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¿Preparados para lo que viene? "Vivimos unas vacaciones estratégicas y se nos han acabado"
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¿Preparados para lo que viene? "Vivimos unas vacaciones estratégicas y se nos han acabado"

“Son amenazas concretas, con nombres y apellidos. No ya desafíos o riesgos etéreos, que es lo que veníamos hablando durante años, con respuestas a largo plazo. Ahora estamos en otro momento”

Foto: Batallón francés de la OTAN, en Rumanía. (Reuters/George Calin)
Batallón francés de la OTAN, en Rumanía. (Reuters/George Calin)

Déjenme darles algunos titulares. Dinamarca propone eliminar un festivo al año para financiar el presupuesto extraordinario en defensa. Alemania y Japón anuncian un giro radical a casi 70 años de pacifismo de posguerra y se armarán hasta los dientes. Suecia y Finlandia piden entrar en la OTAN. La tranquila Canadá firma una compra histórica de cazas F35. Austria e Irlanda, dos países de tradición neutral y mínima inversión militar, anuncian partidas extraordinarias para sus Fuerzas Armadas. Estados Unidos, presupuesto de defensa en máximos desde el pico de Afganistán e Irak. China, inversión récord por 27º año consecutivo. De Rusia, ni hablamos. Sudeste asiático, al alza. Magreb, al alza. Oriente medio, al alza. ¿Luxemburgo? Check. El patrón que emerge es evidente. Uno al que le calza como un guante el manido adagio: no estamos en una época de cambios, estamos en un cambio de época.

Un último titular: “El gasto militar global sobrepasa los dos billones de dólares por primera vez en la historia [en 2021]”. El dato es del Sipri, el Instituto de Investigación Internacional sobre la Paz de Estocolmo, que lleva midiendo desde 1966 la evolución de la inversión en defensa, un indicador que sumaba entonces siete años tocando máximos consecutivos. Un fenómeno desigual por regiones y cadencias, pero no alimentado precisamente por Europa, que llevaba años escatimando en defensa. La guerra de Ucrania ha cambiado esto. Las regiones y países más rezagados se sumarán a esta tendencia, que llevará las partidas militares a nuevas cotas en 2023, metiéndonos de lleno en una carrera armamentística global de inciertas consecuencias.

Conversamos con Alberto Bueno, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Granada y productor del podcast Global Strategy, y con Xiao Liang, analista del programa de gasto militar y producción de armas del SIPRI, para repasar las claves de este nuevo escenario y comprender su contexto, matices y las implicaciones que tiene para España y nuestros aliados.

“Existe la percepción de que mucho países tienen que hacer los deberes, de que en Europa hemos estado viviendo una época de vacaciones estratégicas que se han acabado. Fue el periodo de posguerra fría; en el que el aspecto militar, el empleo potencial de la fuerza militar como instrumento del Estado, no se contemplaba. Este paradigma está cambiando y los Estados entienden que han de garantizar una disuasión eficaz frente a terceros”, considera Bueno en una entrevista con El Confidencial.

Foto: Ejercicio militar Iron Spear en Letonia. (EFE/Tom Kalnins)

Primero, porque no se puede descartar todavía que el conflicto en Ucrania acabe involucrando a la OTAN de forma más directa. Pero, más allá de Rusia, en el tablero global saltan chispas donde quiera que mires. Hay crecientes tensiones entre China y Taiwán que tienen de uñas a todo el vecindario, hiperactividad misilística de Corea del Norte y ruido de sables en los Balcanes. Aumenta la hostilidad entre vecinos, como Irán e Israel o Argelia y Marruecos, y también la posibilidad de que Turquía vuelva a agitar el avispero sirio. Enfrentamos la perenne inestabilidad del Sahel y las decenas de conflictos —de diversa intensidad— activos en el mundo, de la guerra en Etiopía al caos de Myanmar. Incluso algunos expertos temen que disputas históricas o relativamente aletargadas, como la enemistad nuclear entre India-Pakistán, la violencia en Oriente Medio o los conflictos en Somalia, Yemen o Congo, puedan avivarse en este furor armamentístico.

“Estas son amenazas concretas, con nombres y apellidos. No ya desafíos o riesgos etéreos, que es lo que veníamos hablando durante años, con respuestas a largo plazo. Ahora estamos en otro momento”, agrega el profesor, experto en política militar y de defensa.

