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De coaliciones, jefes de Gabinete, engaños y poder: tres meses de parálisis y un giro final
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LA TRASTIENDA DE LAS NEGOCIACIONES

De coaliciones, jefes de Gabinete, engaños y poder: tres meses de parálisis y un giro final

La euforia que invadió a la izquierda el 28-A se tornó en un juego oscuro de retrocesos, avances, reproches y medias palabras que llega a su recta final con la renuncia de Iglesias

Foto: Pedro Sánchez recibe en la Moncloa a Pablo Iglesias, el pasado 7 de mayo. (EFE)
Pedro Sánchez recibe en la Moncloa a Pablo Iglesias, el pasado 7 de mayo. (EFE)

Las filtraciones interesadas, el intercambio de declaraciones a través de los medios, la sobreactuación y, sobre todo, la creación de relatos para justificar ante la opinión pública las posiciones propias y atacar las del rival han convertido las negociaciones para la investidura entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en un teatro de sombras chinescas. Tras sus efectos ópticos, todo se reduce a cómo repartir el poder y las negociaciones han evolucionado así transfigurándose en distintos arreglos, pasando de la coalición dura que se planteaba en sus inicios, a la simple cooperación y finalmente a una coalición sin Iglesias, con sus correspondientes giros de guion, avances y retrocesos.

En la noche electoral de las elecciones generales del pasado 28 de abril se vaticinaba que la formación de un Ejecutivo progresista sería una tarea relativamente sencilla. Había voluntad y eso parecía ser suficiente. Optimismo moderado. Iglesias aseguraba que sus 42 diputados suponían "un resultado suficiente para cumplir el objetivo de frenar a la derecha y a la extrema derecha y construir un Gobierno progresista". Lo decía tras haber sido nueve meses socio prioritario de Sánchez en el Congreso y visitar la sala del Consejo de Ministros tras sellar en la Moncloa el pacto de Presupuestos: "Esto lo vamos a compartir pronto", afirmó mientras abría las puertas de la codiciada sala el jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo, a un estrecho colaborador del líder de Podemos.

Tras las elecciones, Iglesias aventuraba que las negociaciones serían largas y que se llevarían con discreción, con la paciencia y la seguridad que brindaba aquel "esto lo vamos a compartir pronto". Antes de realizar estas declaraciones públicas había hablado por teléfono con Sánchez, una llamada en la que lo felicitó por el resultado y ambos acordaron "reunirse en breve" y mantener distintas líneas de comunicación. Menos de una hora después, en Ferraz, los militantes allí congregados corean "¡con Rivera no!", a lo que un triunfal Sánchez les responde: “Creo que ha quedado bastante claro, ¿no?”. Y añade: "Desde nuestras ideas de izquierdas, queremos tender la mano a todas las formaciones políticas".

Iglesias responde a la primera oferta que quiere Asuntos Sociales, Hacienda, Cultura, Medio Ambiente y Memoria Histórica en el Gabinete


La primera reunión oficial entre los dos líderes políticos se produce el 7 de mayo, en el Palacio de la Moncloa. Empaque presidencial y pistas para los historiadores sobre que aquella reunión tenía un significado especial, al marcar el inicio del fin de los gobiernos monocolor. En esta cita se habla abiertamente de Ejecutivo de coalición, sin eufemismos, y Sánchez lanza su primera oferta a Iglesias: que su partido ostente los ministerios de Comercio, Juventud y Cultura, valorando también que la Presidencia del Congreso pueda quedar en manos de los morados.

Foto: (EFE)

Las áreas codiciadas

Una propuesta que estos ven a la baja, de carteras con poco peso y sin ajustarse a la proporcionalidad del peso con el que cuenta Unidas Podemos en el Congreso. Iglesias responde con Asuntos Sociales, Hacienda, Cultura, Medio Ambiente y Memoria Histórica. Se habla de Cataluña e Iglesias ofrece garantías, prometiendo lealtad institucional y mostrándose dispuesto a plegarse a la línea que marque el presidente en este asunto. "Nos hemos dejado mucho por el camino", acabaría confesando una dirigente de las confluencias respecto a la escenificación de estas cesiones frente a sus bases, renuncia por escrito a un referéndum pactado en Cataluña sobre la independencia.

