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“Estaban hundidos”: la resurrección 'lazariana' de la socialdemocracia alemana
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“Estaban hundidos”: la resurrección 'lazariana' de la socialdemocracia alemana

Al comienzo de la campaña lo daban por muerto, pero Olaf Scholz sacado al SPD de su letargo y aspira a gobernar Alemania tras las elecciones

Foto: Un cartel de Olaf Scholz. (Reuters)
Un cartel de Olaf Scholz. (Reuters)

Es posible que el lunes aún no sepamos con certeza quién será el sucesor de Angela Merkel, pero sí que se haya confirmado una de las historias más sorprendentes de estas elecciones alemanas: la inesperada resurrección de la socialdemocracia. Si las encuestas acaban llevando razón, el SPD podría ganar los comicios del domingo con alrededor del 25% de los apoyos y su candidato, Olaf Scholz, empezar la próxima semana con la ardua tarea de intentar formar gobierno.

El vuelco en el último mes es ciertamente impresionante para un partido que lleva años estrellándose con Merkel en cada elección y, sobre todo, viendo a su electorado menguar en una sangría aparentemente incontenible. Casi nadie contaba con el SPD en estas generales. El partido más viejo de Alemania llevaba años prácticamente desahuciado en la UCI.

Foto: El candidato del SPD, Olaf Scholz. (Getty)

"Su despegue en las encuestas es sorprendente, porque las condiciones de partida eran muy malas", dice a El Confidencial el politólogo Gero Neugebauer, de la Universidad Libre de Berlín. "Uno podía suponer que no se trataba de una crisis, sino de una fase de franco hundimiento", resume. Pocos partidos han tenido que aguantar tantas mofas y extremaunciones en los últimos años.

"Quizá el SPD, simplemente, no quiere seguir existiendo", reza un libro publicado en 2019 en el que su autor, Holger Fuß, se regocija en lo que considera la particular querencia del partido por la "autodestrucción". Por sus eternas disputas internas y sus erráticas y contradictorias búsquedas por un nueva razón de ser, una vez abandonada la vieja consigna de la justicia social con las reformas laborales y del Estado de bienestar impulsadas por el excanciller Gerhard Schröder entre 2003 y 2005. La llamada 'Agenda 2010' es para muchos la mayor traición contra la identidad socialdemócrata hasta ahora.

Foto: Foto: El Confidencial Diseño.

A ello se sumó la paulatina erosión del clásico electorado obrero, desbandado entre los afortunados que consiguieron el ascenso social y votan ahora por Los Verdes, por su preocupación por el medio ambiente, y entre los menos afortunados, los perdedores de la globalización que, enfadados, votan por La Izquierda e incluso por la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Los tiempos, definitivamente, parecían haber hecho innecesaria a la socialdemocracia, como vaticinaba ya en 1987 el sociólogo germano-británico Ralf Dahrendorf.

Pero al final, sorpresa, parece que Lázaro no estaba muerto y que goza incluso de buena salud, a la espera de que los votantes así lo confirmen el domingo. Es posible, eso sí, que la resurrección del SPD tenga menos que ver con el descubrimiento de una nueva identidad progresista en tiempos convulsos, y más bien con algunas circunstancias muy puntuales. Una serie de aciertos propios y errores ajenos. Una coincidencia feliz tras dos décadas de infortunios electorales.

Merkel soy yo

La primera tiene que ver con su candidato, Olaf Scholz, un tecnócrata que perdió la elección interna para liderar el partido en 2019, pero que se ha conseguido vender como el candidato más similar a la popular Merkel. Y eso, en un país tan reacio a los cambios de era y a los experimentos políticos, pesa. Parece impensable en otros lugares, pero Scholz ha convencido a los electores de que votando por él obtendrán lo más parecido que hay a la canciller conservadora. Que Merkel no se reencarnará en el candidato de su partido, Armin Laschet, sino en un socialdemócrata.

"Para mucha gente tiene similitudes con Merkel en el carácter", dice a El Confidencial Frank Capellan, que sigue al SPD desde hace años para la radio pública Deutschlandfunk. "Con eso cae bien a mucha gente. Lo ven como alguien que mantiene la calma en tiempos turbulentos", agrega.

Scholz, ministro de Finanzas en la actual Gran Coalición de Merkel, no es un líder carismático y hasta hace poco era mirado con recelo por muchos de sus compañeros de partido. En el SPD pertenece al ala más moderada. En diciembre de 2019 un congreso eligió a un dúo mucho más escorado a la izquierda, Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans, para dirigir el partido y sólo la falta de candidatos de tirón hizo que el SPD nombrara a Scholz unos meses más tarde candidato a canciller. Muchos temían, sin embargo, que sus propios correligionarios le hicieran pronto la vida imposible, por la consabida afición de los socialdemócratas por pelearse entre ellos. Scholz, sin embargo, sabía que las cosas iban a cambiar, cree Capellan. "Su cálculo entonces era que el partido iba a acabar apostando por él y por su popularidad, debido a las ayudas económicas que aprobó como ministro de Finanzas durante la crisis del coronavirus".

