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Los seis resortes de Putin para influir en las elecciones alemanas
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Los seis resortes de Putin para influir en las elecciones alemanas

El presidente ruso está especialmente interesado en el país en el que durante años trabajó como espía de la KGB: es sin duda el Estado clave para la estabilidad económica y política de la UE

Foto: Una pancarta contra Angela Merkel durante un mitin de la canciller en Ludwigshafen, Alemania. (Reuters)
Una pancarta contra Angela Merkel durante un mitin de la canciller en Ludwigshafen, Alemania. (Reuters)

Vladímir Putin no se presenta a las elecciones alemanas del próximo 24 de septiembre. Pero su sombra es alargada desde hace meses cada vez que en Occidente se sacan las urnas. Sucedió el pasado noviembre en Estados Unidos y en mayo en las presidenciales francesas. Alemania cree que no va a ser una excepción, porque el presidente ruso tiene sus resortes para tratar de influir -en mayor o menor grado- en quién ocupará los próximos cuatro años la Cancillería berlinesa.

El abanico del Kremlin es amplio. De los ciberataques dirigidos a las campañas de desinformación masivas con sus televisiones públicas y en las redes sociales. De las gigantescas maniobras militares que Rusia prepara para mediados de septiembre a las conexiones de Putin con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) y con el excanciller sociademócrata Gerhard Schröder. El presidente ruso está especialmente interesado en el país en el que durante años trabajó como espía de la KGB: es sin duda el Estado clave para la estabilidad económica y política de la UE.

Ciberataques

La canciller alemana, Angela Merkel, ya ha advertido de que el Kremlin podría querer "jugar un papel en la campaña electoral" recurriendo a ataques cibernéticos a partidos políticos e instituciones. Además ha apuntado cuál es la opción que en círculos políticos en Berlín se percibe como más probable: que se difundan parte de los documentos que se sustrajeron del Bundestag durante el gran ataque informático de 2015. No ha sido el único ataque, pero sí el más importante. Según el semanario 'Focus', los piratas se hicieron con 16 GB en documentos. La operación se atribuyó a un grupo de hackers conocido como "Sofacy" o "APT 28", tras el que se cree que se encuentran los servicios secretos rusos.

El director de la comisión electoral central, Dieter Sarreither, ha descartado por su parte que pueda haber ataques cibernéticos efectivos contra el sistema empleado para el recuento de votos, por su combinación de elementos informáticos y humanos.

Schröder y Rosneft

Gerhard Schröder es otra de las cartas marcadas de Putin. El excanciller acaba de ser nombrado directivo de la petrolera estatal rusa Rosneft, controlada por el Kremlin. El gigante energético, en la lista de las empresas rusas sancionadas por la UE, le pagará 300.000 euros al año. El antiguo líder socialdemócrata accederá al consejo de vigilancia de la empresa el 29 de septiembre, cinco días después de las elecciones alemanas. Pero su fichaje se filtró a mediados de agosto. Resulta difícil de entender por qué se ha hecho público justo ahora, algo que no beneficia en absoluto al Partido Socialdemócrata (SPD) del excanciller y que ha dado munición a los conservadores. "Creo que no está bien lo que hace Schröder", aseguró Merkel recientemente.

Schröder y su conexión rusa llevan años generando recelos en Alemania. Reconocido amigo de Putin -celebró con el presidente ruso su 70 cumpleaños en San Petesburgo-, ha trabajado en empresas estatales rusas desde poco después de abandonar la Cancillería en 2009. Hasta ahora era uno de los principales directivos de Nord Stream, la filial de la gasista estatal rusa Gazprom que gestiona el gasoducto que conecta directamente Rusia con Alemania por el mar Báltico.

placeholder Putin saluda a Gerhard Schröder durante un encuentro empresarial en San Petersburgo. (Reuters)
Putin saluda a Gerhard Schröder durante un encuentro empresarial en San Petersburgo. (Reuters)

Las campañas de desinformación

Las campañas de desinformación del Kremlin también preocupan en Berlín. Fuentes del Gobierno alemán han denunciado que el Ejecutivo ruso instrumentaliza canales de televisión como Russia Today y Sputnik, y emplea una auténtica "fábrica de trols" en las redes sociales. Sus públicos objetivos son dos, apuntan. Por un lado, los alrededor de tres millones de rusohablantes que viven en Alemania, ya sean personas de origen ruso o migrantes provenientes de países del antiguo bloque comunista. Por otro lado, los sectores de votantes más nacionalistas y conservadores, entre ellos los votantes de AfD.

Un caso paradigmático de estas campañas fue el denominado "caso Lisa". En enero de 2016 se extendió como la pólvora, especialmente a través de las redes sociales, que una niña de 13 años de origen ruso había sido secuestrada y violada en Alemania por un grupo de refugiados. Los medios rusos azuzaron la polémica y se acusó a Berlín de tratar de tapar el escándalo por la nacionalidad de la víctima. El ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, exigió explicaciones públicas. En Alemania se registraron varias manifestaciones de rusohablantes indignados. El problema es que no hubo violación, según estableció la policía, sino relaciones sexuales consentidas de la menor con dos varones de origen turco. Pero la campaña de desinformación siguió adelante. El Gobierno alemán instó públicamente a Moscú a no hacer "propaganda política" con ese caso. Con nulo éxito.

