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El otro lado de Lope de Vega, el amante al que el Kamasutra se le quedaba corto
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vivencias en el siglo de oro

El otro lado de Lope de Vega, el amante al que el Kamasutra se le quedaba corto

Valiente, ducho en lenguas y aclamado al igual por la aristocracia y las clases pobres, el fénix de los ingenios tuvo una vida tan excelsa como su obra

Foto: Retrato de Lope de Vega.
Retrato de Lope de Vega.

"Si decides pelear por venganza, cava dos tumbas".

–Tao

A pesar de ser probablemente el autor más prolífico de la literatura española y de que su acerada, temperamental e ingeniosa pluma, factoría de metralla literaria a discreción siempre a pleno rendimiento durante su inusualmente longeva vida, pólvora de alto octanaje, verbo inflamado, catapultado a la fama en medio del éxtasis conquistador y de la expansión del imperio hacia los cuatro puntos cardinales; el autor de 'El perro del hortelano', 'Fuenteovejuna', la famosa epopeya sobre 'La Dragontea' y otras obras de estratosférica y esmerada confección, nunca sería admitido entre la élite de aquella España gigantesca y convulsa por su vida licenciosa según la moral de la época.

Hombre de una complejidad extraordinaria, orador nato, con más aristas que un círculo antes de rozar la perfección de su clausura geométrica, respondía a la excelencia y magia de la literatura gracias a su casi patológica capacidad de trabajo. Su obsesiva y absorbente entrega a las tareas nacidas de una tinta pródiga en creatividad y fantasía desatada, lo llevaron a escribir de forma casi enfermiza a cualquier hora del día, en la cama, tabernas e incluso a caballo en los tercios, que ya es pasarse.

Cabe la posibilidad de que haya sido uno de los literatos españoles más zarandeado por los tópicos; tópicos que han condenado a esta colosal figura de las letras a pastar en lugares groseros embarrando su grandeza con anécdotas propias de diretes de corrala. Uno de los infundios más divulgados por la envidia o ese adeneico síndrome de Procusto tan español fue el de acusarle de tener “negros” o lo que es lo mismo, discípulos que escribían por él. Error craso, pues su correspondencia epistolar parecía más la rotativa de un diario de gran tirada que la que pudiera dejar el rastro de evidencias de una grafología no coincidente.

Una personalidad compleja y dual

La criatura, con cinco precoces años hablaba en castellano y latín con soltura mientras cazaba conejos con tirachinas en la actual Dehesa de la Villa madrileña. Mas no contento con eso, y rizando el rizo, a los diecisiete años recién cumplidos y después de que le echaran de la Universidad de Alcalá por “bajo rendimiento” y por su esmerada afición a las faldas, aburrido de hacer de escribano para los emperifollados engolados de la rancia aristocracia de aquel tiempo, toma las de Villadiego y se alista en la flota del ilustre Álvaro de Bazán, aquel enorme marino que aplicó una de las más severas derrotas al cruel y cobarde pirata (muchos hechos lo avalan), hoy héroe nacional inglés, Francis Drake, hijo de aquella saga genealógica que vino de muy al norte procedente de las brumas escandinavas y que arrasó, asoló y arrampló hacia el siglo IX Northumbria y Yorkshire en el norte; y que fue posterior padre ideológico del comportamiento de esa nación ausente del continente y que los mapas incluyen en Europa.

De familia de clase media (artesanos ambos progenitores), el escritor tuvo como objetivo de juventud ser cronista real; pero la impenetrable cortina de poder instalada en la tramoya social de la España de la dinastía Habsburgo no permitía a un miembro del populacho tocar cumbres más altas. De carácter abierto y sociable, el venerable Lope de Vega era asimismo un eremita que se aislaba en las profundidades del bosque abulense para estar consigo mismo y explorar su atormentada personalidad, ya sea instalado en la contemplación o en la mismísima meditación.

Este imponente dramaturgo y poeta (escribió más de tres mil sonetos), aclamado igual por los mendigos así como por la aristocracia que lo admiraba a la vez que lo mantenía a distancia por su hedónica forma de vivir en una España ahogada en la agria sustancia del corsé religioso, tenía más demanda de la que podía cubrir. Los empresarios teatrales del nuevo Madrid capitalino se lo rifaban ya no solo por el éxito seguro de sus obras –podía escribir una comedia por semana y sin despeinarse–, sino que además colgaba el cartel de aforo completo en las corralas de la Corte y Villa. El triunfo nunca se le resistió a este genio de la literatura universal. No hay que olvidar que la primera obra representada de un autor extranjero en el insigne (y ya fenecido por incendio) The Globe Theatre, renovado en 1997 y sancta sanctorum 'untouchable' de otro ilustre de las letras, William Shakespeare; fue ni más ni menos que la obra de Lope de Vega, el Castigo sin Venganza.

