Esos años del siglo XX en los que la arquitectura vivió una revolución que lo cambió todo

Entre 1918 y 1939, en el periodo que va entre el fin de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la Segunda, la arquitectura vivió un momento único y absolutamente efervescente. El lenguaje arquitectónico experimentó en esos años un cambio radical de la mano de Walter Gropius y su Bauhaus, de Mies van der Rohe, de Le Corbusier, de corrientes aledañas…

"Ese primer cuarto del siglo XX fue tan importante y revolucionario como el siglo XV, cuando se tiró por tierra el gótico y surgió el Renacimiento. En el periodo de entreguerras nació una nueva visión del mundo y se acuñó un lenguaje nuevo", en palabras de Rafael Moneo. "Se produjo un cambio abismal en la arquitectura, que pasó de ser la arquitectura de la representación del poder a ser una arquitectura para todos, incluso en los edificios públicos", sentencia Ángela García de Paredes. "La Bauhaus cambió la forma de vivir, cambió los objetos de nuestra cotidianeidad. Muchas cosas con las que vivimos ahora y nos parecen normales fueron creadas en los talleres de Bauhaus", explica Manuel Blanco.

A eso, a la arquitectura en el periodo de entreguerras, estuvo consagrada la tercera cita del ciclo de conferencias que Arquia Banca y El Confidencial están dedicando a analizar las corrientes que convirtieron los felices y desgraciados años veinte en una etapa de tanta creatividad como desgarro. La reflexión corrió a cargo de los arquitectos Rafael Moneo, Manuel Blanco y Ángela García de Paredes, moderados por el periodista Rubén Amón, y tuvo como testigo al numeroso público que abarrotaba la magnífica sala de Arquia Banca.

Todo comenzó en Viena. Antes incluso de que Walter Gropius, padre de la Bauhaus, fundara en Weimar su famosa escuela. Antes de que estuviera casado entre 1915 y 1920 con Alma Mahler, viuda del famoso compositor y compositora también ella misma, así como pianista, escritora, pintora y la reina indiscutible de todos los salones intelectuales y artísticos de Viena. En Viena nació el psicoanálisis, y esa transformación se dejó sentir profundamente en todos los campos. "La modernidad arranca a finales del siglo XIX, cuando la cultura occidental repiensa la importancia del individuo", señalaba Moneo.

Esa concepción rompedora que situaba en el centro al ser humano dejó una marca profunda en la arquitectura, creó de hecho una nueva arquitectura, un nuevo mundo formal. "Ese espíritu nuevo produjo lo que se estaba demandando: que el mundo se construyera de otra manera y con nuevos materiales", destacaba Moneo. "Al final, la Bauhaus es la teoría para la construcción de una ciudad moderna, una ciudad diferente", aseguraba Manuel Blanco.

No hay duda alguna de que la Bauhaus fue la gran catalizadora de todos esos cambios. No se puede escribir la historia del siglo XX sin destacar el papel primordial que en ese sentido jugaron arquitectos como Gropius o Le Corbusier. "Aunque lo mejor que hizo Gropius fue dar con el nombre de Bauhaus, una de las marcas que mejor se han vendido de la historia. Gropius era alguien que olía perfectamente por dónde venía el aire y que fue capaz de hacer que confluyeran dos grupos, uno más libre y otro más duro, uno liderado por van der Rohe y el otro por el propio Gropius y Bruno Taut", subrayaba Manuel Blanco.

En realidad, y según destacaba el director de la Escuela de Arquitectura de Madrid, la Bauhaus fue un movimiento inicialmente bastante minoritario. Algo que cuesta creer en vista de la enorme dimensión que acabaría teniendo. "La Bauhaus en realidad fue una secta formada por 150 estudiantes que vivían juntos y hacían todo juntos", enfatizaba Blanco.

Pero aunque la Bauhaus llevó a la arquitectura por nuevos derroteros, no dejó de lado la tradición, como destacaba Ángela García de Paredes. Al revés: integró la tradición, pero lo hizo a través de un lenguaje nuevo. Algo que se percibe con especial relieve en España a través de los paradores nacionales, que aúnan tradición y modernidad.

Pero las vanguardias arquitectónicas que surgieron en el periodo de entreguerras también fueron combatidas con fiereza. El nazismo, conocido por su lucha contra el arte moderno al considerarlo degenerado, las persiguió sin descanso y apoyó un tipo de arquitectura contraria a la de las vanguardias. ¿Quiere un ejemplo? El proyecto de Casa del Pueblo que realizó Albert Speer, el arquitecto preferido de Hitler y quien acabaría siendo ministro de Armamento y Producción de Guerra de la Alemania nazi durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial. Inspirándose en el Panteón de Roma, Speer proyectó una gigantesca Volkshalle (sala del pueblo) con capacidad para entre 150.000 y 180.000 personas, un equivalente a la Basílica de San Pedro pero para rendir culto al nazismo. Por suerte no llegó a construirse, pero la imagen de ese proyecto megalómano sirvió para cerrar la charla y recordar el peligro que entraña negar al individuo en nombre de la masa.

El próximo encuentro será el 20 de mayo, sobre tauromaquia. Para más información sobre el ciclo, haga clic aquí.