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La superpotencia ingenua: ¿está despertando Alemania al nuevo orden mundial?
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el fracaso del 'appeasement' germano

La superpotencia ingenua: ¿está despertando Alemania al nuevo orden mundial?

Berlín, que abogaba siempre por mantener abierto el canal diplomático con Moscú, cambia su postura histórica y anuncia una política de mano dura con el Kremlin

Foto: Protesta en apoyo a Ucrania en la emblemática Puerta de Brandenburgo en Berlín. (Reuters/Fabrizio Bensch)
Protesta en apoyo a Ucrania en la emblemática Puerta de Brandenburgo en Berlín. (Reuters/Fabrizio Bensch)

Consternación, decepción y también enfado por la propia 'ingenuidad'. La invasión rusa en Ucrania ha sacudido los cimientos de la política exterior de Alemania hasta el punto de que es posible que esté cambiando, para siempre, algunas de sus coordenadas más claras. La guerra iniciada por Vladimir Putin es también un fracaso de la diplomacia germana, que apostó hasta última hora por la buena voluntad del Kremlin. Y un fiasco a mayor escala para la tradicional política de apaciguamiento de Berlín, hasta ahora siempre preocupada por atender y respetar las sensibilidades de Moscú. Los golpes de realidad han echado por la borda viejas convicciones políticas forjadas en la Alemania de la posguerra. La gran potencia europea, tumbada en el diván geopolítico.

Este el cambio de paradigma se empezaba intuir en las primeras palabras públicas del canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, a mediodía del jueves. Tanto por su tono sombrío y resoluto, como por todo aquello que no dijo. "Para esto no hay justificación. Esta es la guerra de Putin", dijo Scholz en Berlín en una breve comparecencia de poco más de tres minutos en la que por primera vez no habló de diplomacia, sino de impulsar duras sanciones conjuntas contra Rusia.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters)

"El objetivo de las sanciones es dejarle claro a la cúpula rusa que va a pagar un amargo precio por esta agresión. Va a quedar claro que Putin cometió un grave error con su guerra", agregó. La dureza de Scholz con su homólogo ruso dejaba atrás así la era de los intentos de apaciguamiento de su predecesora, Angela Merkel, en sus numerosas visitas al Kremlin entre 2005 y 2021, y enterraba definitivamente la época del abierto compadreo del excanciller y compañero de partido Gerhard Schröder —quien ahora es uno de los miembros del consejo de dirección de la gigante paraestatal rusa Gazprom—.

Pero el fracaso de la diplomacia alemana lo encarna también el mismo Scholz, quien hace diez días visitó el Kremlin siguiendo los pasos del presidente francés, Emmanuel Macron, para intentar convencer a Putin de no empezar una guerra. Todo fue en vano. 'A posteriori', la puesta en escena de las conversaciones con los líderes de Francia y Alemania, así como los supuestos gestos del Kremlin al ordenar un repliegue de tropas rusas en Bielorrusia el mismo día en que Scholz desembarcaba en Moscú, parecen hoy una mofa de Putin.

"Estoy furiosa con nosotros mismos por nuestro fracaso. Después de Georgia, Crimea y el Donbás, no preparamos nada para contener a Putin"

En ese momento, algunos observadores vieron aún con algo de esperanza la iniciativa diplomática de Scholz. Pero ahora reina en la opinión pública germana una convicción generalizada de que Berlín necesita redefinir sus posturas por la llegada de una nueva era para Europa y para el orden político mundial.

"Nos hemos despertado en un mundo distinto", avisaba la ministra de Exteriores, la 'verde' Annalena Baerbock. "Si no les salimos al frente ahora [a los rusos] de forma decidida, pagaremos un precio aún más alto", agregó.

Más cruda fue incluso la reacción de Annegret Kramp-Karrenbauer, exministra de Defensa de Merkel y exlíder de la conservadora CDU, el partido de gobierno por excelencia en la Alemania de la posguerra. "Estoy furiosa con nosotros mismos por nuestro fracaso histórico. Después de (los conflictos en) Georgia, Crimea y el Donbás, no preparamos nada que pudiese contener de verdad a Putin", escribió Kramp-Karrenbauer en Twitter. Sus palabras eran un ajuste de cuentas general con la política del 'appeasement', del apaciguamiento frente a Rusia.

El fracaso del 'appeasement'

Este despertar a regañadientes es visible también en la coalición de gobierno, tanto en las filas de los socialdemócratas —históricamente defensoras de la línea rusófila de diálogo con el Kremlin—, como entre Los Verdes —abanderados del pacifismo alemán y de la política de no entregar armas a Ucrania—. "El ataque de Putin a Ucrania representa un profundo cambio", señaló el jefe de la bancada socialdemócrata en el Bundestag, Rolf Mützenich, una de las voces que más abogaba hasta ahora por el diálogo. "El presidente de Rusia es un criminal de guerra", agregó Mützenich con dureza en un comunicado difundido por su bancada.

"En retrospectiva hay que decir que fuimos muy ingenuos. Occidente, Europa, Alemania"

Una de las reflexiones más claras sobre el cambio de paradigma la hizo otro político 'verde', Robert Habeck, actual ministro de Economía y vicecanciller. "En retrospectiva hay que decir (...) que fuimos muy ingenuos. Occidente, Europa, Alemania", enumeró Habeck en una entrevista con la televisión pública. Horas antes del comienzo de la invasión rusa, también había formulado de forma aún difusa cuáles son los nuevos retos para Alemania, entre ellos el de reducir su dependencia del gas ruso e incluso el de reforzar la capacidad militar, un tema particularmente espinoso para cualquier Gobierno germano.

