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El 'lobby' español de la industria militar no es como te lo imaginas: "Han sido años de penurias"
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julián garcía vargas, presidente de feindef

El 'lobby' español de la industria militar no es como te lo imaginas: "Han sido años de penurias"

La III edición de la Feria Internacional de Defensa y Seguridad (Feindef), el evento más importante para la industria militar en España, abre sus puertas entre el 17 y el 19 de mayo en Madrid

Foto: Julián García Vargas posa en su domicilio para EC. (S. B.)
Julián García Vargas posa en su domicilio para EC. (S. B.)

El lobby español de la industria militar no es como uno lo pudiera imaginar y Julián García Vargas está lejos de ser el señor de las armas patrio que pintan en películas y novelas. A sus 78 años, García Vargas preside con un discurso pragmático, didáctico y entusiasta la fundación que organiza la Feria Internacional de Defensa y Seguridad (Feindef), el evento más importante para la industria de defensa española. Antes, fue ministro de Sanidad y Consumo (1986-1991) y ministro de Defensa (1991-1995) en gobiernos de Felipe González. En ese último puesto, además de lidiar con la amenaza de ETA, recibía crecientes presiones para finiquitar el servicio militar obligatorio. Se resistió y trató de reformarlo porque creía que, en esa época y contexto, la mili tenía un valor para fomentar los vínculos de la ciudadanía con la defensa del Estado.

Vinculado desde entonces al sector de defensa, fue enviado especial de la Unión Europea en Bosnia para la supervisión de los acuerdos de Dayton y, años más tarde, presidente de la Asociación Española de las Empresas Tecnológicas de Defensa, Aeronáutica y Espacio (Tedae). En 2019, Tedae junto con a asociación de contratistas del sector Aesmide y el Ministerio de Defensa, lo propusieron para impulsar un punto de encuentro para los actores de la industria nacional y de escaparate para el mercado internacional. García Vargas nos recibe en su casa en el centro de Madrid, nos prepara café y se sienta a conversar largo y tendido sobre el estado de la industria de defensa española —"venimos de años de penurias"—, de las Fuerzas Armadas —"ojalá todas las instituciones hubieran evolucionado como las Fuerzas Armadas en democracia"— y de la tercera edición de Feindef —entre el 17 y el 19 de mayo en Madrid—, que contará con un récord de 40.000 m2 de exposición, 400 empresas participantes de 20 países y más de 25.000 visitantes.

PREGUNTA. Habrá mucha gente leyendo esta entrevista que se entere por primera vez de que hay una feria de la industria de defensa en España. ¿Para qué sirve una feria de estas características?

RESPUESTA. Esa feria nace hace cuatro años, en 2019. Es bienal, y esta es la tercera edición. Su propósito es exhibir la tecnología española en el campo de la defensa y la seguridad. Y los productos terminados en que se convierte esa tecnología, incidiendo en los aspectos de innovación. Está en la línea de otras grandes ferias internacionales en este terreno.

P. ¿Por qué en 2019? ¿Qué reflexión lleva a pensar que España necesita este tipo de evento?

R: Porque la industria alcanza una maduración notable y conviene impulsarla. Lo que no se enseña no se entiende y no se vende bien. Y aquí se trata de demostrar que poseemos una industria a la altura de otros países europeos y asiáticos.

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Foto: S. B.

P. ¿Y cuál es su papel como presidente?

R. Dirijo un equipo, no tan grande —somos seis personas— pero suficientes, para ayudar a las empresas españolas a que vengan y exhiban sus productos y a atraer exhibidores internacionales que complementen nuestra industria nacional. Intentar que se encuentren los dos y que hagan negocio juntos. La clave es generar el espacio para que se conozcan exhibidores, compradores y otros fabricantes. Por ejemplo, queremos que las startups de defensa conozcan a gente en las grandes empresas que están buscando talento y soluciones.

P. Lobby, en términos anglosajones. Aunque esa palabra en España tiene connotaciones negativas.

R. Pero es que es un lobby abierto. Es un lobby que al final se transforma en una demostración física de productos terminados o de tecnología en marcha.

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P. ¿Y qué veremos en esta tercera edición de mayo?