En este contexto, El Confidencial estrena este 26 de enero su nueva vertical informativa sobre defensa, que saldrá semanalmente todos los jueves. Una amplia ventana a la actualidad del mundo militar, la industria, las Fuerzas Armadas y la geoestrategia, donde encontrar la última hora, las entrevistas y los análisis de la actualidad nacional e internacional, y leer el estado de la industria, informes a fondo sobre armamento, novedades tecnológicas militares, conflictos bélicos, disquisiciones tácticas o batallas clásicas.

España está entre los que han vivido por encima de sus posibilidades geopolíticas y ponerse al día no va a ser sencillo. No solo va a requerir un esfuerzo económico, industrial y administrativo, sino también un áspero debate político. El aumento del gasto militar (casi un 26% en los presupuestos de 2023) —el cuánto, cómo y en qué— se ha convertido en un asunto estratégico en el que no hay unanimidad, pero sí muchos millones —y puestos de trabajo— en juego. Y por ello va a ganar enteros en la conversación pública. Como siempre y como con todo, corremos el riesgo de politizarlo en exceso. Así que cojamos distancia.

De la 'Pax Americana' a la multipolaridad asimétrica

La invasión rusa es el primer gran evento tras la defunción de la llamada Pax Americana, un concepto algo engañoso pero apropiado para las más de siete décadas de relativa estabilidad global bajo el paraguas de la hegemonía diplomática, militar y económica de Estados Unidos. Pero Washington está de retirada y tras de sí emerge un mundo multipolar asimétrico, con varias potencias compitiendo simultáneamente en términos globales, regionales y fronterizos y en el que la guerra ha mostrado las costuras del desconcierto internacional.

"El reconocer que la Pax Americana trae muchísimas sombras tras de sí no implica que el escenario en el que nos adentramos ahora sea mejor, que diluir la hegemonía norteamericana dé lugar a un mundo mejor o más pacífico. Quizá todo lo contrario; tal vez entramos en un mundo con más conflicto, más agresivo, de competencia dura entre distintos Estados que se disputan la hegemonía a distintos niveles", apunta Bueno. “Y la posición de los Estados europeos ha sido posible gracias a que Estados Unidos ha garantizado los mecanismos de disuasión, empezando por el nuclear”, remata.

Foto: Talibanes en Kandahar. (EFE)

La era Trump demostró que la pulsión norteamericana es desentenderse cada vez más de la seguridad internacional y, pese a las promesas de Joe Biden, el nuevo inquilino de la Casa Blanca firmó la esquela del orden mundial tras la Guerra Fría con la caótica y humillante retirada de Afganistán en el verano de 2021. Estados Unidos ya no está en el negocio de "construir democracias". Desde entonces, nos movemos en un entorno geopolítico cada vez más inestable e impredecible.

En primer plano, Estados Unidos y China; las dos mayores potencias económicas, militares y diplomáticas del planeta. La primera va camino de aprobar un presupuesto récord para el Departamento de Defensa de 858.000 millones de dólares (con partidas especiales para contrarrestar la amenaza rusa y reforzar Taiwán), tras años de moderar su gasto militar. Los republicanos no solo aceptaron la petición de fondos extraordinarios solicitados por la Administración Biden, sino que sumaron 45.000 millones adicionales. El Acta de Autorización de Defensa Nacional (NDAA, por sus siglas en inglés) obtuvo un inusual respaldo bipartidista de 83 votos a favor por 11 en contra, e incluye enormes contratos para comprar F35 de Lockheed Martin y navíos de General Dynamics.

Pekín no se queda atrás. Aunque todavía la distancia del gasto bruto (y por habitante) está muy lejos de los norteamericanos, China es constante y lleva 27 años consecutivos incrementando su inversión en defensa convencional, tecnológica y nuclear. En 2022, el Partido Comunista anunció un presupuesto de 229.000 millones de dólares para el Ejército Popular, un alza del 7% interanual. Esto muestra una desaceleración continuada (llevan siete años incrementando el presupuesto en un solo dígito, frente a los dos dígitos de décadas anteriores). Pero en perspectiva, su auge en los rankings militares ha sido imparable y ya es el segundo país del mundo con mayor partida presupuestaria del mundo, superando las de Japón, Corea del Sur, Filipinas e India combinadas, según datos de Sipri.

