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El 'Zeitenwende' frustrado: el gran giro en defensa alemán se ha quedado en agua de borrajas
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El 'Zeitenwende' frustrado: el gran giro en defensa alemán se ha quedado en agua de borrajas

El histórico discurso de Olaf Scholz el 27 de febrero marcó un giro de 180º en la política de defensa y seguridad alemana. Sin embargo, seis meses después, no está claro si el país puede asumir tal transformación

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz, en el Bundestag. (EFE/Clemens Bilan)
El canciller alemán, Olaf Scholz, en el Bundestag. (EFE/Clemens Bilan)

El discurso pronunciado por el canciller Olaf Scholz tres días después del inicio de la guerra en Ucrania —referido como 'Zeitenwende' por sus implicaciones— fue interpretado como una nueva era en la política exterior alemana en el ámbito militar. Pero seis meses han pasado ya desde esta alocución y apenas se han visto señales del cambio de paradigma alemán. Llegados a este punto, es el momento de que Alemania reconozca que el discurso de Scholz no era la solución para el 'Zeitenwende' militar alemán, sino que más bien se trató del inicio de un proceso de cambio gradual y coherente de la cultura de la seguridad de Berlín.

Cuando Scholz ascendió al poder, no tenía ninguna intención de reformar de manera significativa la política alemana de defensa, abogando en su lugar por una continuidad con la visión de la era Merkel. Fue necesaria una radical transformación del escenario geopolítico como la que supuso la invasión rusa de Ucrania para que el canciller se diese cuenta de que era necesario adaptarse a la nueva realidad internacional. Así, formuló su histórica reforma militar en menos de 48 horas ante una creciente presión por parte de los aliados de Berlín.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (EFE/Filip Singer)

El Gobierno de su predecesora, Angela Merkel, se comprometió en varias ocasiones a alcanzar la meta de la OTAN de gastar el 2% del PIB en defensa. No obstante, al mismo tiempo, Alemania anunciaba que conseguiría llegar tan solo al 1,5% de su presupuesto. Como resultado, la falta de inversión en las fuerzas armadas germanas se intensificó.

En el 'Zeintenwende' anunciado por el actual canciller, el Ejecutivo alemán propuso un fondo especial de 100.000 millones de euros para suplir las carencias en las capacidades militares que fueron apareciendo en las décadas precedentes. Asimismo, Scholz dio su palabra de que Berlín dedicaría anualmente el 2% de su presupuesto en inversión en defensa desde ahora. Sin embargo, no hizo falta mucho tiempo para darse cuenta de que el Gobierno no usaría este fondo para complementar la meta de la Alianza atlántica. En su lugar, Berlín lo utilizaría para alcanzar el objetivo marcado por la OTAN en los próximos años. Y el Gobierno ya ha destinado parte de los costes de proyectos militares existentes al fondo de 100.000 millones. En el caso de que la inflación se mantenga en el 7,5%, esta inversión especial sería únicamente de 60.000 millones para mejorar las capacidades en defensa.

placeholder El canciller alemán, Olaf Scholz, en la pasada cumbre de la OTAN celebrada en Madrid. (EFE/Sergio Pérez)
El canciller alemán, Olaf Scholz, en la pasada cumbre de la OTAN celebrada en Madrid. (EFE/Sergio Pérez)

El dilema de la seguridad energética

Mientras que el Ejecutivo de Merkel siguió adelante con el proyecto del Nord Stream 2 incluso después de la anexión rusa de Crimea, Scholz detuvo inmediatamente este plan gasístico. El 'Zeintenwende' del canciller también incluía una reforma en la seguridad energética del país, en la que se puso sobre la mesa una mayor y más rápida inversión en energías renovables. Berlín también incrementaría sus reservas de carbón y petróleo y construiría dos terminales de gas natural licuado (GNL). El dirigente germano argumentó que estas medidas ayudarían a acabar con la dependencia alemana del suministro energético de Moscú y dejar de financiar indirectamente la invasión rusa de Ucrania. Pero el proyecto de GNL se tambalea y Alemania continúa a merced del gigante estatal ruso Gazprom y de Putin, que usan la herramienta del gas como arma contra los intereses de Berlín. Además, apenas ha habido avances significativos en el sector renovable desde el inicio del conflicto.

Sin embargo, el país germano no puede transformar su sistema energético en tan solo seis meses. Alemania ya está sintiendo los efectos de su enorme dependencia de los hidrocarburos procedentes de Rusia y está trabajando sin demora para encontrar soluciones para garantizar la energía suficiente ante la inminente llegada del invierno. Para este fin, según se ha publicado en algunos medios, el Gobierno estaría dispuesto incluso a mantener operativas sus tres últimas centrales nucleares de manera temporal.