R. Vamos a hacer mucho hincapié en las startups, en pequeñas empresas de emprendedores en España, muy jóvenes, muy dinámicas, y que tienen algunas unas ideas muy innovadoras. Vamos a tratar de conseguir que se expliquen y expongan sus proyectos a grandes empresas españolas y extranjeras, y que puedan participar en los grandes proyectos europeos de defensa a través del Fondo Europeo de Defensa o los programas nacionales de otros países. Vamos a tener un pabellón dedicado a estos emprendimientos, el Espacio Innova for Def&Sec, en el que participan la UE, la OTAN y otros organismos.

P. ¿Les interesa a los jóvenes el sector?

R. Tenemos ingenieros francamente buenos en España, que están trabajando a veces en pequeños sistemas de comunicaciones o de ciberinteligencia o inteligencia artificial y que no se dan a conocer porque no tienen medios. Nosotros procuramos ponerlos en contacto a través de conferencias y de talleres de trabajo dentro de la feria con las grandes empresas nacionales como Indra, Navantia o Tecnobit, pero también con las que vengan de fuera.

P. Las ferias de armas también tienen una imagen complicada en el imaginario colectivo, influenciado por películas y libros. No tiene pinta usted de señor de las armas.

R. Yo no estoy vinculado a ninguna empresa. Yo dependo del Ministerio de Defensa y de Tedae y Aesmide, dos asociaciones que engloban a la industria española y que son las que me han propuesto para esta responsabilidad.

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P. Igualmente, las armas y el sector defensa no son lo más fácil de explicar a la opinión pública. Es difícil vender la necesidad de invertir más en armas con tantas otras carencias. Nuestra cultura de paz invisibilizó durante años riesgos como el que se ha materializado en Ucrania. ¿Cómo se enfrenta a este desafío?

R. Básicamente, demostrando que la industria de defensa es tecnología. Tecnología que, en la mayoría de los casos, es dual. En esto, los americanos son verdaderos maestros y los franceses también. Porque convierten las grandes patentes de los productos de defensa en productos terminados para el mundo civil, para las comunicaciones, transmisiones, transporte… Para mil aplicaciones. Y eso es fácil de vender. Sin tecnología propia, es muy difícil tener una industria potente en el campo civil y militar simultáneamente. Por supuesto que el objetivo principal es convertirlo en productos de seguridad, pero eso es fácil ahora de vender. Precisamente estamos en una situación en la que se está demostrando que sin tecnología militar poco te puedes hacer respetar como país, y poco puedes participar para la defensa de países aliados agredidos, como es el caso de Ucrania.

P. ¿Y cómo está nuestro tejido industrial de defensa?

R. En ventas, actualmente supone 6.600 millones de euros al año. A destacar que la gran mayoría van dirigidas al exterior. Las exportaciones son de 5.300 millones y los consumos nacionales, 1.300 millones. Y la balanza comercial es positiva, porque exportamos unos 5.300 millones e importamos 2.300 millones. Y en empleos directos supone unos 55.000 puestos de trabajo y más de 438.000 indirectos. Además, la productividad media del sector defensa es de 128.000 euros por empleado, superior a la media de la industria.

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Foto: S. B.

P. Pese al auge de la demanda por la guerra y las previsiones de bonanza en el sector, las grandes contratistas estadounidenses están teniendo problemas para traducirlo en beneficios debido a problemas en la cadena de suministro, escasez de materias primas, encarecimiento de la energía y falta de mano de obra. ¿Afecta esto también a la industria española?

P. De momento no hay problemas en ese terreno. Pero en largo plazo, por haber el suministro de materiales críticos como los chips. Es una industria muy compleja que exige tecnología y materiales muy sofisticados, mano de obra muy experimentada y una capacidad de producción que a veces no es fácil de incrementar. Y eso, como venimos de una época relativamente pacífica, es muy difícil de modificar. Lo estamos viendo con la munición, fabricar nuevos proyectiles de artillería no es nada sencillo. Nos faltan los materiales, la materia prima, nos falta la mano de obra, la maquinaria. Es muy difícil suplir eso. ¿Durante cuánto tiempo vamos a tener que hacer ese esfuerzo por la guerra? No lo sé. Por ejemplo, Santa Bárbara es capaz de producir más munición ni artillería. Pero necesita también un poco de tiempo para poner en marcha nuevas líneas de producción.