Foto: Sarkozy y Putin en 2008. (EFE/Lucas Dolega)

"Estamos viviendo una profunda ruptura en la política alemana, en la política europea y en la política transatlántica", dijo Habeck durante una tertulia televisiva en la noche del miércoles. Esto fuerza una "reorientación por completo del sector energético, del rumbo de la economía, también de la capacidad de las Fuerzas Armadas alemanas y de la relación transatlántica", vaticinó. El mayor compromiso para financiar la alianza militar de la OTAN, en particular de potencias económicas continentales como Alemania, es una vieja exigencia de Estados Unidos.

¿Armas a Ucrania?

La posibilidad de un aumento de la capacidad militar alemana, como sugería Habeck, no se asoma aún en el debate público y parece, 'a priori', difícil de impulsar en Alemania, un país marcado por un robusto movimiento pacifista tras el trauma de la Segunda Guerra Mundial. Algo que ha marcado la política exterior alemana hasta extremos insospechados.

"Aquí vuestro recordatorio de que los alemanes han estado debatiendo la adquisición de drones armados durante décadas y todavía no tienen ninguno porque piensan que los drones son malvados. Estáis mirando a un país entero que ha decidido ser débil", reflexionó Marcel Dirsus, profesor de ciencia política en el Instituto de Política de Seguridad de la Universidad de Kiel, en su cuenta de Twitter. "Si a los alemanes les ha llevado décadas comprar drones armados pese a que son obviamente útiles y perfectamente compatibles con los valores occidentales, ¿qué esperanza hay de que tengan un pensamiento estratégico y un liderazgo europeo más amplio? Es deprimente", agregó.

Sí vuelven a oírse, en cambio, las exigencias de que Berlín reconsidere su posición de no enviar armas a Ucrania, después de las recientes burlas del alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, sobre la exigua ayuda militar alemana de 5.000 cascos. "¿Qué es lo siguiente que va a enviar Alemania como apoyo? ¿Almohadas?", ironizó el regidor.

Foto: Campaña para las elecciones europeas con Annegret Kramp-Karrenbauer, Angela Merkel y Manfred Weber. (Reuters)

"Yo me oponía al envío de armas para mantener abiertos los canales de comunicación con Rusia", señaló el diputado conservador Norbert Röttgen, aspirante hace unos meses a asumir el liderazgo de la CDU. "Eso se acabó. Ahora se trata de defensa. Tenemos que entregar a Ucrania las armas que podamos poner a disposición". Röttgen es miembro del Comité de Exteriores del Bundestag, un gremio que él mismo presidió hasta 2020, y que podría ser clave para un eventual apoyo de la Cámara al suministro de armamento a Ucrania.

Y aunque el actual líder de los conservadores, Friedrich Merz, ya se había pronunciado a favor del envío de armas defensivas, el cambio de opinión de Röttgen podría reflejar además un posible nuevo ánimo en la opinión pública alemana. El 'shock' en el país es grande tras la invasión rusa. El jueves hubo manifestaciones espontáneas de rechazo a la guerra ante la emblemática Puerta de Brandemburgo en Berlín, que en la noche del miércoles fue iluminada con los colores de la bandera ucraniana en señal de solidaridad.

El canciller justifica su negativa a suministrar armamento a Ucrania con el rechazo que manifestaba hasta ahora la mayoría de alemanes en las encuestas de opinión. Scholz tiene previsto dar el domingo un discurso ante el Parlamento, donde podría trazar las nuevas líneas de su política hacia Rusia tras el comienzo de la guerra en Ucrania.

Otro paradigma energético

En la capital alemana preocupa, por lo demás, el impacto que pueda tener la ofensiva rusa en su economía, especialmente en el suministro energético —Alemania importa el 55% del gas desde Rusia, según datos del Ministerio de Economía—. Pese a ello, Habeck aseguró que están preparados para afrontar un recorte e incluso una suspensión total del suministro ruso debido a las sanciones.

"Vamos a tener que comprar más gas, pero también carbón, en otros países", señaló el ministro. El político ecologista calificó además con más claridad que nunca el suministro energético como un "asunto estratégico y geopolítico" crucial para Alemania, pocos días después de que el Gobierno suspendiese la entrada en funcionamiento de Nord Stream 2, el gasoducto que une directamente Rusia y Alemania.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (EFE/Geert Vanden)
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L. Proto Infografía: Rocío Márquez

El cambio de paradigma alemán se había reflejado ya de forma clara en la suspensión de Nord Stream 2, que Berlín calificaba hasta hace poco como un proyecto meramente económico. Fue el propio Habeck quien admitió hace unos días que el gasoducto no podía ser visto sin tener en cuenta aspectos geopolíticos, como la dependencia energética de Rusia. Toda una novedad para el discurso oficial alemán, en un momento en el que el Gobierno asegura que lleva semanas preparándose para una nueva era en su diplomacia. Su primer reto: abandonar la 'ingenuidad' del diálogo a toda costa y plantarle cara a Putin.

Consternación, decepción y también enfado por la propia 'ingenuidad'. La invasión rusa en Ucrania ha sacudido los cimientos de la política exterior de Alemania hasta el punto de que es posible que esté cambiando, para siempre, algunas de sus coordenadas más claras. La guerra iniciada por Vladimir Putin es también un fracaso de la diplomacia germana, que apostó hasta última hora por la buena voluntad del Kremlin. Y un fiasco a mayor escala para la tradicional política de apaciguamiento de Berlín, hasta ahora siempre preocupada por atender y respetar las sensibilidades de Moscú. Los golpes de realidad han echado por la borda viejas convicciones políticas forjadas en la Alemania de la posguerra. La gran potencia europea, tumbada en el diván geopolítico.

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