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El hombre más odiado por Ucrania (después de Putin) es alemán y cobra en rublos
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El mejor amigo europeo de Vladímir

El hombre más odiado por Ucrania (después de Putin) es alemán y cobra en rublos

Amante del lujo y durante años la cara exitosa de la socialdemocracia alemana, el excanciller se ha convertido en un apestado en Berlín porque se niega a dejar su bien dotado puesto como lobista del Kremlin mientras Rusia bombardea Ucrania

Foto: El excanciller de Alemania Gerhard Schröder. (Getty/Sean Gallup)
El excanciller de Alemania Gerhard Schröder. (Getty/Sean Gallup)
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A Gerhard Schröder, ahora, han dejado incluso de llamarlo excanciller. El buque insignia de la socialdemocracia alemana a finales del siglo pasado es hoy el "amigo de Putin" y el "lobista del gas", una descripción con un desprecio apenas oculto por la forma en que el antiguo jefe de Gobierno germano gana no poco dinero en tiempos de guerra en Europa.

Ha sido nada menos que una de las jefas de su propio partido, el SPD, la que lo ha expresado con claridad en público: "Gerhard Schröder opera, desde hace años ya, como un hombre de negocios y deberíamos por eso dejar de considerarle un antiguo estadista y un excanciller. Gana su dinero trabajando para estatales rusas", renegó recientemente Saskia Esken de su predecesor en público. Difícil decirlo con mayor desdén.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (EFE/Steffi Loos)

No es exagerado decir que Schröder, canciller germano entre 1998 y 2005, se ha convertido en un paria y, en estos momentos, en uno de los personajes más odiados en su país. Y en símbolo de la larga influencia de Vladímir Putin en Europa. El mal envejecer de viejas glorias políticas debería ser de por sí una disciplina de estudio —en España podríamos citar el denostado papel de Zapatero como supuesto intermediario 'respetado' entre chavismo y oposición en Venezuela— y Schröder sería probablemente un ejemplo destacado. Y es que en estos días, todo el que aún tenga una reputación que cuidar en Alemania huye en espantada de él.

Sus propios asistentes renunciaron a trabajar en su oficina tras el comienzo de la guerra en Ucrania, y después de que Schröder se negase a distanciarse públicamente de Putin. Y el actual canciller, Olaf Scholz, que fue secretario general de los socialdemócratas durante el mandato de Schröder, lo ha desautorizado diciendo que sus opiniones no representan al partido.

Foto: Foto: Reuters

El SPD retiró su retrato hace varias semanas de su galería de 'socialdemócratas ilustres' y en el partido circulaban recientemente al menos 14 solicitudes de agrupaciones regionales que exigen la expulsión de Schröder, un proceso que puede ser largo y tedioso en la burocracia partidaria germana. Los actuales jefes del SPD —Esken y Lars Klingbeil— firmaron una carta conjunta con otros exlíderes de la formación en la que le pedían a Schröder dar el paso por sí mismo, para ahorrar a los socialdemócratas el largo y penoso espectáculo público. Hasta ahora, en vano. Schröder solo ha entregado voluntariamente el título de ciudadano de honor de Hannover, y eso porque su ciudad natal estaba a punto de arrebatárselo.

Bolsillos llenos gracias al Kremlin

A lo que no ha renunciado el excanciller hasta ahora es a sus suculentos ingresos como lobista, justamente, de las energéticas estatales rusas, una labor que le reporta más de 850.000 euros de ingresos al año adicionales a su cómoda pensión de jubilado como antiguo funcionario público: unos 250.000 anuales por su trabajo para Nord Stream, la compañía gestora de los gasoductos que transportan gas de Rusia a Alemania, y al menos unos 650.000 euros por año por su puesto en el consejo de administración de Rosneft, la petrolera estatal del Kremlin, según varios medios germanos. A finales de junio, si los planes siguen adelante según lo previsto, Schröder podría ocupar además un puesto en el consejo de administración de Gazprom, el gigante del gas de Vladímir Putin.

Rosneft y en particular Gazprom simbolizan la vituperada dependencia energética alemana de Rusia, uno de los principales impedimentos para que la Unión Europea apruebe un boicot comercial inmediato a las importaciones de gas y petróleo rusas, aunque Alemania haya cedido en este último y el petróleo forme parte del nuevo paquete de sanciones europeo contra Rusia. Una dependencia labrada, para el beneplácito de la industria germana, sobre todo gracias a los buenos oficios de Schröder. Nadie tan emblemático como él.

Foto: El excanciller Gerhard Schröder, el 11 de febrero de 2015 en Berlín. (Reuters)

Como canciller, allanó el camino para la construcción del primer gasoducto Nord Stream, inaugurado en 2011, y luego pasó directamente a representar los intereses de Putin, gracias a la fraternidad que forjó con el autócrata ruso durante su tiempo en el poder. Por boca de Putin, es conocida la anécdota de ambos sentados en una sauna rusa mientras bebían cerveza.

El propio Schröder defendió hace poco tercamente sus posturas frente al 'New York Times', en una entrevista —la única que ha dado desde el comienzo de la invasión rusa— que ha generado una ola de indignación en Alemania.

"Siempre he servido a intereses alemanes", aseguró Schröder en su oficina en Hannover. "Hago lo que puedo y al menos una de las partes confía en mí". Esa parte, como es evidente, no es la germana. Putin, en efecto, es de los pocos que ven al excanciller como un adalid de la defensa de su país. "Los clientes [alemanes] deberían agradecer a Schröder que puedan comprar gas de Rusia por menos del 80% de su valor al contado", dijo el líder ruso en febrero, poco antes de iniciar la guerra. En marzo, recibió a su viejo amigo de Hannover en el Kremlin, aunque las gestiones de Schröder para frenar la invasión en Ucrania quedaron en nada.