P. Muchas empresas dudan si hacer estas inversiones, porque levantar la capacidad de producción es costoso y tienen temor a no rentabilizar las inversiones si hay un cambio en el panorama geopolítico.

R. Ese esfuerzo tiene que descansar más sobre los gobiernos que sobre las industrias. Las empresas atienden las necesidades que les trasladan los gobiernos y las fuerzas armadas. Luego el riesgo lo tienen que asumir con una cierta garantía de que no van a ver sus esfuerzos convertidos en baldíos. Para eso tiene que haber unas Fuerzas Armadas y un Ministerio de Defensa capaces de hacer programación plurianual y suavizar, si llega la paz, para que la bajada no sea brusca. Para eso están los almacenes militares, porque lo que se trata es de estar preparado para cualquier eventualidad o imprevisto, dentro de una cierta lógica.

Foto: Pedro Sánchez, en el Parlamento de Ucrania. (EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)

P. En teoría, la industria española debería estar bastante confiada por el compromiso español de llegar al 2% del PIB a inversiones en defensa. Si se cumple, esto, supondría un impulso considerable durante muchos años.

R. Queda mucho por hacer. Este año estamos en el 1,2% y venimos del 1,02% en el año 2021. Fíjese si nos queda todavía hasta el 2%. Yo no sé si llegaremos a ese 2% en el 2030, pero deberíamos intentarlo. Porque la primera gran conclusión de la guerra de Ucrania es que la guerra ha llegado a Europa y gracias a la Alianza, que nos aporta seguridad colectiva, tenemos la posibilidad de atender una agresión de un país grande a uno mediano. Eso significa que tenemos que tener medios militares que aportar a esa Alianza, a esa seguridad colectiva. Y eso significa invertir a largo plazo.

P. ¿Un 2% del PIB le parece una cifra razonable?

R. Es la cifra que habíamos acordado, que la Unión Europea se ha fijado como objetivo y la OTAN ha respaldado. Creo que es razonable.

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Foto: S. B.

P. La guerra en Ucrania ha hecho sonar el despertador geoestratégico. Ejércitos europeos y de todo el mundo, incluido el nuestro, están anunciando grandes inversiones para modernizarse tras años de recortes. ¿Está nuestra industria preparada para aprovechar esta oportunidad?

R. La industria española está en condiciones idóneas para atender las inversiones muy importantes que se han decidido para el año 2023 y el cuatrienio siguiente, en el que casi duplicamos las inversiones en defensa en material, nuevos sistemas y nuevos programas. [En armamento] este año vamos a gastar 5.200 millones, cuando el año pasado gastamos 2.800 y las Fuerzas Armadas han elaborado los programas de acuerdo con la industria. De manera que no hay ningún programa que la industria no sea capaz de atender porque están medidos al milímetro. Una carencia que venimos arrastrando desde hace muchos años y que podemos superar con esta inversión es el mantenimiento y la modernización. Porque de los 5.200, unos 1.000 millones van a modernización, unos 3.000 millones a culminar programas ya iniciados y unos 1.200 a nuevos programas.

P. Esto se está traduciendo en un boom de empleos en el sector. ¿Cómo aprovecharlo?

R. Se necesita más formación profesional. En ese sentido, los que están yendo más deprisa y más eficazmente son los vascos, que tiene una industria de defensa bastante potente también. Su formación profesional la tendríamos que imitar en otros territorios, porque lo que vamos a necesitar en mano de obra especializada, no tanto como ingenieros. Ingenieros tenemos más que suficientes, pero necesitamos trabajadores expertos en utillaje, a veces muy sofisticados, en manejo de tecnología, a veces muy solicitada. Y eso exige formación. Ese esfuerzo lo compartimos con el resto de la industria, pero la industria defensa, probablemente, vaya un poco por delante ahora.

Foto: Destructor USS Bulkeley en Rota. (EFE/Román Ríos)

P. ¿Y nuestros envíos materiales de armas al frente? Cuando hemos ido a echar mano de los arsenales, estaban en una situación delicada, por decirlo suavemente.