Esto, a su vez, ha espoleado a los países del vecindario a revisitar sus propias partidas militares. El caso de manual es Japón, que ha dicho sayonara a seis décadas de seguridad de la posguerra y se armará con uno de los mayores presupuestos de defensa del mundo para contrarrestar “el desafío estratégico sin precedentes” que supone China y su creciente agresividad en el vecindario del Pacífico. Tokio publicó además su primera revisión de la estrategia nacional de seguridad en casi un década, con el objetivo de jugar un papel más ambicioso en la seguridad regional, y su primer ministro, Fumio Kishida, visitó Washington este mes de enero para explicar su preocupación por los tambores de guerra que suenan, todavía lejanos, en el mar del Este de China.

Foto: Desfile militar en Bucarest por el día nacional de Rumanía. (EFE/Robert Ghement)

“La industria armamentística china y sus finanzas han seguido un camino consistente durante los últimos 20 o 30 años, más allá de los cambios geopolíticos y económicos. La tendencia ha sido consistente, incluso con las fluctuaciones debido al covid-19 los últimos años. Su ambición ha sido siempre la de llegar al nivel militar de EEUU. Y esta es una de las amenazas que han sentido sus vecinos”, asegura Liang, del SIPRI, a El Confidencial. “Y este aumento de las capacidades militares chinas ha hecho que otros vecinos gasten más en sus propias fuerzas como Japón, que anunció un objetivo de duplicar su gasto para 2027 rompiendo una tradición pacifista de su política militar, o Australia”, puntualiza.

¿'Zeitenwende' militar europeo?

Pero los analistas advierten que el interés de Washington en Europa es tan solo un paréntesis obligado por la ofensiva de Rusia en Ucrania, que cumplirá un año el próximo 24 de febrero. El foco estadounidense lleva tiempo alejándose del Atlántico Norte para centrarse en el Pacífico y Asia, donde su rivalidad estratégica con China marcará el porvenir de generaciones futuras.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (EFE/Filip Singer)

Un par de años antes, el presidente francés, Emmanuel Macron, lamentaba que la OTAN estaba sumida “en un coma cerebral”, con la organización sumida en una severa crisis de identidad. Nadie quería cumplir el compromiso de invertir el 2% del PIB en defensa. Eran tiempos pacíficos. No había necesidad. El propio Trump llegó a amenazar a sus aliados con quedarse de brazos cruzados en el hipotético caso de que Moscú atacara y amagó con retirarse de la OTAN por la ausencia de compromiso financiero de los aliados. Pero el despertador ruso ha sonado. Y la Unión Europea, que llevaba años acariciando la idea de impulsar una nueva soberanía estratégica, se ve de nuevo superada por los acontecimientos.

El caso paradigmático aquí es, en muchos aspectos, Alemania. Un país que prosperó en la era de posguerra con una inversión mínima en seguridad mientras ponía en marcha su locomotora industrial alimentada a la energía barata rusa y la alianza comercial con China. El histórico discurso del canciller Olaf Scholz tres días después de la invasión en el que prometió un nuevo rumbo en defensa, una Zeitenwende de 100.000 millones de euros para poner el peso militar de Alemania a su altura política y económico. Sin embargo, once meses y tras varias crisis políticas, todavía no está claro a qué velocidad puede digerir el país tal transformación.

Foto: Boris Pistorius, nuevo ministro de Defensa alemán. (EFE/Filip Singer)

“Alemania es un firme convencido de su idea de los años 90, de esa idea del liberalismo internacional de que a través del comercio se pueden cambiar las relaciones entre los Estados y conducir unas relaciones pacíficas. Incluso que el comercio logrará transformar a los propios países. Esa idea se ha derrumbado”, explica Bueno.

A la zaga de Berlín ha ido el resto del continente. Hasta 28 países europeos se han comprometido a hacer desembolsos extraordinarios para Defensa por al menos 100.000 millones. Destaca Francia, con su plan de “economía de la guerra”, al que ha comprometido 400.000 millones de euros para los próximos siete años (esto son 57.000 millones anuales frente a los 12.300 millones aprobados por España para 2023). El objetivo de todos es llevar su gasto —o al menos avanzar— hasta el 2% del PIB comprometido con la OTAN —o al menos avanzar—requisito con el que, según datos de la propia Alianza, solo nueve de sus 30 miembros cumplieron en 2022, incluyendo Grecia (3,76%), EEUU (3,47%), Polonia (2,42%), Lituania (2,36%), Estonia (2,34%), Reino Unido (2,12%), Letonia (2,10%), Croacia (2,03%) y Eslovaquia (2%)—.