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Los ultraderechistas de AfD

AfD es, indirectamente, otra herramienta del Kremlin en Alemania. Los ultraderechistas defienden postulados conservadores y nacionalistas muy parecidos a los de Rusia Unida, la plataforma política de Putin. Pero la conexión va mucho más allá. Su copresidenta, Frauke Petry, ha estado en Moscú y se ha entrevistado con Viacheslav Volódin, uno de los más estrechos aliados del presidente y uno de los principales ideólogos de su giro hacia posiciones mucho más antioccidentales e iliberales. Además, otros cargos de AfD han tenido contactos con representantes de Rusia Unida en Berlín, en Moscú y en Crimea.

Esta sintonía con Moscú se refleja también en el programa de los ultraderechistas alemanes. AfD rechaza las sanciones económicas de Occidente a Rusia y niega que Putin se anexionase Crimea de forma ilegal. La península, argumenta, siempre había sido rusa, hasta que en 1954 Moscú se la cedió a Ucrania. Con este posicionamiento, AfD no sólo busca un guiño a Putin. También persigue los votos de la minoría rusohablante. Su apuesta por este caladero es seria. A mediados de agosto AfD celebró un mitin con ponencias en ruso y propaganda electoral en ruso y alemán.

placeholder Cartel electoral de AfD para las elecciones generales con la leyenda '¿Burka? Preferimos bikinis'. (Reuters)
Cartel electoral de AfD para las elecciones generales con la leyenda '¿Burka? Preferimos bikinis'. (Reuters)

Crimea

La península ucraniana que Rusia se anexionó por sorpresa en 2014 ya ha aparecido en varias ocasiones en la campaña electoral alemana, para regocijo sin duda de Putin. Se ha convertido en un elemento de fricción y división entre los partidos, que tras el 24 de septiembre podrían verse forzados a entretejer un programa de gobierno común para formar una coalición.

La Izquierda, por ejemplo, rechazó en su último congreso condenar la anexión y su candidata Sahra Wagenknecht abogó por una "política de distensión" con Rusia y por buscar fórmulas de "buena vecindad". Poco después, el SPD y Los Verdes criticaron a La Izquierda y dieron por inviable un potencial tripartito de izquierdas para desalojar a Merkel de la Cancillería.

Christian Lindner, el líder del Partido Liberal (FDP), aseguró recientemente que el control ruso de Crimea había que entenderlo como algo "provisional pero duradero". Sus declaraciones provocaron una tormenta política. Primero, porque la postura del Gobierno alemán desde 2014 ha sido la de no reconocer la política de hechos consumados del Kremlin y defender la integridad territorial y la soberanía de Ucrania. Segundo, porque el FDP ha sido el socio minoritario de casi todas las coaliciones que han gobernado en Berlín, y podría volver a serlo en la próxima legislatura. Y es tradicional otorgar a su líder -Lindner en este caso- el cargo de ministro de Asuntos Exteriores.

Zapad

La última palanca a disposición de Putin es una posibilidad remota, pero con un enorme potencial desestabilizador en Alemania y más allá. Es la Zapad 2017, las mayores maniobras militares de Rusia y Bielorrusia desde el final de la Guerra Fría. Los ejercicios, en los que van a participar unos 100.000 soldados rusos, tendrán lugar entre el 14 y el 20 de septiembre cerca de las fronteras de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia.

En la OTAN han sonado las alarmas. Por la escala de las maniobras y por la opacidad con la que Moscú las está organizando. La alianza teme que la Zapad 2017 no sea un mero juego de guerra. El comandante del ejército estadounidense en Europa, Frederick Hodges, ha alertado de que podría ser "un caballo de Troya". Que, con la excusa del ejercicio militar, el Kremlin pudiera trasladar fuerzas especiales, misiles de larga distancia y drones de vigilancia a Bielorrusia o a su frontera más oriental y dejarlos allí cuando concluya la Zapad. Con un objeto incierto.

Hay antecendentes de operaciones similares. Esto fue exactamente lo que hizo Putin en la edición de 2013 de la Zapad y en la Kavkaz de 2008. Estos juegos de guerra precedieron, respectivamente, a las invasiones de Crimea y Osetia del Sur. Una acción militar relámpago como aquellas a escasos días de las elecciones en Alemania provocarían un terremoto político en Europa que encontraría a Merkel con las manos atadas.

Vladímir Putin no se presenta a las elecciones alemanas del próximo 24 de septiembre. Pero su sombra es alargada desde hace meses cada vez que en Occidente se sacan las urnas. Sucedió el pasado noviembre en Estados Unidos y en mayo en las presidenciales francesas. Alemania cree que no va a ser una excepción, porque el presidente ruso tiene sus resortes para tratar de influir -en mayor o menor grado- en quién ocupará los próximos cuatro años la Cancillería berlinesa.

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