Al contrario que otros, tuvo suerte y fama en vida, y tanto las clases bajas como la aristocracia admiraban su pluma

Era tal el prestigio que arrastraba, que si alguien concluía con la frase "lo dijo Lope", el tema –el que fuera que se estuviera tratando– quedaba zanjado. Era el abracadabra de cualquiera que deseara exorcizar difusos complejos apelando al inapelable sello de calidad del incuestionable talento de este gigante universal de las letras. Era un flautista de Hamelín en versión cañí.

Un rompecorazones

Amancebado con innumerables amantes, y probablemente con más una quincena larga de hijos reconocidos (veintena según autores) de dos matrimonios con sendas esposas muertas por trágicas enfermedades y muchos hijos enterrados prematuramente, Lope de Vega pudo ser un digno ejemplar de la proverbial resistencia humana ante las adversidades que tan a menudo se manifiestan en este orfanato ambulante y perdido en medio del cosmos.

Foto: 'La batalla de Glembloux' de Frans Hogenberg.

Elena Osorio le licuó el corazón antes de pasárselo por el pasapuré, esto es, antes de entablar una relación con Francisco Perrenot Granvela, aristócrata de alcurnia y sobrino que medraba en las periferias del poderoso cardenal Granvela. En 'La Dorotea' se hace el “Sepuku” o Hara Kiri en la aceptación del desamor de aquella pasión llevada por las resacas de la vida y el infortunio de la lotería asimétrica. Curado a base de rociarse el corazón con hielo ácido descubre a la muy femenina y seductora nata, no profesional pero sí con muchas tablas, Isabel de Alderete y Urbina e hinca la rodilla en matrimonio concertado tras un rapto de película. La aniquiladora oposición de la familia de la celeste criatura lo empuja a embarcarse en la Felicísima Armada que pretende invadir Inglaterra. Pero como todos sabemos hoy, Drake hunde tres embarcaciones y treinta se pierden a las puertas de un infierno oceánico en la peor ciclogénesis del siglo. Pero Lope vuelve, es inmortal e incombustible.

En el invierno del año 1588 rapta de nuevo a Isabel de Urbina y se la lleva a Valencia para eternizar su pasión e inspiración por aquella fémina de arrebatador carácter y formas endiabladamente endemoniadas. Es ahí, donde estallan los moldes del teatro clásico y desobedece la unidad de acción al narrar dos historias simultáneamente en la misma obra, o lo que se ha dado en llamar embrollo italiano. En otoño del 1594 Isabel de Urbina, su alma extracorpórea, su fuente de energía vital, su yo dimensionado, su única fuente de calor humano, muere en el puerperio probablemente por una higiene con aguas insalubres y consiguiente infección por sepsis.

Su fértil vida en lances estrambóticos fue siempre una formidable fuente de inspiración para su inmensa y brillante obra

Más tarde, aparecen Micaela de Luján, Jerónima de Burgos, María de Aragón, que entre todas le mantiene el corazón a la par que le vacían los bolsillos. Lope de Vega, con una voluntad poco común que le honra, trabajó, él sí, como un negro, proyectándose torrencialmente sobre sus creaciones. Pleiteó denodadamente para conseguir sus derechos de autor sobre aquellos que imprimían sus comedias sin su permiso, hasta que finalmente conseguiría el derecho a la corrección de sus propias obras.

Su adolescencia tardía y juventud temprana –hormonalmente hablando–, estuvieron determinadas en gran medida por su enorme abanico de peripecias vitales y una vida amorosa tan intensa y desbocada que dejaría al Kama Gita, el Kama Sutra o al Hombre Multiorgásmico como anecdóticos libros de parvulario. Centenares de camas con dosel o sin él, con baldaquino o a ras de suelo, en la eras o pajares, bajo la arboleda de la Casa de Campo madrileña u oculto en algún recodo del Manzanares, le depararían grandes placeres a la par que potentes disgustos en forma de cárcel, destierros y castigos varios. Su fértil vida en lances estrambóticos (tenía una colección de huesos rotos importante por practicar “balconing” a la fuga sorprendido in fraganti por agraviados cónyuges cornudos), fue siempre una formidable fuente de inspiración para su inmensa y brillante obra, obviamente, tras el consiguiente susto y convalecencia.

Luchó para conseguir derechos de autor sobre aquellos que imprimían sus comedias sin permiso

Sin embargo, su pasión por las mujeres, fue de la mano, durante su tránsito por las canas, imbricada con una fuerte espiritualidad no correspondida por la anhelada atención que reclamaba del Altísimo, el cual como es obvio le daba largas, ora por las interminables siestas eónicas del creador, ora por la falta de transparencia de sus buenas intenciones, pues el arrepentimiento no figuraba en la rúbrica del solicitante que era un “pieza” de armas tomar.

