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Para los pesos pesados de defensa, la guerra de Ucrania no está siendo un 'veni, vidi, vici'
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hay un 'boom', pero no va a ser fácil

Para los pesos pesados de defensa, la guerra de Ucrania no está siendo un 'veni, vidi, vici'

En tiempos de turbulencia geopolítica, los contratistas militares son valor refugio. Pero el camino hacia el botín de guerra no está siendo el paseíllo militar que podría esperarse en este contexto global

Foto: Un F-35 de Lockheed Martin. (Reuters/Axel Schmidt)
Un F-35 de Lockheed Martin. (Reuters/Axel Schmidt)

En los primeros compases de la invasión, con la mirada del mundo clavada en las columnas de tanques rusos reventando las fronteras de Ucrania, los inversores globales también se preparaban para tomar posiciones. En pocos días, las cotizaciones de las principales compañías del sector se dispararon y sus precios han estado sostenidos por los constantes anuncios de inversiones militares récord de Estados Unidos a Luxemburgo. En tiempos de turbulencia geopolítica, los contratistas militares son valor refugio y abundan las páginas de inversión minorista que recomiendan incluir estos activos sin ton ni son en las carteras.

Sin embargo, el camino hacia el botín de guerra no está siendo el paseíllo militar que podría esperar el imaginario colectivo. Algunos pesos pesados del sector en Estados Unidos están teniendo serios problemas para rentabilizar el boom en la inversión estatal, pese a que las ventas directas al extranjero subieron en 2022 un 48,6%, 153.700 millones de dólares, según cifras oficiales del Departamento de Estado. Un fenómeno que no solo nos habla del complejo panorama que enfrentan las firmas del sector, sino de los desafíos de todo tipo que afectan a las cadenas industriales. Ya no basta con tener los mejores productos y la capacidad de fabricarlos, sino que hay que poder alimentar y sostener las líneas de producción.

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No hay mejor ejemplo de esta paradójica situación que Lockheed Martin. En el año de la guerra de Ucrania, el mayor fabricante militar del mundo, responsable de equipos como los F-35, ha presentado unos resultados mixtos —más bien decepcionantes— en 2022 y unas perspectivas deslucidas para 2023. El contratista de defensa anunció la semana pasada que espera que sus beneficios oscilen entre 26,6-26,9 dólares por acción este año, por debajo del promedio de los analistas, que estimaban 26,96 dólares por acción, según Refinitiv. Las previsiones de ingresos de la compañía son de hasta 66.000 millones de dólares en el presente ejercicio.

Y aunque los ingresos netos por acción y los ventas netas del cuarto trimestre superaron los pronósticos de Wall Street, incluyendo un alza del 7% en la unidad aeronáutica, hasta los 7.640 millones de dólares, el margen operativo de la compañía bajó casi un punto, a un 10,7%, desde el 11,5% del año anterior. Un claro indicativo de que las compañías todavía lidian con serios problemas en una saturada cadena de suministro que se vienen arrastrando desde la pandemia y que se han combinado con escasez de mano de obra en ciertos mercados, presionando los márgenes en la industria.

“Ya apuntamos hace mucho tiempo que 2023 iba a ser un año estable desde la perspectiva de los ingresos”, se justificó el consejero delegado de la firma, Jim Taiclet, en declaraciones a medios especializados estadounidenses.

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Este quiero y no puedo de Lockheed Martin se ha reflejado en su acción, que cotizaba a 389 dólares la víspera de la guerra y se disparó con los primeros bombardeos hasta casi 468 dólares, para luego bajar en octubre al mismo nivel preinvasión. Posteriormente, volvió a dispararse con los anuncios de un presupuesto récord del Departamento de Defensa y tocó un máximo de al menos cinco años de 496 dólares por acción para bajar desde entonces hasta unos 463 dólares. Todavía una apreciación del 20%, pero lejos de lo que han conseguido algunas compañías del sector.