Las conversaciones se congelan por la campaña del 26-M y solo cuaja el pacto para la Mesa, en el que la presidencia recae finalmente en la socialista Batet

La cosa va en serio y se impone la máxima de la discreción para evitar rodeos en el camino. Solo los más estrechos colaboradores de los líderes saben del contenido real del encuentro, entre ellos los dirigentes de las confluencias de Unidas Podemos, que toman nota sobre la regla de la reserva. Se acuerda centrar las negociaciones en lo más urgente, el reparto de la Mesa del Congreso que se constituía poco más de dos semanas después, continuar cada uno con la campaña electoral de las municipales, autonómicas y europeas y aterrizar la discusión sobre la coalición tras estos comicios. Parece lo más operativo, pero para los morados conlleva un riesgo que se acabó pagando por exceso de confianza.

Las negociaciones, ya centradas en el reparto de la Mesa de la Cámara Baja, pasan a estar pilotadas por la portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, y la de Unidas Podemos, Irene Montero. El PSOE plantea que Podemos presida la Cámara si rebaja el listón en su demanda de ministerios. Se valora el nombre de Pablo Echenique como presidente del Congreso, pero acaba descartado. Finalmente se decide que el reparto sea de tres asientos para los socialistas y dos para los morados, con presidencia para Meritxell Batet. Las negociaciones de Gobierno vuelven al punto en que se habían quedado. La comunicación fluye y se dan muestras de confianza mutua. Guante blanco entre unos y otros durante la campaña electoral.

La noche electoral del 26-M todo comienza a cambiar. El viraje se materializa en los próximos días con un portazo al Gobierno de coalición. Iván Redondo toma todo el control de las negociaciones. Las vías de comunicación se reducen a dos únicos canales. El que mantienen Sánchez e Iglesias, y el de sus respectivos gurús, Redondo y Pablo Gentili, el jefe de gabinete de Iglesias, el asesor experto en peronismo fichado de Argentina y que lo moderó en los debates electorales. Antes asesoró a los presidentes de Brasil Lula da Silva y Dilma Rouseff. Con Iglesias en una posición débil por el fracaso del 26-M y Sánchez fortalecido, las negociaciones encallan al retirarse la oferta de cogobierno.

Foto: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, antes de su reunión en el Congreso este 11 de junio. (Inma Mesa | PSOE)

"Tú puedes echarnos, Pedro"

Antes de rebajar formalmente la oferta de ministerios a cargos en segundos niveles de la Administración se ponen sobre la mesa las diferencias en cuestiones de Estado, especialmente el problema del independentismo catalán, usándolo como prueba de las dificultades que entrañaría la convivencia en el Consejo de Ministros. "No puede haber dos gobiernos en uno". Los ministros en funciones y el PSOE cierran filas. Del "con Rivera, no" de la noche electoral ya se ha pasado al "con Iglesias, no".

En todo el curso de la negociación, ha pesado la desconfianza entre los líderes y sus profundas divergencias sobre la cuestión catalana

El líder de Podemos reitera su compromiso de lealtad. El PSOE señala su desconfianza sobre figuras claves de la confluencia catalana con un claro perfil soberanista: Jaume Asens, su portavoz, y Gerardo Pisarello, miembro de la Mesa del Congreso y que justo antes de las municipales votó a favor de no suspender a los diputados presos, lo que obligó al PSOE a sacar la medida con PP y Ciudadanos. Iglesias habla con los comunes y arranca un compromiso a Asens, que acaba renunciando a las posiciones tradicionales de su formación respecto al referéndum pactado para abrazar las posiciones del PSC: blindar las competencias previstas en el Estatut, además de "avanzar en el reconocimiento del carácter plurilingüe del Estado" y concretar "una agenda de diálogo y desjudicialización del conflicto".

No es suficiente para el PSOE: alega que se refieren a los políticos encarcelados como "presos políticos" y la Moncloa plantea que podrían reclamar un indulto si la sentencia del Tribunal Supremo es condenatoria y dura. Además, y sobre todo, que rechazarían la aplicación del 155 en caso de que fuese necesario. Entonces los partidos ofrecen pactar los desacuerdos y definir los puntos de fricción con el PSOE para aislarlos. Sigue sin haber garantías de domesticación, y así se lo trasladan miembros del Gobierno a Sánchez.

Máxima expectación ante el debate de investidura del próximo lunes

Tras ello, Iglesias vuelve con una nueva fórmula: si no se produjese la lealtad prometida, Sánchez tendría siempre una llave maestra, que sería romper el acuerdo y expulsar a los representantes de Podemos del Consejo de Ministros para seguir gobernando en solitario. "Cualquier excusa te vale para echarnos, Pedro", llegaron a exclamar desde la formación morada atónitos por el giro de 180 grados del presidente con el que no contaban.