En 1614, ya tenía cincuenta y dos años y su segunda mujer, Juana Guardo, abandona este mundo probablemente tras una septicemia inatacable para la medicina del momento. La crisis es profunda y demoledora para este creador de fertilidad manifiesta, tanto en el sentido literal como en el horizontal. Pero el hecho de tonsurarse la coronilla no le aleja de los catres, su sustancia vital y fuente inagotable de alegrías, manteniendo efervescentes y picantes relaciones con un variado catálogo de esas criaturas que ha tenido a bien proporcionarnos la naturaleza para ahuyentar las sombras de la vida y hacerla más transitable. Entonces, aparece Marta de Nevares que le lee la cartilla; una exótica belleza morena que lo deja en estado catatónico, de pronóstico reservado y con respiración asistida.

placeholder 'El ministerio del tiempo' representa las trifulcas entre Lope y Cervantes.
'El ministerio del tiempo' representa las trifulcas entre Lope y Cervantes.

La enorme lista de obras de altura incomparable, 'El caballero de Olmedo', 'El perro del hortelano', 'Fuenteovejuna', la famosísima 'La Dragontea' (732 octavas derramadas en 5856 versos que narra las correrías del pirata Francis Drake en tierras americanas y su muerte a manos del general Alonso de Sotomayor), 'La dama boba', 'La noche toledana', 'La Arcadia', etc. hablan claramente de temas actuales con una fuerza expresiva incontestable. El sentido del honor, el ideal de la justicia, el amor pasional, las criticas descarnadas al poder (en la España de hoy se habría doctorado cum laude) son una constante que fluye desde su pluma de inagotable sabiduría y elevada interpretación de la condición humana y sus zonas erróneas, dando un magisterio de su obra y carácter universal de la misma.

Siempre tuvo al público en el bolsillo y el fervor popular era el antídoto contra el clasismo radical que imperaba en la corte, esa era la justicia de la gente pequeña, la justicia del corazón. A una edad inusual en la que la gerontocracia la configuraban los que habían sobrevivido a las guerras que la Monarquía Hispánica mantenía en cinco frentes diferentes –la media en la mortalidad no superaba los cincuenta años de vida con suerte– y la carencia de hombres en sectores claves de la producción como en el agro brillaba por su ausencia, Lope de Vega era recibido en loor de multitudes allá donde fuera.

La muerte del genio

Tras atravesar a pelo los reinados de tres reyes, un buen día va y se muere. Su cortejo fúnebre bloqueado y frenado constantemente por la multitud acumulada al paso del genio, se fue deslizando silenciosamente en medio de aquel tumulto entristecido por la propia perdida de su alma común, desde la actual Plaza de Santa Ana hasta la linde de las afueras, radicada en lo que hoy es la Plaza de Neptuno. Las pobres gentes de Madrid, castigadas por el desprecio e indiferencia secular de sus gobernantes y la falta de atención social, solo atendida por la siempre denostada Iglesia con la Sopa Boba -un parche para evitar un golpe de estado de los desheredados-, desde la primera fila pretendían tocar -y tocaban-, el féretro del héroe caído ante la fúnebre hoz con un llanto impresionante que embargaba emocionalmente a la propia audiencia por la sinceridad del dolor que expresaba aquella gente a la que un día alguien prestó atención en su desazón y abandono, en una peculiar simbiosis ante quien consiguió hermanar la habitual resignación de los perdedores. En el actual Barrio de las Letras (próximo a la actual Cámara de Diputados de España), sus honras fúnebres en 1635 serían sin duda alguna uno de los acontecimientos de más grande convocatoria del reinado de Felipe IV, rozando literalmente la apoteosis. Las calles por las que transitaban los restos de aquel genio estaban embarazadas pariendo un quebrado llanto en un parto catárquico.

Amargado, pide a un Dios distante algo de consuelo que se le deniega una y otra vez

El último de sus poemarios “Las rimas humanas y divinas”, publicadas en 1634, indican que Lope de Vega ya estaba en fuera de juego; ya solo busca en su propio espejo la última verdad; tira de humor negro e ironía, ha perdido media docena de hijos en vida y a dos de sus mujeres más amadas; y la otra, Marta de Nevares, la que le acompañó en sus últimos años, se le ha vuelto loca y ciega probablemente por una diabetes muy avanzada. Amargado, pide a un Dios distante algo de consuelo que se le deniega una y otra vez; pero ese Dios - ficción humana es de una crueldad atroz con él. La escritura ya es solo un mero termostato liberador de dolor.

Lope de Vega murió el 27 de agosto de 1635 en un baño de multitudes en plenitud de un reconocimiento reconfortante ante tanta adversidad. Que el Altísimo en su ilocalizable lar del espacio sideral se apiade de él, si es que le queda algo de compasión por el género humano.

Con Lope de Vega nace el Siglo de Oro de las letras españolas, y el condenado vulgo a la ignorancia perpetua puede por fin acercarse a una cultura digna de tal nombre a través de la vasta obra de este genio imperecedero.

P.D. Mi agradecimiento al ilustre poeta Gonzalo Escarpa por sus sugerencias y datos de interés que me han permitido elaborar el presente artículo con más rigor.

"Si decides pelear por venganza, cava dos tumbas".

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