El miedo a la muerte paraliza

Es posible que también el miedo a la muerte impidiese la autodestrucción. El SPD estuvo durante mucho tiempo estancado en una intención de voto del 15 % y en sus peores momentos le acechaba incluso la amenaza de ser superado por la AfD. A favor jugó además el hecho de que el partido designara a su candidato más temprano que nadie, en agosto de 2020. Una ironía del destino: los socialdemócratas no perdieron tiempo con un desgastante tira y afloja entre varios candidatos de peso, porque simplemente no los había. Era Scholz o nada.

Foto: Jonas Gahr Store. (EFE) Opinión

En la acera de enfrente, las cosas pintaban distintas. El bloque conservador, compuesto por la CDU de Merkel y su rama bávara, la CSU, afrontaba el enorme desafío de llenar el vacío que dejaba la canciller. Tras el fracaso de Annegret Kramp-Karrenbauer, la heredera deseada por Merkel al frente de la CDU, el nuevo líder de la formación, Armin Laschet, tuvo que enfrentarse al hombre fuerte de la CSU, el bávaro Markus Söder, que reclamó la candidatura del bloque.

Los papeles, paradójicamente, quedaron invertidos. El SPD, el partido de las sempiternas trifulcas internas, se ha mostrado más armónico que nunca, mientras que los tradicionalmente disciplinados conservadores se enfrascaron en sus propias luchas intestinas para repartirse la herencia de Merkel. A la CDU/CSU, un partido del que se dice que su mayor seña de identidad es su ambición de poder, le ha fallado el instinto. Si pierde las elecciones, es posible que el partido se pregunte más adelante si la división interna es parte del legado menos agradable de la era Merkel. "La CDU se destruyó a sí misma. Y al frente tenía a un SPD tranquilo y estable", constata el politólogo Neugebauer.

¿Quién es peor, Baerbock o Laschet?

La campaña, además, arrancó con el ascenso deslumbrante de Los Verdes, que parecían por primera vez predestinados a llegar a la cancillería debido al auge de la preocupación por el medio ambiente en gran parte del electorado. El partido ecologista llegó a liderar las encuestas con alrededor del 28% de la intención de voto y se disputó durante semanas la hegemonía con los conservadores.

"La campaña empezó con una disputa entre Los Verdes y la CDU/CSU por ver quién era el partido más fuerte. Al SPD no lo tenía nadie en cuenta", resume Neugebauer. Las miradas se centraron pronto en los favoritos. Y estos cometieron errores.

Foto: La candidata de los Verdes alemanes, Annalena Baerbock (Reuters)

Annalena Baerbock, la candidata 'verde', tropezó con varios escándalos, el más sonado de ellos por haber copiado pasajes de un libro que publicó en junio. Pero Laschet no se quedó atrás.

Si el 'delfín' de Merkel pierde finalmente las elecciones el domingo, es posible que buena parte de esa derrota se atribuya a la imagen de Laschet riéndose de forma impertinente detrás de cámaras mientras visitaba uno de los lugares devastados por las riadas que castigaron el oeste de Alemania este verano. La carcajada se ha convertido en un símbolo de su malograda candidatura. El traspié arrojó una mala luz sobre casi todo lo que vino después.

A Scholz, en cambio, le pasó lo contrario: el socialdemócrata parece indemne a cualquier ataque. A Scholz, en cierta forma, le fue como a Merkel en sus campañas de reelección, en las que poco parecía afectarla. Por esa capacidad para sacudirse todos los problemas casi únicamente con su aura, sin que nada la pringara, la llamaron alguna vez la "canciller teflón".

No hay por ahora era socialdemócrata

Todos esos factores, por otro lado, son indicios de que el renacimiento del SPD podría ser un espejismo, o al menos un fenómeno únicamente coyuntural. Un ascenso nacido de unas condiciones electorales muy particulares. Aunque Scholz ha esgrimido algunas de las banderas clásicas de la socialdemocracia —el salario mínimo, el "respeto" por los trabajadores— , lo cierto es que, al menos de momento, el SPD no ha conseguido sentar las bases de una nueva agenda progresista en Alemania.

"Obtener un buen resultado el domingo no será suficiente, porque la causa será la debilidad de los rivales, no que haya un ambiente socialdemócrata en el electorado. El SPD no representa un deseo de cambio", cree Neugebauer. Si el partido no consigue anclar más su discurso en la sociedad civil, y formular nuevas propuestas para reajustar el Estado de bienestar y proteger el medio ambiente, es posible que la fiesta electoral deje paso pronto a la resaca. "Sería entonces sólo una pausa en la crisis crónica", concluye.

Es posible que el lunes aún no sepamos con certeza quién será el sucesor de Angela Merkel, pero sí que se haya confirmado una de las historias más sorprendentes de estas elecciones alemanas: la inesperada resurrección de la socialdemocracia. Si las encuestas acaban llevando razón, el SPD podría ganar los comicios del domingo con alrededor del 25% de los apoyos y su candidato, Olaf Scholz, empezar la próxima semana con la ardua tarea de intentar formar gobierno.

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