"¿Un 'mea culpa'? Eso no va conmigo"

Lo cierto es que Schröder ha terminado de destrozar su imagen negándose a renunciar a su suculento salario ruso y con su tozuda negativa a admitir que cometió errores en su trato con Rusia. El exjefe de Gobierno ya era blanco de críticas por haber aceptado ponerse al servicio de otro país poco después de dejar la cancillería, algo que muchos veían como incompatible, además, por mezclar de forma tan descarada política y negocios.

Esa desfachatez parece haberla confirmado en su entrevista con el 'Times', que reconstruye la charla con un Schröder al que no cuesta imaginarse con la sonrisa socarrona y el aire algo insolente que lo caracterizaban durante su tiempo de político activo. "¿Tienes miedo de trabajar con nosotros?", contó el excanciller que le dijo Putin entonces en tono burlón tras ofrecerle convertirse en representante de las energéticas rusas en Alemania. Schröder, claro, no iba a echarse atrás por el qué dirán.

Foto: Banderas del SPD antes de un mitin de Martin Schulz en Abensberg, Alemania. (Reuters)

Ahora, además, descartó de plano disculparse por haber impulsado la dependencia germana del gas ruso, como sí han hecho otros altos representantes del SPD, un partido que abogó durante las últimas décadas por las buenas relaciones con Rusia como razón de Estado. El actual presidente federal, Franz-Walter Steinmeier, antigua mano derecha de Schröder durante su tiempo en la cancillería y posteriormente ministro de Exteriores bajo la Gran Coalición de conservadores y socialdemócratas dirigida por Angela Merkel, admitió recientemente en público sus errores.

Algo que no pasa por la cabeza de Schröder. "No voy a hacer un 'mea culpa", le dijo al 'Times'. "Eso no va conmigo". El expolítico y actual lobista ruso, según el diario estadounidense, se bebió durante la charla ingentes cantidades de vino blanco. Otra de esas historias que pegan muy bien con su biografía.

Trajes de Brioni y la testarudez como marca política

Y es que el expolítico de Hannover tiene fama de ser amante del lujo, pese a haber pasado por las canteras socialistas y a sus propios orígenes humildes. O justamente por esto último. Su padre cayó peleando en el frente del este como soldado de la Wehrmacht alemana durante la Segunda Guerra Mundial y Schröder, que no llegó a conocerlo, creció pasando penurias en una familia numerosa. Pese a las dificultades, consiguió graduarse de abogado e inició su trayectoria política en las Juventudes Socialistas, donde se ganó la fama de político hecho a sí mismo y de hueso duro de roer. Más adelante llegaría el poder, primero como jefe regional de Baja Sajonia y en 1998 finalmente en la cancillería.

En paralelo, el socialdemócrata bravucón se forjó además la imagen de político frívolo, y se convirtió en la versión alemana de la 'tercera vía', encarnada en Europa también por el británico Tony Blair en los años noventa. En Alemania, bautizaron a Schröder como el 'canciller Brioni', por su predilección por los trajes de marca italianos, y se hicieron famosas unas imágenes en las que aparecía con un cohíba en la mano, disfrutando de los placeres mundanos mientras ejercía el poder.

Foto: Olaf Scholz (EPA/Henning Schacht Pool)

Pero pese a esas frivolidades, hasta sus detractores le reconocen méritos a su Gobierno, en particular el haber impulsado las reformas de la llamada Agenda 2010, que modernizaron el mercado laboral alemán. El ala más izquierdista del SPD, eso sí, lo acusó de traición por recortar prestaciones para los parados y se escindió del partido para sumarse más adelante a La Izquierda. La polémica siempre lo ha acompañado.

La psicología de los poderosos

Más celebrada fue, en cambio, la negativa del entonces canciller a apoyar la invasión estadounidense de Irak en 2003, así como el desplante que le hizo al propio George W. Bush. El político testarudo Schröder, otra vez creciéndose mientras rema a contracorriente. Ahora, en la búsqueda de argumentos para entender su empecinamiento en mantener la amistad con Putin, algunos veteranos observadores recurren a la psicología.

"He visto muchos de sus discursos electorales", escribió en la revista 'Der Spiegel' el documentalista Stephan Lamby, que lo compara con otro afamado cabezota político, su predecesor conservador en la cancillería, Helmut Kohl. Ambos "solo conseguían calentar motores cuando aparecían alborotadores a insultarlos y a pitarlos. Estaban familiarizados con la sensación de estar rodeados por enemigos. Les encantaba chocar con resistencias", dice Lamby.

Con Putin, se trata también del dinero, desde luego, "pero lo que lo mueve es otra cosa", cree Lamby, conocido en Alemania por sus documentales sobre varios políticos de primera fila. "Está defendiendo su ego", agrega. Schröder, que alguna vez fue canciller de Alemania, se ha atrincherado a sus 78 años. Cuanto más lo critiquen, más dispuesto parece estar a no dar su brazo a torcer.

A Gerhard Schröder, ahora, han dejado incluso de llamarlo excanciller. El buque insignia de la socialdemocracia alemana a finales del siglo pasado es hoy el "amigo de Putin" y el "lobista del gas", una descripción con un desprecio apenas oculto por la forma en que el antiguo jefe de Gobierno germano gana no poco dinero en tiempos de guerra en Europa.

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