Marketing comunicativo

En este contexto se produce la reunión entre Sánchez e Iglesias del 11 junio en el Congreso. Sin imagen presidencial. De la oferta de un Gobierno en solitario se pasa a uno "de cooperación". Marketing comunicativo. Los periodistas preguntan sobre el cambio conceptual. El PSOE señala que no se trata de un eufemismo, sino de un aparente vuelco en las negociaciones. Podemos intenta asociarlo como un sinónimo de Gabinete de coalición. Desde el PSOE se asegura que se trata de una cesión de los morados, que como durante los meses de legislatura transcurridos desde la moción de censura vuelven a ser socios prioritarios en el Parlamento, no dentro del Gobierno. Las negociaciones pasan a convertirse en el juego del Scattergories. La "cooperación" se refiere no a ministerios, sino a cargos en segundos niveles de la Administración, como le concreta el jefe del Ejecutivo en su primera reunión discreta en la Moncloa el 17 de junio.

En estos tres meses, han trascendido dos reuniones discretas en la Moncloa y otras tres públicas, la última de las cuales sentenció el desencuentro

La primera negativa del PSOE a una coalición integral y el protagonismo del jefe de Gabinete de Sánchez en las negociaciones las convierte en no negociaciones. Comienza la guerra por el relato y se allana el terreno para culpar al otro del bloqueo ante un hipotético desacuerdo. Las filtraciones se hacen protagonistas, al igual que el intercambio dialéctico a través de los medios. Todo se convierte en un teatro de sombras chinescas. El canal de comunicación entre Redondo y Gentili se rompe en medio de filtraciones a los medios, inoperatividad y falta de avances.

En medio de la parálisis, Sánchez llama a Pablo Casado en la Moncloa para requerirle de nuevo su abstención. Pincha en hueso. El líder del PP le reitera su voto contrario en su reunión del 24 de junio, que trasciende a las pocas horas. El presidente también lo intenta con Albert Rivera, pero el máximo responsable de Ciudadanos ni siquiera quiere sentarse otra vez con él.

Al día siguiente, 25, el jefe del Ejecutivo inaugura la línea de AVE Madrid-Granada y no se detiene ni un segundo con los periodistas. Acabado el acto en la ciudad andaluza, regresa rápidamente en su Falcon hasta Madrid. Tiene una nueva cita con Iglesias, de la que los medios tienen constancia antes de que se produzca. De nuevo, el encuentro es tormentoso: Sánchez mantiene su propuesta de Gobierno de cooperación —a la que añade una comisión de seguimiento, para vigilar el cumplimiento del pacto— e Iglesias, su coalición. Un comunicado final sanciona la crisis: Unidas Podemos, dice el PSOE, está dispuesto a votar en contra del candidato, así que este irá a la investidura con o sin los apoyos suficientes para poner en marcha el contador de dos meses antes de la disolución de las Cámaras y la convocatoria de elecciones. Los morados se quejan de que el presidente no es "claro" y "debe decidirse".

Foto: Pedro Sánchez, el pasado 2 de julio a su llegada al Consejo Europeo extraordinario en Bruselas. (Reuters)

Mensajes a través de los medios

A su vuelta de la cumbre del G-20 y en medio del extenuante Consejo Europeo en el que Sánchez se lleva como trofeo el ascenso de su ministro Josep Borrell a alto representante de la UE, fija el calendario. El 2 de julio charla con Batet y fija que el debate de investidura comenzará el lunes 22. La primera votación, la que marca la cuenta atrás de dos meses, será el 23 y la segunda, en la que ya solo hace falta mayoría simple, el jueves 25. Si hay urnas, se sacarán el 10 de noviembre.

El presidente va flexibilizando su oferta: de un Gobierno en solitario pasa al Ejecutivo de cooperación hasta saltar finalmente a la coalición

A partir de ese momento, Sánchez va flexibilizando su oferta. Primero, se abre —a través de una entrevista en Telecinco—, a incorporar a ministros independientes de la órbita de Podemos. Entonces ya habla a las claras de que las posiciones divergentes sobre Cataluña hacen inviable un Ejecutivo de coalición. Iglesias, sin embargo, no cede. Da así el siguiente paso: acude a su siguiente reunión, la última y otra vez en el Congreso, con la idea de un "Gabinete monocolor" y un documento, una "síntesis" del programa socialista del 28-A, con el que pretende acercar posturas y que para Unidas Podemos es casi una provocación porque ni siquiera recoge los acuerdos presupuestarios.

