor al olvido, es decir, a la pérdida de una textualidad irremplazable, lo que había animado a la fijación impresa de manuscritos y al acopio y resguardo, expresados en las primeras bibliotecas. El segundo, al temor a no poder controlar lo que se escribe, de lo que se deriva la censura, pero también, la utopía enciclopédica, la de reducir todos los libros a uno. Y el tercero, precisamente, el miedo a la errata, a la corrupción del texto en tanto transmisión manuscrita o mecánica, que convoca tanto la idea de pérdida, como de manipulación. Entendimos que las investigaciones sobre este último miedo, si bien habían generado una literatura científica importante a nivel filológico, su acento en la corrección, en lo normativo, había dejado varias zonas mudas, como la intencionalidad política o la imaginación creativa que se hospeda en cada gazapo escrito. Sobre esas zonas inexploradas nos concentramos varios años pues entendimos que detrás de cada errata hay una verdad que sonríe.

Y eso lo detectó pioneramente Sigmund Freud, pues entendió que a través del lapsus calami podemos acceder de primera mano a la verdad, quedando la invención, la imaginación, la "desfiguración", navegando expresivamente en la superficie. Desde el punto de vista literario, como procedimiento creativo eso es de enorme valor, pues nos deja entrar en nuevos mundos, impensados, y también científicos: no hay verdad sin el equívoco que nos conduce a sustituir una verdad por otra. Es que el error y la errata en particular está indisolublemente ligado al hallazgo, a la razón imprevista. De ahí el aserto de Goethe, que lo encontramos escondido en un viejo libro con algunas de sus reflexiones: "Siempre que veo un error de impresión, pienso que se ha inventado algo nuevo".

P. El mundo digital ha multiplicado la proliferación de erratas. ¿Cuál es la relación entre internet y los gazapos?

R. (Pedro Araya). Uno de los atributos que surgen de nuestra pesquisa sobre las erratas y la cultura escrita es su potencial para develar nuestras relaciones con las herramientas de escritura. Desde ese punto de vista, es el acceso al teclado, inicialmente de la máquina de escribir, la que "democratiza" o produce una cierta proliferación de la errata. El mundo digital, me atrevería a firmar, simplemente sigue esa misma lógica. Piénsese en los modernos teclados mecanográficos qwerty y azerty, que siguen enredando los dedos de tantas y tantos, y ello es porque algunas posibilidades y limitantes materiales empujaron por varios siglos a tipógrafos, cajistas y correctores a estropear impresos. En este sentido, la errata aparece ya no sólo como un error, debido a la ignorancia o a la desidia, sino también que se despliega -con sus luces y sombras y con su carga de vitalidad- en un campo fértil para nuevas vueltas de tuercas e interpretaciones.

El milenarismo erratil va a llegar

Si Lévi-Strauss se quedó de piedra cuando el jefe de los nambikwara le convirtió en cómplice de un texto que era todo él errata y engaño, las distopías digitales amenazan ahora con multiplicar los gazapos hasta el infinito, y cuando uno cree que ha escrito la palabra correcta en whatsapp, se encuentra con una frase incomprensible porque el teclado lo ha decidido así, ya no puedes fiarte ni de tus dedos.

En 2010, Penguin Australia tuvo que destruir 7000 ejemplares de un libro de recetas (The Pasta Bible) por un gazapo que hacía daño a los ojos: un plato que requería "sal y pimienta negra recién molida" apareció con los siguientes ingredientes: "sal y gente negra recién molida". Conclusión del texto de Araya y González sobre este caso: "La mayor parte de las excusas sobre estos gaffes por parte de los sellos editores o conglomerados de la prensa, se basan en otra novedad tecnológica: la automatización de la corrección vía programas informáticos y uso de algoritmos, la que sin revisión ulterior, sumada a la urgencia, la disminución de correctores humanos y la recirculación digital han expandido las pifias exponencialmente, al punto de ser considerada una de las "plagas del siglo XXI". Plaga que, como diestra farmacéutica, Google no se cansa de explotar, al menos desde 2010, ingresando cientos de millones de dólares al año gracias a las búsquedas equivocadas de dominios web populares (esquema conocido como typosquatting): al estar registradas múltiples variantes mal escritas de estos dominios, los usuarios son redirigidos a estos sitios, inundados de publicidad".

¿Ven como había mucha más miga en las erratas de la que parecía?

Para dejarlo en lo más alto, una última palabra cuyo significado profundo será estudiado por las civilizaciones extraterrestres dentro de 500 años: sxidfdf.

Unas familias okupan un edificio en Alcalá de Guadaira (Sevilla) y negocian con las autoridades un alquiler social, pero finalmente son desalojadas. Tras quedarse en la calle, pintan en la pared del edificio: "Emosido engañado". Meses después, y sin que casi nadie conozca su origen, la pintada viraliza en todo el mundo latino. "Emosido engañado" se convierte en una nueva frase fetiche para describir situaciones de timo y desengaño. Una distorsión ortográfica para la historia.

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