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Ábalos, Sánchez y la corrosiva vuelta del PSOE del carajillo y los pijos en apuros
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Carlos Prieto

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Ábalos, Sánchez y la corrosiva vuelta del PSOE del carajillo y los pijos en apuros

El regreso de los dos tipos costumbristas (el comisionista torrentiano y la 'beautiful people') que marcaron la decadencia del felipismo. Pronóstico reservado

Foto: Ábalos, Gómez y Sánchez celebrando una victoria. (EFE)
Ábalos, Gómez y Sánchez celebrando una victoria. (EFE)
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Hay un camino de baldosas amarillas que lleva del "rockeros, el que no esté colocado, que se coloque, ¡y al loro!" (Enrique Tierno Galván, 1984, concierto en el Palacio de los Deportes), al "me encanta el meme más sabe el perro sanxe por perro que por sanxe" (Pedro Sánchez, 2023, pódcast La Pija y la Quinqui). Son los hitos del PSOE cool.

El PSOE ochentero estaba tan a tope con la chavalada que, en 1986, organizó un tren de la Movida entre Madrid y Vigo para hermanar ambas escenas musicales en unas jornadas culturales. Un tren nocturno con barra libre en el que Joaquín Leguina, presidente de la Comunidad de Madrid, alternó con Alaska, Ouka Lele, Gabinete Caligari, Fabio MacNamara y Los Nikis. O "la Movida promovida por el ayuntamiento" a la que cantaron Los Refrescos. Llegados a Vigo a la mañana siguiente, algunos en mejor estado que otros, la comitiva fue recibida por Manuel Soto, alcalde de Vigo, con un traje blanco de Adolfo Domínguez, modisto gallego que vestía entonces al Don Johnson de Miami Vice. Apoteosis de lo molón, en efecto, aunque el tren acabó descarrilando: durante una comida en Vigo, Fabio MacNamara arrojó una botella que impactó en la cabeza de una funcionaria. Era el 20 de septiembre de 1986 y el PSOE enrollado había tocado techo.

Las dos Españas

El abrazo institucional no fue un signo del esplendor de la Movida, sino de decadencia. Según avanzaba la segunda legislatura de Felipe González, el personaje costumbrista tipo del PSOE pasó del alcalde que llamaba al colocón o vestía de diseño, a dos tipos estéticamente antagónicos pero picarescamente complementarios: el yupi de la beautiful people y el comisionista asilvestrado Varón Dandy.

El primer tipo, la gente guapa del PSOE friendly business, se vino arriba cuando Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda, dijo (1988) que España era "el país donde era más fácil hacerse rico en menos tiempo". Por esa pasarela circularon Manuel Rubio, gobernador del Banco de España caído en desgracia, Javier de la Rosa, Miguel Boyer o Manuel de Prado y Colón de Carvajal. Negocios mañaneros en Castellana, comidas en Mayte Commodore y copas nocturnas en Mau Mau. Del escándalo Chávarri-Cortina-Koplowitz a la corrupción de alto standing de Ibercorp.

Sobre la beautiful people escribió Umbral: "La España socialista, la España que ha hecho González, el Madrid que han hecho entre los ciegos y los árabes, entre los 'sponsors' del crimen y los intermediarios del Golfo, es hoy la España persa, el Madrid 'dioríssimo'… Todo a la luz de la cocaína de un resplandor nocturno que ha bruñido a la nueva clase, fenicia y 'dioríssima', que constituye lo que yo he llamado el socialfelipismo".

Una de las primeras batallas internas del Gobierno socialista, fue el pulso entre el primer ministro de Economía, Miguel Boyer, y el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. El choque retórico entre los descamisados y los encorbatados, entre el PSOE social y el PSOE neoliberal, acabó con la salida de Boyer del Gobierno. Guerra se relamió luego (¡os lo dije!) cuando Boyer acabó viviendo con Isabel Preysler en una mansión con más cuartos de baño que la sede de Roca, Villa Meona, cumbre estética de la beautiful people como meme. Pero Guerra iba a comer pronto de su propia medicina…

Sánchez lo puede aguantar todo, hasta una amnistía al independentismo catalán, pero no un doble giro a los noventa

Declarada la división de poderes en el PSOE (González se encargaba del Gobierno y Guerra del partido), las tipologías vivales también se repartieron: el felipismo, la beautiful people; el guerrismo, el comisionismo Varón Dandy. La transversalidad del partido Estado también era eso.

A principios de los noventa, la aparición de Juan Guerra, hermanísimo con despacho en la Delegación del Gobierno en Sevilla dedicado a la intermediación frescales, acabó con Alfonso Guerra dimitiendo de la vicepresidencia del Gobierno. El granujismo de andar por casa de Juan Guerra ejerció de vanguardia de una nueva estética corrupta, al situar el tráfico de influencias en una planta más barrial que la del pijerío de la beautiful people, del pelotazo de altos vuelos a la paguita para mis vicios, de Dior al carajillo, el palillo en la boca y la camisa abierta, con personajes patibularios como el comisario Amedo, que en los noventa fue contando los GAL por los platós a cambio de euros, o Luis Roldán, jefe de la Guardia Civil, fugado tras gastar el dinero de la Benemérita en fiestas con lunis y nieve que quema.