Pablo Iglesias da un paso atrás en sus exigencias para formar un Gobierno de coalición

Esa cita, la del 9 de julio, fracasa estrepitosamente. El PSOE no puede contener la ira y advierte a Iglesias de que no sueñe con septiembre porque no habrá una "segunda oportunidad" si naufraga la investidura en la primera intentona. Sánchez se sirve de otra entrevista, ahora en TVE, para adelantar que llamará otra vez a Iglesias para "rebobinar", arrancar la negociación desde el punto inicial y hablar primero de contenidos. La conversación se produce esa misma tarde. Casi una hora y mismo resultado, fracaso.

Para entonces, el presidente ha borrado otra de sus líneas rojas: ofrece un Gobierno de 'coalición blanda', con ministros de Unidas Podemos de perfil técnico. Planteamiento que Iglesias tacha en TVE —de nuevo los medios como pantalla— de "idiotez". Esa misma mañana, 12 de julio, el líder de la formación morada activa la consulta a los inscritos, para que elijan entre un Gobierno de coalición "sin vetos" o un Ejecutivo "diseñado únicamente por el PSOE". La maniobra irrita enormemente a Sánchez, que se toma el fin de semana para meditar su respuesta.

Foto: Pedro Sánchez, durante su entrevista con Antonio García Ferreras en 'Al rojo vivo', este 18 de julio. (Borja Puig de la Bellacasa | Moncloa)

La última línea roja

Tenía básicamente dos caminos: emplazar al diálogo o romper la baraja. Toma el segundo camino. Y brama. En la SER escupe a borbotones su ira contra Iglesias, por haber convocado una "consulta trucada" de la que no le previno, una "mascarada" que le servía para "justificar" su voto contrario a su investidura, como el de Vox, repetía. Considera todas las ofertas decaídas —incluida la de 'coalición blanda'— y niega, a la pregunta directa, que Iglesias le haya pedido ser vicepresidente, "de esa manera".

En la última semana, todo se acelera a golpe de titular: Sánchez e Iglesias se cruzan mensajes en los medios hasta la renuncia del líder morado

La acción de la trama y el relato avanzan abruptamente a golpe de titular, sin negociación mediante. Iglesias le responde en La Sexta: no se da por vencido y le reta a decirle a las claras que no lo quiere en el Ejecutivo. Sánchez, finalmente, se lo dice. 48 horas después. También en 'Al rojo vivo'. Simplifica su mensaje al máximo, en una pirueta vistosa pero arriesgada: el "principal escollo" para el acuerdo es Iglesias. Solo él. Él es el elefante. Y tiene que desaparecer, advierte.

Celaá sobre Irene Montero: Todos los escenarios están "abiertos"

La focalización de todas las tensiones en el jefe de Podemos tiene su cara B. Si Iglesias es el obstáculo, si el veto está ahí, entonces los dirigentes de la cúpula morada —Irene Montero, Pablo Echenique, Rafa Mayoral...— pueden entrar si están "cualificados" para el cargo. Una puerta que se entreabre casi en paralelo al resultado de la consulta, en la que un 70% de los inscritos avalan la opción apadrinada por la dirección.

Y entonces, el giro de guión que allana el camino. El vuelco sorpresivo y quizá definitivo. La renuncia, vía Twitter, de Iglesias. El elefante se evapora, pero no el problema para Sánchez. Ahora se ve prácticamente obligado a aceptar un Gobierno de coalición al uso, sin el líder. Una marcha que el jefe de los morados quiere cobrar cara. "Sin vetos" a su propuesta de nombres. El PSOE se toma su tiempo para responde y advierte de que el acuerdo puede llegar si no hay "imposiciones", porque es el presidente el que "decidirá su equipo", aunque "escuchará" las sugerencias de sus socios. En todo caso, primero quiere hablar de contenidos y luego del Ejecutivo, a la inversa que Podemos. Ahora sí llega el juego de verdad, y ya no valen máscaras.

Las filtraciones interesadas, el intercambio de declaraciones a través de los medios, la sobreactuación y, sobre todo, la creación de relatos para justificar ante la opinión pública las posiciones propias y atacar las del rival han convertido las negociaciones para la investidura entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en un teatro de sombras chinescas. Tras sus efectos ópticos, todo se reduce a cómo repartir el poder y las negociaciones han evolucionado así transfigurándose en distintos arreglos, pasando de la coalición dura que se planteaba en sus inicios, a la simple cooperación y finalmente a una coalición sin Iglesias, con sus correspondientes giros de guion, avances y retrocesos.

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