R. Nosotros venimos de una época de carencias en material y en inversiones en Fuerzas Armadas y, por lo tanto, nuestros almacenes no estaban muy rebosantes de medios. Hemos enviado lo que hemos podido, pero la lista que hizo el presidente del Gobierno hace cuatro o cinco días era muy reveladora. Se les ha enviado lo que teníamos y lo que podíamos, dados los medios de los que disponemos. Insisto, los años de la década pasada han sido años de penuria.

P. Algunos creen que les hemos mandado lo que nos sobraba.

R. No creo que se haya mandado material sobrante.

P. Quizás habría sido una oportunidad para la industria de mandar y mostrar material más novedoso.

R. Hemos enviado varios miles de los Instalaza, que son uno de los de los anticarros más fáciles de manejar, más baratos y más eficaces del mundo. Pero no se trata de enviar el material para exhibirlo, sino para que sirva a la función que piden las Fuerzas Armadas ucranianas para defenderse de la agresión rusa.

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P. Escuchamos al propio Jemad, almirante general Teodoro López Calderón, lamentarse de que teníamos unidades que ni siquiera estaban operativas porque se habían quedado "obsoletas".

R. El presupuesto aliviará mucho. Había sistemas que se había quedado anticuados y no estaban operativos por falta de unas inversiones a veces relativamente pequeñas en modernizar sistemas muy eficaces. Las Fuerzas Armadas tienen mucha experiencia en la modernización de sistemas para alargar su vida operativa. En ese sentido, las Fuerzas Armadas españolas han sido modélicas, porque con poco han hecho mucho.

P. Además de ahorrar, también hay que aprender a gastar. No es tan fácil.

R. Soy testigo de que las Fuerzas Armadas son expertas en multiplicar el dinero que se les asigna en el presupuesto y que son sumamente eficaces en hacer virtud de muy pocos medios. Son muy austeras. Y tienen mucha experiencia en renovar equipos y alargar su vida operativa. Y en esto la industria las ha acompañado, porque la industria ha empezado a exportar, básicamente, porque no tenía mercado interior.

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Foto: S. B.

P. También nos vemos en la necesidad de reconfigurar nuestras Fuerzas Armadas, desarrolladas en tiempos de paz, y hay muchos debates abiertos sobre cómo hacer esto cuando la guerra todavía está en curso. ¿Está España sacando lecciones de esto?

R. No solo España, todos los países. Pero esto también va de acuerdo con la evolución de los acontecimientos. La guerra de Ucrania, al principio, se decía que va a ser una guerra medio cibernética, una guerra híbrida, no convencional. Y ahora se ha demostrado que es una guerra de posiciones y duelos de artillería. Eso ha demostrado que la artillería sigue siendo vital para la defensa del territorio y para la ofensiva. Pero hasta ahora no lo teníamos tan claro la virtud que sigue teniendo la artillería sobre el terreno hasta que hemos visto que un conflicto del siglo XXI se libra básicamente con artillería.

P. Dicen los expertos que la guerra va para largo.

R. Es muy difícil hacer un pronóstico sobre lo que va a ocurrir en la guerra. Allí se libra un combate terrible entre la voluntad imperial de Rusia contra la voluntad de defensa de Ucrania, respaldada por las democracias. ¿Hasta dónde van a ser capaces de mantener los rusos ese esfuerzo continuado en medio de sanciones con una economía no muy boyante y un presupuesto de defensa limitado? Es difícil de saber. Pero teniendo en cuenta la capacidad de aguante, puede ser que tenga razón los que están pensando que va a durar bastante tiempo. Putin está jugando a cansarnos, a que se cansen las opiniones públicas occidentales de sostener el esfuerzo bélico de los ucranianos y de los efectos económicos de la guerra. Ahí tenemos que demostrar que somos capaces de aguantar.

P. ¿Y cree que las sociedades occidentales estamos preparadas para aguantar?

R: Yo nos veo a los europeos bastante capaces y a Estados Unidos, con los demócratas, también. Con los republicanos, tengo mis dudas.