"Demasiados bloqueos"

El gigante aeroespacial Boeing, fabricante del F-15 Eagle, es otro ejemplo de un blue chip al que la guerra no ha salvado de ampliar pérdidas en 2022, en parte por la debilidad de su unidad de defensa. Enfrentamos "una cadena de suministro muy, muy difícil y, mientras que las entregas promedio cumplieron nuestros objetivos, seguimos operando con demasiados bloqueos en nuestras líneas. Así que estos bloqueos, aunque se están disipando, siguen donde no deberían estar", aseguró Dave Calhoun, máximo responsable del fabricante estadounidense.

Mucho mejor le ha ido a Raytheon Technologies, fabricante de los misiles Stinger y Tomahawk, y con una potente división comercial. La firma sí logró batir las expectativas del mercado en sus resultados del cuarto trimestre, pero más por la fuerte demanda global de motores de avión, partes de repuesto y servicios. Esto es debido, precisamente, a que la congestión de las cadenas de suministro, aunada a la fuerte demanda de viajes, ha hecho que los aviones vuelen durante más tiempo, lo que ha disparado la necesidad de servicios de piezas y reparación (que tienen un elevado margen de ganancia). Las ventas de la unidad de misiles y defensa subieron un 6,2%, a 4.100 millones, en el cuarto trimestre.

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De hecho, en el conjunto de 2022, Raytheon fue la primera en ingresos, con un total de 67.100 millones de dólares, frente a los 66.600 de Boeing y los 66.000 de Lockheed —seguidas de lejos por General Dynamics, con 39.400 millones; Northrop Grumman, con 36.600 millones, y L3Harris Technologies, con 17.200 millones—. Sin embargo, sus acciones pasaron de 92 dólares el 23 de febrero a 98 al cierre del miércoles.

El propio consejero delegado de la compañía, Neil Mitchell, dijo que en 2023 esperan ciertas turbulencias debido a temas fiscales y de pensiones, y calcula que solo en inflación tendrán un aumento de 2.000 millones de dólares en costes laborales y materiales. Su previsión de beneficios para 2023 está en el rango de entre 4,9-5,05 dólares por acción, frente a una previsión promedio de los analistas de 5,03 dólares por acción.

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También General Dynamics, fabricante de submarinos nucleares o del carro de combate Abrams, advirtió la semana pasada en una llamada con inversores de que los resultados de 2023 apuntan a estar por debajo de sus expectativas. ¿Los motivos? Exacto. Problemas en la cadena logística y falta de mano de obra, con una “tasa de retiro anormalmente alta” impactando en algunas unidades clave de la compañía. Su beneficio este ejercicio estará en torno a 12,6 dólares por acción, mientras que el mercado pronosticaba 13,9 dólares. "Estamos viendo señales de demanda de la guerra en Ucrania, pero tan solo hemos comenzado a ver llegar esos pedidos a nuestra lista de encargos", dijo el consejero delegado de la empresa, Phebe Novakovic, a los analistas.

Reservas al límite

El respaldo de Occidente a Ucrania está volatilizando las reservas de munición y equipos, que cada vez son más sofisticados y pesados. Se comenzó mandando Javelins y Stingers, luego piezas de artillería y sistemas Himars. En las últimas semanas, se acaban de comprometer decenas de carros de combate modernos y, aunque se niegue tajantemente, nadie descarta que se pudieran acabar mandando aviones de combate. Pero hasta la fecha, el grueso de lo que ha llegado al frente procede de los stocks de los ejércitos aliados y muchas compañías esperan ver un aumento de sus pedidos, según las diferentes fuerzas armadas concreten sus flamantes planes de adquisición y modernización de material.

Tampoco aporta estabilidad el clima político. Como un ejemplo de lo que ya está sucediendo en algunos países (y probablemente sucederá con más frecuencia cuanto más se alargue la guerra en el tiempo), en Estados Unidos ya hay cada vez más voces que ponen pegas y sugieren límites a esta expansión del gasto militar. Unos en el ala más izquierdista, que consideran excesivo el empleo de tantos fondos para armas, y otros más a la derecha, preocupados por unas partidas que, al fin y al cabo, son gasto público que está engordando la deuda.