Incluso los tres países de la OTAN que menos porcentaje del PIB dedican a defensa han dado muestras elocuentes de querer arrimar el hombro. El tercero por la cola, Bélgica, que apenas dedica un 1,18% del PIB al sector se ha comprometido a gastar 10.000 millones de euros adicionales para fortalecer a sus militares. El último, el pequeño estado de Luxemburgo, aseguró que trataría de llegar al 1% de su economía en defensa para 2028. El antepenúltimo, es España.

Y nosotros, ¿qué pintamos aquí?

El Gobierno de Pedro Sánchez —que ha prometido que España llegará al 2% del PIB entre “2027 y 2029”— aprobó el año pasado un presupuesto con un aumento del 26% del gasto militar hasta los 12.317 millones de euros, lo que supone 2.000 millones más que el ejercicio anterior. Es el refuerzo más alto en más de una década e incluye parte de los fondos europeos. La partida estrella es la de los llamados planes especiales de Defensa (PEA), con programas para comprar armamento por 4.902 millones de euros (un 72% más que en 2022), y hay una partida de 116 millones para la cooperación con la Alianza Atlántica.

Aviones para el Ejército del Aire, fragatas F-110 y submarinos de la Armada y los programas de blindados del Ejército de Tierra acaparan la mayor parte de la partida destinada a sistemas en curso. El objetivo "es potenciar la transformación y modernización de las capacidades de las Fuerzas Armadas (...) dentro del marco de una presencia plena de España en los organismos internacionales de seguridad y defensa como la OTAN", explica el Ejecutivo en la sección 14 de los Presupuestos Generales del Estado sobre Defensa, que fueron aprobados con 261 votos a favor —incluyendo el PP, que alegó “sentido de Estado”—, 63 en contra y 19 abstenciones.

“Los presupuestos presentados son una buena señal, pero el nivel de deterioro de la defensa española, en general, ha dejado a las Fuerzas Armadas en un estado donde hay demasiados huecos por cubrir. Se corre el riesgo de que no llegue para todo”, matizaba Juanjo Fernández, experto en defensa, en su pormenorizado análisis del presupuesto para El Confidencial.

Foto: Soldados italianos en unos ejercicios de la OTAN en Bulgaria, el pasado diciembre. (Reuters/Stoyan Nenov)
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Pero Sánchez tiene en contra a sus propios socios de coalición, a los que está teniendo que regatear en el Consejo de Ministros y en el Congreso a cada paso de defensa que da el Gobierno. Unidas Podemos no quería gastar más en armas en un entorno marcado por la inflación, la crisis energética y la incertidumbre de una recesión. El PSOE ya ha evitado que el acuerdo con Estados Unidos para sumar dos nuevos destructores a los cuatro estacionados en la base naval de Rota, Cádiz, pase por el trámite parlamentario; y parece que haría lo propio, llegado el caso, con el potencial envío de tanques Leopard 2 a Ucrania, asuntos en los que también puede encontrar la oposición de ERC o Compromís y probablemente el respaldo del PP—.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha tratado de vender a la izquierda el elemento industrial de la ecuación, asegurando que las inversiones en Defensa contribuirán a crear casi 23.000 empleos directos e indirectos. No le falta razón. Estamos a las puertas de un gran ciclo electoral.

Oportunidad sin consenso

La guerra en Ucrania ha consumido los almacenes de armas y municiones de los aliados de la OTAN y otros productores militares a un ritmo vertiginoso. Los tanques Leopard 2 y Abrams M1 marchan al frente a unirse a la larga lista de Challengers, HIMARS, cañones howitzers, Javelins, Stingers, Kiev sigue pidiendo aún más equipamientos para recuperar el terreno perdido ante el invasor. La guerra, avisan los expertos, será larga. Y la demanda en el horizonte para todos estos refuerzos mundiales no para de crecer.

Esta explosión de pedidos se produce en un momento complejo para la industria, que arrastra desde la pandemia problemas en las cadenas de suministro, agravadas con escasez de materias primas y mano de obra. Estos problemas impactarán más a Europa y Estados Unidos, ya que tienen sus cadenas de suministro y distribución más globalizadas. En comparación, China y otras naciones asiáticas, por ejemplo, dependen mucho de compañías domésticas y cadenas de suministro locales.