Un icono en problemas

Llegados a 2024, nos encontramos al Gobierno Sánchez agitado por el revival del PSOE del comisionismo arrabalero, caso Ábalos/Koldo, que está dejando escenas inolvidables, como la cuenta de Bizum de un escolta de Ábalos (hermano de otro gran comisionista del caso, Víctor de Aldama, del que ahora hablaremos) con conceptos como "la puta del otro día" o "mamadas" (consejo de amigo a los usuarios de Bizum: nadie obliga a contar la verdadera naturaleza del asunto antes de hacer la transferencia. No hace falta ser tan desahogado. De nada).

Si el tren de la Movida ochentera descarriló al llegar a Vigo, fue gritar Inés Hernand a Sánchez en los Goya "eres un icono presi, te queremos" y abrirse en canal el PSOE cool. Como esa carroza que a las 12 se convierte en calabaza, el PSOE molón es, de pronto, el PSOE del comisionismo torrentiano que reparte cargos en una marisquería y lo celebra con congas en el lupanar más cercano.

Para colmo, una nueva beautiful people de financieros pijos en apuros arrimados al poder también está asomando la patita. El controvertido rescate millonario a Air Europa, en el que enredaron los mismos comisionistas del caso Koldo/Ábalos, está dejando secuencias inquietantes, como la de Javier Hidalgo, financiero canallita favorito del cuore, reunido con Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, en medio del fregado.

Foto: El empresario Víctor de Aldama, detenido en la 'operación Delorme', que salpica al exministro José Luis Ábalos. (EFE)

Pero el hombre clave de la glamurización del caso es el empresario Víctor de Aldama. Lo mismo le vendía mascarillas al ministerio de Transportes, cobraba como fontanero de Air Europa, presidía el Zamora... ¡Y aún tenía tiempo para organizarle los cumpleaños a Ábalos en su restaurante! Aldama conducía dos Ferrari y un Porsche, entre otros vehículos de alta gama comprados tras el pelotazo de las mascarillas. Era el Señor Lobo que lo hacía todo en España. Allá donde se movía dinero público, estaba él, auténtico entusiasta del ministerio de Ábalos. Glamour empresarial entre comisionistas de carajillo. Una nueva beautiful,

De Aldama es amigo, en definitiva, del alto tren de vida. "Días antes de tener que ir a declarar a la Audiencia Nacional, De Aldama disfrutó de una buena comida en El Filandón, uno de los mejores restaurantes de Madrid... situado cerca de El Pardo, habitual de futbolistas del Real Madrid y el Atleti, así como de políticos y empresarios, donde acudió con uno de sus últimos coches de alta gama, que llamó la atención del resto de asistentes por el ruido del motor. "Cómo este tengo veinte", le dijo a unos de los responsables del lugar", contó este periódico.

Foto: Autorretrato. (Pedro Vera)

Llegado al poder tras una moción de censura a Rajoy por la corrupción del PP, Sánchez lo puede aguantar todo, hasta una amnistía al independentismo catalán, pero no una doble vuelta a los noventa, con el PSOE Varón Dandy y el PSOE de la beautiful people peleándose por copar los titulares más locos.

El relato que mantenía al PSOE en el poder es el de "los corruptos son los otros" y el "somos el dique que frena a la España retrógrada de Vox". Suficiente para acumular votante progresista para el que la alternativa siempre sería peor. Pero si del escenario del choque ideológico saltamos al de la corrupción en cancha propia, el PSOE cool va a tragar mucha agua.

Que el affair Koldo/Ábalos es corrosivo, lo sabe bien el PP, que lleva muchos días dándole más importancia que a la amnistía, algo que solo parecía posible en caso de accidente nuclear.

¿Va a acabar el koldazo con el Gobierno? Probablemente no

Pero deberíamos controlar las pulsiones apocalípticas. Si comparar la situación actual con la caída del felipismo y su alucinante sucesión de escándalos sería exagerado, no lo es hacerlo con la prehistoria de la decadencia de González, cuando por las grietas del partido amigo de la Movida se empezaron a colar personajes turbietes —señores con tres botones abiertos de la camisa o traje de junta de accionistas— que aún eran solo secundarios histriónicos. Ese momento en el que la casa empieza a oler a quemado, pero los bomberos aún pueden salvarla.

El sanchismo, en definitiva, huele a chamusquina, no es un aroma aún imposible de borrar, pero limitarse a recordarle al PP que él olía peor cuando estaba en el Gobierno, solo hará que el ambiente se haga aún más irrespirable.

¿Va a acabar el koldazo con el Gobierno? Probablemente no. ¿Volveremos a mirar al PSOE cool con los mismos ojitos? Seguramente no.

Hay un camino de baldosas amarillas que lleva del "rockeros, el que no esté colocado, que se coloque, ¡y al loro!" (Enrique Tierno Galván, 1984, concierto en el Palacio de los Deportes), al "me encanta el meme más sabe el perro sanxe por perro que por sanxe" (Pedro Sánchez, 2023, pódcast La Pija y la Quinqui). Son los hitos del PSOE cool.

Pedro Sánchez
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