Foto: Blindados Leopard 2 en maniobras de la OTAN en 2022. (Reuters)

El republicano Kevin McCarthy, nuevo portavoz de la Cámara de Representantes, ya se ha comprometido a tratar de frenar el gasto, lo que muchos creen que podría ensombrecer los pronósticos en el corto plazo para los fabricantes de armas, según los analistas. Este conjunto de factores ha hecho que muchas casas de inversión recorten sus recomendaciones sobre el sector desde comienzos de año.

"Las acciones de defensa descuentan ahora en el precio el potencial para una nueva lucha geopolítica global entre superpotencias. Pero no incluyen el potencial por un renovado foco en la creciente deuda estadounidense", escribió Noah Poponak, analista de Goldman Sachs en una reciente nota a clientes. "Lo primer puede ocurrir, pero lo segundo podría ocurrir antes", agregó. De hecho, el índice de empresas aeroespaciales y de defensa del Dow Jones, así como el de iShares de EFT, muestran un crecimiento de entorno al 10% en los algo más de 11 meses desde la ofensiva rusa en el país vecino y todavía no ha superado el derrumbe de la pandemia desde máximos de una década.

La reacción no es nueva. La mayoría de los conflictos en las últimas dos décadas, recuerdan los expertos, han llevado a subidas iniciales en los valores de defensa —algo que fue cierto tanto en los atentados del 11-S en 2001 o en la invasión rusa de Crimea en 2014—; reventones seguidos de la subsiguiente corrección. Como recordaban los analistas de Bank of America en abril tras publicarse los decepcionantes resultados del primer trimestre, aunque el sector defensa se haya mostrado como una apuesta rentable para el inversor a largo plazo, es más difícil para aquellos que buscan unas ganancias rápidas.

Euforia europea

No es el caso (por el momento) a este lado del Atlántico. Aunque todavía quedan muchos resultados corporativos por anunciarse y a estas nubes mixtas que vienen de Estados Unidos, el ambiente es de euforia. La industria europea, mucho más descuidada por sus gobiernos que sus homólogas norteamericana o china, ve llegar una inédita serie de presupuestos y partidas récord para las fuerzas armadas de la región. En el mascarón de proa de ese optimismo industrial están las compañías alemanas.

Mientras la industria en EEUU —de nuevo, mucho más desarrollada que la europea— esta dubitativa sobre la posibilidad de aumentar su capacidad, en Europa no falta disposición. El fabricante alemán de armamento Rheinmetall está dispuesto a incrementar su producción de tanques Leopard 2 y municiones para hacer frente a la demanda, e incluso aseguró que podría comenzar a producir lanzadores múltiples HIMARS en Alemania, dijo el consejero delegado de la firma, Armin Papperger, a Reuters en una reciente entrevista. Han tenido un año récord, con unos resultados del cuarto trimestre por encima de los de un muy buen tercer trimestre, y dicen que su cartera de pedidos se aproxima a los 30.000 millones de euros.

Foto: Boris Pistorius, nuevo ministro de Defensa alemán. (EFE/Filip Singer)

"Podemos producir 240.000 municiones (de 120 mm) al año, que es más de lo que el mundo entero necesita”, aseguró el ejecutivo, quien agregó que podrían subir su producción de munición de artillería de 150 mm hasta las 500.000 al año, convirtiendo a su compañía en el mayor productor de este tipo. Las acciones de la compañía se han disparado un 130% desde los 96,8 euros del 23 de febrero a los 219 euros a los que cerró el miércoles.

No son los únicos. Muchos productores europeos, poco acostumbrados a esta situación, están produciendo sin pedidos de preventa por la demanda disparada, dijo el consejero delegado de la aeroespacial Hensoldt, Thomas Müller, al diario Financial Times. “Normalmente tenemos que firmar los pedidos y obtener un adelanto sobre la mesa. [Pero] desde abril, seremos capaces de entregar un radar al mes, incluso si no sabemos todavía a quién”, dijo Müller sobre el radar de defensa aérea TRML-4D que produce su compañía (también encargada de la óptica de navegación y vigilancia del Leopard 2).

