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Las amenazas rusas no evitan los tanques: ¿es que ya no nos da miedo la bomba nuclear?
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El arsenal de Putin

Las amenazas rusas no evitan los tanques: ¿es que ya no nos da miedo la bomba nuclear?

La preocupación en EEUU por el uso hipotético de una bomba nuclear rusa en Ucrania ha disminuido en los últimos meses, lo cual explica la mayor asertividad en el envío de armas

Foto: Monumento a la primera bomba nuclear táctica soviética de producción masiva Rds-4. (EFE/Maxim Shipenkov)
Monumento a la primera bomba nuclear táctica soviética de producción masiva Rds-4. (EFE/Maxim Shipenkov)
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Las posibilidades de un ataque nuclear ruso en Ucrania siguen ahí, pero han disminuido en los últimos meses. Al menos, esta es la perspectiva que se ha instalado en Washington y que explica en parte su creciente ayuda militar, en cantidad y en calidad, al Gobierno de Volodímir Zelenski. Una primavera de combates se perfila en lontananza y las advertencias rusas, a juzgar por las recientes declaraciones oficiales y extraoficiales de las élites norteamericanas, carecen de la gravedad que solían tener al inicio de la invasión. Un punto de vista alimentado por la actitud de los aliados de Ucrania y también, paradójicamente, por los de Rusia.

La estrategia moscovita de quebrar la coalición proucraniana, forzando una escasez energética en invierno y azuzando las dinámicas populistas en EEUU y la Unión Europea, de momento no ha funcionado. Un país tan dependiente del gas ruso como Alemania ha conseguido compensar a tiempo el cierre de los grifos, y las distintas opiniones públicas continúan, en mayor o menor grado, simpatizando con la asistencia a Kiev. La coalición sigue en pie y las armas que manda son cada vez más letales. Al principio, uniformes, munición, artillería. Luego, lanzamisiles. Ahora, carros blindados y tanques. En el futuro, quizás, aviones de combate.

Foto: Lanzamiento de un misil balístico desde una plataforma móvil rusa.

En el marco de la OTAN y bajo el concierto de Estados Unidos, los aliados de Ucrania han seguido una política del ojo por ojo frente a Rusia. Las ofensivas del Donbás, las movilizaciones parciales y los bombardeos rusos a ciudades ucranianas han tenido como respuesta la creciente ayuda al Gobierno de Zelenski. Lo cual, en opinión de estrategas norteamericanos, contribuye a generar disuasión.

Preguntado por el riesgo de que Rusia acabase utilizando un arma no convencional en Ucrania, como una manera de intimidar a Kiev y a sus aliados y de poner punto final a su resistencia, el general retirado David Petraeus dijo en la CNN que eso era "altamente improbable". "Creo que le hemos comunicado con efectividad [a Vladímir Putin] que esto lo pondría en una situación peor", dijo Petraeus, que dirigió el Comando Central de EEUU y fue director de la CIA. "Y ese tiene que seguir siendo el mensaje. Tenemos que hacer todo lo posible, y tan rápido como sea posible, para permitir a Ucrania demostrarle a Rusia y a Putin que esto no es sostenible".

Si bien los responsables actuales del Gobierno estadounidense evitan entrar en detalle, circulan ideas sobre cómo respondería la OTAN a la utilización, por ejemplo, de un arma nuclear táctica en una ciudad o sobre concentraciones de tropas. El general retirado Ben Hodges, antiguo responsable de las tropas estadounidenses en Europa, elucubró sobre dos opciones. Una, el hundimiento de la flota rusa del Mar Negro. O dos, el bombardeo masivo de las posiciones rusas en Ucrania.

La otra razón por la que la Administración Biden parece un poco menos preocupada por la perspectiva nuclear es la postura adoptada por China y la India, tal y como destacó, en una reciente entrevista, el director de la CIA, William Burns. “El presidente [Joe Biden] les ha dejado muy claro a los rusos cuáles serían los riesgos [del uso de un arma no convencional en Ucrania]. Creo que también ha sido de mucha ayuda que Xi Jinping y el primer ministro [Narendra] Modi, en la India, hayan expresado sus preocupaciones sobre el uso de armas nucleares. Creo que eso está teniendo un impacto en los rusos”.

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Tres semanas antes de que las tropas rusas irrumpieran a gran escala en Ucrania, Vladímir Putin y su homólogo chino, Xi Jinping, se reunieron en persona para inaugurar los Juegos de Invierno de Beijing y declarar ante el mundo su "amistad ilimitada". Una señal de unión frente al adversario común, Estados Unidos, reacio, según ellos, a permitir la emergencia de un mundo más multipolar e igualitario. Lo que Xi no sabía es que, poco después, Putin lanzaría la apuesta de su vida. Una apuesta que resulta difícil de cuadrar con los intereses estratégicos de China.