Foto: Vladímir Putin, en una foto con motivo del Año Nuevo, en 2022. (Reuters/Mikhail Klimentyev)

P. La guerra de Ucrania ha cambiado el marco de referencia geopolítico, diplomático y económico. ¿Cree que España está teniendo un debate nacional sobre todo lo que esto implica? ¿Cree que tenemos cultura de defensa suficiente para asumir lo que viene?

R. No hay grandes estudios demoscópicos sobre este tema, pero sí se está notando un mayor interés por la afluencia a ferias y eventos, por la presencia de estos temas en los medios. Percibimos un creciente interés de la sociedad española por los temas de defensa y de seguridad, tanto por el panorama internacional como porque se está empezando a entender que esta industria es un gran estimulante de la innovación; y sin innovación, no hay progreso.

P. La política de defensa, pese a ser política de Estado y pese a la guerra, tampoco se está escapando del rifirrafe político.

R. Creo que la política de defensa sí es equivalente de política de Estado. No veo que haya grandes controversias respecto a las inversiones en defensa o con respecto a los grandes programas. En ese sentido, los dos grandes partidos vertebran una política común que se extiende al resto.

P. Pero hay crecientes tensiones en el seno de la coalición de gobierno por esto. Podemos y otros socios parlamentarios del PSOE critican frontalmente la actuación de España en la guerra.

R. Son muy minoritarias y circunscritas a ese pequeño espacio político que ocupa Podemos. Y dentro [de ese espacio] hay división de opiniones también, porque hay gente que defienden los puestos de trabajo en su comunidad autónoma o en su ciudad y, al mismo tiempo, no están de acuerdo con las grandes inversiones en defensa o con la participación española en misiones internacionales. Pero yo creo que no es revelador.

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Foto: S. B.

P. A sí me resulta revelador, por ejemplo, que el Gobierno evite llevar al Congreso algunos temas, como la llegada de los dos nuevos destructores a Rota o el despliegue de una nueva batería NASAMS en el Báltico, para no enfrentarse con sus socios. También que haya ruido con la visita frustrada del líder de la oposición a las tropas españolas. Parece que la presión del ciclo electoral que viene también influye.

R. El clima electoral siempre influye porque favorece la fijación de posiciones distintas de acuerdo con los programas diferentes que cada uno ofrece a la sociedad. Pero en general, yo creo que se ha avanzado mucho en una política española de Estado en favor de la defensa y de la industria que la sustenta y de las Fuerzas Armadas que la protagonizan.

P. En este contexto, también genera disenso la ayuda militar de España a Ucrania. Algunos creen que es demasiado, otros que poco. ¿Cómo lo valora usted?

R. Creo que venimos haciéndolo bien en este terreno desde hace tiempo, desde las misiones en Yugoslavia, que fueron un éxito y que consolidaron una imagen distinta de las Fuerzas Armadas, unas Fuerzas Armadas, modernas, democráticas, con unos militares que se desenvolvían estupendamente en los medios internacionales, que hablaban idiomas, de manera apabullante a veces, y que complementaban la labor de los diplomáticos de manera perfecta.

Esta imagen se ha reforzado en esta crisis con Rusia, poniendo de manifiesto nuevamente nuestra la presencia en los países bálticos y, ahora, con la ayuda militar a Ucrania. En ese aspecto, las Fuerzas Armadas tienen una imagen inmejorable. Y ojalá todas las instituciones del Estado hubieran evolucionado de la misma manera que lo han hecho las Fuerzas Armadas a lo largo de los años de la democracia. Son un ejemplo para otras instituciones, que son mucho más polémicas con las Fuerzas Armadas y que suscitan mucha más controversia en la sociedad.

P. Hemos comentado la importancia de los grandes proyectos, pero hay algunos que no están yendo según lo previsto, por ejemplo, la serie de submarinos S-80. ¿Cómo lo ven en la industria?

R. Hacer un submarino tan sofisticado como los S-80 es muy complicado y aunque la Armada lo programó bien, luego la ejecución tiene siempre dificultades. Hay siempre imponderables, pero es parte del proceso. Pero yo creo que se va a llegar a un buen producto final, que es lo que cuenta. Otros proyectos, como el A400 o como el avión de combate europeo no tenemos grandes dificultades. En las F-110 tampoco.