Foto: Soldados ucranianos, tras una ofensiva rusa en Zaporiyia. (Reuters/Stringer)

El propio canciller Olaf Scholz visitó el cuartel general de la compañía en enero con su renovada promesa de relanzar el poderío militar de Alemania con un fondo extraordinario de 100.000 millones de dólares. “Nos estábamos beneficiando de los presupuestos al alza incluso desde antes de la guerra en Ucrania. Pero después de la guerra, estamos viendo un crecimiento más sostenido para la próxima década o incluso para las décadas por venir”, asegura el directivo, cuyas acciones casi han duplicado su valor desde la invasión. Similar camino han seguido los títulos francesas Thales (+50%) y Dassault Aviation (+30%), la italiana Leonardo (+40%) o la británica BAE Systems (+40%).

¿Y en España?

Pero, como recuerda el caso norteamericano, una cosa es tener los pedidos y otra, poder entregarlos. Airbus, el campeón aeronáutico europeo en el que participa España, ya tuvo problemas con el suministro de motores en 2022, aunque menos que Boeing. Y, al igual que su rival estadounidense y muchas otras empresas del sector como Raytheon, tiene una cuenta diversificada que depende mucho más de sus pedidos comerciales que de las unidades de defensa. En el tercer trimestre de 2022, los ingresos de la compañía por aviación comercial fueron unos 9.100 millones de euros, por los 2.500 millones en Defensa & Espacio.

La firma reconoció en septiembre estar todavía manejando "una cadena de suministro frágil, como resultado del impacto acumulado del covid, la guerra en Ucrania, el suministro de energía y la situación de los mercados laborales”. En enero, la compañía anunció que tiene intención de contratar más de 13.000 nuevos empleados globalmente en 2023 (9.000 de ellos en Europa), un 10% más a su plantilla —un recordatorio de que la presión por conseguir fuerza laboral en el sector continuará—.

Foto: Soldados ucranianos viajan en un vehículo militar cerca de la ciudad de Artemivsk, en la región de Donetsk. (EFE/Alex Rom)

En España, la industria de defensa, que cuenta con varias plantas de Airbus en nuestro territorio, está repartida en una red de 373 compañías registradas en la Dirección General de Armamento y Material (un tercio exportadoras) con una facturación anual estimada de más de 6.000 millones de euros en 2019 y casi 300.000 puestos de trabajo directos (21.000) e indirectos, según datos del Ministerio de Defensa.

La referencia cotizada del sector es Indra, una tecnológica diversificada cuya unidad de Defensa y Seguridad —que incluye proyectos de radares, sistemas de vigilancia, sistemas para vehículos y aviones de combate— aporta en torno al 15% de los ingresos y el 20% del EBIT. Sus títulos pasaron de 8,38 euros en la víspera del conflicto a 11,33 euros en la sesión del miércoles, una subida del 35%. La compañía presenta resultados de 2022 el 28 de febrero.

“La evolución de la división es positiva, con ritmos de crecimientos de ingresos de un dígito medio y un margen EBIT de doble dígito bajo. Aparte, el nivel de contratación de Defensa crece también a buen ritmo, a doble dígito, y la cartera de pedidos de Indra está en máximos históricos (casi 2 años de ingresos), ofreciendo una buena visibilidad de ingresos para los próximos trimestres”, valoran desde la gestora Renta 4. “Creemos que el esperado aumento del gasto de defensa previsto en muchos países de la OTAN supondrá un nuevo impulso para la división de Defensa del grupo en los próximos años”, agregan los analistas.

En los primeros compases de la invasión, con la mirada del mundo clavada en las columnas de tanques rusos reventando las fronteras de Ucrania, los inversores globales también se preparaban para tomar posiciones. En pocos días, las cotizaciones de las principales compañías del sector se dispararon y sus precios han estado sostenidos por los constantes anuncios de inversiones militares récord de Estados Unidos a Luxemburgo. En tiempos de turbulencia geopolítica, los contratistas militares son valor refugio y abundan las páginas de inversión minorista que recomiendan incluir estos activos sin ton ni son en las carteras.

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