Desde hace una década el gigante asiático ha ido cultivando sus relaciones con Ucrania hasta convertirse en su principal socio comercial. Los intercambios entre ambos países alcanzaron los 19.000 millones de dólares en 2021: más del doble que los intercambios entre Ucrania y el siguiente país en la lista, su vecina Polonia. Los intereses chinos estaban repartidos por sectores como la agricultura, la maquinaria o las infraestructuras. La aventura militar rusa ha echado por tierra estos intereses y ha ensombrecido la imagen de China, forzada a arrimar el hombro con Putin, en Europa del Este, donde los chinos adelantan a EEUU en volumen de comercio.

Foto: Protestas conta Vladímir Putin en la ONU. (Reuters/Andrew Kelly)

La mayor ofensiva militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, un intento de redibujar el mapa a sangre y fuego, en violación de todos los tratados internacionales, pone a China en un brete. Por un lado, tiene que apoyar al país con el que le une dicha "amistad ilimitada"; por otro, ligar sus destinos a la belicista Rusia empaña décadas de propaganda en las que China se ha retratado como el país de la paz. Una gran potencia que lleva generaciones sin librar una guerra.

Mientras tanto, el empeño ruso de anexión parcial de Ucrania inspira comparaciones quizás no muy precisas, pero sí incómodas. De la misma forma que el Kremlin considera a Ucrania un país artificial, apartado de Rusia por un accidente histórico, China tiene en mente su "reunificación" con Taiwán: la isla donde se refugiaron los perdedores de la guerra civil que llevó a Mao Zedong al poder en 1949, y que desde entonces tiene un gobierno y un sistema político distintos al de la China continental. Beijing tiene un plan de reabsorción de Taiwán a largo plazo, y colocar el foco en este contencioso, retratado como el símil asiático de Ucrania, le desagrada.

Foto: Misil hipersónico ruso. (EFE/Ministerio de Defensa de Rusia)

Estos factores pueden explicar la distancia que los chinos han marcado con su aliado ruso. El vecino oriental compra buena parte del gas y del petróleo que los rusos han dejado de bombear hacia Occidental, pero lo hace a precio rebajado. Aunque les venden microchips, algunos de los cuales pueden tener un uso militar, China no proporciona armas y ha tratado de evitar generalmente quebrantar las sanciones occidentales. En la retórica también aparecen señales de frialdad hacia Rusia.

"Rechazar la amenaza de las armas nucleares y abogar contra la guerra nuclear para evitar una crisis en el continente euroasiático"

El pasado noviembre, Xi Jinping hizo un llamamiento a la comunidad internacional a "rechazar la amenaza de las armas nucleares y abogar contra la guerra nuclear para evitar una crisis en el continente euroasiático". Una declaración en línea con la doctrina militar china, que concibe el uso de armas nucleares como medidas puramente defensivas. El canciller alemán Olaf Sholz dijo, tras una reunión con Xi en Beijing, que ambos estaban de acuerdo en que la utilización por parte de Rusia de semejante arma supondría cruzar una línea roja. Una postura que, como indicaba el director de la CIA, William Burns, no ha pasado desapercibida en Washington.

"China y la India han protestado, muy significativamente, entre bastidores", dijo Fiona Hill, miembro del think tank Brookings Institution y antigua consejera de asuntos rusos y europeos del presidente Donald Trump, en una reciente conferencia. "Los chinos se han quedado atónitos con lo que Rusia ha hecho en Ucrania".

Igual que nadie conoce realmente las posibilidades de que Vladímir Putin llegue al extremo de ordenar un golpe nuclear, nadie sabe tampoco cuál es la medida de la paciencia china: si, en el caso de esta catástrofe, seguirá mirando hacia otro lado ante las acciones rusas, o si cortará sus relaciones con Moscú. Si se da la segunda opción, Rusia se quedaría sin el que se ha convertido, desde febrero de 2022, en su socio comercial más importante. Otras opciones están sobre la mesa. Una de ellas remota, pero no imposible: la coyuntura de que Rusia sea expulsada del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que liquidaría de golpe su peso internacional.

A medida que vamos conociendo los detalles de cómo se preparó la invasión de Ucrania, aparece la imagen de un Vladímir Putin convencido de que Zelenski se rendiría a las pocas horas y de que la campaña finalizaría en 10 días, lo que limitaría el trauma de la guerra y el enfado tanto de Occidente como de sus aliados chinos. No ha sido así. Y, al menos, según esta lectura que resuena en Washington, es posible

Las posibilidades de un ataque nuclear ruso en Ucrania siguen ahí, pero han disminuido en los últimos meses. Al menos, esta es la perspectiva que se ha instalado en Washington y que explica en parte su creciente ayuda militar, en cantidad y en calidad, al Gobierno de Volodímir Zelenski. Una primavera de combates se perfila en lontananza y las advertencias rusas, a juzgar por las recientes declaraciones oficiales y extraoficiales de las élites norteamericanas, carecen de la gravedad que solían tener al inicio de la invasión. Un punto de vista alimentado por la actitud de los aliados de Ucrania y también, paradójicamente, por los de Rusia.

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