Las compañías del Top 100 tienen cadenas de suministro muy extensas y complejas, por lo que están más expuestas a las interrupciones e interferencias. Ahora enfrentan un alto riesgo de impactos en la producción, y uno de los mayores problemas es la falta de semiconductores, un componente clave de muchos sistemas de armas. Además, Rusia es uno de los mayores suministradores de materias primas para la construcción de armas, que ahora están bajo sanciones, lo que también impactará a los fabricantes. Definitivamente, la guerra ha empeorado la situación”, explica Liang.

El conflicto ha puesto de nuevo a las empresas del sector en la parte alta de las prioridades industriales de los Estados, comenzando por Washington. Los norteamericanos quieren reforzar su complejo militar y han dotado a sus mayores contratistas, como Lockheed Martin y Raytheon, contratos multimillonarios para “ser capaces de apoyar a Ucrania y lidiar con cualquier contingencia en el mundo”, en palabras del asesor de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, el mes pasado.

Gastamos seis años de Stingers en 10 meses”, dijo el consejero delegado de Raytheon, Gregory J. Hayes, en una entrevista en diciembre. “Nos llevará varios años reabastecernos”, agregó. Otros aliados de Europa y Asia llaman a la puerta de los fabricantes estadounidenses, que igualmente son reticentes a ampliar las líneas de producción para un boom que no saben cuánto tiempo se alargará ni qué equipos favorecerá. Por eso, el Congreso está autorizando al Departamento de Defensa a hacer compromisos a largo plazo. A esto hay que agregar otro factor.

“La imagen del armamento ruso en esta guerra tendrá un gran impacto en las exportaciones de armas de Rusia en los próximos años. Muchos países han visto el mal desempeño de muchos de sus sistemas rusos y ahora mismo Rusia es uno de los mayores exportadores mundiales de armas. Algunos de sus grandes compradores tendrán dudas en los próximos años”, prosigue el experto del SIPRI.

Aquí, España tiene su propia ventana de oportunidad. Industrial y geoestratégica. Nuestro país es el séptimo mayor exportador de armas del mundo, con una cuota de mercado del 3,9%, por detrás de Estados Unidos (34%), Rusia (22%), Francia (6.7%), Alemania (5.8%), China (5.7%) y Reino Unido (4.8%), según el International Institute for Strategic Studies (IISS). Hay demanda doméstica e internacional. Hay industrias intermedias. Hay tecnología. Hay programas europeos y de cooperación. Catalizar esto requiere de planes industriales a largo plazo, de cooperación entre administraciones y ministerios, de transparencia y debate, de unidad en el Gobierno y respaldo de la oposición. ¿Hay consenso?

“En España, el debate político público ha huído por completo los temas de defensa pensando que no atraían votos, que generaban más problemas que beneficios. Y esto es cierto. Pero soy de la opinión de que el liderazgo no debería trasladar esta responsabilidad a la sociedad”, argumenta Bueno. “Hemos abusado en los últimos años de que no hay la llamada cultura de defensa y por eso no tomamos ese tipo de decisiones. Eso de ‘no podemos hacer más porque la sociedad lo entendería’. No. Aquí habría que tomar una decisión, pensando que es la acertada y, a partir de ahí, tratar de explicarla. De convencer a la ciudadanía de que es la decisión correcta”, concluye.

Déjenme darles algunos titulares. Dinamarca propone eliminar un festivo al año para financiar el presupuesto extraordinario en defensa. Alemania y Japón anuncian un giro radical a casi 70 años de pacifismo de posguerra y se armarán hasta los dientes. Suecia y Finlandia piden entrar en la OTAN. La tranquila Canadá firma una compra histórica de cazas F35. Austria e Irlanda, dos países de tradición neutral y mínima inversión militar, anuncian partidas extraordinarias para sus Fuerzas Armadas. Estados Unidos, presupuesto de defensa en máximos desde el pico de Afganistán e Irak. China, inversión récord por 27º año consecutivo. De Rusia, ni hablamos. Sudeste asiático, al alza. Magreb, al alza. Oriente medio, al alza. ¿Luxemburgo? Check. El patrón que emerge es evidente. Uno al que le calza como un guante el manido adagio: no estamos en una época de cambios, estamos en un cambio de época.

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