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P. Con el Eurofighter, más que un problema hay un debate con el F-35.

R. Bueno, la industria española está apostando claramente por un avión de combate europeo, por un FCAS (Future Combar Air System), sobre todo después de que los franceses hayan resuelto su eterno conflicto entre Dassault y Airbus. En España, Indra se ha puesto a la cabeza para hacer la integración de los sistemas y está trabajando ya muy bien en ese terreno. Yo creo que no va a haber dificultades en ese campo. Tenemos el problema de sustituir al Harrier y no tenemos un avión europeo de despegue vertical y ahí tendríamos que pensar, a lo mejor en uno americano. En cualquier caso, es una proporción muy pequeña de nuestras necesidades.

P. Algunos expertos creen que ya se ha decidido por algún modelo estadounidense, pero que no se quiere reconocer por motivos políticos.

R. Yo esto no lo sé.

P. También el VCR Dragón 8x8 es polémico, porque ha ganado demasiado peso.

R. Es un tema de la torreta. Básicamente, la torreta es muy sofisticada y, efectivamente, más pesada de lo que se previó en un principio. Pero esto creo que la industria es capaz de resolverlo.

P. Es un proyecto muy costoso y clave para el Ejército.

R. El vehículo funcionará. Con un poco de retraso, pero llegará como llegó el Pizarro, que está funcionando magnífico.

P. Es complicado explicar la filosofía disuasoria de la defensa. Cuando hablamos de armarnos obligatoriamente, pensamos, ¿contra quién?

R. Es muy difícil de estimar esto. Nosotros tenemos que tener una mentalidad de trabajar con los aliados y uno de los grandes objetivos de los programas de defensa debe ser la compatibilidad de nuestros sistemas con los países con los que colaboramos. Que haya una interoperabilidad fácil, utilizar tecnologías relativamente parecidas, sistemas comunes. Eso es lo que intenta el Fondo Europeo de Defensa. Y todo dependerá de donde surgen los conflictos. Pero nunca vamos a ir solos. Vamos a ir con nuestros aliados. No le puedo decir donde pienso yo que pueden surgir los conflictos, porque a lo largo de los últimos 20 años nos hemos equivocado todos.

Foto: Protestas conta Vladímir Putin en la ONU. (Reuters/Andrew Kelly)

P. También corremos el riesgo de que el conflicto en Ucrania se desborde a las fronteras de la OTAN.

R: Creo que es muy difícil pensar que la guerra se desborde. Yo creo que el mayor riesgo en Ucrania es el riesgo de la tentación nuclear. Del arma táctica de corto alcance, limitado. Sería devastador y produciría unos efectos terribles. No podemos ni imaginarlo. Cuando Medvédev ayer decía que los ucranianos podrían sentir el efecto de la radiación durante muchos años a mí me surgió un escalofrío.

P. Algunos analistas creen que la amenaza nuclear es un farol para paralizar a la OTAN.

R. La Primera Guerra Mundial, cuenta Kissinger en su libro, estalló por una serie de malentendidos sucesivos. Y aquí podría ocurrir algo parecido. Dios no lo quiera, porque sería terrible para la humanidad. Pero la tentación de usar un arma táctica yo creo que está presente no tanto en los militares como en algunos políticos rusos. Y los que en realidad condujeron a Europa al desastre de la Primera y Segunda Guerra Mundial fueron los políticos.

El lobby español de la industria militar no es como uno lo pudiera imaginar y Julián García Vargas está lejos de ser el señor de las armas patrio que pintan en películas y novelas. A sus 78 años, García Vargas preside con un discurso pragmático, didáctico y entusiasta la fundación que organiza la Feria Internacional de Defensa y Seguridad (Feindef), el evento más importante para la industria de defensa española. Antes, fue ministro de Sanidad y Consumo (1986-1991) y ministro de Defensa (1991-1995) en gobiernos de Felipe González. En ese último puesto, además de lidiar con la amenaza de ETA, recibía crecientes presiones para finiquitar el servicio militar obligatorio. Se resistió y trató de reformarlo porque creía que, en esa época y contexto, la mili tenía un valor para fomentar los vínculos de la ciudadanía con la defensa del Estado.

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