Foto: Reactor nuclear de Isar 2 en Alemania. (REUTERS/Ayhan Uyanik)

El discurso de Olaf Scholz del 27 de febrero tuvo un gran impacto. Sin embargo, el Gobierno alemán está mayoritariamente reaccionando a las críticas a nivel internacional y carece de iniciativa propia para convertirse en un actor principal —'Führungsmacht', el término alemán utilizado para referirse a ello—, tal y como expresó Lars Klingbeil, líder del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD, por sus siglas en alemán), en una conferencia de la Fundación Friedrich Ebert. Donde Scholz ha dejado un vacío, Klingbeil ha empezado a pensar una estrategia clara para alcanzar una reforma en los sectores de la energía y de la defensa. Y los políticos alemanes contarían con el apoyo de la opinión pública. Una reciente encuesta mostró que el 67% de los alemanes aprueba el fondo especial de 100.000 millones para las fuerzas armadas.

Los miembros más veteranos del Bundestag se muestran especialmente vacilantes a la hora de incrementar el gasto en defensa. Esto se debe a que tanto los Verdes como el SPD tienen un marcado antimilitarismo en su ADN. No obstante, los Verdes se han adaptado rápidamente a la nueva realidad. Pero lo mismo no se puede decir de todos los socialdemócratas. Algunos miembros de la vieja guardia del partido no consiguen dejar atrás su pasado más prorruso tan fácilmente. Por ejemplo, el presidente de la República alemana, Frank-Walter Steinmeier, no fue invitado a una visita a Kiev por sus posiciones previas con respecto a Moscú, el excanciller Gerhard Schröder sale continuamente en los medios por su relación con Putin y la líder regional del SPD Manuela Schwesig está en el centro de la polémica por su rol en el gasoducto Nord Stream 2.

Foto: Las banderas de la UE y Alemania ondean delante del Reichstag, el lugar de reunión del Parlamento alemán. (Reuters/Lisi Niesner)

En un futuro, los dirigentes germanos necesitarán reajustar su política hacia el este de Europa para demostrar su compromiso tanto a nivel doméstico como con sus aliados en la UE y en la OTAN. Berlín deberá evitar verse envuelta en controversias como la falta de cumplimiento de contratos, siendo un ejemplo el retraso para reemplazar tanques polacos enviados a Ucrania. Alemania también deberá alcanzar anualmente la meta atlántica del 2% de gasto en defensa. Ya va con retraso, pues se estima que en 2023 se quedaría en el 1,7%. Finalmente, el fondo de 100.000 millones no debería ser la única medida propuesta en la anunciada nueva era de la política exterior alemana. El Gobierno también tendrá que incrementar la inversión para convertir el país germano en un actor imprescindible en la defensa territorial y colectiva del continente europeo.

Un cambio de mentalidad

Pero, sobre todo, el mayor desafío reside en conseguir un cambio de mentalidad con respecto al papel del país en la cuestión militar. Scholz necesita posicionar Alemania como un jugador titular en el campo de la seguridad y defensa internacional. Y esto llevando consigo a los votantes germanos, no solo persuadiéndoles para aceptar un mayor gasto en defensa en el largo plazo, sino también haciéndoles ver la necesidad de cambiar su manera de ver la esfera militar como herramienta de política exterior. Esto requerirá de un fuerte liderazgo y una firme voluntad política. Queda en las manos de los actuales dirigentes si este cambio se produce en sus mandatos o llega con las nuevas generaciones de líderes alemanes.

Foto: Una bandera alemana, en el puerto de Hamburgo. (Reuters/Bimmer) Opinión
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Seis meses después del histórico discurso de Scholz, el impacto de las medidas anunciadas no ha sido el esperado. Pero hay que tener en cuenta que, con todas las dificultades que implica este cambio en la estrategia militar, el ministro de Exteriores alemán está actualmente formulando la primera estrategia de seguridad nacional del país. Esta puede convertirse en una visión a largo plazo que ayudaría a la nación germana a convertirse en un aliado de confianza para otros países de la UE y de la OTAN. Si las intenciones del 'Zeitenwende' no se quedan en papel mojado y pasan a formar parte de la Estrategia de Seguridad Nacional alemana, las palabras de Scholz pueden traer la esperada reformar militar y hacer que Alemania entre verdaderamente en una nueva era en la esfera de la defensa y la seguridad.

*Análisis publicado originalmente en inglés en el European Council on Foreign Relations por Angela Mehrer, titulado 'Turn of phrase: Germany’s Zeitenwende'.

El discurso pronunciado por el canciller Olaf Scholz tres días después del inicio de la guerra en Ucrania —referido como 'Zeitenwende' por sus implicaciones— fue interpretado como una nueva era en la política exterior alemana en el ámbito militar. Pero seis meses han pasado ya desde esta alocución y apenas se han visto señales del cambio de paradigma alemán. Llegados a este punto, es el momento de que Alemania reconozca que el discurso de Scholz no era la solución para el 'Zeitenwende' militar alemán, sino que más bien se trató del inicio de un proceso de cambio gradual y coherente de la cultura de la seguridad de Berlín.

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